|
El libro más "políticamente incorrecto" que ha publicado un periodista. (*)
El ingenio y el sentido común del autor se ponen al sevicio de la Verdad, descubriéndo los falaces argumentos, tópicos y típicos, del Discurso Cultural Dominante.
Se ha dicho que en el Periodismo se
encuentran las Humanidades contemporáneas. Si es así,
Eulogio López es periodista. Su libro comienza con el relato de
un ciclista, que recuerda el de José Espronceda, máximo
representante del Romanticismo español, titulado "La pata
de palo", una pierna que colocada en un hombre cojo le
obliga a caminar, cada vez más deprisa, hacia ninguna parte.
El teniente de la Benemérita que redactó el sumario del
ciclista, incapaz de bajarse de la bicicleta por la velocidad que
había alcanzado, dejó constancia en dicho sumario: "Nunca
vehículo alguno corrió tan deprisa hacia ninguna parte"
(p.14). "Avanza en círculo
no se detiene jamás.
Siempre comienza, nunca concluye, no tiene ni principio, ni fin,
es la plena libertad sin objetivo alguno" (p.15).
Si esta carrera hacia un futuro de libertad sin sentido se le
añade la relativización de la verdad, tendremos las
características más significativas del progresista. "El
ciclista es el mito del siglo XX, cuando los hombres renunciaron
al sentido de la certeza, cuando se creó el lamentable consenso
de que la verdad no existía, o era inalcanzable, o simplemente
resultaba reaccionaria. Y así, tras cinco mil años de
civilización, los hombres perdieron el punto de apoyo que
necesitaban para no sentir vértigo, abjuraron de la certeza y
convirtieron tan lamentable práctica en gloriosa teoría. Se
dijeron: 'Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del
cristal con que se mira'. Esculpieron el mandamiento del mundo
moderno en letras de imprenta, en los llamados medios
informativos de masas, y pusieron un exquisito cuidado en acallar
a todo aquel ser, zafio y ordinario, que recordara la
contradicción interna del postulado: si nada es verdad ni nada
es mentira, ¿por qué había de serlo el nuevo dogma?"
(p.17). Por eso, "progresista es el que camina hacia el
futuro, la meta de los elegidos, el fin sin principio, el
edificio sin cimientos" (p.17).
Sin embargo, como evidencia C.S. Lewis, el futuro lo alcanzamos
todos "al ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que
haga, sea quien sea" (p.18). Pero, sobre todo, la
civilización se ha construido por hombres que tenían la certeza
de que la verdad existe: "El hombre clásico partía de
la confianza en una serie de dogmas y de axiomas. Toda su vida
intelectual, es decir, su vida más profunda, la de la cabeza y
el corazón, nacía cuando afirmaba: 'Dios mío, confío en ti' o
cuando su corazón le indicaba que esto es bueno y aquello es
malo. Por eso creaba ideas y forjaba hechos, por eso su
pensamiento no era estéril. Y también sabía, e intuía, que
dos más dos sólo son cuatro en base diez y por definición.
Estaba convencido de la existencia de la verdad y de la necesidad
de ser coherente con ella. Pero el hombre antiguo no era
progresista" (p.18). Y es que "progresismo es
relativismo, pero un relativismo fondón, lánguido. Nuestros
progres no es que vivan en la duda, es que han renunciado a
cualquier certeza, más que nada porque la certeza compromete: la
duda resulta más cómoda
Al final, el progresismo se ha
quedado como un agresivo sistema de desprecio a todo aquel que
'se sienta en posesión de una verdad (aunque sea muy pequeñita,
oiga, aunque sea evidente)', principalmente el desprecio al
cristianismo, y en una exaltación, también más teórica que
práctica, del despelote sexual. Eso sí, la faltriquera, cuanto
más llena, mejor. Es decir, uno grita: 'Aborto libre y
gratuito', y, a partir de ahí, ya puedes forrarte de dinero, y
no perderás la condición de progresista, sea lo que sea lo que
tal cosa suponga" (pp.27s).
