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La soberbia, el pecado diabólico.
"Sit tibi copia sit sapientia formaque detur, inquinat omnia sola superbía, si comitetur" (sean tu gozo la sabiduría y la belleza, pero guárdate de la soberbia, que puede empañarlo todo)
Hay gente soberbia. Insoportablemente
autorreferente. Repelente. Prepotente. Creída. Todos estos
apelativos corresponden a aquellas personas que son objeto del
más violento rechazo por parte de Dios y de los hombres. Parece
que este pecado, junto a la mentira, tenga una relación directa
con el orden de lo diabólico. Es que la soberbia es reconocida
como el primero y fundamento de los pecados capitales. Es la
actitud que encabeza todo pecado. El soberbio es aquel que tiene
un amor desordenado hacia sí mismo, una especie de adoración de
la propia excelencia, que normalmente lleva consigo el desprecio
olímpico por los demás.
Super y bios, sobre la vida, sobre toda vida, superior a
cualquier existencia, incluyendo entre estas la aceptada o no
existencia de Dios. La suprema soberbia es diabólica. Es o fue
el pecado de Satanás y sus seguidores, en el mundo de los
ángeles. Es el supremo pecado en el mundo de los hombres.
Como en todas las experiencias malignas del hombre esencialmente
libre, es en la Sagrada Escritura donde mejor aparece su
descripción, sus raíces y también sus consecuencias. ¡Ay de
los soberbios!. Es la expresión bíblica que más estremece las
páginas del Antiguo y del Nuevo Testamento, empezando por
advertir que es un pecado que alcanza al mismo tiempo a Dios y al
hombre como referentes: "La soberbia es odiosa al Señor y a
los hombres, y contra ambos peca quien comete injusticia"
(Eclo.10,7). Su principio es "apartarse de Dios y alejar de
su Hacedor su corazón" (Eclo.10,14) y su fin es que
"el Señor arranca de raíz a los soberbios y planta en su
lugar a los humildes" (Eclo.10,18). Es la misma expresión
que hace cantar a María en el Magnificat la exaltación de los
humildes y el descalabro de los soberbios (Lc. 1,51)
Se plantea así este vicio capital como la base de todo pecado y
de todo desorden vicioso. Pecado contra Dios y contra el hombre
Es la reprochable actitud del que se presenta como superior a
todo y a todos. A consecuencia de esta postura, recibe el
reproche no sólo de Dios sino también de los hombres. Aparece
como una señal visible que pronostica la actitud agresiva y
violenta del hombre. El salmista (Ps.73,6) propone la semejanza
de" una especie de collar que ciñe al hombre y tiene como
vestido la violencia".
Jesucristo, que pocas veces en su vida pública muestra un
espíritu de confrontación, ante la soberbia de los escribas y
fariseos actua con evidente indignación. Todo el capítulo 23 de
San Mateo es un muestrario del sentir del Maestro ante los
prepotentes fariseos. "Ay de vosotros escribas y fariseos
hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos!
Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren
entrar" (Mt.23,13ss)
Una vez más es Tomás de Aquino, quien ilumina nuestra
reflexión sobre este capital pecado que tan fácilmente ataca a
los que compartimos algún tipo de responsabilidad o conducción
de hombres. Distingue el doctor angélico (II-II q.162) cuatro
modos de expresarse la soberbia en el pecador: La primera se
refiere a la atribución excluyente que el hombre se hace a sí
mismo de lo que no es otra cosa que un don de Dios. Si todo lo
que tenemos, es recibido del creador, ¿cómo puede el hombre
atribuirse propiedad exclusiva y excluyente?. En segundo lugar,
es que el hombre llega a pensar y actuar como si los dones que
posee los tuviera por mérito propio, sin concurso de nada y de
nadie. Sería el conocido axioma que a veces la publicidad ha
hecho más conocido. "porque yo lo merezco". En tercer
lugar, el aquinate apunta que hay soberbios que lo son a pesar de
que no tengan razones para jactarse. Es decir, son aquellos que
alardean de lo que no tienen, como si lo tuvieran, de ser lo que
no son. Estos, además de soberbios, son mentirosos y fatuos o
engreídos. Finalmente está el modo perverso de quien al
presumir de lo propio, sea que lo posea o sin poseerlo, lo hace
para humillar a los otros, despreciándolos como inferiores.
Los cuatro modos pueden aparecer unitariamente o en conjunto en
la misma persona, en distintas etapas de su vida. En todos ellos,
la soberbia es un verdadero repelente para los hombres normales,
los que son capaces de reconocerse finitos, imperfectos,
pecadores. El soberbio es, realmente, el personaje más repulsivo
de la humanidad. Y esto que es percibido naturalmente por los
hombres, está asegurado fuertemente por el mismo Dios que
rechaza siempre al soberbio y acoge siempre al humilde.
Hay que hacer una pequeña pero importante distinción entre el
soberbio y el vanidoso. Este último no es sino un aprendiz de
aquel. De ahí que la vanidad no pueda ser equiparada a la
gravedad de la soberbia. El mundo está lleno de vanidad y por
tanto de vanidosos. "Vanidad de vanidades y todo
vanidad", exclama el Qohelet en el libro sagrado que lleva
su nombre o también conocido como Eclesiastés. En realidad, la
vanidad, tan común, es solo una mala copia, un remedo, una
simple torpeza con visos de soberbia, pero que no alcanza. Hay
quien asegura que el vanidoso es un soberbio que no se atreve, o
que no puede.
Jesús Ginés Ortega.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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