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Me urge la paradoja.
El patrimonio nacional no es solo material
Si digo que hay que acabar con La
Alambra, con el Pórtico de la Gloria, Con el Escorial, con
Catedrales como León, Burgos, Toledo, con el Acueducto de
Segovia, con los Toros de Guisando, con el románico de Tahull,
con la visigótica Cangas de Onís, con las murallas de Lugo y de
Ávila de los Caballeros, me llamarán salvaje con toda la
razón; paranoico destructor de la historia. Enemigo de España y
de la Humanidad.
¿Y si se destruye, se entierra, se silencia la cultura y la
época que levantaron esos monumentos? ¿Y si olvidamos San
Quintín o Rocroi, las gigantes palabras de Jorge Manrique, del
Infante Juan Manuel, del Poema del Cid, del Romancero, de Juan
del Encina, de Garcilasso, de Boscán, de Hernando de Acuña, de
Lope, Cervantes, Calderón, Quevedo, Gracián, Bernardo López,
Manuel José Quintana, Urrutia, Foxá, Dámaso Alonso, Ridruejo,
Manuel Machado, Luis Rosales...? ¿Si no recordamos las letras de
nuestros himnos familiares o la vibración heroica del Sitio de
Zaragoza? ¿Cometemos pecado, nos portamos como salvajes
paranoicos? Porque el alma de España, el alma de los tiempos
está ahí y se le niega a la generación más joven.
¿Por quién? Por españoles electos, de cualquier color o de
todos. Por el poder que lucha contra la memoria y la verdad. La
paradoja de proteger la piedra, "porque esa ya no
siente" y negar el alma, la gigante espiritualidad de la
Patria, el rastro de los que nos precedieron.
"¿De que sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde
su alma?"
Arturo Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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