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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Un absurdo e inadmisible concepto: Reencarnación o un "dios" que dejó el piloto automático.

Común tanto al orientalismo como a filosofías y herejías occidentales, la creencia reencanracionista implica contradicciones y ridículos que pocos se atreven a desenmascarar y que aquí se analizan. Su refutación es sencilla aunque precisa comprender bien la doctrina "pura" de esta aberración.

La reencarnación es uno de los pilares esenciales de oriente, arraigada en una religión evolucionista y por ello mismo gnóstica que no tuvo mayor influencia de este lado del mundo hasta que llegó el "aporte" masónico a nuestros países. Con la expansión que el mismo orientalismo ha ejercido sobre occidente por variados motivos vinieron a nuestro hemisferio una serie de presupuestos e ideas a formar una parte algo inconexa de las generalizadas creencias. Entre éstas se encuentran la reencarnación y el karma, hermanos inseparables, de los cuales poco se dice en contra y mucho a favor.

Para empezar, ¿por qué decimos que forman una parte inconexa en nuestro sistema de creencias? Porque, como dijimos y luego veremos mejor, estos presupuestos que nosotros asimilamos casi sin dificultad tienen una razón de ser y una conexión "armónica" con la gnosis, y por lo tanto son directamente opuestos al cristianismo en el que nos educamos.

Pero como sea, y más allá de las consideraciones de lo extraña que es semejante aceptación en un entorno descontextualizado como es el nuestro (a menos que se trate de un paulatino incremento de ideas gnósticas también en occidente), lo importante en concreto es de qué se trata esta extendida creencia, y si tiene o no un asidero racional en el que apoyarnos.

Numerosos trabajos apologéticos abordan esta temática desde la comparación con el cristianismo. Nosotros hemos preferido tomar esta cuestión en principio desde el sentido común, para que estos argumentos sirvan, en lo posible, también a quienes no comparten nuestra fe. La fe y la razón nunca jamás deben ser contrarias, sino complementarias. Veamos entonces en qué se complementan o rechazan estos conceptos orientales con la mente racional que Dios nos dio.

Reencarnación y Karma

Dentro de la variada gama de ramas religiosas que modifican uno u otro aspecto de la creencia en la reencarnación, podemos distinguir un tronco que se mantiene más o menos inalterable en todos los matices que se dan en oriente. El tronco más básico de esta religión es la gnosis, y por lo mismo, el origen y el fin de las partes que la componen son los mismos, aunque cambien ciertos detalles aledaños. Por eso, nos importan poco en el presente trabajo las variaciones que pueden encontrarse, tales como la evolución desde piedras hasta inmateriales ascendidos o hasta boddisatwas, el retroceso o no a estadios inferiores como volver en una vida a ser planta después de haber sido caballo, por dar un ejemplo. Estas diferencias poco afectan al meollo de la cuestión, y por eso nos limitaremos a los fundamentos principales de la misma.

La reencarnación es la rueda de nacimientos y muertes constantes que forman una cadena de la cual hay que liberarse para poder fundirse con el Todo (he ahí la gnosis), y para lograrlo, es necesario eliminar la serie de acciones y reacciones que nos esclavizan (samsara). Dentro de esta doctrina, toda acción genera una reacción: sea buena o mala tendrá su compensación semejante (karma).

Toda acción por mínima o interna (intelectual o emocional por ejemplo) que sea, perpetúa la rueda de reencarnaciones.

Sai Baba, gurú de la India, habla mucho de esto. En el libro "Mi Baba y yo", de John Hislop, pág. 105, encontramos este texto:
"Lo que Baba dice es que mientras realicemos las acciones con el propósito de obtener sus frutos, estaremos totalmente involucrados y seremos parte de ese proceso, por lo tanto, debemos experimentar las consecuencias de ese proceso, ya sean consecuencias felices o consecuencias dolorosas. Nosotros mismos nos hemos atado al proceso y estamos identificados con él. (...) Cuando nos retiremos del trono del Hacedor, el cual usurpamos, y dejemos a Dios, el Rey legítimo, tomar su trono, al momento quedaremos liberados de las cargas del reino".

