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Acerca de la naturaleza de la masonería.
En el artículo anterior de esta mini-serie, nos aproximamos a la historia de la masonería, prestando especial atención a la problemática de sus orígenes, así como a las relaciones con el fenómeno rosacruz y al particular caso del pensador René Guénon. En ese artículo se proporcionaban claves que permitían emitir algunos juicios acerca de la naturaleza real de la masonería; aspecto que vamos a desarrollar a continuación. Para ello, nos asomaremos un poco al interior organizativo y simbólico de la masonería, recurriendo a sus propias fuentes.
Ritos y grados de la masonería.
Ya hemos visto que existen dos grandes tendencias: la masonería
regular, vinculada a la Gran Logia Unida de Inglaterra, y la
irregular o liberal, más vinculada al Gran Oriente de Francia. Y
ello sin mencionar a todas aquellas organizaciones situadas en
los límites de la masonería (ocultistas, herméticas,
rosacruces, filantrópicas, etc.) tal como vimos.
Existen, también, varios ritos perfectamente regulados. Los más
importantes son los siguientes:
- Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Con 33 grados, es el más
practicado, tanto en la masonería regular como en la irregular.
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- Rito Escocés Rectificado. Con 18 grados.
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- Rito Moderno Francés, con solamente 7 grados.
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- Rito de York. También con 7 grados.
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- Rito de Emulación. Con los tres grados básicos presentes en
todo rito masónico: aprendiz, compañero y maestro.
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- Rito de Menfis Misraim, que tiene, nada menos, que 99 grados.
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Cada rito responde, de una forma simbólica muy concreta, al
estudio de la llamada "Gran Tradición".
La Gran Logia de Londres tenía en sus inicios sólo tres grados:
aprendiz, compañero y maestro. Esos tres grados son comunes a
todos los ritos, ya los hemos visto, y son los más importantes.
Según los grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la
masonería se divide de la siguiente forma:
- Grados 1 a 3. Masonería simbólica.
- Grados 4 a 30. Masonería filosófica.
- Grados 31 a 33. Masonería sublime.
Tradicionalmente, el paso de un grado a otro se producía en una
ceremonia de iniciación. Las más importantes correspondían a
los siguientes grados: 1, 2, 3, 4, 18, 22, 27, 30, 31, 32 y 33
(en el Escocés Antiguo y Aceptado). Pero en la actualidad los
propios masones consideran que se han desnaturalizado estas
ceremonias y que la mayoría de los grados se conceden por
comunicación, casi por "años de servicio".
Organización.
Una logia es una asamblea de masones. Este término designa,
además, el lugar donde se reúnen. Taller es un término
análogo.
Una obediencia es una federación de logias.
Oriente significa obediencia y lugar masónico.
El presidente de una obediencia es el Gran Maestre, elegido
generalmente por 3 años.
Cada obediencia tiene un Gran Consejo.
Cada logia es presidida por un venerable Maestro.
Triángulo, es el término aplicado a un grupo de masones que, al
no llegar a un número mínimo, no pueden constituirse en logia.
Las logias se agrupan en logias capitulares y Grandes logias
provinciales. Estas últimas se agrupan en Grandes orientes, de
ámbito nacional.
Cada Oriente tiene su propia constitución y cada logia su propio
reglamento interno. Nombra sus propios inspectores y
representantes.
La facultad de hacer leyes radica en la Asamblea General.
El poder ejecutivo reside en el Gran Consejo.
El poder judicial se ejerce por los talleres, por los Jurados
Masónicos y la Gran Comisión de Justicia.
Existe una Gran Cámara Consultiva del grado 33.
Existe, al menos, una oficina internacional de relaciones
masónicas, radicada en Suiza.
Símbolos.
Además del sentido que encierra cada símbolo y que se explica
en las sucesivas ceremonias de iniciación que se celebran para
el acceso a los diversos grados, los símbolos permiten
identificarse a los masones entre sí (también existen toques de
mano y señas). Pero varían según los países y las logias.
