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Libertad de autodonación: Santa Teresa Benedicta (Edith Stein).
Nos ofrece un modelo de libertad, personal e intelectual, del cual inspirarnos y la ayuda de su intercesión para llevarlo a cabo.
La consideración de la libertad humana,
tal como es desarrollada en los escritos de Santa Teresa
Benedicta, permite acceder al conjunto completo del mensaje de su
vida y obra. "Desde el principio, su ideal fue la
libertad", ha dicho Juan Pablo II, en el acto de su
canonización -el 11 de octubre, de 1998- cuando la puso como
"ejemplo en nuestro compromiso al servicio de la libertad,
en nuestra búsqueda de la verdad" [1].
"Nuestra libertad es una libertad condicionada. Conocer,
amar, servir -y la alegría experimentada en el conocimiento,
amor y acciones- todo esto es, al mismo tiempo, recibir y
aceptar, donación libre de sí mismo en esta vida dada."
[2]
Las decisiones verdaderamente personales surgen de la
interioridad más profunda. Precisamente, la libertad consiste en
estar en posesión de las propias decisiones y obrar
consecuentemente. La libertad opera, a una con la gracia, desde
el mismo fundamento de la vida intelectiva y volitiva.
La libertad es
constitutiva de la persona humana
"Durante mucho tiempo, Edith Stein vivió la experiencia de
la búsqueda. Su espíritu no dejó de buscar, ni su corazón de
esperar. Emprendió el camino difícil de la filosofía con un
ardor apasionado y, al fin, fue recompensada: conquistó la
verdad o, mejor, fue conquistada. En efecto, descubrió que la
verdad portaba un nombre: Jesucristo. A partir de ese momento, el
Verbo encarnado fue todo para ella." [3]
Santa Teresa Benedicta, en su última gran obra escrita, la
Sabiduría de la Cruz[4], nos ha legado -entre otras tantas
cosas- el fruto final de sus consideraciones acerca de la persona
humana. En esta obra -y, en general, en el conjunto de sus
escritos- conjuga aportes de diversas corrientes del pensamiento
antiguo y moderno, para esbozar así una panorámica de la
libertad como apertura de la persona al ámbito de lo divino -que
conduce, a la vez, a cada cual, a descubrir su misma intimidad
personal. Indica, así, un camino que invita -a la filosofía y a
la cultura- a respetar la dignidad del hombre, como imagen de
Dios. Esto está en consonancia con las enseñanzas del
Magisterio: "Para ser libres, nos libertó Cristo" (Gal
5,1)[5]; "El misterio del hombre no se aclara de verdad sino
en el misterio del Verbo encarnado (...) Cristo pone de
manifiesto plenamente al hombre ante el propio hombre y le
descubre la sublimidad de su vocación" [6].
El hecho de que ella -Edith- hubiese empleado unos once meses en
la redacción de una obra de tal magnitud, indica su dominio del
tema, que guiaba, en buena medida, su reflexión filosófica[7].
La Gestapo la aprehendió cuando aun no la había concluido.
Venía, por entonces, desarrollándola en torno a algunos textos
de San Juan de la Cruz -alusivos a la unión amorosa del alma con
Dios.
A propósito de la libertad -tema del presente ensayo-
menciona[8] unas palabras del santo doctor, que no está de más
traer aquí a colación:
"...Como Dios se le está dando con libre y graciosa
voluntad, así también ella [el alma], teniendo la voluntad
tanto más libre y generosa cuanto más unida en Dios, está
dando a Dios al mismo Dios en Dios, y es verdadera y entera
dádiva del alma a Dios".[9]
Cuanta mayor unión con Dios, mayor libertad. "La libertad
del hombre es una libertad participada"[10]. A este
respecto, Santa Teresa Benedicta menciona que la entrega del alma
a Dios constituye el ejercicio supremo de su libertad[11]. Según
el santo doctor, el centro del alma es Dios. El alma, mediante el
amor, alcanza su más profundo centro en Dios[12], ama lo que Él
ama. La libre entrega del alma a Dios y de Dios al alma, en
espiritual matrimonio, la hace dueña de sí misma y de Dios, su
adorado Señor[13].
Esta unión íntima persiste en medio de las contingencias de la
vida. Si la borrasca apaga al mechón apenas humeante, atiza, sin
embargo, al voraz incendio: "Grandes aguas no pueden apagar
el amor, ni los ríos anegarlo" (Cant. 8, 6)[14].
Tan pronto Santa Teresa Benedicta fuera solicitada por los
patrulleros de las SS, debe abandonar la clausura conventual que
había elegido y aceptar el obligado confinamiento en uno de
aquellos grandes campos de concentración a cuya entrada bien se
podría leer, paradójicamente, el lema nazi: "el trabajo
hace libres".
¿Tiene sentido reflexionar a partir de lo ocurrido en
Auschwitz-Birkenau? ¿Es posible una cultura o una filosofía que
tome a cargo la enseñanza proveniente de aquella dramática
experiencia? La respuesta es positiva, y viene del mismo lugar en
el cual se verificó una de las más horrendas consecuencias del
irracionalismo moderno.
Auschwitz no es sólo el lugar en donde el hombre ha estado
ultrajado en su dignidad más profunda, sino también el sitio en
donde la libertad, al fin de cuentas inalienable, de tantos -como
Santa Teresa Benedicta y San Maximiliano María Kolbe- ha
permitido que el amor triunfase sobre el odio y sobre el mal, que
aparentemente parecían prevalecer. Es la libre ofrenda de sí
-manifestación más alta de la persona misma[15]- la que ha
permitido a la víctima triunfar sobre su propio verdugo, en el
momento en que éste atentaba contra su vida.
De aquí proviene, precisamente, el interés por la concepción
steiniana de la libertad como autodonación. Santa Teresa
Benedicta vivió, hasta el fin, acorde a esta convicción
fundamental. Desde el momento en que pudo presentir el doloroso
destino al que estaba llamada a compartir con su pueblo, renovó
libremente la ofrenda plena de su vida. Su testamento, escrito
antes de que se manifestara abiertamente la persecución nazi, es
reflejo de estos sentimientos suyos. He aquí un fragmento:
"Desde ahora acepto con alegría, y con absoluta sumisión a
su santa voluntad, la muerte que Dios ha preparado para mí. Pido
al Señor que acepte mi vida y también mi muerte en honor y
gloria suyas".[16]
Dios es Plenitud de Ser y, por tanto, de Vida, Sabiduría, Amor y
Libertad. El hombre no es plenitud: está libremente abierto
hacia la verdad, la bondad y la belleza plenas. Mediante su
acción voluntaria, ha de tender hacia el Bien supremo a través
de los bienes que están en conformidad con las exigencias de su
naturaleza y de su vocación de hijo de Dios, por participación.