De aquí que: "Esta es la gran estafa progresista: si
nada es cierto, ¿qué sentido tiene el compromiso, la
coherencia, el sentido de la vida y, sobre todo, qué sentido
tiene la alegría? O dicho de otro modo, el progresismo nos ha
conducido a la tristeza. La estafa progresista consiste en
vendernos libertad, cuando lo que realmente estamos comprando es
desesperanza. Y así, la sociedad se ha partido en dos: los que
tienen convicciones y los que se niegan a tenerlas. El
progresismo es, en el fondo, una automutilación de la persona,
porque todo pensamiento necesita un punto de partida: el hombre
no puede dar razón de sí mismo. Una obviedad que el progresismo
se niega, empecinado, a aceptar" (pp. 21s).
Como sagaz periodista, el autor descubre lo que hay detrás de
ciertas declaraciones a los medios de comunicación: "Dicen
los banqueros que se habla demasiado de banca. He ahí la prueba
taxativa de que se habla poco de banca. Dicen los 'progres' que
se habla demasiado de aborto e ingeniería genética. He ahí la
prueba irrefutable de que se habla poquísimo" (p.68).
Y continúa revelando lo que se esconde detrás de sesudos
artículos o manifestaciones, como, por ejemplo: "Ayala,
Albiac y Pániker tienen algo en común: defienden, aunque no
viven, una vida sin porqués. El primero por su pirueta mental,
doble salto mortal sin red, en el que lo temporal crea lo eterno.
No existe lo espiritual. Pániker, porque se marcha al extremo
opuesto de Ayala: todo es espíritu, algo tan ineficaz como la
ausencia del mismo. Albiac, por su parte, considera que no merece
la pena ni lo uno ni lo otro, porque no hay respuestas
aunque los partidarios de tan exquisita abstención se encarguen
de darnos varias respuestas: la tristeza de no saber quiénes
somos y la profética imposibilidad de averiguarlo. Que es tanto
como condenarnos a la agonía" (p.49).
Los 18 capítulos que integran el libro recogen los temas de
actualidad de España y del mundo: "El Mester de
progresía", "Pensamiento y
ciencia", "El primer poder: la
industria cultural", "Aborto y
genética", "Orientalismo",
"Feminismo", "Dios",
"Familia", "Iglesia",
"Economía", "Relativismo",
"Materia y espíritu", "Modernismo",
"Islam", "Sexo",
"Arte", "Política"
y "Coherencia".
Eulogio López no es un progresista porque no ataca, o ridiculiza
como algo superado, a la Iglesia, ni a la religión; porque no
defiende el aborto, el divorcio, la eutanasia
; porque no
favorece las parejas de hecho, incluidas las homosexuales, así
como la posibilidad de adopción de niños por estas últimas;
porque no apoya la clonación, la investigación con embriones y
otras posibilidades biotecnológicas; etc. No obstante, la razón
quizá más radical por la que Eulogio López no es
"progre", es porque a lo largo de esos 18 capítulos
que componen el libro, implícita o explícitamente, el autor
considera que existe el Ser, y en consecuencia el ser, la Verdad,
Dios.
Tal vez por ello, de resaltar algún capítulo, el más apropiado
sea el que se titula, "Dios ". Eulogio López,
considera que resulta poco razonable no creer en la existencia de
Dios. "El masón cree en Dios porque no es tonto, y sabe
que sin un Creador no puede existir lo creado. Su fe puede ser un
'qué', un principio creador, pero también puede ser un
'quién'. En lo que no creerá nunca es en un Dios Padre, o si
cree en Él será para odiarle por su sentida orfandad. Los
masones son deístas, y de ahí sus concepciones del gran
arquitecto universal, tan próximo al panteísmo orientalista,
pero también pueden creer en un Dios y en unos espíritus
perversos, algo que históricamente ha llevado a conectar (como
todos los tópicos algo tiene de cierto y algo de exageración) a
la masonería con los movimientos satánicos .
"Por todo ello, masones y satánicos están consiguiendo
tantos adeptos entre las nuevas clases urbanas, preferentemente
universitarias, formadas. Porque esas clases son conscientes de
que hay que ser muy tonto para ser ateo, o para ser un
materialista puro. Desde el materialismo puro, la realidad no se
entiende. Desde el satanismo, se entiende muy bien. Para mal,
pero se entiende. Ellos saben que existen muchas cosas, y muchos
seres, que no se ven" (p.90).
