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De vampiros y "gays".
La literatura, desde los autores clásicos hasta los "bestsellers", y el cine reflejan una relación continua y enfermiza.
El vampiro es quizá el monstruo que más
éxito ha tenido en el imaginario popular, mucho más allá del
folklore balcánico y de la literatura. Y esto es porque el
vampiro representa el Mal en su pureza, que es la seducción, no
la fuerza. A diferencia de los otros monstruos, pese a la
transformación ocasional en lobo o murciélago, las novelas y el
cine han consagrado a un conde Drácula elegante, sofisticado y
seductor; Bela Lugosi y Christofer Lee. Algo más cercano al mito
original, que se hunde en toda la mitología europea, es el feo
Nosferatu, calvo y con dientes frontales, no colmillos, motivado
porque la viuda de Stoker no cedió a Murnau los derechos para la
versión cinematográfica, rodeada de leyenda en cuanto al
protagonista, por lo que el magnífico cine alemán de
entreguerras modificó los atributos del mito, reinterpretado
luego por Klaus Kinski.
Aunque hay muchos tipos de vampiros, todos ellos pertenecen al
orbe de lo demoniaco. Su aspecto físico era, originalmente
repulsivo, que se sofisticó merced a la literatura. Bram Stoker,
que tuvo relaciones con una sociedad secreta llamada "Golden
Dawn", Aurora Dorada, de Alister Crownley, un curioso
personaje a caballo entre el esoterismo, cierta masoneria,
libertino y agente inglés, que pasó por España en 1919 en
compañía de algún escritor gallego..., el asunto es que la
presentación atractiva y digna de conmiseración del vampiro
consagrado, ya veremos que nos es la de 1897 su primera
aparición literaria, responde a una maldición amorosa y vital,
a un desafío a Dios, donde cabe, y no es teológicamente
desatino, una cierta redención de amor. Hasta el mismo Lucifer
tiene esa oportunidad.
El mérito del autor irlandés fue asociar el vampirismo, un
arquetipo eterno, con el personaje de Vlad Tepes, Draculea, el
hijo del Dragón, un voivoda valaco, vasallo de Hungría, y
enemigo jurado de los turcos, hacia el s.XV.
Dicho príncipe, estuvo de rehén en Estambul con sus hermanos,
de adolescente. Como le pasó a Lawrence de Arabia, fue objeto de
determinados abusos, habituales en el mundo oriental. Los mismos
que le costaron la vida en Córdoba al niño mártir S. Pelayo.
Los hermanos de Vlad le cogieron gusto, y renegaron, sirviendo
luego a la Sublime Puerta contra el Imperio. Pero Vlad, el
empalador, fue conocido así por el método de su venganza,
sugerido por los propios otomanos. En contraste con su éxito
mediático, en Rumania, Ceaucescu hizo de él un héroe nacional.
El primer vampiro es de Polidori. El beaux tenébreux
nació en 1816, la misma noche que el monstruo de Frankestein,
aunque su genealogía sea muy otra. Polidori era en secretario de
Byron. Ambos tenían una tormentosa relación con el matrimonio
Shelley. El Romanticismo en su estado más puro, orgiástico y
decadente. Mary Shelley se inspira en los mitos de Prometeo y del
Gollem.
Este último es un objetivo cabalístico, mágico-judío, en el
que un rabino o alquimista da vida a un hombre de barro mediante
palabras ocultas en él escritas. La soberbia de querer "ser
dios", enseñoreando la vida, del homúnculo de los
alquimistas a la experimentación con embriones, ser creador de
vida y muerte, es un continuum del hombre.
Trozos de cadáver y electricidad para uno, cigotos y
congelación de embriones para otros, no hay tanta distancia
entre la fantasía y la actual realidad.
Polidori, como bien esxplica Jesús Pacios, se inspira en Byron
para su Lord Ruthven, pues el tuberculoso y aristócrata poeta
encarnaba el romanticismo libertario y faústico del vampiro.
Hay otro mito judío distinto del anterior; el mito de la
sangre=vida, presente en el literalismo bíblico bien diferente a
la transubstanciación eucarística, como tristemente sabemos en
el caso de algún "testigo de Jehová".
La "limpieza de sangre" es un mito veterotestamentario
que, por paradoja histórica, se volvió contra el pueblo que lo
arguyó. El degollamiento ritual del cordero pascual, y del
algún niño excepcionalmente, como los santos de La Guarda y
Trento.
La sangre es lo que roban los vampiros, en segundo de los cuales,
quizá sea, el protagonista de "la hermosa
vampirizada", que no he podido leer. En este caso Dumas lo
sitúa en Polonia. No es casualidad, porque la Galitzia polaca,
como en Galicia, es tierra donde deambularon una especial
variante de "sacamantecas", "o home de
sangue". Un comisario retirado, Francisco Paradela, ha
estudiado estos casos.