La libertad no consiste solamente en la posibilidad de elegir de
cualquier manera; es algo más radical y constitutivo. Está
ordenada a la autodeterminación hacia la plenitud personal
-mediante el amor de donación[17].
La persona actúa y se constituye libremente según sus
decisiones personales, gracias a la capacidad espiritual de
"adentrarse" auténtica-mente en sí, sin estar
completamente determinada por condicionamientos
físico-instintuales. La posibilidad de moldear la propia
personalidad conlleva el cumplimiento de ciertas exigencias. No
se realiza "a destajo". La libertad -la
autodeterminación- comporta una relación inmediata con el orden
ético. Encuentra su verdadero sentido en la elección del bien
moral. Es liberación de un malogramiento de la vida, ocurrido
por la automarginación a las exigencias morales.
El ser es actuante y, en el caso del ser personal, su actividad
tiene, por lo mismo, un carácter fundamentalmente ético. Sí,
la ley suprema es el amor[18]. La libertad tiene como acto propio
y principal el amor. El amor, en los actos humanos, lo es todo;
nuestra vocación es el amor[19]. San Agustín decía: mi amor es
el móvil de mi vida y él me lleva doquiera que voy[20]. Eres
libre cuando obras por amor, cuando haces lo que puedes querer
amorosa-mente; pierdes libertad cuando antepones un bien aparente
a otro auténtico, cuando permaneces coaccionado por tus
caprichos, según una egoísta conveniencia[21]. "A menudo
la voluntad del momento no es la voluntad real. Y en el mismo
hombre pueden existir decisiones contradictorias"[22]. Por
esto, se requiere un esfuerzo para adherirse al bien[23].
Amor, verdad y libertad están intrínsecamente ligados. No hay
amor sin verdad, ni verdad sin amor; se conjugan el amor de
Cristo y la libertad.[24]
La intimidad -de donde brota la libertad- es constitutiva de la
persona humana. Al hombre le pertenece -íntimamente- tanto lo
que hace como lo que le ocurre pasivamente. Intimidad es la
actualización de todo cuanto la persona es[25]. La libertad va
configurando esta intimidad personal, en la que el hombre va
desplegando y construyendo su propia personalidad[26].
Santa Teresa Benedicta, a este respecto, declara: "El hombre
está llamado a vivir en su interior y a ser tan dueño de sí
mismo como únicamente puede serlo desde allí; sólo desde allí
puede hallar el hombre el lugar que en el mundo le
corresponde" [27].
La libertad tiene una dimensión comunitaria; existe
verdaderamente sólo cuando los lazos recíprocos, regulados por
la verdad y la justicia, unen a las personas. Pero para que estos
lazos sean posibles, cada uno, personalmente, debe ser
auténtico[28].
Edith Stein, desde la época de sus lecciones con Edmund Husserl
y de su encuentro con Max Scheler, se había ocupado de
fundamentar la posibilidad de una comunión fecunda entre las
personas. De esto da testimonio su amigo-colega Roman Ingarden:
"El problema que más la inquietaba era esclarecer la
posibilidad de una comprensión entre los hombres. La posibilidad
de crear una comunidad -no sólo teóricamente, sino, ante todo,
vitalmente- le era muy necesaria"[29].
La libertad es propia de la persona. ¿Qué es la persona?
Modo de abordar el
tema de la persona humana
Al inicio de su carrera, Edith era simple filósofa -como su
maestro Husserl; mas, después de hacerse católica, añade una
faceta teológica definida. La filosofía, al fin de cuentas,
queda esclarecida por la fe[30]. Ha llegado al tomismo a partir
de la fenomenología y, desde entonces, realiza una síntesis de
lo antiguo y lo nuevo, manteniéndose fiel, en muchos puntos
esenciales, a ambos sistemas. Muestra de esto es un sencillo
ensayo, escrito en el 70 aniversario de Husserl, La
fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo Tomás[31].
Se mueve, además, en un terreno compartido por la filosofía y
la sicología. Aborda la cuestión de la esencia del hombre
mediante un enfoque fenomenológico, teniendo en cuenta las
concepciones tomistas y los datos aportados por la sicología de
su época. A partir del análisis de cómo llegamos a tener
conciencia del otro -su tesis doctoral versó sobre la
empatía[32]- pasa a considerar más explícitamente -en sus
obras posteriores- la constitución del ser humano como ser
síquico y espiritual.
A inicios de su carrera docente, en Munich, durante el invierno
de 1932/33, Edith imparte un ciclo de conferencias bajo el tema
Estructura de la persona humana[33]. En una de tales
conferencias, dedicada al fundamento antropológico de la
pedagogía, nos explica algunos rasgos generales de su método
investigativo.
Según Edith, hemos de comenzar la indagación utilizando, en la
medida de lo posible, los medios disponibles del conocimiento
natural -filosófico-. Sin embargo, la investigación no queda
limitada a este campo, pues interesa abarcar todo cuanto
concierna al hombre; por esto, no se ha de renunciar a ninguna
fuente que suministre aportes. Así, como apreciadores de un
enfoque católico -universal- tendremos en cuenta la conjunción
armónica existente entre la verdad natural y la verdad revelada
sobrenaturalmente.
El pensamiento católico esboza una concepción global
valiéndose de los aportes de la filosofía y de la teología.
Aprovecha su mutua complementariedad y respeta su legítima
autonomía, pues una y otra tienen diferentes objetos, medios y
métodos de conocimiento.
La filosofía, así vista, bebe del conocimiento natural y
"tiene en cuenta las verdades de la fe como criterio que le
permite someter a crítica sus propios resultados: dado que sólo
existe una verdad, no puede ser verdadero nada que contradiga a
la verdad revelada"[34]. Además, encuentra en ésta la
respuesta a las preguntas a las que no puede llegar por sus
propios medios. La teología, por su parte, se ocupa de la
Revelación y apela al entendimiento natural en la comprensión,
ordenamiento y desarrollo de consecuencias -en cuanto sea
posible- de las verdades de la fe[35].
