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Por algo diferentes.
Las diferencias sexuales, por encima de un resultado de la educación son una necesidad para la pervivencia de la especie.
La decodificación del genoma humano ha
llevado a los científicos a asegurar que hombres y mujeres
prácticamente no nos diferenciamos. Afirman incluso que entre
personas del mismo sexo el 99,9% de los genes son iguales. En
consecuencia, algunos científicos afirman que ambos sexos son
iguales y cualquier diferencia viene dada sólo por la cultura y
la educación (1).
Este mismo argumento ha sido usado por los defensores de la
teoría del género para decir que no importa el sexo de una
persona sino su tendencia u orientación sexual. Pero hay miles
de años de historia y muchas evidencias en el campo de la
evolución y la biología que contradicen esta afirmación.
En "sociedades" animales, hembra y macho realizan
funciones diversas generando formas de comportamiento distintas.
Comportamientos que se van diferenciando cada vez más a medida
que la complejidad de los seres aumenta. La agresividad, el
dominio de territorio, la iniciativa sexual, suelen pertenecer al
macho. Incluso físicamente la hembra suele ser más pequeña y
débil, y menos agresiva, excepto cuando se trata de defender a
sus cachorros.
De forma similar, en sociedades humanas menos desarrolladas se
observa una distribución diferenciada de funciones entre hombres
y mujeres. Los hombres se dedican a actividades guerreras y de
caza, es decir, las que requieren mayor fuerza física; mientras
las mujeres se ocupan de la agricultura, recolección de frutos y
cuidado de los niños y ancianos. Ocasionalmente, algunas
situaciones ambientales o históricas provocan adaptaciones que
atenúan las diferencias entre las actividades de cada sexo hasta
hacerlas casi imperceptibles(2).
Pero aún en esas pocas situaciones en que varón y mujer
realizan actividades similares, es posible observar una
diferencia que se mantiene: la mejor "aptitud vital" de
las mujeres:
· El pronóstico de vida es mayor para las mujeres que para los
hombres: recientemente el INSEE de Francia ha publicado sus
últimas estadísticas y la mujer tiene probabilidades de vida de
82,7 años mientras el hombre sólo de 75,2. (3)
· Además de vivir más, vive con mayor calidad. Las
investigaciones de Raquel Gur han demostrado que las mujeres
pierden tejido cerebral más lentamente que los hombres con la
edad. (4)
· Los abortos espontáneos son más altos para varones que para
niñas. Esta diferencia se mantiene durante los primeros años de
vida: la tasa de mortalidad infantil de los hombres excede a la
de las mujeres por 1.5 de cada 1.000 muertes.
Todo esto a pesar de que las mujeres solemos presentar más
enfermedades que los hombres en las distintas etapas de la vida y
a pesar incluso de la menor fortaleza física ya mencionada.
¿Qué puede explicar esta mejor aptitud vital? No podemos
recurrir al argumento de vidas más duras para los hombres por
tener que ganarse el sustento, mientras las mujeres se quedan en
casa "sólo" cuidando a los hijos. Hoy hombres y
mujeres realizan actividades muy similares y con un desgaste
físico equivalente.
Tal vez una sola palabra sea suficiente para explicar esta
diferencia, una palabra que expresa un elemento más inherente a
la condición femenina: la maternidad. Las mujeres son las
responsables de dar a luz a los niños, dando así continuidad a
la especie humana. Esto explica que en la evolución de la
especie humana, las mujeres hayan desarrollado ciertas
características que en su conjunto predispongan a una mejor
capacidad vital a pesar de poseer una fortaleza física
reconocidamente menor que la del varón. (5)
Ante esto, es conveniente preguntarnos si la maternidad puede ser
considerada un elemento "extra" o circunstancial o más
bien algo esencial y que, por lo mismo, debe ser promovido y
protegido en la sociedad. Hoy se postula con frecuencia que la
mujer debe liberarse de la esclavitud de la maternidad y ser
libre en la vivencia de su sexualidad, libre del "riesgo o
peligro" de resultar embarazada en el proceso. Pero la
realidad es que la maternidad no es un riesgo o peligro sino un
beneficio y un don para la mujer, y de ella para la sociedad.
Desestimar esta verdad puede llevar a eliminar de la subjetividad
de cada mujer un elemento esencial y constitutivo. La feminidad,
obviamente, no requiere necesariamente que la mujer sea madre,
pero sí que reconozca y comprenda la importancia de este hecho
en su personalidad y a lo largo de su vida. Y no sólo para ella
sino para todas las que comparten su condición femenina.
Claudia Salas Mujer Nueva
Fuentes:
(1) 99,99 por ciento idénticos. Abc, 12 de febrero de 2001.
(2) El carácter de las mujeres. Suzanne Simon, Ed Herder, 1969.
Pág.36 a 44
(3) Insee première, nº 757. Citado en Libération, 07 de
febrero de 2001.
(4) Diferencias en las funciones del cerebro entre los sexos.
Raquel E. Gur, catedrática de neurología de la Universidad de
Pensilvania. Conferencia dada en las Jornadas de reflexión: La
Mujer en el unbral del siglo XXI en la Universidad Complutense de
Madrid.
(5) El complejo de superioridad. Theresa Pinto-Sherer. En
www.holamujer.com .
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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