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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

El nacimiento del Afganistán contemporáneo .

Un país tristemente célebre en la actualidad por su sometimiento a los Talibanes

El Afganistán contemporáneo se considera desde 1881, bajo el gobierno de Abdur Rahmán. Hasta entonces el país había pertenecido a gobernantes mongoles y turcomanos. La influencia británica había intentado hacerse con el país y al final sólo pudo controlar la política internacional y favorecer un país independiente que servía de estado tapón ante el expansionismo ruso. Con Abdur Rahmán se consolidó el estado sunita a costa de la islamización de las tribus y la esclavitud de los hazaras, pueblo desprestigiado por su fidelidad chiita. Los patanos fueron apoyados como etnia mayoritaria y es la que ha ejercido como mayoritaria contra el resto de los pueblos afganos.

En 1919 obtiene el país el reconocimiento de la independencia del país, sin embargo, la inestabilidad del país provoca la irrupción del general Nadir, quien controlará el país hasta su asesinato en 1933 y después por su familia. A partir de 1945 la independencia de la India colocó a Afganistán en una difícil situación. Los patanos de la India optaron por pertenecer al estado islámico de Pakistán y no plantearon ninguna inquietud separatista a favor de la unión con Afganistán. La tensión con el nuevo país musulmán acercó a los afganos a la URSS. En 1964 el país se dio una constitución y las potencias mundiales luchaban entre sí por hacer con el país invirtiendo en infraestructuras. El dominio de la oligarquía patana y la hambruna de 1972 provocó un aumento de la oposición popular que fue capitalizado por el reciente fundado partido comunista afgano.

En 1973 los comunistas dieron un golpe de Estado que estableció la república con el príncipe Alí Mihammad Daud como presidente, un primo del rey derrocado. El régimen republicano intentó vincularse al lado de los estados árabes del golfo pérsico, pero los comunistas tomaron el poder en 1978. Desde entonces se inició la revolución del toro, y el control del poder por los comunistas que estaban divididos en dos tendencias, Jalq (pueblo) y Parsham (bandera). No obstante, la reforma agraria llevada por el Jalq provocó una revuelta del campesinado y la actividad guerrillera llevó a los comunistas a controlar únicamente los centros urbanos. En 1979 la situación se fue haciendo tan crítica que la URSS fue llamada para ayudar a restablecer la situación. Babak Karmal, líder de la facción Parsham, fue colocado por los soviéticos como nuevo jefe del estado. 85. 000 soldados soviéticos arrasaron el campo provocando en 1980 la salida de cinco millones de afganos en dirección a Pakistán.

En 1986 el poder fue ocupado por Muhammad Najibulá, jefe del equivalente del KGB afgano. La resistencia afgana se artículo en siete grupos islámicos apoyados desde Pakistán con armamento llegado de EEUU. Desde la república islámica de Irán los hazaras chiitas recibieron cuantiosa ayuda material. Los soviéticos tras sufrir unas diez mil muertes abandonaron el país por orden de Mijail Gorbachov. El hundimiento del comunismo en la URSS deja huerfano al régimen de Najibula. En 1992 los guerrilleros toman el poder en Kabul y el presidente con su hermano son ahorcados en dos gruas.

El Afganistán postcomunista sin embargo, plantea el problema del reparto del poder. El comandante Massud, uno de los líderes de la resistencia y miembro de los tayiks, pueblo de habla persa. Al mismo tiempo, el antiguo general comunista Abdul Rashid Dostom toma el mando de los uzbekos. Ambas etnias pretenden evitar la hegemonía de los patanos que son mayoritarios entre los partidarios de Hekmatyar. Finalmente se decide por establecer a Rhabani, uno de los líderes de la resistencia como presidente de un frente unido. Sin emabrgo, el gobierno va a ser protestado por los talibanes, jóvenes islámicos subencionados por Arabia saudí que con el armamento pakistaní y reclutamiento masivo de hombres en la zona patana se impone al gobierno que debe exiliarse y controla el 90 % del país. Únicamente el norte donde los uzbekos y tayiks resisten con ayuda de las repúblicas de sus etnias, recién independizadas de la URSS, forman un cordón sanitario que impide que el fundamentalismo talibán progrese hacia el Asia central exsoviética.

En la actualidad los talibanes han emprendido la destrucción de las iconografías de otras culturas y religiones, la restricción a la vida social de la mujer, la pena de muerte para los misioneros cristianos y la destrucción de los hazaras chiitas, protegidos por Irán. El reconocimiento de Pakistán y los emiratos árabes del Golfo junto a Arabia Saudí, son los que permiten que un régimen tan sangriento sobreviva en el siglo XXI..

J.O.



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