Entendemos que dejar el trono del Hacedor es abandonar nuestro ego (o sea, lo que somos nosotros verdaderamente y que la gnosis intenta eliminar) y dejar a Dios (panteísmo = todo es dios)

De lo anterior deducen los orientales que el camino para avanzar en la vía espiritual debe ser un cambio de acciones que tienen una escala que va de lo pasivo a lo activo, y de lo activo a lo puro (gunas), y de esto último a la fusión con Dios, que es diferente al simple estado de pureza. Para ello es necesario transitar por distintos estadios mentales y físicos. Vale notar que siempre las creencias gnósticas se basan en la evolución, mientras que nosotros lo hacemos en el desarrollo de las virtudes, que tienen un fin mayor que el mero utilitarismo de "ser puros" para luego "ser Dios". Todo ser es lo que es y no otra cosa. Por lo mismo, un ser no puede ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista. Por ejemplo, una manzana es eso y no un bastón ni una pieza de música. Cada una considerada en sí misma es eso y no otra cosa por más empeño que pongamos en ello (un cigarrillo, por mucho que lo desee, no me sirve de llave). Este principio filosófico trasciende toda escuela de pensamiento ya que incluso en el supuesto de "ilusión" (maya) que ya hemos explicado en "Seréis como dioses" los seres se diferencian entre sí. Es una regla de lógica.

Todo ser tiene figura y forma. Figura es aquel conjunto accidental que hace que un árbol sea marrón, verde, alto, añoso, etc., esto puede cambiar de un árbol a otro, pero todos son árboles y no teléfonos. Forma es lo que hace que sea árbol y no otro ser. Trasciende por completo cada individuo de su género. Todo ser, al componerse de estos factores es único e irrepetible. La experiencia cotidiana nos confirma la multiplicidad de seres distintos e irreproducibles (ni siquiera dos células son iguales entre sí).

Sostener la reencarnación supone negar este principio de lógica ya que siempre serían seres distintos y nunca el mismo ser. Si el ser es el cuerpo está respondida por absurdo la argumentación. Si el ser es el alma, el dualismo es la regla y ya fue respondida en el dossier recién mencionado. El ser es una composición de materia y espíritu única e irreproducible. Nunca dos seres humanos han tenido las mismas aspiraciones, las mismas capacidades, los mismos intereses, traumas, etc. Si el ser es lo que trasciende y el espíritu está sobre la materia, ya que es lo que evoluciona, siempre la persona tendría los mismos intereses, capacidades, talentos, etc., junto con una acumulación traumática de castigos de sus vidas anteriores. Comprobamos que eso no es así en la vida cotidiana. Las personas tendrían que ser siempre lo mismo con la acumulación de cosas buenas y malas. Advertimos que la mayor parte de la humanidad no tiene una conducta irreprochable, por lo que es deducible una acumulación progresiva de karma negativo. La excepción la constituyen aquellas personas que han "comprendido" esta verdad. Mientras no entendemos la "verdad" (de ser dios), siempre naceremos con una carga creciente de defectos, sufrimientos, imperfecciones, etc., lo que hace imposible la autorredención ya que las inclinaciones predominantemente serán negativas y bajas. Vale decir que iríamos de mal en peor, cada vida con una carga mayor que purgar que en la anterior.

La reencarnación proclama:

"Autorredención sin auxilio de la divinidad salvo para indicarles el camino".

Un mecanismo rígido e inflexible en el que está ausente la misericordia, el arrepentimiento y el perdón.

El individuo está condenado a un esquema sin esperanza, ya que se sabe falible, finito y limitado y por lo tanto condenado a una larguísima cadena de vidas sucesivas hasta liberarse de la ilusión.

