Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)
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Biografía breve del Capitán de Arta Don Luis Daoiz Torres.
Algunas notas de juventud de la vida de uno de los héroes del "2 de Mayo"
De tiempos de la Reconquista procedía el
linaje de don Luis Daoiz Torres. Ascendiendo por línea paterna a
insignes caballeros como don Berenguer D'Aoiz, que se estableció
en Navarra; don García Garces D'Aoiz que intervino en la famosa
batalla de las Navas de Tolosa y don Joaquín D'Aoiz, natural de
Pamplona, que a mediados del siglo XVII tomó posesión del cargo
de alguacil mayor y regidor perpetuo de Gibraltar, teniendo que
pasar por el doloroso trance de perder la plaza en manos de los
ingleses. El amor a la patria de aquel anciano, enardecido contra
los invasores, se transmitió a través de su hijo Martín, en su
nieto don Luis Daoiz. Es a partir del indicado don Joaquín,
regidor de Gibraltar, cuando los Daoiz se hacen andaluces.
Desde la pérdida de Gibraltar, la familia D'Aoiz instala su
residencia en el Puerto de Santa María y en Sanlúcar de
Barrameda, donde tenían propiedades como las fincas llamadas
Quesada, en Cádiz; Espínola, en el Puerto de Santa María y
Monreal en Medina Sidonia. También en Navarra tenían dos
señoríos, nueve merindades y la casa principal, con campos y
viñas en Aoiz. A partir de entonces, el apellido D'Aoiz también
se andaluza, convirtiéndose en Daoiz. Don Martín contrajo
matrimonio en Sevilla con doña Francisca Torres Ponce de León,
hija de los condes de Miraflores, el 2 de febrero de 1766.
El 10 de febrero del año siguiente, les nace un hijo varón.
Esto ocurre en el domicilio de su abuela materna, la condesa de
Miraflores, donde ocasionalmente residen los padres de nuestro
personaje. La casa era el número 70 de la calle del Horno,
inmediata a la parroquia de San Miguel. En el libro de bautismo
de la indicada parroquia, consta en el folio 26, que el martes
diez de febrero de 1767, el presbítero don Luis de Torres, con
licencia de cura propio, bautizó a un niño al que puso por
nombre Luis Gonzaga, Guillermo, Escolástica, Manuel, José,
Joaquín, Ana y Juan de la Soledad. Eran sus padres don Martín
Daoiz y Quesada y doña Francisca de Torres Ponce de León,
natural de Sevilla, siendo el padrino fray Juan Mateos,
presbítero de la orden del Carmen calzado. El mayorazgo que
disfrutó don Luis Daoiz fue el fundado por Gaspar de Quesada en
la villa de los Barrios en el campo de Gibraltar.
Pasó Luis Daoiz los primeros años de su niñez en casa de su
abuela, donde como hemos indicado vivían sus padres. Es
interesante anotar lo que dice González de León en sus «Calles
de Sevilla», libro publicado en 1839.
«Calle del Hospicio de Indias. Está en el cuartel C y en la
parroquia de San Miguel. Se llamaba de la Cruz por un pequeño
retablo con una cruz y así se llamó hasta 1699, que la
Compañía de Jesús labró en ella, para hospicio de los padres
de su religión que pasaban o volvían de las Indias. Esta casa,
en parte derribada, está ahora sirviendo de cuartel de
Infantería (en la actualidad se ha respetado parte de lo
edificado para el parlamento andaluz, y el resto para una plaza).
El callejón es estrecho y pasa desde la calle de las Palmas, a
la Pza. de la Gavidia ampliado por su final con el derribo de una
casa principal que en él había». Esa casa principal debió ser
la habitada por Daoiz. Recibió las enseñanzas primarias en su
propio domicilio y más adelante los primeros estudios en el
colegio de San Hermenegildo, regido por los P.P. jesuitas, y
situado próximo a su domicilio. En este centro de enseñanza se
fue ilustrando la inteligencia de nuestro joven Luis, así como
enriqueciéndose su espíritu con los hábitos de la obediencia,
la cortesía y las prácticas religiosas. Entrando ya en los
años de la pubertad mostró sus deseos de ser útil a la patria
en la noble ocupación castrense, por lo que su padre solicitó y
obtuvo la plaza en el Real Colegio de Artillería de Segovia.