Hay que abordar, pues, plenamente al hombre, y comprenderlo cual
se presenta -con las notas que le pertenezcan de suyo- sin
preconcepciones rígidas. Partimos de lo que experimentamos como
humano en nosotros mismos y en nuestros encuentros con los
demás, para captar lo esencial -lo universal- presente en las
experiencias particulares.
Cada uno experimenta la condición humana en sí y en otros. En
todo lo que experimento me percibo también a mí mismo. Noto la
corporalidad y a mí en ella. Mediante tal percepción soy
consciente de mí mismo: no sólo de la corporalidad, sino de
todo el yo corporal-anímico-espiritual. Estoy abierto para mí
mismo y, por eso, también para lo distinto de mí.[36]
"Allí en donde hay un cuerpo animado, existe también un
alma. Y, recíprocamente, donde hay un alma, existe también un
cuerpo animado." [37]
El cuerpo humano
Se percibe que el cuerpo propio tiene una figura determinada, que
se acerca más o menos a la figura normal de la especie hombre.
Esta figura normal se presenta en la forma de lo masculino o de
lo femenino y, a lo largo de la vida, cambia de acuerdo a cierto
patrón de desarrollo. La configuración peculiar de cada cual es
indivisible y, a la vez, no reducible a las de los demás. Esta
peculiaridad es individualidad.[38]
El cuerpo está estructurado conforme a reglas, conforme al modo
de ser del hombre. Lleva en sí un principio de configuración,
una forma, un principio intrínseco, que actúa sobre unos
materiales -ya físicamente formalizados en cuanto tales- a los
que asimila a la forma orgánica a medida que la va
constituyendo. Hay una gradación continua entre los niveles de
organización -lo subatómico, atómico, molecular, subcelular,
celular, tisular, orgánico-sistémico, instintual e intelectivo.
Los niveles de organización más complejos contienen en sí lo
característico de los niveles inferiores -que conservan su
peculiaridad, su forma propia de ser y comportarse.
Cualquier organismo vivo presenta una cierta estabilidad
estructural, reactividad y cambios de configuración inscritos en
un proceso armónico de desarrollo, modulado de diferentes
maneras, tanto por lo genético suyo como por lo circundante
ajeno.
El alma humana
El ser del hombre implica lo propio de distintos niveles. Para
Santo Tomás, el hombre es todo lo que es en virtud de una sola
forma -su alma humana, que es un alma racional.
Ahora bien, en este ámbito del alma, es posible distinguir un
componente consciente y otro que no lo es; ambos están
interrelacionados.
* El componente no-consciente hace referencia a lo condicionado
-o sea, a lo involuntario- de ciertas reacciones globales
predeterminadas que surgen independientemente de una conciencia
de sentido. A éstas las puedo llamar instintuales, para
distinguirlas, de alguna manera, de las instintivas,
características del comportamiento animal. En el hombre, lo
instintual es diverso de lo instintivo de los animales, ya que,
en el primero, la vida instintiva es asumida, en cierta medida,
por la vida consciente. La conducta personal, en cuanto
voluntaria, no es explicable sólo en términos mecánicos de
acción y reacción. El flujo de estímulos incitan, pero no
determinan de todo el comportamiento. Hay un margen de libre
opción.
*Esto conduce a hablar del componente síquico consciente,
voluntario. Cada cual, en cuanto racional, sabe de sí mismo -es
consciente de sí- y de lo distinto de sí -es consciente de su
entorno, de las demás personas y cosas. Está abierto hacia
dentro de sí, por la reflexión -por la introspección- y hacia
fuera, por la vida de relación. Conoce que, en cierta medida, es
responsable de sí, que puede y debe formarse a sí mismo,
procurando su realización. En fin, es una persona.
Dicha esfera de la conciencia se refiere, pues, al flujo
intelectual constatable reflexivamente. Concierne al núcleo
inaparente e indescriptible de la personalidad que reviste de
interioridad todos los momentos de la vida[39]. Podemos describir
esta fuerza que estructura la psique sin limitarnos a una
"topología" en sentido freudiano, ni a un mecanicismo
biológico.
Edith Stein nos brinda pautas para ello. Pasa de lo
trascendental-ideal husserliano a lo síquico-concreto; confronta
epistemológicamente lo filosófico y lo sicológico.
El alma en cuanto
espiritual
De acuerdo, pues, a la metodología propuesta, es posible abordar
el tema del alma, en cuanto espiritual. En verdad, ningún
sistema de pensamiento humano alcanzará jamás un punto de
perfección que pueda satisfacer plenamente. Sin embargo, es
plausible aceptar inicialmente las soluciones que se hayan
presentado hasta el momento, como punto de partida para
subsecuentes investigaciones.
Las tentativas de comparar el pensamiento fenomenológico y el
tomista llevaron a la autora -tal como nos relata en el prólogo
de su obra Ser finito y ser eterno- a un intercambio constante de
ideas con el jesuita Erich Przywara, entre 1925 y 1931. También
recibió mucho de su amiga y madrina de bautismo Hedwig
Conrad-Martius. Hubo, realmente, un influjo recíproco.[40]
Luego de un breve cese en su actividad literaria -al inicio de su
vida religiosa en el convento carmelitano de Colonia- tras su
año de noviciado y por indicación de sus superiores, concluye
la redacción de la obra anteriormente mencionada -entre 1934 a
1936-. En algunos de sus apartados encontramos precisiones acerca
del concepto de espíritu.
Lo espiritual pertenece a un plano del todo particular, que
sobrepasa el dominio inmediato de la experiencia y no puede ser
descrito mediante términos definidos.
Lo espiritual, en el hombre, hace referencia a lo íntimo -a la
vida interior- en donde radica la libertad. El alma -espiritual-
determina el entero ser de la criatura animada individual, en
toda dimensión. El hombre vive a partir de su alma, que es el
centro de su ser[41]. El propio ser, el núcleo radical propio de
la vida interior, es algo individual, indisoluble,
innominable[42].
En contraste con lo material, el ser espiritual es invisible e
inasible. Lo espiritual no ocupa ningún campo espacial, sino que
permanece en sí, incluso cuando se orienta hacia los
objetos.[43] Dios es espíritu. Su reino es, esencialmente, reino
del espíritu del cual todo otro ser participa.
