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El prodigio andaluz: todo es actual y a la vez viejisimo.
"Casi todo lo que se dice ahora por los que pretenden interpretar políticamente a Andalucía se puede "datar" y data de unos pocos decenios, tal vez de poco más de dos docenas de años: algo que nada les hubiese dicho a los andaluces que han hecho Andalucía siglo tras siglo, y que están ahí en el presente, dándole su tremenda realidad"
Probablemente Andalucía es, de todas las
porciones que integran España, la que tiene más acusada e
inconfundible personalidad, y más inmediata complacencia en sí
misma; ha existido lo que se puede llamar
"andalucismo", aunque alguno de los más finos y hondos
andaluces hayan desconfiado de él. Por ejemplo, Antonio Machado.
"Según eso, amigo Mairena -habla Tortólez en un
café de Sevilla-, un andaluz andalucista será también un
español de segunda clase. En efecto -respondía Mairena-: un
español de segunda y un andaluz de tercera".
Andalucía produce una impresión de elegancia. Ha sido tan
activamente española, que toda España parece andaluza. El
andaluz se inserta en España apaciblemente a través de
Andalucía, sin que se le ocurra siquiera que las cosas pudieran
ser de manera distinta. Y eso, no se olvide, con una conciencia
tan aguda como justificada de ser "diferente"; más
aún, de ser "único".
Andalucía ha "invitado" a todos los españoles a
participar en su expresión original; y así ha conseguido la
interpretación andaluza de España entera. La sustantividad de
Andalucía ha permanecido a lo largo de siglos, desde mucho antes
que España, y ha cruzado distintas formas históricas y
culturales, manteniendo un núcleo persistente a través de
fenicios y romanos, visigodos y árabes, beréberes y
castellanos. Andalucía ha ido aceptando- creo que
ilusionadamente- los destinos que la historia le ha ido
proponiendo; por eso hace muchos siglos que, diferente y segura
de sí misma, con gentil compás de pies , se incorporó a ese
destino común de la gente española.
Ultimamente han ocurrido varios cambios en el tratamiento de
Andalucía. Tengo la impresión de que la mayoría son
superficiales y casi siempre originados fuera de Andalucía. Ha
empezado a querer olvidarse la soberana belleza de Andalucía,
esa belleza intrínseca de todo lo andaluz. Ha habido una
manifiesta voluntad de reducirse a los aspectos negativos de
Andalucía. Se ha intentado hacer una Andalucía lamentable,
lacrimosa, subsidiada, tan de pandereta como la que siempre nos
había exasperado; la única diferencia es que esta nueva
pandereta lleva crespones negros.
El espesor histórico de Andalucía es fabuloso, entre dos mil y
tres mil años, según las comarcas o ciudades. El prodigio
andaluz es que todo es actual y a la vez viejísimo, inmemorial.
Sin embargo, casi todo lo que se dice ahora por los que pretenden
interpretar políticamente a Andalucía se puede
"datar" y data de unos pocos decenios, tal vez de poco
más de dos docenas de años: algo que nada les hubiese dicho a
los andaluces que han hecho Andalucía siglo tras siglo, y que
están ahí en el presente, dándole su tremenda realidad.
Andalucía ha tenido siempre una complacencia abierta en sí
misma. Abierta, porque invita a todos a participar en su
placentera realidad y tiende a derramarla fuera de sí misma.
Andalucía ha estado siempre encantada de su condición (aunque
no de su situación); de lo que era, aunque estuviera descontenta
de cómo le iba.
Se está ensayando una interpretación plañidera de Andalucía,
que no se limita a reconocer sus males, pasados o presentes, sino
que olvida sus prodigiosas calidades, sus valores, sus recursos
fabulosos. Con pretexto de lo que le falta, se hace almoneda de
lo que tiene; y sobre todo de lo que es.
A nadie que se haya vuelto a Andalucía con amor e inteligencia
se le han pasado por alto sus limitaciones, sus estrecheces, sus
males, a veces angustiosos. Añádase a esto que Andalucía no ha
actuado unitariamente casi nunca; de cada provincia se ha apelado
a un Madrid distante y no muy enterado. La recuperación de la
personalidad unitaria de Andalucía parece esencial, condición
de su prosperidad. Es menester que el andaluz, ante cualquier
cuestión perentoria, tienda la mirada alrededor, por toda la
extensión de Andalucía, y busque en ella los recursos, la
inspiración, la fuerza. Es esencial conseguir la movilización,
no ya de toda Andalucía, sino de todos los andaluces. En una
palabra, la condición capital es la integración de Andalucía.
Es esencial que nadie sea desalentado; que no se prescinda de
nadie. Por eso es esencial evitar todo negativismo, toda
propensión al vinagre. Si Andalucía quiere tomar su
personalidad global y afirmarla, con ello adquiere un compromiso
de no pasar por movimiento mal hecho, de no tolerar la
corrupción, la chabacanería, la indolencia, el desaliño. Es
decir, no bastará con ser andaluz "de hecho" y de
cualquier manera, sino de tal modo que la conducta de cada uno
sea digna de esa pretensión, de esa afirmación.
Y, por supuesto, tal exigencia excluye el aldeanismo, el
provincianismo, la desfiguración de la realidad como si
Andalucía existiera sola y por sí, sin tener que ver con el
resto de España y, a través de su totalidad, con el resto de
Europa y el mundo. Eso significaría la recaída en el peor de
los males de Andalucía, causa principal de sus desigualdades
sociales, de su penuria económica, de la pobreza que obligó a
tantos andaluces a abandonar su tierra natal.
La expresión "venido a menos" traduce maravillosamente
un estado de ánimo y una situación real que se dan en
ocasiones: venido a menos de un estado anterior, sí; pero
también a menos de lo que se es. Desde ello, desde la
afirmación de eso que se es, aunque se haya decaído, se puede
intentar la ascensión, la recuperación de la verdadera
realidad. Y como dijo el poeta: "Es la hermosa
Andalucía, / esa que hoy lucha esperando / salga de la noche el
día".
Francisco Arias Solis.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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