La negación de la justicia (como virtud) ya que el karma no es justo sino la ley del talión divinizada (ojo por ojo, diente por diente) porque la justicia verdadera consiste en otorgar a cada uno lo que le corresponde, interviniendo siempre la sabiduría, la proporción y el perdón cuando hay arrepentimiento y deseo de enmienda, mientras que respecto al karma sólo le queda al individuo sentarse y desesperar porque llegará un castigo mecánico e inflexible a su acción, por mucho que desee cambiar.

La redención solamente se obtiene a través del conocimiento y la experimentación de la divinidad residente en nosotros mismos.

Demos un ejemplo de estos absurdos:

Un individuo muy rico, sano, con una buena familia, que tiene una vida humanamente satisfactoria en cuanto a lo que lo rodea, pero que desde chico es malvado e injusto sería totalmente absurdo dentro del planteamiento del karma, ya que todo lo bueno que posee no es más que un premio a sus buenísimas acciones pasadas, lo que significaría que para haber ganado semejantes privilegios respecto al resto tienen que haber sido ejemplares, y sin embargo, ahora posee un nivel espiritual muy inferior a cualquier persona común y corriente. Esto es ilógico e incoherente, por muy "justo" que sea el castigo que reciba en el futuro, puesto que ¿avanzó y retrocedió? Entonces ¿de qué nos sirven los miles de nacimientos? Puesto que olvido lo que hice antes, siempre estaría cometiendo el mismo error, una y otra vez, eternamente.

Por otra parte, esta comprensión es casi un patrimonio exclusivo de los orientales y curiosamente es donde más casos como el ejemplificado se encuentran (castas, desigualdades sociales extremas, etc.).

Encima, al no existir hasta hace poco educación en el resto del mundo impulsado por ellos mismos (y esto es así desde hace miles de años) se imposibilita la liberación del resto de la humanidad. ¿Es una especie de egoísmo del conocimiento o desinterés por el prójimo?

La reencarnación niega de Dios el amor, la paternidad, la cercanía, la dulzura, la comprensión, la caridad, y todo don de bondad, justicia, misericordia y sabiduría. Don de justicia es juzgar (usar el juicio, la razón) y sancionar dando premio o castigo a las acciones según sean buenas o malas y según sea el estado espiritual del sujeto. Por ejemplo: si un pequeño rompe un vidrio, estando advertido, comete una mala acción objetivamente y es justo que reciba un castigo. Si el chico está arrepentido y propone un cambio y además repara dentro de sus medios el daño que hizo, no es justo hacerlo sufrir un castigo sino reprenderlo y estimularlo a la perseverancia en esa comprensión. Un sistema mecánico, deja fuera el amor por las criaturas (porque no actúa, es un amor que no se expresa de ninguna forma), la misericordia (porque no se compadece del hombre, de sus limitaciones, de sus falibilidades), el perdón (un Dios de corazón tan duro que es insensible a los ruegos del hombre) y la posibilidad de que como hermanos podamos interceder por los demás. Es un Dios malvado, loco, frío, mecánico e intolerante. Y el bien que devuelve, lo devuelve en la medida de la acción que se realizó. Dios no puede regalar ni retribuir con largueza como premio las buenas acciones de los hombres. Vale decir que Dios es como una máquina expendedora que responde según las fichas que ponemos y el botón que apretamos. Y si agregamos que creó todo como un juego (remitirse al dossier mencionado), es un Dios sádico y atroz.

El samsara (nacimiento y renacimiento), al proponer un ciclo indefinido (tendiente al infinito) de vidas, en que más o menos las sobrellevamos según lo que la maquinaria kármica dicte (maquinaria activada por nuestra ignorancia de donde nadie nos podía sacar hasta que llegaron los maravillosos adelantos tecnológicos del siglo XX, dicho sea de paso), según el valor predeterminado de las acciones anteriores, niega una vida completa en sí misma en donde sean sancionadas sus acciones y en base a ellas se otorgue un premio o un castigo (según la religión), eliminando la justicia, la responsabilidad, y por lo tanto un orden equilibrado en el universo. No es raro que la persona postergue para otras vidas el precio de sus malas acciones y en esta vida desee "disfrutar" de todo por muy ilícito que sea (compre ahora, pague después).

