Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)
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La náusea.
Ante la dejación que hace el Estado de su obligación de defender a los ciudadanos de la persecución de los nacionalismos opresores.
Imagina que después de una larga noche,
una más de ya no sabes cuántas en que los nervios te han
impedido descansar, te sobresalta un mal sueño, te levantas y no
encuentras junto a ti a nadie de tu familia; después de un
terrible minuto de zozobra recuerdas que no pueden pasar la noche
bajo tu mismo techo, que sólo puedes verlos casi a escondidas y
con el sentimiento culpable de quien comete una acción
prohibida. Apenas has acabado de asumir esa amarga convicción de
proscrito te vistes y sales a la calle, pero no puedes tomarte un
café en tu bar de siempre, ni una copa con tu gente, ni pasear
por tu pueblo sin que una pisada o una palabra más fuerte que
otra, te levanten el estómago. Te encaminas a tu coche y
desistes, recuerdas que la última vez que intentaste usarlo te
temblaron las piernas; te asaltó la imagen de aquel compañero
que encontraron destrozado en el interior del suyo. Tampoco
puedes tomar el autobús ni dirigirte caminando tranquilamente
hacia tu trabajo, un trabajo en el que tienes que soportar a
muchos que te miran mal, que hablan a tus espaldas y te señalan
diciendo que los comprometes; que tu presencia los coloca en una
situación de grave riesgo.
Imagina que te han convertido en un objetivo a batir, que cada
sombra que se mueve a tu alrededor se convierte en una posible
amenaza contra tu vida, que cada movimiento inesperado a tus
espaldas te dispara la adrenalina, cada murmullo te suena a una
renovada sentencia de muerte; e imagina que al final de toda la
tensión de un día así ¿vivido? no puedes refugiarte en tu
casa, aislándote de todo, sino que cada noche has de cambiar de
casa, de cama y de ganas que te impulsen a vivir.
Imagina que aun padeciendo esta situación de angustia, una parte
de tus vecinos te señalan como el causante de la opresión de tu
pueblo, un traidor a tu sangre y a tu raza. Otros, con carita de
pena, te dicen que no dramatices, que no manipules al resto de la
sociedad con tu tormento, que no monopolices las amenazas que te
impiden vivir, porque ellos también las padecen «junto a ti»;
porque también ellos están «de alguna forma» amenazados por
esos chicos un poco criminales; porque últimamente la sangre
también ha salpicado a alguno de «los suyos», y sin embargo no
se quejan (se limitan a escapar valientemente por la puerta de
atrás de una iglesia cuando asisten a un funeral y alguien les
increpa).
Imagina que todo ese calvario se debe al único motivo de que un
día decidiste no doblegarte; que decidiste ser consecuente con
tus convicciones, con el compromiso que significa tu uniforme o
con las obligaciones que asumiste con tu gente; que decidiste
permanecer de pie en tu puesto sin huir de tu tierra y haciendo
frente a la amenaza de unos cobardes asesinos y a la cobarde
actitud de quienes pudiendo ayudarte se inhiben justificando tu
infierno como la triste consecuencia de un «conflicto
político».
Imagínate todo eso porque todo eso conlleva ser español y no
comulgar con la rueda de molino del nacionalismo separatista
vasco en ese engendro de manipulaciones, extorsión y asesinatos
que han ido erigiendo bajo el nombre de Euskadi.
Y ahora, aguanta la náusea..., porque la respuesta que ofrece
todo un Estado de Derecho, en apoyo de esas víctimas inmoladas
por dar la cara en su defensa, es la convocatoria al balido
silencioso con las patitas pintadas de blanco. Soporta la náusea
que provoca en pleno siglo XXI la ignominia del abandono a su
suerte, de unos valientes con alma inquebrantable que están
siendo convertidos en un amasijo de miembros destrozados. Aguanta
la náusea y aprende a vivir con ella, porque nos han prohibido
el vómito.
Miguel Ángel Loma .
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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