Mencionaremos, entre otros, los siguientes símbolos, comunes a
todas las obediencias y ritos: el triángulo, la estrella de
cinco puntas, el martillo, la escuadra, el compás, la rama de
acacia, las columnas, la piedra cúbica, la piedra bruta, el
libro, la cadena de unión, el sol, la luna, el delta luminoso,
el nivel, la plomada, el cincel, la letra G, la B y la J.
En el desarrollo de las diversas ceremonias los participantes
emplean mandiles, bandas, sombreros, un puñal, espadas, etc. En
cada logia hay banderas y un escudo propio.
Algunas logias emplean una variedad del idioma esperanto.
Existe una escritura secreta, consistente en una especie de
jeroglífico y un alfabeto en cifras.
Existe una modalidad de sepelio masónico.
Se emplean una serie de términos específicamente masónicos:
tenida (reunión), planchas (escrito), Valle (ciudad), etc.
Cada masón adopta un nombre simbólico.
El local donde tienen lugar las tenidas y ceremonias, que siguen
una estructura determinada, tiene una concreta configuración
material, con esculturas, estatuas, columnas, puertas, salas de
reflexión anexas, pinturas en paredes y techos, etc.
Naturaleza.
Así, del todo despegada de sus orígenes profesionales
medievales, y con todas las vicisitudes y características que
hemos señalado, seguimos sin tener una idea clara de lo qué es
realmente la masonería, si bien las pinceladas de los apartados
anteriores ya nos han proporcionado unas cuantas pistas
importantes.
Intentemos buscar los fines últimos de la masonería.
El estudioso navarro del tema Víctor Manuel Arbeloa la define
como "una asociación ritualista y benéfica, que respetaba
y armonizaba todas las religiones monoteístas, buscando un
modelo de sociedad tolerante, pluralista y filantrópica".
Veamos otra aproximación. Así el artículo 1º de los estatutos
del Gran Oriente de Bélgica establece:
"Es una institución cosmopolita y en proceso incesante, que
tiene por objeto la investigación de la verdad y el
perfeccionamiento de la humanidad. Se funda sobre la libertad y
la tolerancia, no formula dogma alguno ni descansa en él".
A decir de Francisco Espinar Lafuente, en la línea marcada por
las dos anteriores definiciones, en todas las confesiones
religiosas existe un núcleo de verdad, en todo caso
relativamente valioso, al que se remite la sociedad. Y ese
núcleo sería la razón de ser de la masonería.
Tales concepciones contrastan con la proporcionada por otros
autores que nos la dibujan como una asociación secreta, cuyos
fines últimos no son revelados al exterior, de gran influencia
en la sociedad, instrumentalizada para socavar la autoridad moral
y social de la Iglesia católica.
Incluso hay autores que van más lejos. La asocian a diversas
sociedades secretas, como los "iluminados",
"carbonarios", "rosacruces", a la llamada
"sinarquía" (supuesto intento de dominio universal que
implicaría la destrucción de la Iglesia), etc. Y es lugar
común la hipótesis de un pequeño grupo de iniciados superiores
que "mueven", desde detrás de los bastidores, los
hilos que llegan a todas las "logias" del mundo, al
servicio de intereses inconfesables e inéditos, incluso, para la
inmensa mayoría de masones. En esto, también mito y realidad se
mezclan. El mismo René Guénon afirmó, ya lo veíamos en el
artículo anterior, que existe una especie de
"maestría" superior, de la que él mismo formaría
parte, a la que acceden escasísimos masones y que constituiría
una elite iniciática poseedora de los conocimientos esotéricos
más profundos, alejados de cualquier práctica política.
Veamos el sentido del "secreto" masónico.