Aprobada la información de nobleza que entonces exigía este
nobilísimo cuerpo, en expediente expedido el 10 de julio de 1781
por el escribano del rey, don Manuel García de Castro y del
teniente asistente de Sevilla, don Fernando Vivero Sánchez,
ingresó Daoiz en el Real Colegio de Artillería de Segovia a los
quince años de edad. Como curiosidad se puede aportar que en el
libro de padrones de la parroquia de San Miguel, figuraba el año
1767 Luis Daoiz empadronado con sus padres en la plaza de la
Gavidia y callejón de Colegio, pero en 1782 ya no figuraba,
porque contando con 15 años había ingresado en el colegio de
artillería de Segovia. Continuaban figurando sus hermanos doña
Ma. del Rosario, don Francisco y doña Josefa.
En Segovia permaneció Daoiz como cadete desde el 10 de febrero
de 1782 al 9 del mismo mes del año 1787. Durante este periodo
demostró ser un buen estudiante, tenaz e inteligente,
distinguiéndose de manera especial en la esgrima de sable, y de
espada, donde su agilidad y agresividad alcanzó entre sus
compañeros de academia fama de experto y temible.
Llegado el año 1790 se ofreció voluntario para marchar a Ceuta
al mando de una batería de su regimiento, para intervenir en la
defensa de dicha plaza. Al año siguiente fue enviado a la ciudad
de Orán como agregado a la compañía de minadores.
Su gran espíritu y concepto de la responsabilidad, le hizo
solicitar le fuese permitido estar agregado a los minadores, pero
sin perder su destino en la batería a su cargo. Su brillante
comportamiento le valió ser ascendido al grado de teniente de
artillería el 18 de febrero de 1792.
Cuando la revolución francesa alcanzó los extremos de demencia
y terror que relata la historia, queriendo España dar prueba de
sus sentimientos monarquicos y religiosos, se dispuso a ayudar a
Luis XVI, declarando la guerra en 1793 a la República Francesa.
En realidad, más que declarar la guerra a Francia y a su
república, España lo que hizo fue declarar la guerra a la
Revolución Francesa, como espíritu de reacción, contra quienes
cortaron la cabeza a Luis XVI y a Mª Antonieta.
El entusiasmo que tal decisión provocó en el pueblo español se
patentizó en los cuantiosos donativos, alistamiento de
voluntarios y en cuantas necesidades solicitó el gobierno
español para intervenir en una guerra que estimaba justa. La
primera parte de la campaña, que fue llamada del Rosellón, un
ejército de 24 mil españoles a las órdenes del general don
Antonio Ricardos, realizó una brillantísima actuación. En esta
segunda parte de la campaña comenzada en marzo de 1794,
participó Daoiz, interviniendo en numerosas acciones, mandando
con valor y pericia sus cañones. Pero en un furioso contraataque
francés, lograron rebasar las líneas españolas. Daoiz fue
hecho prisionero el 25 de noviembre de 1794 y conducido a la
prisión de Tolosa en Francia. En esta situación, reconociendo
el enemigo sus méritos como artillero, le ofrecieron alistarse
en el ejército francés con un alto empleo, lo que rechazó
Daoiz, argumentando que su único deseo era regresar a España
para continuar con sus campañas. Permaneció prisionero hasta
que terminó la lucha en 1795, con la desastrosa Paz de Basilea.
Las tentadoras ofertas francesas para que sirviese en su
ejército se justificaban por los amplios conocimientos que Daoiz
tenía del empleo de la artillería y por el dominio de las
lenguas inglesa, francesa, italiana y el latín, en una época en
la que el pueblo balbuceaba la ortografía.
Apenas terminada esta guerra contra Francia, comenzaron las
ruinosas e infortunadas discordias contra Inglaterra. Una
numerosa flota mandada por Nelson se dedicó a bombardear la
ciudad de Cádiz. El 11 de julio de 1797 se le confió al
teniente Daoiz el mando de una tartana cañonera con hornillo de
bala roja, bajo las órdenes del almirante Mazarredo, que con
gran talento, ingenio y valor, organizó la defensa del puerto y
bahía de Cádiz, donde nuestros marinos y artilleros demostraron
su heroísmo.
