Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)
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La Hispanidad en retórica.
Con la Hispanidad huyamos de la horrible propaganda. La propaganda se hace a base de tópicos para disfrazar la realidad o para falsearla. Nuestra realidad histórica y espiritual no puede ni debe ser disfrazada ni falseada
La Hispanidad no está en quiebra, pero
está en retórica, y si sigue allí terminará por estar en
quiebra. La Hispanidad se está quedando en retórica, se está
convirtiendo en retórica. Y esto por obra y gracia de unos
cuantos retóricos padres y de nuestra vocación racial a la
retórica, y de nuestra actual incapacidad para la crítica: para
hacer la crítica y para aceptarla.
Se podrían llenar muchas páginas de reflexiones sobre el poder
de las palabras. Vivimos ahora en el reino de las palabras. Ellas
han sustituido a las ideas. Sólo así se explica la eficacia de
la propaganda. La producción de palabras ha sido aumentada
pavorosamente por medio de las máquinas: imprenta, radio, cine,
telégrafo, teléfono, gramófono, dictáfono, megáfono, y las
técnicas complementarias: fotografía, taquigrafía,
mecanografía. Pero la producción de ideas no ha podido
aumentarse en la misma proporción (más bien parece haber
disminuido). De modo que cada palabra no corresponde ya a una
idea, sino que hay en circulación más palabras que ideas. El
resultado final ha sido la rebelión de las palabras. Las
palabras han adquirido independencia y han venido a convertirse
en sustitutos de las ideas. Así, por ejemplo, la palabra
democracia no es más que eso: una palabra. La idea
correspondiente hace tiempo que se ha perdido.
Se podría describir gráficamente este fenómeno como una
inflación. Hay una emisión exagerada de palabras y una reserva
mínima de ideas. Consecuencia: las palabras no tienen ningún
valor y las ideas no están en circulación.
Este fenómeno lo está sufriendo la Hispanidad.
La Hispanidad, como expresión histórica moderna, nació mal,
porque nació como una palabra en este reino de las palabras que
es el mundo moderno. Claro que Hispanidad es una palabra que
responde a un contenido pero como ese contenido es revelación
para unos pocos, para los muchos que no participan de esa
revelación, la Hispanidad no ha sido sino una palabra, una
palabra a la que cada cual (como a la palabra democracia) le da
el contenido que se le ocurre o no le da ninguno.
Es difícil definir la Hispanidad para los muchos, enseñar su
revelación, y predicar su evangelio al pueblo. Y aquí han
entrado desgraciada y torpemente nuestros retóricos. Con bellas
palabras y mejores intenciones han intentado ir definiendo. Pero
víctimas del poder de las palabras han caído en la paradoja
como medio de definición. «No conozco nada más despreciable
que una simple paradoja: que es una simple e ingeniosa defensa de
lo indefendible», dice Chesterton.
Nuestros retóricos de la paradoja lo que han logrado con su
«ingeniosa defensa» es ir convirtiendo en indefinible e
inasequible la realidad viva que es la Hispanidad, realidad
compleja pero perfectamente definida como tal, es decir, en lo
concreto, aunque no fácilmente definible en el terreno de lo
abstracto ideológico, de lo conceptual.
¿Pero es que es tan necesaria la conceptualización?
Fugarse de lo concreto, de la realidad, de las cosas, es caer en
lo indefinible, y entonces viene la fiesta circense de los
adjetivos, el baile acrobático de los palabristas sobre la
cuerda de la paradoja. Lo absurdo es creer que esto es poesía. Y
es que la Poesía y el Arte andan ahora también en fuga por los
aires. Comentando hace poco la poesía india de Joaquín Pasos
(compatriota y amigo mío, que acaba de morir) escribía que es
«una poesía nueva pon su sentido elemental de las cosas», «Es
necesario volver a lo elemental, a las cosas que son los
elementos de todo Arte y de las cuales el artista se ha fugado a
través de una complicada elaboración intelectual.» La
retórica que nos invade tiene, pues, raíces muy hondas y
extensas.
Una película argentina nos recordaba hace poco la frase de
Heine: «Donde mueren las palabras nace la música». ¿Será
porque las palabras tienen ahora una absurda vitalidad invasora
que ya no se hace propiamente música y que se han puesto de moda
las canciones recitadas (tangos y boleros.)?
Creo que dentro de poco va a ser necesario afirmar que donde
mueren las palabras nace la Poesía y nace la Cultura.
Y volviendo a la Hispanidad. ¿qué remedio contra esta avalancha
de retórica que la asfixia?
Hagamos economía de palabras y de intelectualismo. Dejemos la
Hispanidad como tema en sí, como abstracción y como concepto, y
busquemos los temas de la Hispanidad, su realidad, las cosas que
la hacen. Retiremos de la circulación la mayor cantidad posible
de adjetivos y dediquémonos a los sustantivos. Así cuando se
trate de Arte Hispánico o de Cultura Hispánica, preocupémonos
primordial y seriamente del sustantivo Arte y del sustantivo
Cultura y no convirtamos lo adjetivo en sustantivo.
Y sobre todo, huyamos de la horrible propaganda. La propaganda se
hace a base de tópicos para disfrazar la realidad o para
falsearla. Nuestra realidad histórica y espiritual no puede ni
debe ser disfrazada ni falseada.
Esto es lo que no comprenden muchos. En el orden político, por
ejemplo. España en la O. N. U. v en el mundo no es un tópico.
Es una realidad viva (apasionada y apasionante, diría un
retórico) una bandera viva, signo y medida de la Historia
presente y futura. Su defensa, por tanto, no puede hacerse con
tópicos, a base de disfrazar y de falsear la realidad y la
Historia, a base de libros de propaganda en que se juega con la
Patria a la paradoja política, a base de retórica.
Si hay alguna cosa clara en el mundo, es la postura histórica de
España. Todos están claros. Nadie puede ser engañado. Sobran,
pues, los tópicos defensivos y las paradojas circunstanciales.
Sobra la Retórica. Y en el Arte y en la Cultura sobra más aún.
Debemos compenetrarnos de ello.
Este Alférez, militar, puede y debe darnos el criterio de lo
exacto, el sentido y la medida de lo estricto, de lo concreto
como decían en su segundo número.
Y esto en todo. Comenzando por el propio Alférez en su
arquitectura interna y en su arquitectura exterior. En todo. En
la Sociología y en la Política yendo a los problemas concretos
y a las realidades vivas, y huyendo de las generalizaciones
vagas, y de las tenues e inofensivas idealidades.
En el Arte y en la Poesía, yendo a su realización y huyendo de
su intelectualización y de su celestialización. Hay que
desechar el intelectualismo y el misticismo en el Arte como
simples recursos para escapar de la realidad. No se trata de
retrogradar a realismos insanos, sino de dar testimonio de la
realidad para dar testimonio de la Verdad.
Sea ésta nuestra consigna actual: Dar testimonio de la realidad.
Julio Ycaza Tigerino.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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