Cuerpo y alma
humanos
El campo de la corporeidad viviente, según lo dicho
anteriormente, es el de lo físico -el de los seres netamente
espacio-temporales. El campo del alma, a su vez, consiste en una
realidad profunda que se desarrolla y manifiesta en una
corporeidad viviente. En este sentido, el alma, en cuanto
principio de la estructura y fisiología corporal, es una
realidad indisoluble del cuerpo viviente, que, a través de su
reactividad, interactúa con otros cuerpos. El alma humana posee,
además, capacidades espirituales -sólo indirectamente
vinculadas al cuerpo- mediante las cuales puede acceder a lo
no-corpóreo[44]. El campo del espíritu, por su parte, es el de
lo enteramente actual y liberado de las realidades
materiales.[45] El alma tiene una naturaleza recóndita; en
cuanto abierta a lo supraterreno, es espiritual.
Persona divina y
persona humana
El concepto de persona ha evolucionado a lo largo de siglos. Los
teólogos de los primeros siglos elaboraron el concepto de
persona con vistas a aclarar los misterios de la Trinidad y de
Dios-hecho-hombre. Primeramente se aplicó al Ser divino; sólo
de modo derivado se adaptó, luego, al ser humano.[46]
*Persona divina
Decimos[47] que Dios es Uno en esencia y Trino en personas -o
sea, una misma y única Sustancia divina soportada por tres
Hipóstasis[48]. Las tres Personas son consustanciales -son el
mismo y único Dios- y subsistentes -cada una existe por sí y es
irreducible a las otras. Así, en este caso, el término persona
no designa diferencia, sino la individualidad de cada una en su
relación con las otras.
Lo propio de cada Persona es, pues, ser subsistente. Este
concepto de subsistencia esta tomado de la experiencia común:
"yo subsisto en mí mismo". Son tres subsistencias;
cada una es un subsistente.[49]
Las Personas divinas son distinguibles por la relación inefable
-no sustancial, ni accidental- que guardan entre sí. La Imagen
que el Padre tiene de sí mismo es tan perfecta como Él, tan
Dios como Él -pues lo abarca totalmente y, a la vez, es
abarcada. Se distingue del Padre solamente en que procede de Él,
como Hijo. Entre el Padre y el Hijo hay una unidad perfecta. A
esta unidad la podemos llamar Amor. Es unidad de Amor recíproco,
personal. Es una Persona igual, en todo, al Padre y al Hijo; se
distingue de ellos sólo en que procede de ambos. Así como en la
Trinidad beatísima hay una sola sustancia, también hay una sola
operación. En esta única operación, cada Persona manifiesta lo
que le es propio; realiza la misma operación según su propiedad
personal. De este modo, todo lo creado procede del Padre, por el
Hijo, en el Espíritu Santo; y la creación da gloria al Padre,
por el Hijo, en el Espíritu Santo. Amén.[50]
Como vemos, persona tiene aquí, ante todo, una dimensión de
relación. Cada persona divina es subsistente y, a la vez, recibe
y da todo lo que es a las otras.
*Persona humana
Puesto que toda realidad creada conlleva la imagen -aunque
lejana- del Creador, entonces, a partir de lo que Él nos ha
revelado de Sí mismo, podremos alcanzar una comprensión mayor
del ser finito. Así, esta cualidad de relación -que encontramos
como distintivo de las Personas divinas- puede ser vista
-análogamente- como distintiva de la persona humana.[51]
La persona humana tiene, por tanto, dos notas características:
ser soporte de una esencia y ser relación. Es esencia
relacional. Su autonomía y originalidad son, a la par, relación
y don de sí.
-La persona como soporte
El ser vivo mantiene una estructura y actividad orgánica que
ocurre en el ámbito físico-químico -bajo coordenadas
espacio-temporales. En este sentido, tiene una vida física. El
ser vivo personal presenta, ciertamente, vida física y, además,
la puede experimentar como suya, ya que es soporte (hipóstasis)
de ésta (fisis). A esta realidad de ser soporte vital de su
misma vida física, la denominaremos vida interior o personal.
"La persona humana lleva y abarca su cuerpo y su alma, pero
también es llevada y abarcada por ellos"[52]. No es
espíritu puro.
"Su vida espiritual se eleva de un fondo oscuro, sube como
una llama de cirio brillante, pero nutrida por una materia que no
brilla. Y brilla ella sin ser absolutamente luz: el espíritu
humano es visible para sí mismo, pero no es del todo
transparente; puede iluminar otra cosa sin atravesarla
totalmente." [53]
La persona es un ser sustantivo -o realidad[54] sustantiva- tiene
propiedades de suyo[55]. Vive, siente, e intelige sensientemente.
La unidad intrínseca de estas notas constituye el sistema de la
sustancialidad humana[56]. Los actos de cada persona tienen,
así, un carácter vital, intelectivo e histórico.
El hombre, como persona, es, pues, el soporte de una naturaleza
dotada de razón[57]. El hombre es realidad personal por ser
realidad intelectiva[58]. Razón y espíritu se convienen
recíprocamente. Lo que atañe al espíritu, atañe a la razón,
y viceversa.
La vida personal es vida racional. El hombre, en cuanto
inteligente y volente, está abierto a sí mismo. Soy subsistente
en tanto me poseo. El hombre es persona por su
racionabilidad[59]. Mediante la razón, se comprende lo
conveniente al propio ser y se actúa en consecuencia.
Precisamente, en esto consiste la libertad: en conformar el
comportamiento adecuado[60], según las exigencias de la propia
naturaleza -las mismas de la gracia divina[61]. La persona, en
cuanto tal, posee entendimiento y libertad, tiene la posibilidad
de decidir sobre sí misma y de formarse a sí misma.
-La persona como relación
Toda persona convive con las demás; su vida misma es un proceso
con respecto a los otros. La convivencia es consecuencia de la
índole misma personal.[62]
La relación significa respectividad, referencia, polaridad
intrínseca de una persona a otra, o a las cosas. El hombre
singular, en cuanto relacional, está proyectado y orientado a
las cosas, a los demás hombres y a Dios[63]. Es un ser
relacionado o, lo que es lo mismo, religado. La religación es
una dimensión constitutiva del ser humano. El hombre consiste en
religación o religión.[64]
El hombre se realiza viviendo consigo mismo, con las cosas, con
los demás hombres. Está con todo aquello con que vive. Aquello
en que está, y desde donde se realiza es la realidad. Se realiza
como persona gracias a su apertura -a su religación- con la
ultimidad de lo real.[65]
El hombre es imagen de Dios. Cualquier imagen está relacionada
con el modelo del que depende. El hombre, como imagen, mantiene
una relación y dependencia esencial con Dios; a Él tiende y
aspira permanentemente. Mantiene una apertura aspirativa,
espiritual, hacia Dios, que es Espíritu.[66]
El fundamento
divino de la libertad humana
En 1941, Sor Teresa Benedicta y su hermana Rosa se vieron
precisadas a buscar refugio en un monasterio que estuviese lejos
de la jurisdicción nazi. Huyeron, entre tanto, al convento
holandés de Echt, en espera del permiso de inmigración suizo.
