Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)

Portada revista 47

George Enescu: un gran músico desconocido Indice de Revistas La náusea

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La Hispanidad en retórica.

Con la Hispanidad huyamos de la horrible propaganda. La propaganda se hace a base de tópicos para disfrazar la realidad o para falsearla. Nuestra realidad histórica y espiritual no puede ni debe ser disfrazada ni falseada

La Hispanidad no está en quiebra, pero está en retórica, y si sigue allí terminará por estar en quiebra. La Hispanidad se está quedando en retórica, se está convirtiendo en retórica. Y esto por obra y gracia de unos cuantos retóricos padres y de nuestra vocación racial a la retórica, y de nuestra actual incapacidad para la crítica: para hacer la crítica y para aceptarla.

Se podrían llenar muchas páginas de reflexiones sobre el poder de las palabras. Vivimos ahora en el reino de las palabras. Ellas han sustituido a las ideas. Sólo así se explica la eficacia de la propaganda. La producción de palabras ha sido aumentada pavorosamente por medio de las máquinas: imprenta, radio, cine, telégrafo, teléfono, gramófono, dictáfono, megáfono, y las técnicas complementarias: fotografía, taquigrafía, mecanografía. Pero la producción de ideas no ha podido aumentarse en la misma proporción (más bien parece haber disminuido). De modo que cada palabra no corresponde ya a una idea, sino que hay en circulación más palabras que ideas. El resultado final ha sido la rebelión de las palabras. Las palabras han adquirido independencia y han venido a convertirse en sustitutos de las ideas. Así, por ejemplo, la palabra democracia no es más que eso: una palabra. La idea correspondiente hace tiempo que se ha perdido.

Se podría describir gráficamente este fenómeno como una inflación. Hay una emisión exagerada de palabras y una reserva mínima de ideas. Consecuencia: las palabras no tienen ningún valor y las ideas no están en circulación.

Este fenómeno lo está sufriendo la Hispanidad.

La Hispanidad, como expresión histórica moderna, nació mal, porque nació como una palabra en este reino de las palabras que es el mundo moderno. Claro que Hispanidad es una palabra que responde a un contenido pero como ese contenido es revelación para unos pocos, para los muchos que no participan de esa revelación, la Hispanidad no ha sido sino una palabra, una palabra a la que cada cual (como a la palabra democracia) le da el contenido que se le ocurre o no le da ninguno.

Es difícil definir la Hispanidad para los muchos, enseñar su revelación, y predicar su evangelio al pueblo. Y aquí han entrado desgraciada y torpemente nuestros retóricos. Con bellas palabras y mejores intenciones han intentado ir definiendo. Pero víctimas del poder de las palabras han caído en la paradoja como medio de definición. «No conozco nada más despreciable que una simple paradoja: que es una simple e ingeniosa defensa de lo indefendible», dice Chesterton.

Nuestros retóricos de la paradoja lo que han logrado con su «ingeniosa defensa» es ir convirtiendo en indefinible e inasequible la realidad viva que es la Hispanidad, realidad compleja pero perfectamente definida como tal, es decir, en lo concreto, aunque no fácilmente definible en el terreno de lo abstracto ideológico, de lo conceptual.

¿Pero es que es tan necesaria la conceptualización?

Fugarse de lo concreto, de la realidad, de las cosas, es caer en lo indefinible, y entonces viene la fiesta circense de los adjetivos, el baile acrobático de los palabristas sobre la cuerda de la paradoja. Lo absurdo es creer que esto es poesía. Y es que la Poesía y el Arte andan ahora también en fuga por los aires. Comentando hace poco la poesía india de Joaquín Pasos (compatriota y amigo mío, que acaba de morir) escribía que es «una poesía nueva pon su sentido elemental de las cosas», «Es necesario volver a lo elemental, a las cosas que son los elementos de todo Arte y de las cuales el artista se ha fugado a través de una complicada elaboración intelectual.» La retórica que nos invade tiene, pues, raíces muy hondas y extensas.

Una película argentina nos recordaba hace poco la frase de Heine: «Donde mueren las palabras nace la música». ¿Será porque las palabras tienen ahora una absurda vitalidad invasora que ya no se hace propiamente música y que se han puesto de moda las canciones recitadas (tangos y boleros.)?

Creo que dentro de poco va a ser necesario afirmar que donde mueren las palabras nace la Poesía y nace la Cultura.

Y volviendo a la Hispanidad. ¿qué remedio contra esta avalancha de retórica que la asfixia?

Hagamos economía de palabras y de intelectualismo. Dejemos la Hispanidad como tema en sí, como abstracción y como concepto, y busquemos los temas de la Hispanidad, su realidad, las cosas que la hacen. Retiremos de la circulación la mayor cantidad posible de adjetivos y dediquémonos a los sustantivos. Así cuando se trate de Arte Hispánico o de Cultura Hispánica, preocupémonos primordial y seriamente del sustantivo Arte y del sustantivo Cultura y no convirtamos lo adjetivo en sustantivo.

Y sobre todo, huyamos de la horrible propaganda. La propaganda se hace a base de tópicos para disfrazar la realidad o para falsearla. Nuestra realidad histórica y espiritual no puede ni debe ser disfrazada ni falseada.

Esto es lo que no comprenden muchos. En el orden político, por ejemplo. España en la O. N. U. v en el mundo no es un tópico. Es una realidad viva (apasionada y apasionante, diría un retórico) una bandera viva, signo y medida de la Historia presente y futura. Su defensa, por tanto, no puede hacerse con tópicos, a base de disfrazar y de falsear la realidad y la Historia, a base de libros de propaganda en que se juega con la Patria a la paradoja política, a base de retórica.

Si hay alguna cosa clara en el mundo, es la postura histórica de España. Todos están claros. Nadie puede ser engañado. Sobran, pues, los tópicos defensivos y las paradojas circunstanciales. Sobra la Retórica. Y en el Arte y en la Cultura sobra más aún. Debemos compenetrarnos de ello.

Este Alférez, militar, puede y debe darnos el criterio de lo exacto, el sentido y la medida de lo estricto, de lo concreto como decían en su segundo número.

Y esto en todo. Comenzando por el propio Alférez en su arquitectura interna y en su arquitectura exterior. En todo. En la Sociología y en la Política yendo a los problemas concretos y a las realidades vivas, y huyendo de las generalizaciones vagas, y de las tenues e inofensivas idealidades.

En el Arte y en la Poesía, yendo a su realización y huyendo de su intelectualización y de su celestialización. Hay que desechar el intelectualismo y el misticismo en el Arte como simples recursos para escapar de la realidad. No se trata de retrogradar a realismos insanos, sino de dar testimonio de la realidad para dar testimonio de la Verdad.

Sea ésta nuestra consigna actual: Dar testimonio de la realidad.

Julio Ycaza Tigerino.



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