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Para qué sirve la filosofía .
La Filosofía (amor a la sabiduría) responde al deseo de saber. El de saber es un deseo que brota naturalmente del ser humano. Aristóteles decía que el alma es deseo (orexis). No es sólo eso, desde luego. Ni todo en la vida consiste en saber. La vida es también praxis, acción. Y, como el ser humano es tanto deseo de saber como deseo de praxis, un saber que no sirva para nada no interesa nada. A algunos filósofos les gusta repetir que la Filosofía no sirve para nada, pero esto es falso, a no ser que se trate de una falsa filosofía. Todo saber sirve para mucho. Quizá no de una manera inmediata, y desde luego, no para construir puentes, levantar edificios o descubrir nuevas fuentes de energía.
La filosofía no pretende enseñar a
hacer zapatos, pero es capaz de descubir el más profundo por
qué es conveniente fabricar buenos zapatos. Sin filosofía no
conoceríamos el "sentido" último de la fabricación
de zapatos, ni de nada. Porque no es algo que se pueda
"ver" u "oir" en modo alguno.
«¿Para qué sirven la Historia, el Latín, el Griego, la
Filosofía, la Lengua, la Literatura? Son carreras muy bonitas,
pero -algunos piensan- no sirven para nada útil. No sirven para
construir rascacielos ni para curar un cáncer, ni para aumentar
la producción de langostas».
»La cuestión es: ¿para qué necesitamos un objeto que no sea
útil? Bien. ¿Qué hay, por ejemplo, en nuestra sala de estar?
Objetos que sirven para algo: sillas para sentarse, mesa,
ceniceros, radiadores, etcétera. Pero también encontramos
cuadros, esculturas, fotografías de parientes y amigos. ¿Para
qué sirven todas estas cosas? ¿Qué se puede hacer con ellas?
Aparentemente nada. ¿Para qué sirven? Para decorar. Aquí nos
encontramos con un valor que no es inmediatamente útil, el
decoro.» (Alejandro Llano).
El ser humano es un ser teórico-práctico: no se puede amputar.
Para que su acción le satisfaga ha de ser fruto de una buena
teoría. No hay nada más práctico que una buena teoría, es
decir, una buena ciencia de porqués últimos. Ganar dinero es un
porqué inmediato. Pero no es un porqué último. Por eso no
podemos evitar la pregunta: ¿Por qué ganar dinero?
En definitiva,
¿por qué vivir?,
¿por qué trabajar,
por qué descansar,
por qué?
¿Qué es lo que pretendo?
¿Qué sentido tiene todo esto?
¿De dónde viene mi vida?
¿A dónde va mi vida?
¿A dónde puede ir?
¿A dónde debe ir, para ir bien?
¿Tiene una finalidad?
¿Qué hace un ente como yo en un sitio como éste?
Si no sé contestar satisfactoriamente a estas preguntas, aunque
sepa mucha matemática, biología, medicina, paleontología,
economía, etc., no me conozco, es decir, soy un desconocido para
mí mismo; y no sé siquiera para qué hago todo lo que hago.
Necesito saber no sólo simplemente para saber, sino saber para
qué sirve el saber. ¿Qué hago, qué voy a hacer conmigo mismo,
con lo que sé y lo que puedo hacer?
Sólo el pensamiento filosófico puede responder a la pregunta
por el sentido del vivir.
Cuando del hombre sólo se considera la fisonomía, la
bioquímica, la anatomía, la fisiología, puede parecer que no
es más que un mono evolucionado. Sólo se ha visto una faceta
del ser humano y no se ha considerado la que más importa: la
intelectual y libre, en una palabra, la dimensión espiritual. Es
famoso un científico que después de hacer la disección de un
cadáver, declaró que el alma no existía, porque él no la
había visto. Es una manifestación de uno de los errores más
corrientes en el mundo de los científicos: pensar que sólo es
real lo que ellos perciben, experimentan y comprueban. Pero el
universo está lleno de cosas que los científicos no pueden
percibir en sus laboratorios o bibliotecas.
Si ahora tomamos un cilindro de un metro de diámetro y un metro
de alto y lo proyectamos en dos planos, uno horizontal y otro
vertical, ¿qué resulta?
Si nos fijamos sólo en la proyección, podemos llegar a la
conclusión de que el cilindro en realidad es un círculo, aunque
también un cuadrado. ¿Es posible que un círculo sea cuadrado?