Tomamos del mismo libro "Mi Baba y yo", pág. 217, otro texto que puede servirnos para entender un punto que aún no aclaramos:

"J.H.: Otra pregunta que surge tiene que ver con la declaración de Swami de que, por acciones virtuosas en el pasado, se obtiene el nacimiento humano. En este contexto debe haber habido acciones virtuosas de animales, pero, ¿cómo puede ser esto cuando los actos animales son por instinto? Sai: Una buena acción es buena ya sea que se haya realizado por instinto o por razonamiento. ¿Acaso la sombra de un árbol no es benéfica para ambos, animal y hombre? Cuando la vaca le niega leche a su ternero debido a que ha sido ordeñada por el vaquero, el resultado es benéfico para los seres humanos que beben la leche, y el beneficio obtenido no es menor porque la vaca no haya razonado y tan sólo sea vaca. Y el perro en la casa, ¿acaso no vigila y cuida a su amo y también lo ama? A un guardia humano hay que pagarle, pero el perro brinda amor y lealtad sin idea alguna de paga. Existen en la naturaleza una infinidad de ejemplos de acciones buenas y virtuosas que son plenamente efectivas, aunque, por instinto, el animal o la planta tan sólo obedece a su propia naturaleza.

La vida humana no se está extinguiendo aunque mueren millones y, además, hay una constante transición de la humanidad a lo Divino. En vez de extinción, la población humana está creciendo, y esta nueva dotación proviene de la roca, el insecto, el animal".

En esta respuesta podemos encontrar varios errores:

A) Virtud de la acción independiente de la consciencia que se tenga o no al llevarla a cabo.

B) Reencarnación evolutiva.

C) Amor animal.

Vamos entonces por partes:

Según Sai Baba (como mero exponente de la difundida creencia oriental), da igual que una buena acción provenga de la consciencia que tenemos de lo bueno y lo malo o del simple instinto natural de cada especie.

Si llevamos a su último término esta declaración como corresponde a la coherencia (si tengo una afirmación coherente, al llevarla a su mayor exponente recibo un resultado coherente), tendríamos que una persona que se puso adelante mío cuando me iban a tirar una bala, llegándole a ella involuntariamente el impacto, sin ser consciente de ello, hizo una buena acción y tiene el mismo valor que quien dio su vida por protegerme. ¿Dónde se ha visto eso?

Por otra parte, dar sombra, tener frutos, ser de carne, tener agua, son características físicas del ser que otros pueden aprovechar para sobrevivir, pero que no son entregadas en un acto de amor y desprendimiento. ¿O acaso el ciervo le entrega amorosamente sus carnes al tigre? Y además, siguiendo el mismo supuesto, entonces deberíamos decir que el tigre es malo, porque aunque no tenga consciencia de ello, su instinto lo está llevando a terminar con la vida de otro por su supervivencia. ¿Qué es esto? Una falacia. El instinto o la mera existencia nada tienen que ver con las buenas acciones o con la virtud.

Baba nos dice que no nos extinguimos, a pesar de que muchos seres humanos mueren o se funden en la divinidad, porque constantemente recibimos el aporte de nuevos seres que vienen de la evolución de las piedras, los vegetales, etc.

Esta afirmación es igual de absurda que la anterior, puesto que ya hemos mostrado que el animal o el vegetal (ni qué decir, la roca) no pueden tener "mérito" por acciones que no forman parte de una voluntad de hacer bien las cosas, y por lo tanto, es imposible que adquieran alguna vez el derecho al premio de evolucionar a una forma superior. ¿O acaso una planta o un animal que nunca fueron utilizados por otro ser entonces jamás evolucionará?