Pese a la premura de adoptar una solución salvadora, los
trámites burocráticos las hacían esperar. Pasaban los meses...
En esta coyuntura, por consejo de su priora, empieza la
redacción de la gran obra Scientia Crucis, en torno a los
escritos de San Juan de la Cruz. Nos da, entonces, precisiones
acerca de la vida interior. Ha llegado hasta nosotros una
expresión suya, de esta época, que servirá de introducción a
la presente sección: "Me siento libre desde que entiendo
que mi suerte está en manos de Dios"[67].
Como personas que somos, en tanto espirituales, estamos en el
reino de lo espiritual[68]. Sí, todos los seres espirituales son
relacionales. En la cúspide del reino de los espíritus está
Dios, que sobrepuja todo lo espiritual. Él es el fundamento que
da el ser -y lo conserva- a todos los seres. El que sube hasta
Él, baja al mismo tiempo hasta su más seguro centro -en donde
mora Dios.[69]
¿Cuál es este centro personal?
Todas las potencialidades y actividades síquicas de la persona
humana pueden ser vistas como procedentes de un fondo común. Por
esto, podemos decir que pertenecen a un mismo individuo y que
mantienen, entre sí, una cierta unidad.
Este fondo o centro subyace a la distinción, en la persona, de
potencias y actos. Es el ser más profundo del alma, tal como
ésta es en sí -independientemente de todo lo provocado en ella
por su vida de relación. Posibilita y es previo a lo conceptual.
Por lo mismo, es informe y, en buena medida, incognoscible.
Las determinaciones voluntarias se modulan, mantienen y ejecutan
a partir de condiciones pre-libres. Hay una patía previa a lo
voluntario. El hombre, abocado por la corriente de sus
tendencias, se ve movilizado a querer.
Lo preconceptual ha de surcar diversos estratos hasta llegar a
ser coordinado y delimitado en conceptos. Cuando los ímpetus
nacientes se hacen perceptibles a la conciencia, cabe la
posibilidad de modular su desarrollo. El hombre se percata,
entonces, de si es bueno o malo aquello a que apuntan sus
impulsos. Brotan, pues, los primeros movimientos intelectivos y
volitivos; y sólo quien vive plenamente recogido en su interior,
es capaz de manejarlos con fidelidad, discerniéndolos y optando
en consecuencia. Cuando no ocurre esto, se desarrollan, muchas
veces, "antes de que uno se dé cuenta"[70] y conducen
a operar en forma más dependiente de condicionamientos, con un
menor ejercicio de la libertad personal.
Como vemos, mediante esta actividad centrada -interior- se tiene
posesión de las propias decisiones -disponiéndose libremente-,
puesto que se opera desde el fundamento del ser personal. Es,
precisamente, aquí en donde actúa la gracia de Dios, en
conjunción con el libre albedrío. Así, cuando la persona está
estabilizada en la profundidad de su intimidad, es dueña de sí
y puede proyectarse a donde quiera, sin abandonarse[71]. Sólo en
esta forma se adopta una postura ética y se pueden establecer
relaciones auténticamente humanas. La equivalencia armónica
entre libertad y cumplimiento de lo más adecuado al desarrollo
integral personal y comunitario coincide con el precepto divino,
que busca nuestro perfeccionamiento humano. La norma natural del
propio ser es, pues, una con la norma divina señalada por el
Creador del ser. Coinciden una y otra. Por esto, la actitud
religiosa -relacional- es la única auténticamente ética. Al
obedecer a la ley divina grabada en su conciencia, el hombre
ejerce el verdadero dominio de sí y realiza de este modo su
vocación de hijo de Dios[72].
La actitud individualista, en contraste, hace que se gire siempre
alrededor del propio yo, sin acceder a su profundidad. Si se
descuida el núcleo de la personalidad -en donde se está en
unidad con su fundamento espiritual, Dios-, las solicitaciones
externas y los impulsos internos no integrados hacen que, en
cierto modo, se viva fuera de sí. El hombre, entonces, se rige
por sus pasiones, obra inducido, sin verdadera autonomía[73]. No
hay cadenas de esclavitud más poderosas que las de las pasiones
desordenadas. Bajo su yugo, el alma y el espíritu pierden su
centro, su vigor y salud, su claridad y belleza.[74]
Unión con Dios
Dios es fuente de
nuestra existencia. Existir, para nosotros, es estar en relación
con esa fuente original, sumergirnos y renovarnos en ella. Quien
se pierde, en dicha fuente, se encuentra a sí mismo. La
autodonación a Dios es el hallazgo de sí.. Sólo en Dios
encontramos la verdad de lo que somos. Es la paradoja
evangélica: "Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien la pierda por Mí y por el Evangelio la encontrará".
San Agustín decía: "Hay algo en mí que es más yo que yo
mismo"; "entra en ti mismo, en el interior del hombre
habita la verdad"[75]. Para Santa Isabel de la Trinidad[76],
el centro del alma es la sede del amor y el lugar de habitación
privilegiado de Dios-Trino: "Cuando el alma posee un solo
grado de amor, está ya en su centro; pero cuando este amor haya
alcanzado su perfección, el alma habrá penetrado en su centro
más profundo" [77]
Una opción real y auténtica sólo es posible desde lo profundo
del alma, centro de la más perfecta libertad. En el propio
interior ocurre la unión de amor con Dios. Quien se entrega al
Espíritu de Dios y se deja guiar por Él, es libre.
La Inmaculada Virgen, al consagrarse, libremente, como esclava
del divino Amor, es ejemplar de esta unión humanizante, por la
que lleva, en su interior, al Autor de la vida.
