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Error y culpa.
El uso y abuso del lenguaje puede tener consecuencias morales. No es solo un problema comunicacional, sino estrictamente moral y por lo mismo con algunas consecuencias sociales
No es lo mismo decir, ante un traspié
involuntario: Me equivoqué, perdona, que decir: Esto se hace de
todos modos, porque yo lo digo, lo quiero o lo mando. En el
primer caso se trata de un error de inteligencia. En el segundo
se asume la responsabilidad y si esta es de consecuencias malas,
se trata de una culpa. El error es una deficiencia de la
inteligencia, mientras la culpa es una falla de la voluntad.
Mientras el primero está en el ámbito de lo mecánico, la culpa
está en el ámbito de la libertad mal dirigida.
Ni la naturaleza, ni los animales, ni las máquinas hechas por el
hombre, se equivocan y menos aún incurren en culpa. El que se
equivoca y el culpable es solamente el hombre, que actúa bajo el
ámbito de la inteligencia y de la voluntad libre.
Una máquina bien hecha no se equivoca nunca, mientras permanece
idéntica a sí misma. Tampoco tendrá culpa, porque, puesta en
operación, necesariamente actuará de acuerdo a lo programado y
jamás operará al margen de sus leyes inmutables.
Los animales, por la misma razón ni se equivocan, ni tienen
culpas. Sus "máquinas" de más alta precisión que las
fabricadas por el hombre, funcionan a la perfección, cuando
tienen todo aquello que su naturaleza requiere para ser tal. A lo
más, podriamos aceptar que un animal deficiente fisicamente,
operará en forma deficiente, de acuerdo con su limitación
actual. Los conceptos de error y de culpa son exclusivamente
humanos.
La velocidad de las comunicaciones humanas han precipitado muchos
modos de lenguaje incorrectos: Uno de ellos es el que se refiere
a la confusión cada vez más frecuente entre error y culpa.
Hasta el punto que en algunos medios ya no se usa la palabra
culpa. Solamente se habla de errores. Se presentan errores
tácticos, políticos, académicos, hasta religiosos. Hace un
tiempo que se nos viene presentando como errores actos tan
diferentes como el perjurio de un presidente, el ataque a Bagdad
de tropas angloamericanas o de Rusia a Chechenia, la no
inhibición de un Lord inglés en un juicio reciente o la postura
de ciertos psicópatas, violadores o asesinos. En una u otra
forma se presentan actos como estos desde la connotación de
error. Más aún, la palabra culpa pareciera haberse desterrado
del vocabulario común de los comunicadores, como si se tratara
de un antiguo tabú solo pronunciable por mentes
fundamentalistas.
Una primera y burda consecuencia de esta no diferenciación es
que se termina por justificar cualquier conducta, eximiendola
siempre de toda culpa, porque solamente se la tilda de error, ya
sea de advertencia, de desconocimiento, de formación, de
información, de inclinación natural irresistible.
Esta conducta verbal puede tener alguna explicación semántica
que nos hace rememorar el espíritu freudiano o el temperamento
biologista muy de actualidad, que evita reconocer en el ser
humano cualquier tipo de responsabilidad moral. De acuerdo a
estas dos fuentes psico-biológicas, el hombre no sería nunca
responsable de sus actos, ya que estos procederían de los
influjos mecánicos de una educación impuesta por una sociedad
malvada. El pobre humano, siguiendo la tesis rousoniana no sería
sino un ángel de paz sometido a la tortura de una sociedad
endemoniada. Si hubiera que reconocer alguna culpa, esta sería
de la sociedad, nunca del sujeto individual, personal. La
sociedad, el sistema, la clase, el Estado, la Iglesia, el Partido
serían los culpables. El hombre, solamente un error. ¡Pobre
hombre oprimido por las fuerzas cósmicas que lo rodean, que lo
impulsan, que lo aprisionan y lo condenan! ¡Pobre hombre,
condenado a multitud de errores por obra y gracia de la
naturaleza, unica culpable!
Al pensar de esta manera, aparece en la historia un hombre nuevo
que evadirá todo tipo de culpa Es la persona que jamás reconoce
falta, pecado o culpa, tres sinónimos de la misma realidad. Son
los humanos que nunca se arrepienten de nada. Más aun, nunca se
podrían arrepentir, puesto que nunca cometen otra cosa que
errores. O sea, ellos pueden equivocarse, pero jamás ser
culpables de nada.
El significado exacto de la palabra error o yerro dice referencia
a un acto involuntario, fortuito, no buscado ni querido. Hablamos
de error en el sentido de equivocación involuntaria,
inadvertida. En cambio el diccionario de la lengua reserva la
palabra culpa para referirse al acto voluntario malo, que es
percibido racionalmente por el sujeto, pero que es llevado a cabo
a impulsos de la voluntad libre del sujeto. Error se predica,
entonces, de lo no culpable, mientras atribuimos culpa a quien
conscientemente realiza una acción, a sabiendas que es perversa.
Aplicando fielmente el sentido correcto de las palabras tendremos
que decir que un empresario que defrauda a sus clientes, que
evade los tributos, que burla el derecho de sus proveedores o de
sus trabajadores no es una persona de la que se predique que
comete errores. Simplemente decimos de ella que es deshonesta,
que es culpable, que comete dolo o en términos teológicos, que
comete pecado.
Lo mismo diremos del político que en su acción evade la
responsabilidad, engaña a sus electores, miente por
conveniencia, vota por orden de partido contra su conciencia,
lejos de ser una persona que comete errores, es simplemente un
sujeto que actúa inmoralmente. Nada de errores. Sencillamente,
culpa.
Cuando en el lenguaje común diluimos la culpa, sustituyendola
por el error, estamos afirmando una categoría que no es
correcta. Al error, error y a la culpa, culpa. Así nos
entendemos mejor. Y hay que hacerlo, entre otras cosas para que
las generaciones jóvenes que hoy se forman, no tengan que hacer
el doble esfuerzo de conocerse y conocernos a la luz de la verdad
y no a la luz de las apariencias.
Por lo demás, qué cosa más humana que el reconocerse culpable,
si ello es prueba de nuestra condición de seres inconclusos,
abiertos a la perfección, pero imperfectos al fin. SI acentuamos
demasiado el sentido del error, estaremos cayendo en una
autentica necedad, que eso es lo que significa el yerro. Una
falla de conocimiento, de advertencia. Necio es aquel que no sabe
y por eso yerra.
O sea que si solo erramos es porque somos necios. SI nos
encontramos culpables, es simplemente porque nos reconocemos
hombres, en camino de perfección y no en la meta de lo
absolutamente perfecto.
Jesus Ginés Ortega.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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