Tampoco le parece lógico negar desde el punto de vista
científico la existencia de Jesús de Nazaret: "Con la
figura de Jesús de Nazaret pasa lo mismo, sólo que más. Su
condición divina es cuestión de fe; por el contrario, su
existencia es una cuestión histórica, la cuestión histórica
más demostrada que existe. Dicho de otra forma: puede negarse
que Jesús es Dios pero no que Jesús nació en Belén durante el
imperio de César Augusto. Y más, si niegas su carácter divino,
no puedes explicar sus milagros, que son un hecho
histórico" (p.93).
Después de contar con mucho gracejo que a "Stalin le
roban su sintonía", porque le han cambiado la letra al
himno nacional de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (ahora la letra dice: "Desde los mares del
sur a las tierras árticas
Rusia tierra protegida por
Dios"), concluye con lo que pasa en Occidente con Dios:
"Occidente puede permitirse el lujo de no contar con
Dios porque la moral de ese Dios ha sido su matrona durante
siglos. Rusia, tras el comunismo, no puede permitirse tamaño
dispendio" (p.97).
Estos ejemplos sobre la existencia del ser -como recuerda,
Chesterton "hay un es" (p.18)-, la verdad y
Dios, son muy explícitos. Existen otros igualmente expresos,
pero, en casi todos los temas que trata directa o indirectamente
el autor, se presuponen esas tres realidades.
"Uno de los informes de la CIA para el nuevo presidente,
advertía que los conflictos del siglo XXI, superada la Guerra
Fría, se van a dilucidar en terrenos ideológicos, en concreto
en tres: los alimentos, la educación, y la religión
En
definitiva, si el mundo de las ideologías ha muerto,
probablemente haya llegado el momento del confesionalismo"
(p.183). Naturalmente este confesionalismo nada tiene que ver,
por ejemplo, con clericalismo, sino con las creencias que
determinan el comportamiento de las personas, los partidos y las
instituciones.
En las últimas páginas de "Por qué no soy
progre" el autor se plantea cuál es el fundamento del
progresismo y su respuesta es nítida: la causa moral del
progresismo es el relativismo. Y a continuación, de manera
convincente, explica "cómo es posible que este
disparate (el relativismo) haya llegado a convertirse en el dogma
del mundo actual..." (p.187).
Eulogio López, concluye su análisis con una inquietante
referencia a la "New Age", "Nueva Era", "el
nuevo y, no nos engañemos, formidable enemigo al que se va a
enfrentar la humanidad del siglo XXI. Rabindranath Tagore, que
antes que filósofo era indio, y algo sabía de místicas
orientales, confiesa que se convirtió al Cristianismo cuando
comprobó las diferencias entre sus dioses orientales, Alá y
Cristo. No dispongo de la cita exacta, pero venía a decir esto:
Si un hombre cae a un pozo, los dioses orientales exclamarán:
'Pobrecito'. El dios islámico concluirá: 'Tú tienes la culpa'.
Sólo Cristo te tenderá su mano para liberarle"
(p.191).
De lo dicho se deduce que estamos ante el libro más
"políticamente incorrecto" que ha publicado un
periodista. "Por qué no soy progre", tiene una fácil
crítica negativa con sólo cambiar la perspectiva desde la que
se ha escrito, aunque, quizá, algunos medios, a pesar de ser un
compañero de profesión, es posible que lo condenen al silencio.
Contradecirlo, intentar demolerlo, ridiculizarlo o, al menos,
desvirtuarlo, sería arriesgado y además se leería más, lo que
no conviene a muchos.
El crítico de "Por qué no soy progre" tiene
garantizado el éxito al recomendar su lectura, con la seguridad
de que no va a defraudar al lector. Se trata de un libro muy
ameno, redactado periodísticamente al filo de la actualidad,
valiente, que enriquece culturalmente, que pone de manifiesto los
signos más importantes de nuestro tiempo
y que da qué
pensar.
Francisco Ansón
----
(*) López, Eulogio, "Por qué no soy progre",
Ed. LIBROSLIBRES, 2001, 191 págs..
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.