Como Byron lo habría hecho, Oscar Wilde celebró Drácula como
un cumbre literaria. Y es que los personajes de la noche, que
empezaba a cobrar vida con la aparición del gas y la
electricidad, son los bohemios, los poetas malditos, los
consumidores de drogas y los homosexuales.
Wilde era condenado judicialmente al tiempo que el Conde es
decapitado novelescamente. Todo lo prohibido se da la mano en la
seducción de lo morboso.
Lord Ruthen es un seductor sádico, como el teorizante y no sólo
ejerciente Marqués de Sade. Juan Velarde ha estudiado la
conexión entre los libertinos sexuales, como éste y Casanova y
la Revolución ideológica de fines del XVIII.
Por eso Sade estaba en la Bastilla vísperas de su asalto. Gilles
de Rais le superó en mostruosidad infanticida y pederasta, en su
descargo hay que decir que fue ¡el alférez de Santa Juana de
Arco!. Las Snuff movies, son la actualización de tales
inclinaciones, donde el placer propio es el dolor ajeno.
Un monstruo puede ser femenino, más temible cuanto más bello.
Hasta llamamos vampiresa a la femme fatale. Desde La
novia de Corinto, balada de Goethe de 1797, la mujer puede
ser mortífera por sus excesos. Pero la versión más morbosa es
la sáfica.
Camilla nace en 1871. Desde Gautier a Le Fanu, incluso
Stephen King, se insiste en este punto.
El precedente es también histórico. La condesa húngara
Elizabeth Báthory, conservaba su asombrosa belleza, en el s.
XVI, al parecer, bañándose en sangre de niñas y doncellas.
Al menos hasta que la Inquisición puso coto a esa línea
cosmética. Valentine Penrosa ha escrito su biografía, la
condesa sangrienta. El realizador francés Jean Rollin se
inspira en esa línea en 1993 en Les deux orphelines vampires.
Últimamente el cine y la literatura ofrecen muchos vampiros, a
veces buenos. Alguna vez en dr. Van Helsing termina derrotado, o
vampirizado.
Para los niños hay un "pequeño vampiro" por hay la
mar de identificador. Los actores siempre han sido atractivos, de
Logosi a Christofer Lee, Frank Langella, Gary Oldman, aunque el
de Coppola empieza con el aspecto envejecido y feo. Es una
versión bastante fiel a la novela.
Tom Cruise, Lestat en Entrevista con el vampiro, retoma
el barniz gay inaceptable en un drácula que se precie.
El midas de la novela Stephen King asocia el vampirismo con
Salem´s Lot, lo que es un error históricamente y un acierto
comercial. Pero la que pega ahora es Anne Rice, la autora del
guión para Tom Cruise. En varias novelas la autora reasocia el
vampirismo con la drogacción, el rock y el sida.
Y es que el sida es al vampirismo algo así como la hidorfobia a
los hombres lobo, un mal real asociado a uno mítico.
Un atractivo portador que contagia a conciencia, como se conocen
casos asombrosos en EEUU, ¿qué es si no un vampiro en sus
efectos?. La maldición y la transmisión.
La escritora retoma también elementos que la relativamente
morigerada factoría londinense Hammer en los sesenta limitaba en
los duelos entre los dos Christofer; Van Helsing , Plumber, y
Drácula, Lee.
Satanismo, orgías, lesbo y sade. El vampiro a veces se convierte
en un héroe, eso sí, amanerado y rosa.
En La música de los vampiros, de Poppy Z. Brite, estos
son teenager maricas y violentos. La absenta se une a otras
drogas. Pero lo peor es que estos tipos juveniles hacen el mal
sin saberlo, porque, a diferencia de su señor de la noche, no
quieren transgedir norma alguna, pues las desconocen. Por eso no
comprenderían bien una "misa negra", salvo por
sacrificar a alguien, por que ignoran la blanca.
La búsqueda de "más", la experimentación con lo
morboso, la rebeldía contra los modelos tradicionales, el
predominio de las pasiones enfermizas, la adaptación de la norma
a los apetitos, son una metáfora permanente del ser humano.
El "lado oscuro" no es sólo cosa del conde transilvano
o del lord de Stars war . Está en todos los humanos.
Tanto el chupasangre rumano, el Lucifer de Milton como el cura
gay contumaz de Huelva, son patéticos desdichados que pueden , y
deben, ser perdonados, pues llevan el castigo ya en las llamas
del propio infierno.
Y la verdad, el bien, la belleza y la familia prevalecerán,
aunque haya que usar la estaca a veces en los ataudes.
Javier Güerri.
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