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La cultura vasca en los inicios de la "edad actual".
Un breve repaso por los literatos y artístas vascos de calidad muestra como el nacionalismo vasco nunca pudo conseguir una posición de relieve en el mundo cultural vasco
El romanticismo que imperó en el siglo
XIX, puso de moda paisajes rurales y exóticos. El País Vasco se
convirtió en uno de los múltiples lugares que trajeron la
atención de estudiosos extranjeros que ayudaron al renacer
cultural. Los trabajos de un príncipe francés, Luis Luciano
Bonaparte, sobrino de Napoleón, establecieron los fundamentos de
los estudios vascos, especialmente en el aspecto lingüístico.
Su clasificación de los diversos dialectos del vascuence,
todavía se utiliza, aunque con algunas rectificaciones.
Sin embargo, los que consiguieron el florecimiento e interés por
la lengua euskérica fueron el sacerdote, Resurrección María de
Azkue, autor del monumental Cancionero y de un diccionario
trilingüe vasco-español-francés y el carlista Julio de Urquijo
e Ibarra. El magisterio en la lengua del primero fue reconocido
en 1918, cuando fue elegido director de la recien fundada
Academia de la Lengua Vasca. El segundo fue pionero de los
estudios sobre el Euskera, perteneciente a una acaudalada familia
bilbaína, hermano de José María, fundador del periódico La
Gaceta del Norte. Julio fue el fundador de la Revista
Internacional de Estudios Vascos, que a partir de de 1918, se
convirtió en el órgano oficial de la Sociedad de Estudios
Vascos, de la cual era uno de los principales inspiradores.
En el campo del bertsolarismo, la presencia del bardo José
María de Iparraguirre muestra el ejemplo más palpable del
romanticismo vasco. Voluntario carlista en la primera carlistada,
vive exiliado en Francia donde participa en los hechos
revolucionarios de 1848. Con una visión universalista de la
sociedad vuelve a su tierra donde compone un himno en euskera,
elogioso de los fueros, que se volverá un símbolo popular del
foralismo. El "Guernikako Arbola" se
convertirá en un cántico representativo de todo lo vasco y
foral.
En cuanto a la novela histórica, que tanto ayudó a desarrollar
la época del romanticismo, los autores vascos son de pequeño
relieve, como Vicente Arana, autor de Zuria y José
María Andueza, que escribió Los herederos de Almazán.
La única relevancia se subraya con la del navarro Francisco
Navarro Villoslada, autor de Doña Blanca de Navarra, Doña
Urraca de Castilla y Amaya o los vascos del siglo VIII.
En Bilbao, conviene resaltar la figura del poeta Antonio de
Trueba, director de El Noticiero Bilbaíno y cronista de Vizcaya.
Su obra más significativa es Cuentos de color de rosa,
impregnados en el romanticismo y el optimismo, demostrando ser un
hábil cuentista infantil. No obstante, el momento más grande de
la literatura vasca es el que corresponde a "la generación
del 98". A ella pertenecen, Unamuno, Baroja, Maeztu y
Salaverría. El bilbaíno Unamuno fue de los más completos al
estar presente como poeta, dramaturgo, novelista, ensayista y
filósofo. Unamuno toca en su obra el subjetivismo radical, el
existencialismo y la angustia religiosa con obras, como: En
torno al casticismo, Vida de D. Quijote y Sancho, La agonía del
cristianismo, Niebla, La tía Tula, San Manuel Bueno martir
y otras.
El guipuzcoano Pio Baroja, el más novelista de todos, tiene su
obra teñida de rudeza, fobias y filias, ingenuidad, anarquismo
inocente, pesimismo y una visión de la vida, entendida como
lucha implacable en Tierra vasca, La casa de
Aizgorri, Zalacaín el aventurero, La ciudad de la Niebla,
Paradox y Las inquietudes de Santi Andía. El
vitoriano Ramiro de Maeztu desarrolla su actividad de periodista
y ensayista, fuertemente marcado por la industrialización y su
experiencia diplomática en Argentina, como consecuencia de la
cual escribe La defensa de la Hispanidad, La crisis del
humanismo y Don Quijote, Don Juan y La Celestina.
El bilbaíno, José María de Salaverría, novelista, periodista
y ensayista, biografo sobre San Ignacio de Loyola, fue autor de La
Virgen de Aranzazu, El oculto pecado, Los fantasmas
y Los fantasmas del museo, en una linea
similar a la del alavés Maeztu.
La industrialización tendrá su influencia y producira un nuevo
estilo de literatos influidos por las corrientes modernistas
europeas de entonces. La "generación del 14" será un
testimonio de ello, Sánchez Mazas, autor de La vida nueva de
Pedrito Andía; el poeta Ramón de Basterra llevado por su
clasicismo y un fuerte latinismo, que escribió La obra de
Trajano y Los navios de la Ilustración, y por
último, Mourlane Mitxelena y Joaquín Adán serán muestra
cultural de un Bilbao cosmopolita y moderno.
En la escultura vasca del s. XIX, la industrialización le hizo
levantar el vuelo, y su primera generación ilustre estará
compuesta por Nemesio Mogrobejo (1815-1910) autor del
Despertar y Eva; Paco Durrio (1868-1940), ceramista muy
influido por las técnicas francesas; y Quintín de Torre
(1877-1966) autor de la Dolorosa, de gran influencia clasicista.
En la pintura, Adolfo Guiard y Dario de Regoyos son los padres de
la pintura moderna. Ellos rompieron con la iconografía de temas
históricos y paleta obscura para entregarse al suave
impresionismo de colores claros. Regoyos pasó de un realismo
goyesco a un paisajismo lumínico, y Guiard fundió el clasicismo
español con el modernismo francés en sus paisajes rurales e
industriales vascos en valores estéticos. Anselmo Guinea, aunque
de menor importancia será un pintor costumbrista y lumínico,
pero más vigoroso que Guiard.
Como pionero del 98 en la pintura, Francisco Iturrino introduce a
través del colorido de sus temas andaluces a la pintura vasca en
su más alta cota de vanguardismo. Aunque, los pintores
plenamente del 98 son Ignacio Zuloaga y Manuel Losada, el primero
lleva la obra al realismo del barroco español, con su maestria
en el dibujo y en la administración de coloridos sombrios; el
segundo, sigue transmitiendo en un impresionismo superado temas
urbanos con un aire romántico. El mundo moderno hace de Bilbao a
inicios del siglo XX uno de los principales centros pictóricos
del país. En ese marco geográfico tan propicio aparecerán
Ricardo Baroja, Angel Larroque, Gustavo Maeztu, Arrúe, en un
abanico temático que va de los paísajes rurales idealizados de
Zubiaurre a las imágenes fabriles y urbanas que pinta Aurelio
Arteta.
Este mundo cultural que surge en la "Fenicia
industrial" de Bilbao tiene un carácter cosmopolita y se
integra con las obras realizadas por los autores de otras
regiones españolas. Por la calidad intelectual de sus autores,
el nacionalismo vasco nunca pudo conseguir una posición de
relieve en el mundo cultural vasco, siendo sus autores
partícipes de formar parte de la república de las letras.
José Luis Orella.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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