"Libre, aunque
cautiva"
Se podría pensar que la adversidad exterior fuera un obstáculo
para esa libertad interior otorgada por el amor divino, pero no
es así. El amante San Pablo podía, paladinamente, decir:
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La
tribulación?, ¿la angustia?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?,
¿los peligros?, ¿la espada? (...) Pero en todo esto salimos
vencedores gracias a Aquel que nos amó" (Rom, 9,
35-37)[78].
Santa Teresa Benedicta también ha dado un testimonio en este
sentido. En la tercera parte de su manuscrito -en el que
continúa el comentario en torno a la obra de San Juan de la
Cruz- empieza a darnos algunos detalles de la mística vida de
unión entre el alma y Dios. Su tarea quedará inconclusa: aquel
2 de agosto, es solicitada, con urgencia, a la puerta del
convento. En este momento culminante de su vida, empezará a
conocer, como discípula de la Cruz, más de cerca, esta
sabiduría escondida, que le permitirá mantener su libertad de
espíritu en las circunstancias más adversas. Lo que no alcanza
a dejarnos patente en su obra escrita, queda en su vida.
Los SS han llegado. Sor Teresa toma consigo su breviario y dice a
su angustiada hermana: "¡Ven, Rosa! ¡Vayamos al encuentro
de nuestro pueblo!". Había pasado de la docencia
universitaria a la paz del Carmelo y de ésta, al aterrador campo
de concentración. Llamada a rendir indagatoria, saluda a sus
aprehensores con la expresión "¡alabado sea
Jesucristo!"[79]
Ambas hermanas fueron empacadas en un vagón de deportados. Su
expresión trasluce dolor, dignidad y serenidad. Procura infundir
alientos: -"Pase lo que pase, estoy dispuesta a todo. El
Niño Jesús está también aquí, en medio de todos
nosotros".
"Es fuerte el amor como la muerte,
implacable como el sheol la pasión
Saetas de fuego, sus saetas,
una llama de Yahveh" (Cant. 8,6) [80]
Se podrá recordar, años después, su bondad con los demás
prisioneros del campo de concentración: su atención particular
a las madres que desfallecían; su ternura con los niños
pequeños, a los que lavaba, peinaba y procuraba pequeños
alimentos. -"Hasta ahora he podido rezar y trabajar. Espero
que podré seguir rezando y trabajando", se la oyó
decir.[81]
"No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que
sufriendo verdaderamente el peso de la Cruz. Desde el primer
instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho
desde el fondo de mi corazón: Ave, o Crux, spes unica!"
[82]
*El mal uso de la libertad
El horror y la barbarie infringidas por unos hombres a
otros -el campo de exterminio es un trágico, aunque no único,
emblema- nos increpa, en últimas, acerca de nuestras
concepciones y modos de vida, algunos de ellos, acaso, aceptados
sin suficiente reflexión.
¡Cuántas veces resurge esta amenaza del mal -que puede
arraigarse, paradójicamente, en los mismos corazones- con sus
efectos inconmensura-bles en la vida de tantos, hasta el punto de
parecer impedir su realización personal integral!
Junto a todos los bienes de nuestra sociedad, también hay males
morales profundos -consecuencia del mal uso de la libertad-, que
reclaman atención. Lo constatamos a diario. En una misma semana,
por ejemplo, podemos recibir noticias acerca de la
desarticulación de una red de proxenetas y, por otra, la
solicitud de instauración de "zonas de tolerancia"; o,
encontrar, en un mismo Estado, la penalización por maltrato
infantil y, al mismo tiempo, la práctica "legal" del
aborto por decapitación, tras nacimiento parcial. En realidad, a
nombre de la libre determinación de los individuos y de las
colectividades, se efectúan discursos a favor de las más
disímiles causas. Los mismos actores de un conflicto armado
pueden invocar, de una u otra forma, propósitos de paz, de
libertad, de progreso...
Las palabras tienen su historia. Con el paso del tiempo, pueden
sufrir, más o menos, altibajos en su apreciación. Si
habláramos de ranking, hay algunas que lo mantienen alto, entre
ellas, precisamente, libertad y liberación. Pero, como vemos, a
nombre de la libertad, ¡cuántos atropellos pueden ejecutarse!
Se emplea, esta palabra con poca precisión, con poco rigor, sin
tomarla completamente en serio.
Todos apreciamos la libertad. Mas, es conveniente tener una
apreciación adecuada de ella. Hay, en nuestra sociedad, una
serie de elementos que refuerzan y dan difusión a determinadas
interpretaciones. Se invita, en muchas ocasiones, a cruzar la
puerta ancha de la permisividad y a dejar de lado la puerta
estrecha del discernimiento y de la renuncia[83]. Así, por
ejemplo, a través de los medios de comunicación masiva, puede
desarrollarse toda una estrategia de propaganda que pone el
énfasis en un consumo injustificado, como manifestación de una
pretendida autonomía.
* La influencia social y la comprensión de la libertad
En la sociedad, se implantan vigencias. Los usos
sociales que configuran nuestra vida -y la regulan y dan
facilidades- al mismo tiempo le quitan algo de espontaneidad y
autonomía. Encontramos presentes unos modos de vida familiar y
social. Recibimos, con ellos, una interpretación de la vida, del
mundo, de las relaciones interpersonales... Podría pensarse que
los comportamientos más usuales son los más adecuados a la
naturaleza humana. Pero esta identificación no es siempre
valedera.[84]
El riesgo está cuando aceptamos, de forma meramente pasiva, lo
dado por la sociedad, sin preguntarnos acerca de su
fundamentación, sin procurar darle sentido, simplemente
arrastrados por la corriente de lo acostumbrado. Dejamos que
nuestra vida sea configurada de fuera y renunciamos así a optar
personalmente, con íntima convicción. Libertad es lo que uno
puede querer personalmente, dice Julián Marías. Hay un uso
restringido de la libertad cuando no se decide adecuadamente, a
causa de coacciones externas o internas; cuando se hace algo
porque sí, porque se dice que está bien...
Hay vida social sana cuando los integrantes de la colectividad
afirman y ejercen su libertad. No la hay cuando unos cuantos se
aprovechan de los mayores recursos para manipular a los demás.
El mero cambio de estrategias políticas y económicas no basta
para aportar un remedio cierto. Se requiere llegar al meollo de
la moralidad individual, a la personalidad de cada cual, allí
desde donde se ejerce la libertad.
Octavio Rodríguez Sierra
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Notas
[1] La documentation catholique, n.2192, nov 15 de 1998,
p.955-956.
