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Voluntad.
La Voluntad Nacional, lo que nos es común a todos, el rumbo que la Patria ha querido seguir desde siempre, tiene que ser rescatada y explicada. Los Españoles tenemos la necesidad de volverla a descubrir para encontrar en ella un principio de unión de nuestros futuros esfuerzos
España es, en las tres etapas
fundamentales, la principal creadora de Occidente y, en la
encrucijada de América, su universal descubridora. Curiosamente
ese Occidente también plasmó en América la íntima división
Europea: España y el resto. No se nos oculta que el Occidente
Americano está en Canadá y en Estados Unidos, y en ninguna otra
parte.
El Occidente es la obra que puso en marcha España por el
Descubrimiento y también porque en él se aglutinaron las
naciones contra lo español. Pudimos haber colonizado ese
Occidente, en cuyo caso no existiría nuestra América. Del
Occidente quedan hoy los restos de un mundo agotado ya, perdido
el norte, y debatiéndose en la ausencia de nuevas proposiciones
de futuro.
Occidente es la Obra, y, como obra, ha venido inmovilizándose y
envejeciendo. España es la misión. Ninguna nación ha sentido
tanto como la nuestra la llamada hacia una misión universal,
predicada y extendida con la idea y defendida con las armas.
España siempre ha sabido que tiene algo que hacer; ningún
español cree que España esté ahí por azar, casualidad o
accidente. Al contrario: imagina que, puesto que España existe,
existe para llevar a cabo algo. Percibe, en otras palabras, que
España tiene una misión que cumplir y, aun viendo a la nación
empequeñecida, empobrecida e insultada, rara vez duda de lo
mucho que nos queda por hacer y de la necesidad de llegar a
hacerlo.
Hay una antiquísima voluntad de hacer que llega hasta nosotros
desde la profundidad de la historia. Además, nunca se ha tratado
de hacer lo del presente; jamás nos hemos preocupado de atender
a lo de cada día, sino a concebir unidades superiores, destinos
más elevados para el hombre; salvaciones eternas para el
individuo.
España es una Patria de Acción. En España se comprende
perfectamente que el pensamiento, sin actuación posterior, de
nada sirve. Por eso España, que es tan rica en ideas, no lo es
en sistemas filosóficos; pero al mismo tiempo tampoco somos
prácticos porque no se nos ocurre exigirle a la acción
beneficios, sino servicios a la idea que nos rige. La voluntad de
hacer se muestra permanentemente embridada por la voluntad de
hacer lo Justo, y solamente cuando ambas coinciden se produce un
auténtico y fructífero movimiento.
Pero otras voluntades se dan cita entre nosotros, donde conviven
la abulia, entendida como una voluntad de no meterse en líos,
con la iluminación que sería la de no escatimarse ninguno.
También la voluntad individual, el hombre como sistema, celoso
de su independencia, suele enfrentarse muy a menudo con la
voluntad nacional, que no es, desde luego, la suma de las
voluntades particulares.
La "Voluntad del pueblo" no existe como tal, en tanto
que los pueblos ni razonan ni atentan ni ambicionan a la vez como
un organismo, La Voluntad Nacional, que es otra cosa, hay que
buscarla en cuanto de permanente, y común a todos, llevan los
individuos aislados. La Voluntad Nacional sólo nos es accesible
por la historia, por el estudio de lo que el tiempo nos trae y se
nos lleva, y de lo que el tiempo nos respeta. Lo superfluo que
soporta cada generación, acaba desapareciendo, aunque por
desgracia tendemos a hacer cuestión más de lo anecdótico que
de lo permanente.
La Voluntad Nacional, lo que nos es común a todos, el rumbo que
la Patria ha querido seguir desde siempre, tiene que ser
rescatada y explicada. Los Españoles tenemos la necesidad de
volverla a descubrir para encontrar en ella un principio de
unión de nuestros futuros esfuerzos.
Normalmente no es necesario hacerlo así. Uno no necesita afirmar
su españolidad permanentemente, porque va sobreentendida. Pero
cuando se pone en duda la existencia de España, cuando se la
acusa de inútil invención, la única respuesta posible es
descubrir cada uno cómo es de español y cerrar filas con los
otros españoles para defender lo que es patrimonio común y,
también, garantía de nuestro único futuro posible.
Ya no se trata de ser español por nacimiento, que es, en suma,
algo accidental; se trata de serlo por convicción, por pura
necesidad de sobrevivir en el mundo, y por voluntad. Cuando se es
español no se puede ser otra cosa, porque es imposible renegar
de lo que somos sin dejar de ser hombres. Si al hecho de ser
español se le añade la voluntad de serlo -porque ahora la
Patria necesita afirmarse sobre sí misma para tomar impulso-
España saldrá con bien de todas las asechanzas de este presente
encanallado y de cuantos reniegan de su españolidad y no son
más que alucinados.
A. Robsy
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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