El navío inglés El Poderoso, que era el que más daño
ocasionaba, fue el primer objetivo marcado por Mazarredo. Contra
él luchó Daoiz con su tartana cañonera, llevando a cabo una
efectiva y valerosa labor.
La hoja de servicios de Luis Daoiz se expresa con ese estilo
concreto y lacónico de la literatura castrense, diciendo:
«últimamente el teniente Daoiz, embarcado en el navío San
Ildefonso, ha hecho dos viajes redondos al continente e islas de
América, todo durante la última guerra contra la Inglaterra».
Tan escueta nota nos obliga a ampliarla un poco, para conocer
mejor las cualidades y personalidad de nuestro personaje. El
embarque del teniente Daoiz en el navío español, estuvo
motivado por la necesidad observada por el gobierno español de
tener que continuar la guerra contra Inglaterra, para poder
defender nuestras colonias y proteger las flotas que venían de
América. Para ello necesitaba completar la dotación de
oficiales de la armada, lo que le llevó a ordenar que oficiales
de artillería del ejército de Tierra fuesen agregados a los
buques. El navío San Ildefonso, al que fue destinado Daoiz,
disponía de 74 cañones y estaba mandado por el capitán de
navío don José de Iriarte. En dicho barco realizó los dos
viajes que indica su hoja de servicios. Durante esta navegación
prestó importantes misiones y ayudó notablemente a su capitán
para entrevistarse con oficiales de otras naciones, dados sus
conocimientos para expresarse en francés, italiano e inglés.
Es curioso anotar que hallándose Daoiz, en noviembre de 1800, en
el puerto de La Habana, ostentando las insignias de teniente, al
revisar las «Gacetas» atrasadas, comprobó con sorpresa que el
4 de marzo de 1800, estando en la mar, le habían ascendido a
capitán de artillería, no habiendo recibido notificación de
dicho ascenso por estar navegando. Había cumplido 33 años
cuando le llegó al ascenso a capitán.
De regreso a la Península, en fecha 7 de julio de 1802, fue
destinado al 3er regimiento de artillería de Sevilla, su
regimiento de origen, encomendándole la superioridad misiones
científicas, dadas su facilidad y conocimientos de las
matemáticas y su aplicación al desarrollo de la artillería.
Precisamente, con fecha 2 de diciembre de 1803, se le ordenó a
la Fundición de Bronces de Sevilla, según figura en el Legajo
nº 12 de la indicada Fundición hoy Fábrica Nacional «Santa
Bárbara», una orden del generalísimo Godoy, Príncipe de la
Paz, para que fuesen construidas dos piezas del calibre de «a
ocho», según el proyecto del brigadier don Vicente María de
Maturana, para el servicio de la artillería a caballo, debiendo
reunir la particularidad de poder disparar indistintamente balas,
granadas y metralla.
A tal fin se nombró una comisión de varios oficiales entre los
que figura el capitán don Luis Daoiz. A esta comisión le
dirigió Maturana un amplio escrito explicándoles el fundamento
de la pieza ideada por él, consistente en disminuir el peso del
cañón para su más fácil traslado y poder cambiar de
asentamiento con mayor prontitud.
Tras señalar las pruebas que se le deberían hacer a los
cañones, terminaba con un párrafo que es todo un tratado de
moral militar. Decía así: «Espero de la consideración de
vuestras señorías, que hechos cargos de que mi intención no es
hacer manifestación de talento, ni de experiencia, sino de mi
amor al real servicio, y de que sujeto en un todo mi pensamiento
a las advertencias, reflexiones y experiencias que vuestras
señorías hayan por conveniente hacerme, se servirán honrarme
con la asistencia de sus luces y conocimientos, observando las
pruebas de alcances y resistencias que haré con estas piezas, y
que en el informe que den de sus ventajas o defectos,
manifestarán a la superioridad mi deseo de ser útil al real
servicio, y de estimular a mis compañeros a que perfeccionen una
idea que sólo presento en bosquejo para que sus talentos, tengan
la ocasión de aumentar el crédito que tan de justicia se tiene
adquirido el real cuerpo de artillería español».
