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La voz de un español de veras.
En el 150 aniversario del nacimiento Santiago Ramón y Cajal (1852-1934).
"No soy en realidad un sabio sino un español."
Santiago Ramón y Cajal.
En este año que conmemoramos el 150º
aniversario del nacimiento de Don Santiago Ramón y Cajal, viene
a cuento aquella anécdota, contada por Barrés, de una
aristócrata española que, al preguntarle un invitado suyo,
extranjero -disponiéndose para ir a presenciar una corrida de
toros y viendo que la dama vestía de calle, tocándose con
sombrero-: "¿Cómo usted para ir a los toros no se pone
mantilla?, respondió: "Porque como soy española,
no necesito disfrazarme de española". Ramón y Cajal
era un español tan verdaderamente sabio que no necesitaba
disfrazarse de serlo. Don Santiago Ramón y Cajal, como era
sabio, no necesitaba disfrazarse de sabio. Su imagen perdura como
casticísima figura popular de la calle, y de sus cafés
madrileños: El Suizo, Castilla...
Don Miguel de Unamuno dijo que el café es la Universidad Popular
de España. Un tiempo lo era. Este Don Santiago Ramón y Cajal,
tan castizamente español, ¿lo fue tanto -recordemos sus Charlas
de café y El mundo visto a los ochenta años- que,
a fuerza de serlo, nos podría parecer que si, como español,
nunca se disfrazó de sabio, tal vez, como sabio, algunas veces
parecía que se quería disfrazar de español? El se llamó a sí
mismo españolista. El mismo escribió en sus memorias: "Mi
fuerza fue el sentimiento patriótico. Mi ideal, aumentar el
caudal de ideas españolas circulantes por el mundo, granjeando
respeto y simpatía para nuestra ciencia. No soy en realidad un
sabio sino un español".
Me adelantaré a declarar, para evitar equívocos, que tengo al
genial sabio que fue Cajal por uno de los grandes españoles de
todos los tiempos. El sentir popular español, expresado
madrileñamente por un personaje de un sainete de Arniches, nos
dice, con la fina gracia popular que captó y creó en su
lenguaje el genial sainetero, refiriéndose a alguno al que se le
atribuye mucho saber, que "sabe tanto como don Santiago
Ramón y Cajal juntos". Meditemos esto. Pues advertimos
que este juntos de la frase chistosa corresponde a la dualidad de
Cajal: un español que nunca se disfrazó de sabio: un sabio que
parecía que alguna vez -más o menos consciente,
voluntariamente- se nos aparece como disfrazado de español. Como
si al no querer enmascararse de sabio se desenmascarase, por así
decirlo, naturalmente, de español. Y este español, digo, tiene
conciencia histórica de serlo.
Santiago Ramón y Cajal nació en Petilla de Aragón, pequeño
pueblo navarro, el 1 de mayo de 1852. Hijo de un médico rural
que inclina su vocación hacia la Medicina, cambiándola por su
incipiente atracción pictórica. Estudia en la Universidad de
Zaragoza. Dedica toda su vida a la investigación y a la
enseñanza: catedrático de Anatomía en Valencia y de
Histología nomal y Patología en Barcelona y Madrid. Director
del Instituto Nacional de Higiene (1899) y del Laboratorio de
Investigaciones Biológicas (1901). Premio Nobel de Medicina
(1906), que comparte con Golgi, como reconocimiento a sus
trabajos acerca de las células nerviosas. Premio Internacional
de Moscú (1899) y medalla de oro de Helmholtz (1905). Con su
teoría y descubrimientos sobre la neurona, que es acogida con
gran éxito en Berlín (1889), irrumpe por primera vez en la
Historia de la Medicina; siguen su hipótesis acerca de la
continuidad de la sustancia nerviosa, con lo que rompe
definitivamente con la teoría de Galeno; y culmina la obra
comenzada por Schleiden, Schwuan y más tarde pro Virchow, acerca
de la teoría celular. Santiago Ramón y Cajal murió en Madrid
el 17 de octubre de 1934.
La aportación de Ramón y Cajal al conocimiento de la
morfología, fisiología y patología de las neuronas es
inestimable. Sus publicaciones científicas son abundantes y
siguen el ritmo de sus investigaciones, que poco a poco,
transmite en su Revista de Histología normal y patológica, en
Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas y en
innumerables revistas internacionales. De manera más profunda y
extensa expone sus teorías en una serie de libros: Manual de
Anatomía patológica general (1889), Histología del
sistema de nervioso del hombre y los vertebrados (1897-1904),
Degeneración y regeneración del sistema nervioso
(1912-14), La fotografía de los colores. Fundamentos
científicos y reglas prácticas (1912), Manual técnico
de Anatomía patológica (1918), La teoría de la
neurona, etc. Su actividad investigadora no le impide
descubrir el encanto de lo cotidiano, que manifiesta en una
breve, pero interesante, producción literaria: Cuentos de
vacaciones (1905), Charlas de café (1923), Recuerdos
de mi vida (1917) y El mundo visto a los ochenta años
(1934).
Cuando hace ciencia, es cuando Cajal se nos figura español de
veras. Como aquel otro gran español y gran sabio que recordamos,
su contemporáneo Menéndez Pelayo (al que Cajal, como tantos
otros españoles, leyó muy poco y entendió muy mal), el genial
neurólogo nos habla de ciencia española, de ideas españolas. Y
yo no quisiera figurarme, tomando un sentido literal y literario
esta adjetivación de españolidad, algo así como una ciencia
con capa castiza como la que llevaron, muy garbosamente, don
Marcelino y don Santiago; o, también, unas bellas ideas tocadas
castizamente con mantilla, y hasta de madroños madrileñísimos;
blanca y negra, correspondiendo a las dos leyendas de nuestra
España; la negra y la blanca; a la que el propio Cajal propuso
seriamente que añadiésemos una tercera, para verificar con
exactitud: la leyenda gris. Y esto de gris ya nos acerca al
genial morfólogo de la neurología, al analítico inventor
(invención es hallazgo) de la maravillosa "textura del
sistema nervioso del hombre y de los vertebrados".
Ramón y Cajal juntos, es un hombre que, efectivamente, junta en
sí esas dos modalidades características de un ser humano: la de
sabio y la de español. El sabio, el español auténtico, que
dejó a su paso por el mundo una obra admirable de investigador,
de inventor de ciencia verdadera. "Fenómeno único en
la historia de las Ciencias Biológicas", le llamó el
húngaro Lenhossek, sabio de su misma especialidad: porque se
produjo "en la más absoluta soledad científica".
¡Soledad española! Científica y poética. En la soledad de las
soledades. Y como dijo el poeta: "Solo y a solas conmigo
/ mis soledades las siento / como si no fueran mías, / ni fuese
yo quien las tengo"
Francisco Arias Solis.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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