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Ruben Dario (1867-1916) la voz con fragancia de melancolia .
Español de América y americano de España
Poeta de alientos y acentos, más que
renovadores, revolucionarios; audaz de palabras, imágenes y
ritmos; insólitos, antiacadémico en tantos de sus versos, claro
está que esas audacias y originalidades chocaron abiertamente
con la tradición poética de España, tan larga y prestigiosa,
originando críticas acerbas, censuras no mal intencionadas y, en
el peor de los casos, mezquinas burlas y zurdos vituperios,
valió no poco, aquí, para la difusión del nombre que nos
llegaba de América.
Se le atribuye haber sido el creador del término
"modernismo", con el que se denominó la ruptura con el
realismo imperante, caracterizada por utilizar un lenguaje nuevo,
consciente de sí, exquisito, lleno de metáforas y sonoridad, y
por la huida de la realidad por medio del refugio en mundos
exóticos, llenos de princesas y refinamientos.
Hoy, a los ochenta y cinco años de su muerte aún se escuchan
admirativamente en la redondez de lo español los versos sonoros
de aquel errante nicaragüense.
Sin ninguna duda, es el poeta hispanoamericano de mayor rango, y
está, alto, entre los altos de nuestra lengua. Su personalidad y
su obra anunciaron la revolución literaria que Hispanoamérica
realizó en el siglo XX.
El 18 de enero de 1867, nace en la aldea nicaragüense de
Zocoyos, posteriormente llamada Metapas, Félix Rubén García
Sarmiento, Rubén Darío, el primer gran poeta americano capaz
de marcar honda huella en la poesía castellana y alterar el
rumbo de la lírica.
Hijo de padres mal avenidos, se educó al lado de su tío, pero
pronto abandonó Nicaragua para, en su vagabundeo recorrer el
continente americano. El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Chile,
la Argentina pueden ser otras tantas patrias de este poeta que no
tuvo más que una la Poesía.
Su vida, entre viajes constantes, estuvo surcada de
irregularidades: hay en ella etapas de riqueza y de miseria
vergonzante, de honores fama y gloria y de olvido casi total.
Como corresponsal del periódico argentino "La
Nación", visita Europa, París y Madrid. París para
contemplar de cerca el parnasianismo.
En Madrid actuará como maestro. Llegó a ser en Europa ministro
de Nicaragua y representante de ésta en determinados casos: el
más notorio, el de la conmemoración, en España, del cuarto
centenario del descubrimiento de América.
Diplomático activo. A raíz de la I Guerra mundial recorre
EE.UU., dando conferencias en pro de la paz.
Bohemio incluso cuando vivía en medio de la riqueza,
morfinómano, gustador de los paraísos artificiales que le
indicaran Baudelaire y Verlaine, y amante del amor, a este estado
seguía otro de profundo ascetismo: Daireux le califica de
"pagano por amor a la vida y cristiano por amor a la
muerte".
Amante de la vida, de la vida en sus más estallantes
expresiones, temía a la muerte, "ese espantoso horror de la
agonía".
Difundida rápidamente la noticia de la muerte del poeta,
ocurrida el día 6 de febrero de 1916, en la ciudad nicaragüense
de León, un verdadero mar de tinta cayó sobre su nombre.
El coro laudatorio fue, coro de las Españas, coro de hermanos.
Señalando lo más notable de cuanto por entonces se dijo,
forzoso es fijarnos, por sólo citar una, en la poesía de
Antonio Machado:
"Que en esta lengua madre la clara historia quede; /
corazones de todas las Españas, llorad. /
Rubén Darío ha muerto en Castilla del Oro; /
esta nueva nos vino atravesando el mar".
En 1959 quedó instalado en Madrid el Archivo-seminario Rubén
Darío, constituido por cartas, autógrafos inéditos, documentos
y fotografías referentes al poeta adquiridos de Francisca
Sánchez (quien había sido en España compañera sentimental de
Darío durante quince años y madre de tres de sus hijos) por el
Ministerio de Educación.
Con su fardo de imágenes poéticas en el alma, su mirada
incurablemente ilusionada, sus gruesos labios madurecidos por el
constante sonar de sus versos, su garganta cuajada de palabras de
poeta, su andar y su hablar casi sin sosiego... así pasó Darío
por tantos lugares del ancho mapa, dejando en tantos el recuerdo
de su figura corpulenta, su tipo mestizo y el timbre de su voz.
Muchos versos hizo el gran poeta modernista. Más de setecientas
poesías, casi todas breves, brevísimas algunas, es lo que nos
legó su verbo.
Mayor aún es su cosecha de prosa. De mil quinientos pasan los
artículos y cuentos que le debemos. Espléndida prosa, en
ocasiones, es la suya; original y sugestiva, a menudo; coloreada
y musical, con frecuencia; pocas veces superficial y anodina.
Pero lo que le dio a Rubén su vasto y rápido renombre no fue su prosa, con ser
excelente; fue su verso.
Tres libros, principalmente, hicieron el milagro: Azul, Prosas
profanas y Cantos de vida y esperanza.
El modernismo significa en los dos últimos decenios del XIX una
renovación de la poesía hispana equiparable a la revolución
que supusieron en su momento las innovaciones de Garcilaso y
Boscán, en los albores del renacimiento español.
Durante años, su nombre fue placeado incansablemente como
portaestandarte de la renovación poética que las letras
hispánicas necesitaban y demandaban.
Rubén Darío en uno de sus viajes a España visita Andalucía,
pasa a Málaga ("Esta es la dulce Málaga, llamada la Bella,
de donde son las famosas pasas, las famosas mujeres y el vino
preferido para la consagración."); de aquí a Granada
("He venido a visitar el viejo paraíso moro".); luego
baja a Sevilla ("Aunque es invierno, he hallado rosas en
Sevilla... He visto, pues, maravilla.").
En Cantos de vida y esperanza vive de cuerpo entero, el
españolismo de aquel que se llamó, precisamente hablando de
esta obra, "español de América y americano de España.
Con Cantos de vida y esperanza, Darío cierra su propio ciclo con
un mundo exactamente idéntico al de los libros anteriores en
cuanto a aristocracia estética, en cuanto a finura y elegancia
del pensamiento y en cuanto a atmósfera y climax que desprende.
La obra de Rubén Darío perdura y vale ante todo por su
enriquecimiento del idioma, por su doctrina cosmopolita, por su
huida de la vulgaridad y del tópico, por la concepción del
artista y de la estética.
Y como nos dijo el poeta:
"Yo soy aquel que ayer no más decía /
el verso azul y la canción profana...".
A. Arias.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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