Efectuadas todas las pruebas, la comisión formuló su informe,
que tras amplio desarrollo terminaba con estas palabras: «Son
tales y tan grandes las ventajas del cañón maniobrero de
Maturana, respecto al obús de ordenanza, que nos persuadimos,
son los cañones maniobreros preferibles a todas las demás
piezas conocidas para el uso de la artillería a caballo». Este
informe estaba firmado en Sevilla con fecha 15 de agosto de 1804.
En cuanto a carácter, era Daoiz reflexivo y enérgico, expresivo
y amable, afable sin llegar a jovial y por natural reservado.
Aunque discreto en sus relaciones, le gustaba alternar en
sociedad siempre que se cuidasen las formas y la buena
educación. Cultivaba el vestir a la moda y tenía buen gusto
para hacerlo.
De sus hermanos sólo se conocen datos de Rosario, que contrajo
matrimonio con Andrés Villalón Auñón, siendo ella favorecida
con los títulos de primera condesa de Daoiz y Vizcondesa del
Parque. Los otros, Francisco y Josefa debieron fallecer jóvenes
o permanecer solteros.
En cuanto al aspecto físico, Daoiz era de pequeña estatura, de
tez morena, cabello castaño, ojos grandes y expresivos y rostro
agradable y simpático.
En los primeros meses de 1808 pasó Daoiz destinado a Madrid
encomendándosele el detall del parque de artillería y el
cuidado de la tropa al servicio del mismo.
Fue entonces cuando tuvo ocasión de comprobar el abuso de los
franceses, sus intrigas y las bochornosas complacencias de
nuestros gobernantes.
Su alma generosa y su carácter reflexivo le hacían comprender
cómo España perdía su independencia.
La personalidad de Daoiz nos la señala, con gran visión
política, don Antonio Cánovas del Castillo, cuando dijo: «El
que cree tener una intuición, una voz secreta que le dice que la
conciencia de su país, que la justicia, que la razón, el
derecho, están con él, que la patria exige que se levante en
armas y abandone otros deberes, ese hace como Daoiz: va derecho a
la muerte y ni siquiera se le ocurre salvarse de ella por modo
alguno».
El carácter respetuoso de Daoiz le granjeó siempre el cariño
de sus superiores, entre los cuales merecen ser destacados don
Federico Gravina, que vio actuar a Daoiz por primera vez en
acciones bélicas en Africa; don Antonio de Escaño, bajo cuyas
órdenes sirvió en los combates realizados en Cádiz contra los
ingleses, y don Dionisio Alcalá Galiano, con quien realizó dos
viajes a América, sirviendo en la artillería a bordo de su
navío.
Precisamente el historiador Novella, en sus «Memorias», al
referirse a los servicios de Daoiz en Orán, por el año 1791,
dice: «Gravina y todo el cuerpo de marina le tomó mucho afecto
por su capacidad e inteligencia». Actitud que fue corroborada
por el brigadier Aznar, que era coronel de artillería y
comandante militar de la plaza de Orán, que al certificar sobre
la conducta de Luis Daoiz como teniente de infantería y
subteniente del Real Cuerpo de Artillería, demostró celo y
valor en su lucha contra los moros. Finalmente, el propio Aznar
informaría sobre Daoiz desde Orán, el 26 de agosto de 1791,
diciendo: «le destiné al ramo de minas, en cuyo trabajo y en
otros que se le dieron, los desempeñó tan bien, que a mi voto y
al de muchos, se hizo por todo lo dicho muy acreedor a su grado
de teniente de artillería, con lo que honró S.M., en la
promoción que se sirvió hacer por la buena defensa que hizo su
ejército en esta plaza y sus castillos, contra el sitio y poder
de los moros».
Pero la labor de Daoiz también alcanzó el éxito en la Armada.
Sería el contralmirante don Antonio de Escaño quien desde el
navío Concepción ordenaba a Daoiz se hiciera cargo de la
tartana cañonera nº 5, con hornillo de bala roja, que se
encontraba en el muelle de Cádiz.
