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Las cabezas de la hidra .
Es cierto que en el término medio está la virtud. Pero es necesario saber qué es lo que colocamos en los extremos de este virtuoso término medio. Porque entre dos vicios opuestos, como pueden ser la avaricia y la prodigalidad, la cobardía y la temeridad, la crueldad y la lenidad, lo acertado y virtuoso consiste en colocarse en el término medio, efectivamente. Pero si usamos esa equidistancia respecto de una cualidad y un defecto, como pueden ser el valor y la cobardía, la castidad y la lujuria, la inteligencia y la estupidez, la limpieza y la suciedad, etc., nos condenamos a la más desechable mediocridad, puesto que seremos medio cobardes, medio lascivos, medio estúpidos y medio sucios.
Siempre que los enemigos del progresismo
nos referimos a éste, se debe tener presente que aludimos al
progresismo actual, no al de hace cincuenta o cien años. No es
lo mismo reclamar los derechos legítimos que reclamar los
ilegítimos. Es diferente y hasta opuesto. No es lo mismo
reclamar el derecho de la mujer al voto, o los derechos civiles
de los negros en Estados Unidos, que reclamar el derecho de la
mujer a matar al hijo que lleva en su vientre, o el derecho de
los homosexuales a casarse legalmente y adoptar hijos. Hay
verdaderos derechos naturales o normales, y falsos derechos
criminales y contra natura. Se trata, ni más ni menos, de la
diferencia que hay entre el bien y el mal.
El progresismo actual se ha convertido en una verdadera fuerza
del mal. Y como la Hidra, el monstruo mítico de la Antigüedad,
tiene diversas cabezas. Descuellan entre ellas la cabeza del
feminismo y la cabeza del homosexualismo.
No hay que olvidar que ha sido el feminismo el responsable del
tremendo genocidio del aborto, que desde hace décadas (y no
sabemos por cuántas más), se realiza con aprobación de las
leyes. Y no hay que olvidar que el homosexualismo, también
legalizado en gran parte de Occidente, nos ha traído el sida.
Sobre la naturaleza desviada y engañosa de estos movimientos nos
informan dos libros recientemente publicados en Estados Unidos.
Uno de ellos es "Domestic Tranquility" (Tranquilidad
doméstica), de F. Carolyn Graglia, y el otro "The Pink
Swastika" (La svástica rosa), de Scott Lively y Kevin
Abrams.
Graglia establece el tema del libro desde el principio: "Las
feministas han librado la guerra con mucho éxito contra la
familia tradicional, en la cual los maridos son los principales
mantenedores y las esposas son preferentemente amas de casa. Este
libro examina el embate victorioso del feminismo contra la
familia tradicional y considera las posibles ramificaciones de
este acontecimiento..." Graglia enumera y discute las armas
empleadas por las feministas para conseguir su meta: promiscuidad
sexual, leyes de divorcio libre, cuidado ajeno de los hijos,
perseguimiento de una sociedad andrógina, presión económica
sobre la familia que fuerza a las mujeres a entrar en el mercado
de trabajo, y degradación del papel de la mujer como esposa y
madre.
La conexión entre la promiscuidad sexual de la mujer y su lugar
en el mundo de la pornografía está bien formulada: "La
desilusión de la mujer con la revolución sexual se sigue
necesariamente del hecho de que el sexo casual es "sexo sin
sentimientos"... que es el sexo de la pornografía..."
Graglia también trata el tema del aborto: "A pesar de que
el feminismo minimiza el aborto, éste es muy probablemente la
experiencia más deshumanizante a la que puede ser sometida una
mujer."
Graglia reflexiona sobre el obsesivo apoyo de las feministas a la
mujer de carrera, dado que la sociedad de hoy parece necesitar
más a la mujer de carrera que a la madre. Habla desde su propia
experiencia como abogado en ejercicio que se retiró del trabajo
después de que ella y su marido empezaron a tener hijos. Expone
el falso razonamiento de este papel reprogramado socialmente y el
gran daño que ha hecho a los maridos, los niños y la sociedad.