Para el autor masón, ya fallecido, Roger Leveder, la orden no
sería "secreta" sino "discreta". De hecho,
los contenidos de sus ritos, ceremonias, etc., están publicados
y pueden consultarse. Pero por lógico funcionamiento interno, se
requiere discreción para no convertir sus reuniones en
espectáculos.
El experto en sociedades secretas Serge Hutin, asegura que el
secreto es, para el masón, el "sentido". Así, no se
llega a ser masón por el conocimiento, sino practicando los
ritos, es decir, por la vía del símbolo.
El filósofo Francisco Espinar Lafuente considera que no habría
doctrinas secretas, sino una serie de "secretos"
(ritos, señas de reconocimiento, palabras clave para los
distintos grados, etc.).
Intentemos concretar.
Conforme a sus iniciales orígenes, y considerando todo lo
anterior, parece que la masonería tiene un carácter deísta,
agrupando a hombres que creen en Dios (al menos la masonería
regular) sin que importe a qué confesión concreta pertenezcan,
respetan la moral natural y practican la filantropía. Pero
conforme se extendió por el tiempo y el espacio, esas
finalidades fueron desbordadas por otras inquietudes, políticas
fundamentalmente, y por la atracción ejercida por las numerosos
sectas herméticas, cabalísticas, martinistas, rosacruces,
templaristas, etc.
El "método
masónico".
Hemos visto al inicio de este artículo, que para algunos masones
la característica definitoria fundamental de su organización es
el "método". Éste propone la libre discusión de
problemas (salvo los de carácter político y religioso),
aportando soluciones conforme al criterio mayoritario de los
participantes, según su personal percepción de lo que es justo
y verdadero. En este sistema el único límite sería el propio
método.
En la base de este método encontramos, sin lugar a dudas, al
relativismo, como herramienta imprescindible para afrontar el
pluralismo ideológico y cultural.
Desde esta perspectiva, cuyo centro es el hombre, es imposible
llegar a afirmaciones definitivas de ningún tipo, dogmáticas,
aunque sí "razonables". Y todo ello con una cierta
base espiritualista, que no admite que el hombre y el mundo sólo
sean materia.
Conclusiones.
Es importante ir a los fundamentos últimos de la masonería para
intentar comprender su verdadera naturaleza.
Desde un punto de vista religioso, la masonería defiende la
independencia de la razón humana ante cualquier autoridad. Por
ello el racionalismo y el naturalismo constituyen su base
filosófica. Y aquí aparecen las primeras discrepancias serias
con las enseñanzas de la Iglesia católica.
La masonería difunde una moral universal, que existe en la base
de todas las religiones positivas a su entender y, por ello,
sería superior a éstas. De ahí es fácil deducir la negación
de toda norma moral objetiva, tal como las afirma la Iglesia
católica, cayendo en un relativismo moral.
Desde una perspectiva filosófica, hay que señalar que la
masonería acepta la teoría de que no se puede poseer la verdad
en exclusiva, constituyendo una visión ecléctica en la que es
admisible el panteísmo, el espiritismo, el politeísmo, incluso
el maniqueísmo. Y en la masonería irregular, el ateísmo.
Por todo ello, los autores masones hacen propios, especialmente,
al deísmo y a la filosofía del siglo XVIII.
El método masónico conduce, concluiremos, al igual que buena
parte del pensamiento dominante en la actualidad, a presuponer
que la verdad no puede conocerse y que en el desarrollo de la
propia humanidad hay que estar abierto a todo lo que suponga
"progreso" sin restricciones.
Nota final.
El próximo artículo tratará acerca de las relaciones entre la
Iglesia católica y la masonería, finalizando esta mini-serie.
Incluiremos en el mismo una bibliografía común a los tres
artículos, en la que figurarán obras de autores muy próximos a
la masonería, otras de detractores de la misma e, incluso,
publicaciones de dos obediencias actuales españolas a las que ha
tenido acceso el autor.
Fernando José Vaquero Oroquieta.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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