Imagine un árbol que está en una zona de muy difícil acceso. El pobre, no ha podido dar su sombra ni sus frutos a nadie. ¿Está destinado a volver a nacer como árbol por haber existido en ese lugar? Es tonto afirmarlo, como es tonto afirmar que gane mérito por dar esa sombra el que sí está al alcance de hombres y animales.

Por otro lado, tenemos que de una sola espiga de trigo salen cientos de otras plantitas, y de cada una salen varias espigas que contienen otros cientos de semillas que serán nuevas plantas. Además, de una sola roca pueden salir millones de rocas más pequeñas si hay una explosión, y así sucesivamente, ocurre con animales, vegetales y minerales. Entonces, si todos los seres surgieron de una Creación que ya fue hecha y ahora se dedican a evolucionar, tenemos constantemente un número creciente de seres que no se corresponden con las formas superiores, puesto que hasta el último día del "juego divino" de la creación deberán existir hombres que se fundan en Dios (al menos uno), pero para existir tienen que haber estado apoyados en minerales (que aún no terminaron su proceso evolutivo) y alimentados con vegetales o animales que tampoco terminaron. Por lo tanto, ¿cuándo terminaría la Creación? En otras palabras, aunque quedase un solo hombre sobre la tierra a punto de iluminarse, el sólo hecho de que tendría que haberse alimentado y apoyado en algo para vivir hasta ese momento significaría que la creación no puede terminar ni aún así porque todavía quedan seres que no han alcanzado la fusión con Dios.

Este concepto es, pues, uno más de los derivados panteístas.

El tercer punto a abordar es el amor de los animales, algo también imposible. Veremos por qué.

Los animales, al no tener libertad de decisión, ni discriminación entre lo bueno y lo malo (sí con respecto a su supervivencia, pero no como actos morales), no pueden sentir un verdadero amor por algo o alguien, sino afecto, que no es lo mismo. El amor es el deseo del máximo bien del ser amado. Y eso es algo que no puede suceder en un animal. El animal puede ser fiel, o cariñoso, así como puede ser (sobre todo en caso de animales domésticos) más agresivo, o más tímido, etc. Esas son características tales como ser más alto, o marrón, o de pelo corto. Son cualidades que los diferencian personalmente, pero que no por poseerlas les da la libertad de discernimiento entre bien y mal. Y si no distinguen el bien, no pueden desearlo para alguien. Por tanto, se conducen a través del instinto, y no a través del amor.

Por eso, un perro que es bien tratado, no puede discriminar si su dueño es una persona "querible" por su nobleza o "detestable" por su ruindad, sino que su relación se basa en un instinto que reconoce el trato que ha recibido, y el resto depende de lo cercano o huraño que el animal sea. Por lo tanto, comparar al perro (con sus características y necesidades animales) con el hombre, que necesita, dada esta sociedad, un pago por su esfuerzo, esfuerzo éste que decide hacer con plena consciencia, es un error lógico grande como una casa.

Y podemos agregar otra afirmación de Sai Baba: "En el animal hay amor, pero está mezclado de lujuria".Aquí ya tenemos el colmo del absurdo, puesto que además de no poder existir amor en un animal (como hemos dicho antes) tampoco puede existir lujuria. La lujuria es el deseo desordenado en la obtención del placer del acto de la reproducción, no teniendo como fin la procreación de la especie, por lo tanto, en los animales no puede darse lujuria ya que no existe en ellos posibilidad de desorden, ni placer en ese desorden. Existe tan sólo el instinto reproductor.

Por esto que comentamos, es absolutamente imposible que un animal se "ilumine", como es la creencia respecto a las mascotas de algunos gurúes de la India, y también es absolutamente imposible que un animal (y ni qué decir otras formas más básicas de existencia) adquieran el mérito necesario para ascender en la escala evolutiva.

Dada la imposibilidad de este supuesto, más la imposibilidad de que la creación se terminara alguna vez con algún último hombre y finalmente, dado el absurdo de que Dios sea un mero sistema expendedor, aducimos que es ridícula e inadmisible la creencia en el karma y la reencarnación.

María A. Alarcón Ros.



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