Dice: "En el mundo formado por el feminismo contemporáneo,
estas mujeres tendrán posición y respeto únicamente si se
obligan a sí mismas a ejercer papeles en el mundo de trabajo que
sospechan que no son los más merecedores de su atención.
Relegadas a la periferia de sus vidas quedan la casa y las
relaciones personales con el marido y los hijos que sienten que
constituyen su interés central."
Graglia asegura que, debido al enorme daño que el feminismo ha
causado ya a la sociedad, la única esperanza descansa en las
generaciones ulteriores. En sus propias palabras, el monstruo
feminista debe ser detenido. Ciertamente, no es posible oponer
argumento válido a esta conclusión.
El falso mito del homosexual sensible que resulta víctima de la
brutalidad de una sociedad machista, resulta crudamente
denunciado en "The Pink Swastika", cuando examina el
papel verdaderamente prominente que los homosexuales
representaron en las atrocidades del régimen nazi. Comienza por
informarnos que muchos de los organizadores del Partido Nacional
Socialista eran homosexuales y se reunían a menudo en el
"Bratwurstgloeckl" un bar de "gays". El más
importante nazi en estas reuniones era Ernst Roehm, un sádico
homosexual y pederasta, con el tiempo jefe de los "Camisas
pardas". Hitler se apoyó en Rohem y sus brutos homosexuales
para aterrorizar a sus oponentes y consolidar su poder. "La
principal función de esta organización armada era golpear a
cualquiera que se opusiese a los nazis, y Hitler creía que este
trabajo era realizado óptimamente por los homosexuales,"
dice el historiador Thomas Fuchs.
Otros grupos cuasi militares, de los cuales fueron reclutados los
futuros Nazis, incluían al "Wandervoegel", semejante a
los "Boy Scouts". Pero, a diferencia de éstos, los
"Wandervoegel" fueron fundados a finales del XIX por
adolescentes homosexuales. Similares grupos de jóvenes brotaron
en este tiempo. Muchos fueron dirigidos por homosexuales, y sus
"juventudes hitlerianas" fueron fichadas para
agresiones homosexuales, adoctrinamiento y reclutamiento en el
Partido Nazi y las SS.
Veteranos de la primera Guerra Mundial formaron otro grupo, el
"Freikorps". Muchos de los hombres de este grupo eran
conocidos homosexuales, informaN los autores de "The Pink
Swastika". El historiador germano Konrad Heiden señala que
"muchas secciones de este ejército de mercenarios y
asesinos se convirtieron en lugares de perversión." Gerhard
Rossbach, un alto jefe de los "Freikorps", era
homosexual, como su empleado, Lt. Edmund Heines, un pederasta y
uno de los amantes de de Roehm y Rossbach.
Ni el mismo Hitler se libra de las acusaciones, pues abusó de
jóvenes y se prostituyó en los años veinte, según "The
pink Swastika". Benito Mussolini se refirió a Hitler como
"ese horrible degenerado sexual."
La obra de Lively y Abrams también nos informa de que muchos de
los guardias de los campos de concentración eran sádicos
homosexuales y pederastas. Eli Wiesel, el conocido superviviente,
señala que "había un considerable tráfico de niños entre
los homosexuales allí (Auschwitz)..."
En los últimos capítulos, los autores muestran muchos de los
paralelismos en los actos públicos y privados entre los
militantes homosexuales de hoy y los de ayer. Hay ominosos
parecidos en grupos radicales como ACTUP (AIDs Coalition to
Unleash Power), la "Campaign for Human Rights" (los
nazis tenían también su Sociedad pro Derechos Humanos), el
"American Nazi Party, el "National Socialist
League" y "Queer Nation", entre otros.
La conducta homosexual viola las leyes de Dios y las leyes de la
Naturaleza. Cuando la sociedad acepta y legaliza tal conducta,
ésta acaba destruyendo a la sociedad.
Naturalmente, lo expresado hasta aquí no tiene nada que ver con
lo "políticamente correcto". Afortunadamente. Porque
el "pensamiento correcto" no tiene nada que ver con la
moral natural, con el cristianismo, con la salud espiritual y
física, y ni siquiera con el sentido común; y sí mucho con la
acogida obsequiosa de todo vicio por antinatural que pueda ser,
con toda conducta contraria a la moral tradicional, con la
aceptación y promoción del aborto y de la promiscuidad sexual a
edades tempranas, y un largo etcétera. Es decir,
"pensamiento correcto" y contramoral son una sola y
misma cosa.