[2] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Imagen de la
Trinidad en la creación", en Ser finito y ser eterno
-ensayo de una ascensión al sentido del ser, traducción de
Alberto Pérez, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p.386
[3] Juan Pablo II, Homélie de la cérémonie de canonisation de
Sur Thérèse Bénédicte de la Croix, en La documentation
catholique, n.2192, nov 15 de 1998, p.955
[4] "Kreuzeswissenschaft -Studie über Johannes a
Cruce", in Edith Steins Werke, Band I, Herder, Friburgo i.
Br., 1950. En español: Ciencia de la Cruz -estudio sobre San
Juan de la Cruz, traducción de Lino Aquésolo, Monte Carmelo,
Burgos, 1994
[5] Biblia de Jerusalén, Porrúa, México, 1988, p. 1670
[6] Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes,
22, traducción de Gustavo Vallejo, Ediciones Paulinas, Bogotá,
1981, p.139
[7] cf. D'Ambra Michele, "Il mistero e la persona nell'opera
di Edith Stein -un itinerario alla recerca della verità-",
en Aquinas, v.34, n.3, 1991, 581
[8] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "La gloria de la
Resurrección", en Ciencia de la Cruz -estudio sobre San
Juan de la Cruz-, o.c., p. 253
[9] Tomo directamente la versión española: San Juan de la Cruz,
"Llama de amor viva", 78, en Obras completas, Monte
Carmelo, Burgos, 1982, p.1342
[10] Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción sobre
libertad cristiana y liberación 'Libertatis nuntius', 29, 1986,
http://www.multimedios.org/bec/etexts/libnun.htm
[11] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo
y la libertad", en Ciencia de la Cruz -estudio sobre San
Juan de la Cruz-, traducción de Lino Aquésolo, Monte Carmelo,
Burgos, 1994, p. 192
[12] San Juan de la Cruz, "Llama de amor viva", 78, en
o.c., p.1196
[13] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo
y la libertad", en o.c., p. 193
[14] Biblia de Jerusalén, Porrúa, México, 1988, p. 923
[15] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo
y la libertad", en Ciencia de la Cruz -estudio sobre San
Juan de la Cruz-, o.c., p. 215
[16] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Testamento",
en Los caminos del silencio interior, traducción de Andrés
Bejas y Sabine Spitzlei, Espiritualidad, Madrid, 1938, p.189
[17] cf. Clavell, Lluis, Necesidad de la Filosofía para la
Teología en la actualidad, Arvo Comunicación, Barcelona, 2000,
http://uvst.balmesiana.org/es/UVST.htm
[18] cf. Mt 23, 36-40
[19] cf. Santa Teresita del Niño Jesús, Carta a Sor María del
Sagrado Corazón, Manuscrito B, F3b, traducción de Emeterio G.
Setien, Monte Carmelo, Burgos, 1984, p.230
[20] cf. Confesiones, XIII, 10,1, Traducción de Antonio
Brambila, Ediciones Paulinas, SantaFé de Bogotá, 1985, p.
480-481
[21] cf. Marías, Julián, "San Agustín", en Los
estilos de la Filosofía, Renato de Moraes, Madrid, 2000,
http://www.hottopos.com/
[22] cf. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción
sobre libertad cristiana y liberación 'Libertatis nuntius', 25,
1986, http://www.multimedios.org/bec/etexts/libnun.htm
[23] cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et
Spes, 37,2, Ediciones Paulinas, Bogotá, 1981, p.150
[24] cf. Juan Pablo II, Homélie de la cérémonie de
canonisation de Sur Thérèse Bénédicte de la Croix, en
La documentation catholique, n.2192, nov 15 de 1998, p.955
[25] cf. Zubiri, Xavier, "La personalidad como modo de
ser", en Sobre el hombre, Alianza, Madrid, 1986, p.135
[26] cf. Zubiri, Xavier, "La personalidad como modo de
ser", en o.c., p.148
[27] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo
y la libertad", en Ciencia de la Cruz, o.c., p.189
[28] cf. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción
sobre libertad cristiana y liberación 'Libertatis nuntius', 26,
1986, http://www.multimedios.org/bec/etexts/libnun.htm
[29] Ingarden, Roman, Il problema della persona umana. Profilo
filosofico di Edith Stein, Il Nuovo Areopago, Bologna, 1987,
n.21, p.33. Citado por D'Ambra, Michele, "Il mistero e la
persona nell'opera de Edith Stein", en Aquinas, v.34, n.3,
1991, p.583.
[30] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Die Phänomenologie
Husserls und die Philosophie des hl. Thomas von Aquino, Halle
a.d. Salle, Max Niemeyer Verlag, 1929, p. 320. Citado por
kalinowski, Georges, "Edith Stein et Karol Wojtyla sur la
personne", en Revue Philosophique de Louvain, v.82, n.56,
1984, p.547
[31] Festschrift, Edmundo Husserl zum 70. Geburtstag gewidmet,
Halle, Niemeyer, 1929, p. 315 s, en Santa Teresa Benedicta de la
Cruz, "Prólogo a la edición en alemán", en Ser
finito y ser eterno -ensayo de una ascensión al sentido del ser,
traducción de Alberto Pérez, Fondo de Cultura Económica,
México, 1996, p.13, nota a pie de página.
[32] cf. Bello, Angela, "Psicologia, fenomenologia, scienze
umane in Edith Stein", en Aquinas, Pontificia Università
Lateranense, Mursia, v.40, n.1, 1997, p.59
[33] Der Aufbau der Menschlichen Person, Archivum Carmelitanum
Edith Stein, in Zusammenarbeit mit der niederländischen und der
deutschen Ordensprovinz der Unbeschuchten Karmeliten, Band XVI,
Herder, Freiburg-Basel-Wien, 1994. Edición en español: La
estructura de la persona humana, traducción de José Mardomingo,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1998.
[34] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "La antropología
como fundamento de la pedagogía", en La estructura de la
persona humana, o.c., p.47
[35] cf. Ibidem
[36] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "La
antropología como fundamento de la pedagogía", en La
estructura de la persona humana, o. c., p.55
[37] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Imagen de la
Trinidad en la creación", en Ser finito y ser eterno, o.c.,
p.383
[38] Ibidem, p.59
[39] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Psicologia e science
dello spiritu, Città Nuova, Roma, 1996, p.57. Comentada por
D'Ippolito, Bianca Maria, "L'analisi fenomenologica
dell'anima", en Aquinas, Rivista Internazionale di
filosofia, Pontificia Università Lateranense, Mursia, v.40, n.1,
1997, p.63
[40] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Prólogo a la
edición en alemán", en Ser finito y ser eterno, o.c.,
p.14-17
[41] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Resumen del
concepto de forma", en Ser finito y ser eterno, o.c.,.
p.246.