La revista «La Marina», en su número 29, aclara: «El día 10
por la mañana del año 1791, intentaron otro ataque (los
ingleses), más no pudieron realizarlo; las medidas nuevas de
defensa que se habían tomado desquiciaron sus designios. Don
José de Mazarredo, comandante general de la escuadra; el
teniente general don Federico Gravina; el jefe de escuadra don
Juan M. Villavicencio; el brigadier mayor general don Antonio de
Escaño; el capitán de navío don Cayetano Valdés; el de
fragata don Antonio Millares; el teniente de navío don Miguel
Trigoyac y otros, adquirieron aquellos días nuevos títulos, al
reconocimiento de la patria. Así como los capitanes de
artillería don Ignacio Vázquez, don Francisco Ceballos, los
tenientes don Ignacio Cabalery, don Rafael Balbuena, don Manuel
Varea y don Luis Daoiz, que iban en las tartanas de hornillo de
bala roja».
El afecto y atracción que infundía Daoiz entre sus compañeros
lo recoge la opinión de Novella, que le acompañó en diferentes
acciones de guerra y vivió con él las inclemencias de las
prisiones francesas, y lo calificaba como «el más grato de sus
amigos y compañeros».
Sin duda, Daoiz pertenecía a la clase de hombres que poseen
persuasión instintiva y que no necesitan razonar para ser
considerados superiores a los demás. Y en cuanto a sus
reacciones humanas, basta leer la carta dirigida a su hermana
Josefa para comprender sus cualidades, sin importarle atender los
caprichos de la joven. Le decía: «Querida hermana mía: Te
remito los moldes del definitivo monillo según el último rigor
de la moda; me parece que para tu claro entendimiento basta con
la mitad del monillo para que infieras lo que le falta. Se debe
guarnecer por donde va la raya negra con una blonda de dos dedos
de ancho; te advierto que por donde va pegado con oblea son las
costuras, y sabete que el peto es separado y puede ser de otro
género y color que el monillo, pues así lo traen muchas; en la
costura de en medio de atrás, se debe poner una ballena. En la
cabeza se estila dos monos en dos peinetas; el que se pone
delante, casi sobre el tupe, debe ser de seis varas de colonia, y
el de detrás debe ser hecho de una banda de gasa, para lo que se
parte una vara de gasa por medio, a lo largo, de suerte, que
pegadas las dos mitades, quedan dos varas, las que se acomodan
como mejor se puede y con el mejor aire que se le puede dar, pero
sin que cuelguen las puntas ni otra cosa que se le parezca. Quedo
impuesto en lo demás de tu carta; hoy voy al Puerto a que
Gerardo me suministre para tu saya».
«A mamá muchísimos cariños reverentes y a mi Pepilla abrazos
y a Frasquillo; y adiós, y manda a tu hermano que te quiere,
petimetra. Luis».
Como postdata y de distinta letra, dos renglones que dicen: «Ya
Luis es teniente en propiedad».
En 1791, a la edad de 21 años, siendo subteniente de
artillería, alcanzó Daoiz el grado de teniente de infantería
por los méritos contraídos en la defensa de Orán. No es de
extrañar el hecho de poseer dos empleos diferentes en aquella
época. El motivo era que existía la llamada Escala General del
Ejército, donde se hallaban incluidos todos los jefes y
oficiales sin distinción de armas y a los pertenecientes a armas
específicas, como artillería e ingenieros, se les mantenía el
empleo que le correspondía dentro de su escala.
En el aspecto técnico, aunque ya hemos indicado sus
conocimientos, merece la pena recordar lo bien que supo
aprovechar las observaciones sobre balística, obtenidas en el
terreno práctico de la guerra. A pesar de ello sólo escribió
un breve estudio táctico, titulado «Método que debe usarse
para la enseñanza de la tropa y marinería en los ejercicios del
cañón y abordaje». Este trabajo que recogió don Manuel Almira
a la muerte de Daoiz, lo entregó en la Dirección general de
artillería el año 1813.
A su vuelta a España, el capitán Daoiz, tras actuar en la
segunda guerra de Portugal, fue destinado al mando de la tropa de
artillería destacada en Fontainebleu, nombrándosele también
jefe del detall de la plaza.
El comandante de artillería don Juan Arzadun Zabala, en un
interesante folleto publicado en Madrid en 1908, dice
textualmente el referirse a Daoiz:
«Concertado estaba su enlace con una noble señorita de Utrera,
que muerto el héroe se consagró al señor, siendo investida de
monja por el cardenal arzobispo de Sevilla, don José Romo, que
no ocultaba, y lo comentaba con orgullo, haberse batido en el
parque de Monteleón». (seguira..)
Por Enrique de la Vega Viguera
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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