Siempre se ha dicho que la sociedad americana es más agresiva y
dinámica que la europea. Ciertamente, tanto para lo bueno como
para lo malo. Pero, fijándonos ahora en lo que respecta a
reacción moral, es un hecho que ésta se ha producido en Estados
Unidos y que resulta activa y luchadora. No existe tal reacción
en Europa, donde la tónica general es la aceptación, satisfecha
por lo común, resignada en otros casos, de la contramoral
vigente.
En Europa existe un verdadero culto a lo que se ha dado en llamar
"moderación". Eso se observa en los partidos
políticos, que pugnan por presentarse como de centro, tanto los
de derecha como los de izquierda. O son de centro izquierda o de
centro derecha, pero siempre de centro. Y los partidos políticos
son expresión verdadera de lo que piensa la sociedad, ya que, en
la actualidad, carecen de función rectora, y nunca están
dispuestos a contradecir lo que demandan sus posibles votantes.
Esto significa que en la conciencia de los pueblos de Europa se
ha impuesto, por diversas circunstancias que merecerían otra
reflexión, la convicción de que lo correcto y sabio consiste en
ser moderado. Sin duda, por aquello de que en el término medio
está la virtud. Pero, desgraciadamente, el pueblo anda
soberanamente confundido en esto como en tantas otras cosas. Y
los partidos se someten a esta confusión, por conveniencia o por
estar tan confundidos como el pueblo.
Es cierto que en el término medio está la virtud. Pero es
necesario saber qué es lo que colocamos en los extremos de este
virtuoso término medio. Porque entre dos vicios opuestos, como
pueden ser la avaricia y la prodigalidad, la cobardía y la
temeridad, la crueldad y la lenidad, lo acertado y virtuoso
consiste en colocarse en el término medio, efectivamente. Pero
si usamos esa equidistancia respecto de una cualidad y un
defecto, como pueden ser el valor y la cobardía, la castidad y
la lujuria, la inteligencia y la estupidez, la limpieza y la
suciedad, etc., nos condenamos a la más desechable mediocridad,
puesto que seremos medio cobardes, medio lascivos, medio
estúpidos y medio sucios.
La sociedad europea, abocada a una situación de amoralidad
estable, producto de paulatinas y múltiples rendiciones del
espíritu, es proclive a confundir mediocridad con moderación.
De forma que a aquel que se manifieste antiabortista, contrario a
la eutanasia, a la legalización de la homosexualidad, a la
pornografía, etc. lo considerará un extremista y un
ultramontano. Y juzgará postura equilibrada y moderada aceptar
todas estas aberraciones, imponiendo, no faltaba más, algunas
restricciones a su desarrollo. Estas pequeñas restricciones le
darán la sensación de equilibrio y moderación. El europeo
medio actual es incapaz, en efecto, de darse cuenta de que es un
pobre ser desmoralizado, carente de ideales elevados. Se cree
moderado, y eso le basta.
En Estados Unidos las cosas resultan bastante distintas. Los dos
libros arriba mencionados son un simple ejemplo de una sociedad
despierta que no tiene su ilusión puesta en moderaciones
viciosas y en términos medios falaces. Carolyn Graglia declara
taxativamente que "el monstruo feminista debe ser
detenido". Y Lively y Abrams advierten de que nuestra
sociedad será destruída por la legalización de las
perversidades homosexuales.
Este lenguaje no resulta aceptable para los pudorosos oidos de
los moderados europeos. Por el contrario, uno de sus prominentes
líderes, español por más señas, y con pujos de estadista,
declaró recientemente, con el énfasis y engolamiento que
requieren las frases históricas: "La nostalgia de los
valores del pasado, es un error que no puede llevar a buen
puerto." No hubo nadie que le espetase: ¡Pues dígaselo a
Bush!
Ignacio San Miguel .
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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