[42] Ibid., p.249
[43] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Materia y cosa,
materia y espíritu", en Ser finito y ser eterno, o.c., IV,
3, t, p.234-235
[44] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El hombre como
animal", en La estructura de la persona humana, o.c.,
p.96-97
[45] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Segundo grado:
seres vivientes, cuerpo-alma-espíritu como formas fundamentales
del ser real", en Ser finito y ser eterno, o.c., IV, 4, h,
p.262
[46] cf. Diccionario Teológico-enciclopédico, Verbo Divino,
Navarra, 1996, p. 763
[47] "Decimos": lo expreso en plural ya que, tal como
destaca el Catecismo, "nadie puede creer solo".
"Creemos" se refiere a la "fe de la Iglesia
confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más
generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes".
Catecismo de la Iglesia Católica, 166-167, Asociación de
Editores del Catecismo, Barcelona, 1993, p.46-47
[48] Con respecto a la Trinidad, no nos referimos a soportes o
hipóstasis de accidentes algunos, sino que empleamos estos
términos en el sentido de subsistencias
[49] cf. Zubiri, Xavier, "La Trinidad", en El problema
teologal del hombre: cristianismo, Alianza, Madrid, 1997, p. 122
[50] cf. Instituto Internacional de Teología a Distancia,
"Conceptos fundamentales de la teología trinitaria",
en Dios Uno y Trino, IITD, Madrid, 1989, p.312-324
[51] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Imagen de la
Trinidad en la creación", en Ser finito y ser eterno, o.c.,
p.371
[52] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Imagen de la
Trinidad en la creación", en Ser finito y ser eterno, o.c.,
p.380
[53] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "Imagen de la
Trinidad en la creación", en Ser finito y ser eterno, o.c.,
p.380
[54] La realidad de algo consiste en que haya notas que
pertenezcan a la cosa "de suyo", o sea, que no sean
sólo signos de respuesta. Cf. Zubiri, Xavier, "La realidad
humana", en El hombre y Dios, Alianza, Madrid, 1983, p.18
[55] cf. Zubiri, Xavier, "La Trinidad", en El problema
teologal del hombre: cristianismo, o.c., p.122
[56] cf. Zubiri, Xavier, "La realidad humana", en El
hombre y Dios, o.c., p.39
[57] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, o.c., p.377
[58] cf. Zubiri, Xavier, "El carácter del diálogo",
en El problema teologal del hombre: cristianismo, o.c., p.35
[59] cf. Zubiri, Xavier, "El acceso a Dios en Cristo",
en El problema teologal del hombre: cristianismo, o.c., p.67
[60] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, o.c., p.378
[61] cf. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción
sobre libertad cristiana y liberación 'Libertatis nuntius', 30,
1986, http://www.multimedios.org/bec/etexts/libnun.htm
[62] cf. Zubiri, Xavier, "El carácter del diálogo",
en El problema teologal del hombre: cristianismo, o.c., p.35
[63] cf. San Buenaventura, III Sententiarum, d.5, a.2, q.2, ad 1,
Citado en Merino, José, "Antropología fundamental en San
Buenaventura", en Verdad y Vida, 1974, n.128, p.445-478
[64] cf. Zubiri, Xavier, "El problema teologal del
hombre", en Siete ensayos de antropología filosófica,
Universidad de Santo Tomás, Bogotá, 1982, p.175-187
[65] cf. Zubiri, Xavier, "La realidad humana", en El
hombre y Dios, Alianza, Madrid, 1983, p. 372-373
[66] cf. Merino, José, "Dios como problema y
solución", en Historia de la filosofía franciscana,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1993, p.73-84
[67] Gil, Eduardo, "Ahora que son las doce", en Revista
Vida Espiritual, n.128-129, p.105
[68] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma en el reino
del espíritu y de los espíritus", en Ciencia de la Cruz,
o.c., p.179
[69] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma en el
reino del espíritu y de los espíritus", en Ciencia de la
Cruz, o.c., p.181-182
[70] Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo y la
libertad", en Ciencia de la Cruz, o.c., p.187
[71] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo
y la libertad", en Ciencia de la Cruz, o.c., p.189
[72] cf. Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción
sobre libertad cristiana y liberación 'Libertatis nuntius', 30,
1986, http://www.multimedios.org/bec/etexts/libnun.htm
[73] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, "El alma, el yo
y la libertad", en Ciencia de la Cruz, o.c., p.193-195
[74] cf. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Exaltation of the
Cross, September 14, 1941, ICS Publications,
www.ocd.or.at/ics/edith/stein_20.html
[75] cf. Daniélou, Jean, "La Trinidad y el alma", en
La Trinidad y el misterio de la existencia, traducción de José
Bescós, Ediciones Paulinas, Madrid, 1969, p.30-32
[76] Carmelita descalza, 1880-1906.
[77] Santa Isabel de la Trinidad, citada por Philipon, M,
"La habitación de la Trinidad", en La doctrina
espiritual de sor Isabel de la Trinidad, Gómez L, Pamplona,
1957, p.93
[78] Biblia de Jerusalén, Porrúa, México, 1988, p. 1622
[79] cf. Gil, Eduardo, "Ahora que son las doce", en
Revista Vida Espiritual, n.128-129, p.109
[80] Biblia de Jerusalén, Porrúa, México, 1988, p.923
[81] cf. Gil, Eduardo, "Ahora que son las doce", en
Revista Vida Espiritual, n.128-129, p.117
[82] Telegrama de Edith antes de su traslado a Auschwitz, en Gil,
Eduardo, o.c., p. 118
[83] Juan Pablo II, Homélie de la cérémonie de canonisation de
Sur Thérèse Bénédicte de la Croix, en La documentation
catholique, n.2192, nov 15 de 1998, p.955
[84] cf. Marías, Julián, "La moralidad colectiva", en
España posible del siglo XXI, Sylvio Horta, Madrid, 1998,
http://www.hottopos.com/notand2/la_moralidad_colectiva.htm A él
sigo en toda esta sección.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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