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Imperios opuestos.
Simplificando al máximo, el Imperio Inglés es una empresa que se pone al servicio de la industria y del comercio. El Imperio Español es una idea que se pone al servicio de la redención del hombre. La diferencia es esencial y su significación en la historia, enfrentada.
Desde que Roma cayó definitivamente
sólo dos Imperios han llegado a ser: El Español primero y el
Inglés, en gran medida aprovechando los restos del nuestro y el
vacío que dejamos.
Nuestro Imperio se basó en la idea Universal, en el
reconocimiento expreso del hombre como criatura divina, con igual
dignidad e igual destino ante la eternidad. Hubo también
motivaciones más terrenales, pero no fueron ellas las que
desencadenaron el "Fecho de Imperio", del que
nada nos queda, ni un islote en el Caribe.
El Imperio Inglés, definitivamente afiliado a la moral
protestante, surge en el siglo pasado por motivos económicos y
tiene por objetivo básico la explotación de las colonias en
beneficio de la metrópoli, basándose en la desigual dignidad
entre el explotador y el explotado, en la desigualdad de derechos
entre unos y otros, y en la negación de cualquier identidad de
fines entre unos y otros. El Imperio Inglés es, simplificando al
máximo, una empresa que se pone al servicio de la industria y
del comercio. El Imperio Español es una idea que se pone al
servicio de la redención del hombre. La diferencia es esencial y
su significación en la historia, enfrentada.
En ambos hay, aún así, un aspecto imprescindible que estudiar:
la relación entre el crecimiento físico y su debilidad. Las
fuerzas que hacen crecer a ambos imperios son distintas: En
España son misiones universales plenamente aceptadas como tales
en su momento, y en Inglaterra son ambiciones. El Imperio
Español, desde los Reyes Católicos, dura más de tres siglos.
El Imperio Inglés, que pierde Norteamérica al primer siglo de
su colonización, no dura en realidad siglo y medio, aún
contando con el apoyo de su ininterrumpida guerra y piratería
contra España.
¿Cuál de los dos llega a ser más extenso? Son por el estilo,
si consideramos a las colonias de Norteamérica, aquellos trece
minúsculos estados. Quizá tuvo más quilómetros cuadrados el
Imperio Español, pero estuvo menos extendido geográficamente.
¿Cuánto puede crecer una nación sin perder el dominio de todos
los enormes problemas administrativos que ello supone? ¿Cuál es
la forma de que ese Imperio sea duradero? Creo que nuestro
servicio a unas ideas elevadas fue más positivo que el servicio
a una economía metropolitana, que fue el objetivo del Imperio
Inglés. Creo, también, que cualquier misión, una vez cumplida,
tiende naturalmente a la decadencia si no se puede avanzar en
otra dirección igualmente prometedora, y a nuestro imperio lo
devoraron la misma estabilidad de la América Española -que no
fue misión para sí misma-, la lucha permanente de Francia,
Inglaterra, Holanda... contra lo español, y la codicia que
nuestro tamaño despertaba en todos.
La España Americana, terminadas las exploraciones del interior,
no tuvo misión para ella, y bien que la necesitaba. Así fue
como varios masones, burgueses y afrancesados pudieron proponer
como misión continental la «independencia». Aún así no fue
una guerra de independencia, sino de secesión y en modo alguno
produjo beneficios para la España Americana, sino caer en lo que
no habían sufrido aún: el colonialismo anglosajón.
Se trató entonces de dividir la España Americana en fragmentos
(en contra del parecer de Bolívar) y se trata ahora de dividir a
la España Europea: diecisiete autonomías. El método es el
mismo.
Y la España Europea, sin su España Americana, también perdió
su misión y ambas cayeron, faltas de confianza en sí mismas, en
una frustración histórica que abre la gran serie de guerras
civiles (aquí y en América) y de golpes de Estado. Tanto la
España Europea como la Americana reaccionaron igual, tal como
Trogo Pompeyo, contemporáneo de Estrabón, diagnosticaba de los
hispánicos en plena Antigüedad: «Prefieren la guerra al
descanso, de modo que si les falta enemigo extraño, lo buscan en
casa.» En realidad nos sobraban enemigos extraños, pero
habíamos perdido la misión, es decir, el por qué enfrentarnos
a ellos.
La Edad Contemporánea ha transcurrido sin nuestra presencia en
el mundo. Cerramos las puertas de las dos Españas. Nos dejamos
arrebatar el todo y los restos. Pues si a la España Europea se
le quitó América, no es menos cierto que a la España Americana
se le arrancó Europa.
Así fue como envejeció nuestro pueblo vital, artístico e
imaginativo, víctima de una postración que a mi me gusta
explicar como consecuencia de nuestra pérdida de misión
universal y el consiguiente desengaño: casi cuatro siglos de
esfuerzos universales, mas ocho siglos de luchas por la unidad
total en la península contra el Islam, caían derumbados. Ante
este abismo de miseria, decadencia e inutilidad, las dos Españas,
europea y americana, dejaron de influir en el mundo y fueron
sometidas una y otra vez a las necesidades e intereses de ese
Occidente anglosajón al que no pertenecemos. Y que ya nos ha
advertido que todos los ciudadanos quedamos sometidos a la ley de
Estados Unidos.
Para volver a contar en el mundo la gente española empieza a
pensar en esta autentica elección, que supone seguir primero
nuestro camino en busca de la unidad y de la universalidad
humana, que nos llevará, enteros y fuertes, al siglo XXI , justo
cuando sea del todo necesario Descubrir Europa y hacer
de ella el Nuevo Mundo, nuestra misión y nuestro empeño. Y esta
vez muchos de los españoles del otro hemisferio desandarán el
camino de Colón y vendrán de América.
Arturo Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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