Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)
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El despertar.
Muchas personas han oído la llamada de su conciencia, la llamada de la ley natural que obra a través de ella, y se han movilizado
El estado de depresión moral en que yace
Occidente al derrumbarse el sistema de valores que, bien que mal,
rigió hasta mediados del siglo XX (o hasta los años sesenta,
para ser más exactos) debe ser removido poco a poco para dar
lugar a una época de restauración renovada de dichos valores.
No es posible sustituirlos por otros mejores, más valiosos, más
duraderos. Lo que impera es el más completo relativismo que
supone la anulación de las verdades absolutas y, en la
práctica, la disolución del mismo pensamiento que, al carecer
de referentes fijos, divaga desorientado, sin rumbo alguno.
Pensar que de esta situación pueda surgir una nueva religión,
una nueva filosofía, que rijan al hombre y lo exalten
espiritualmente es pura ficción voluntarista. ¿Quizá la
"New Age"? ¿Esa payasada, como la denominó
últimamente un conocido escritor francés?
Puede que la labor deba comenzarse desde los cimientos, o sea, la
ley natural que ha sido olvidada. Y hay que entender que los
valores religiosos cristianos están relacionados íntimamente
con dicha ley, a la cual consagran y elevan de nivel. Esto no es
admitido por el pensamiento moderno progresista que niega hasta
la existencia de la ley natural. Error fundamental que conduce a
las máyores perversiones.
Tomemos el caso del aborto. La ley natural, inscrita en el
corazón del hombre, dicta su sentencia condenatoria. El aborto
es un crimen. Pero el pensamiento progresista tergiversa las
cosas de forma perversa, tachando de prejuicio oscurantista lo
que no es sino la pulsión íntima del corazón humano. Rebaja el
plano de las verdades fundamentales, primordiales, al nivel de lo
discutible, controvertible. La dialéctica progresista es
profundamente engañosa y desnaturalizadora. Asimila la ley
natural al mero prejuicio retrógrado y la pone en colisión con
derechos humanos que deben, naturalmente, prevalecer (en este
caso, el derecho de la madre a decidir sobre si su hijo ha de
nacer o no). De esta forma, lo antinatural alcanza plena
predominancia sobre lo natural.
Es necesario, pues, revertir esta situación anómala. Es
necesario que la gente vaya percibiendo que vive en un engaño de
presuntas verdades, de presuntos derechos, de presuntas
libertades, a merced de un pensamiento que gravita
abrumadoramente a través de los medios de comunicación. Es
necesario que perciban la subversión de valores establecida por
este pensamiento al reducir la ley natural al grado de simple
prejuicio y, al mismo tiempo, exaltar como derecho humano de las
mujeres un derecho inexistente y que sólo bulle en mentes
voluntaristas subvertidoras. Pues lo cierto es que una mujer
embarazada mucho más que derechos tiene obligaciones.
Principalmente, la obligación de dar a feliz término su
embarazo. Y esto es así, disguste a quien disguste.
Una nueva prueba de que la ley natural existe me la ha dado
Internet hace unos días. Rebuscando entre grupos pro-vida, he
encontrado uno estadounidense que se proclama ateo. Define el
aborto como un gran crimen y se propone combatirlo. Pide
adhesiones, pero con la condición de que los aspirante sean
ateos, sin profesión de fe religiosa alguna. Me resultó
evidente que el organizador del grupo pretende desligar su
antiabortismo de cualquier connotación religiosa. Su insistencia
en este extremo induce a pensar en cierta rebeldía ante el hecho
de que el antiabortismo esté monopolizado por las distintas
confesiones.
Para mí esta página en la Red resulta reveladora. Un grupo de
personas ateas proclaman su condena del aborto y su
legalización. Consideran esto un gran crimen contra la
Humanidad. ¿Por qué lo hacen? ¿No dicen los progresistas que
el impulso antiabortista surge de prejuicios religiosos
oscurantistas? ¿Qué prejuicios religiosos pueden tener unos
ateos?
Lo cierto es que, siendo ateas, estas personas han oído la
llamada de su conciencia, la llamada de la ley natural que obra a
través de ella, y se han movilizado. Su nivel moral se
manifiesta superior al de muchos católicos que admiten el
aborto.
Y aquí encontramos el quid de la cuestión. ¿No es más
necesario tratar de hacer despertar el sentimiento natural de las
personas que enfrentarles con prohibiciones derivadas de
creencias religiosas? ¿No es mejor empezar por los cimientos
(ley natural, sentimiento natural) que por el tejado
(prohibiciones de la Religión, del Papa, de los obispos, etc.)?
Las dos labores deberían ir unidas y ser compatibles, puesto que
si hay católicos, como arriba indico, que son permisivos con el
aborto por embotamiento de su sensibilidad natural, su rescate
para la ley moral mejor podría derivarse de confrontarles con la
traición y pecado que cometen con los mandatos de su religión,
que con apelaciones a esa sensibilidad embotada. Pero a la
inversa, entre personas de escasa o nula religión, ningún
efecto podrá producir el esgrimir conceptos como pecado,
condenación o prohibiciones eclesiales. Habrá que despertar su
sensibilidad natural, que puede quizás ser escasa, pero nunca
nula. El ejemplo de los ateos de Internet es revelador.
Por otro lado, aunque digo que las dos tareas deberían ir
juntas, lo cierto es que en lo que se refiere a la Iglesia
católica, si bien las prohibiciones están ahí y todos las
conocemos, una labor valiente por parte de obispos y sacerdotes
en defensa de la vida y de la ley natural, en contra del aborto y
las depravaciones sexuales, brilla lamentablemente por su
ausencia. ¿Acaso piensan que este trabajo lo debemos efectuar
los laicos exclusivamente?
En Estados Unidos existen grupos de católicos que se han
rebelado contra esta situación y han comenzado a presionar
fuertemente al clero para que se movilice, puesto que su labor
resulta imprescindible para la salvación de muchas vidas.
Mas la movilización antiabortista no debe esperar a que el clero
se despierte, aparte de que esto puede resultar muy
problemático. La legalización del aborto y el correspondiente
genocidio efectuado y que sigue efectuándose constituye un
crimen contra la Humanidad, el más brutal de la época moderna.
Los hombres en su conjunto deben despertar, sean católicos,
protestantes, musulmanes... o ateos.
Nada mejor que confrontar al hombre con los hechos desnudos, en
este caso su depravación al legalizar un genocidio. Esto ya se
está haciendo y con resultado. Y esta labor tampoco puede
decirse que sea arreligiosa. Ninguna actividad del hombre lo es
aunque así se piense. Y ésta menos que ninguna.
Porque, más adelante, si se consigue revertir la situación y la
Humanidad vuelve a ser más civilizada, los hombres dirigirán
sus ojos hacia la ortodoxia cristiana, que siempre defendió la
ley natural y hasta la sacralizó. Sería la culminación del
despertar.
No constituiría suficiente obstáculo la actitud pasiva de un
clero que a toda costa quiere acomodarse al mundo, nunca
contradecirlo. Pues sería evidente, más que nunca pudo serlo,
que Religión y aún Iglesia no son equivalentes a clero, y menos
a este clero.
Ignacio San Miguel.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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