No parece, pues ni siquiera la cuadratura del círculo ha sido
lograda hasta la fecha.
Si nos fijamos en secciones particulares del ser humano podemos
llegar a conclusiones de lo más pintorescas. Las ciencias
particulares son eso "particulares", contemplan sola
una o algunos segmentos del ser humano o de lo que se trate. Nos
pueden decir qué tiene el ser humano desde su punto de vista
(orejas, huesos, músculos, células, átomos, etc.) Pero nunca
podrán decirnos qué es el ser humano.
También se ha dicho que en el conocimiento de las ciencias
experimentales (que -¡cuidado!- aquí no despreciamos, al
contrario, lo estimamos en todo lo que vale, ni más ni menos)
sucede como en el caso del análisis de elefante según se mire
sólo un fragmento de pata, de rabo, de oreja, etc. Se llegaría
a la conclusión de que el elefante es una palmera, un
pteridáctilo u otro ente que no tiene nada que ver con el
elefante.
Para saber lo qué son las cosas y cuál es el sentido de su
existencia es preciso enfocarlas desde una perspectiva que pueda
alcanzar su propio ser y esencia. Lo cual podrá vislumbrarse si
contemplamos las cosas -y en particular al hombre- desde todos
los puntos de vista posibles. Entonces, una vez considerados
todos los fenómenos (aspectos) a nuestro alcance, podremos
aproximarnos al conocimiento de su naturaleza, es decir, de su
esencia. Así llegamos a conocer al hombre con animal racional,
es decir, como un ser que tiene mucho en común con los animales,
pero que es infinitamente más que un animal irracional.
A esta conclusión sólo puede llegar una inteligencia que no se
limita a ver, a palpar y a experimentar, sino que razona sobre
los datos de la experiencia (lo físico) y saca conclusiones que
la física no percibe, porque se refieren a realidades
meta-físicas; es decir, a realidades que son más íntimas a las
cosas que sus propiedades físicas y requieren, para ser
desveladas, la aplicación y ejercicio del intelecto. Esto es
precisamente lo que compete a la filosofía y más concretamente
a la antropología filosófica.
En filosofía hacemos mucho caso de los datos que aportan las
ciencias empíricas. Pero en todos ellos nos preguntamos: ¿qué
es esto?, ¿cuál es su causa primera? ¿cuál es el sentido de
su existencia?
Por eso cabe adelantar que la Filosofía es lo más vital que
existe. «Vivir no es necesario, navegar sí», rezaba una
inscripción en una nave griega. Consideraban que hay algo más
importante que vivir: navegar, porque de la navegación dependía
su riqueza y su poder. También se dice: primum vivere, deinde
philosophare. Sí, para filosofar es necesario primero vivir y,
por lo tanto, comer. Pero para vivir conforme a la categoría y
dignidad del ser humano es necesario saber por qué vivir y cómo
conviene vivir dentro de las diversas opciones que se me
presentan.
La verdad del vivir, esto es, en síntesis, lo que ha interesado
e interesa al filósofo; y es, en definitiva, lo que interesa a
todo hombre que utilice con lógica el entendimiento.
La verdad: ¿qué es la verdad?, ¿es posible conocer alguna
verdad?, ¿qué verdades es posible conocer? Son cuestiones
netamente filosóficas. Se comprende pues que la filosofía sea
el quehacer intelectual más importante para vivir conforme a la
categoría y dignidad del ser humano.
Filosofía y vida
Ciertamente hay filósofos que sólo parecen ocuparse de
problemas exclusivos de los filósofos y se despreocupan de todo
lo que preocupa al hombre corriente. Pero, como dice Putnam, los
problemas de los filósofos y los problemas de los hombres y las
mujeres están conectados, y es parte de la tarea de una
filosofía responsable hallar la conexión.
Todos tenemos nuestra teoría de la vida y del mundo, más o
menos elaborada y definida, conforme a la cual, las más de las
veces, actuamos. Quizá hemos dedicado muy poco tiempo a
reflexionar y a construir nuestra propia teoría de la vida, pero
contamos siempre con alguna. Casi todos los errores prácticos
disponen de una filosofía (falsa, pero filosofía) propia, con
sus manuales, sus profesores y hasta su tradición escolar.
Evidentemente, la manera que tiene la persona de tratarse a sí
misma, a los demás, a las cosas propias y ajenas, así como los
asuntos públicos, es muy distinta si se piensa, por ejemplo, que
el hombre es simplemente un pez evolucionado que si se sabe que
es un ser personal creado por Dios a su imagen y semejanza. La
idea que cada uno se forja de "hombre" o
"persona" influye decisivamente en su estado de ánimo
y comportamiento. El hombre es un ser racional, un animal cuya
actividad más específica es razonar, hallar los porqués de las
cosas e inferir las consecuencias de unos principios adoptados,
etcétera. Por eso sólo lo razonable da paz al espíritu.
El hombre siente la necesidad de respaldar con razones sus
emociones, deseos, impulsos y acciones; y si no las encuentra y
quiere seguir en la misma dirección de sus sentimientos, tiende
a construir alguna teoría "vero-simil", que le
tranquilice o acaso narcotice. Puede encerrarse en su
subjetividad y negarse a reconocer la verdad de las cosas. Puede
abandonar la verdad de las cosas para refugiarse en certezas
meramente subjetivas, con el riesgo de caer en la soledad de
aquel poeta que escribió estos versos:
En mi soledad
he visto cosas muy claras
que no son verdad.
Con "su verdad" subjetiva, el hombre se exculpa y se
aquieta, al considerar que la conclusión es de una "lógica
aplastante". En todo caso se ha optado por una idea -más o
menos clara, más o menos verdadera- de hombre, de mundo y de
Dios.
En resumidas cuentas, Filosofía significa enterarse del sentido
de la vida humana. Y hay que captarlo también filosóficamente,
razonadamente.
El hombre sin metafísica, sin respuesta a la pregunta de las
preguntas, al porqué de todos los porqués, es un ser
radicalmente inseguro y agobiado. Puede incrementar sin término
su saber operativo (práctico), construir y manejar cosas,
aparatos, instrumentos,... pero ¿para qué?. Aunque llegase a
dominar al universo: "¿para qué?". Acabaríamos
preguntando, con el escepticismo de Lenin: "La libertad,
¿para qué?"; o con el de Pilato: "la verdad, ¿qué
es la verdad?"; o con el tremendo pesimismo del ateísmo de
un Jean Paul Sartre: "el hombre es una pasión inútil, el
niño es un ser vomitado al mundo, la libertad es una
condena"
La seguridad íntima, la paz interior que ya era objeto de
preocupación por parte de los antiguos filósofos griegos, no se
obtiene más que por el conocimiento metafísico de la realidad,
que no es de carácter técnico. La técnica mantiene una
elocuente amenaza a la supervivencia de la Humanidad, lo cual es
una manifestación clarísima de su radical insuficiencia para
resolver las cuestiones fundamentales de la existencia humana.
Queremos saber no sólo cómo son las cosas y cómo se comportan,
y cómo puedo aprovecharme de ellas de un modo inmediato, sino
qué sentido tienen para mí; qué puedo esperar de ellas en
último término.
Lamentablemente, la sabiduría -como dice Carlos Cardona- ha sido
sustituida por la técnica. La filosofía -en el sentido clásico
del término- ha sido declarada inútil. Sin embargo, San
Agustín afirmaba que la razón del filosofar está precisamente
en la felicidad (nulla est homini causa philosophandi, nisi ut
beatus sit). El hombre, nos atrevemos a decir, para ser feliz
necesita filosofar. Porque ¿cómo se puede ser feliz sin saber
de dónde vengo, a dónde voy, dónde me encuentro, qué sentido
tiene mi vida, que va a ser de mí, qué caminos me pueden
conducir a alguna parte?
Contemplar el mundo intentando captarlo en su totalidad, eso
-dice Schumacher- es filosofar. Esto es indispensable para
orientarme en el mundo. Pieper dice que la característica
principal de toda pregunta filosófica es la de implicar una
pregunta por el todo. "Todas las preguntas filosóficas
ponen inevitablemente en cuestión el todo de la existencia. Y
quien la quiera dsscutir habrá de declarar y poner sobre el
tapete sus convicciones más íntimas y sus tomas de postura
últimas".
Esto es inevitable también porque las objeciones que
agresivamente se oponen hoy a la utilidad de la Filosofía
implican una concepción global del mundo, del conjunto de la
realidad y de la existencia.
Antonio Orozco Arvo.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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