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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Curas y pedofilia: entre realidad y mistificación.

Bufetes de abogados, especializados en el tema y del que se enriquecen, atacan de buena gana a la Iglesia Católica. Aquí se puede echar mano de las ricas cajas de las diócesis para indennizar los daños y perjuicios, por encima de las parroquias, mientras en las denominaciones con una estructura congregacionalista, donde cada comunidad es independiente, no se puede esperar conseguir más de lo que sea suficiente para vaciar las cajas de una congregación local.

El problema

La atención con la cual la opinión pública mundial sigue -legítimamente- los dramáticos problemas de la pedofilia trae también periodicamente al candelero episodios, antiguos o recientes, en los que lamentablemente se han visto involucrados sacerdotes o religiosos católicos. Algunos casos estadounidenses y canadienses tuvieron mucha repercusión, y han inducido a algunas diócesis y conferencias episcopales norteamericanas a abrir investigaciones y a proponer medidas preventivas. La literatura, el cine y la televisión se adueñaron del tema. No hay congreso científico de sociología religiosa -por último el de la Association for Sociology of Religion celebrado en San Francisco en agosto de 1998, del que era conferenciante- en el que el argumento no levante interés y controversias. Éstas no se refieren evidentemente a la existencia del fenómeno, sino a su importancia. Hablemos claro: ya un sólo caso de pedofilia en el clero sería demasiado, con respecto al cual las autoridades civiles y religiosas tienen no solamente el derecho, sino la obligación de intervenir enérgicamente. Sin embargo establecer cuántos son los curas y religiosos católicos pedófilos no es irrilevante. Las tragedias individuales difícilmente pueden ser descritas por las estadísticas, pero el marco estadístico puede ayudar a comprender si se trata de casos aislados o de epidemias, o si en cambio hay algo en el estilo de vida del clero católico que hace posible que estos episodios ocurran con más facilidad, que por ejemplo, entre los pastores protestantes o entre los profesores de colegios laicos.

Tres tesis:

1. la unicidad de la Iglesia católica

Tres tesis se contraponen en el mundo de habla inglesa, el más afectado por el fenómeno. La primera -ampliamente propagandada por obras periodísticas de gran tirada y por investigaciones televisivas- es que, aunque ocasionalmente haya también problemas en otras denominaciones e iglesias, la Iglesia Católica -al menos en el Norte de América- aloja un porcentaje de pedófilos elevado y único con respecto a grupos religiosos dotados de un clero o de religiosos. Las estadísticas que se ponen en circulación -a menudo sin preocuparse demasiado por las fuentes- hablan de millares de casos (1). Se pudo oír, por ejemplo reiteradamente en talk show televisivos americanos, que el cinco o el seis por ciento de los curas estadounidenses son "pedófilos". Las explicaciones que se han dado para esta situación son de dos tipos opuestos. La idea predominante -no solamente por parte de los media, sino también en los análisis de intelectuales influyentes como Andrew Greeley, él mismo sacerdote católico y autor en 1993 de una novela best seller sobre el tema, Fall from Grace (2)- es que responsable del problema sea el celibato -o el voto de castidad de los religiosos-, ya no más tolerable en la sociedad contemporánea. Activistas contra el celibato, en una reunión de 1996 de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América, protestaban por la supuesta explosión de la pedofilia en clergyman con eslóganes como "La Iglesia es el verdadero sodomita". En el otro extremo de la polémica ideológica, ambientes conservadores dan por buenas las estadísticas de los media y denuncian la tolerancia de las diócesis americanas respecto a los homosexuales o al laxismo de los seminarios. Es un hecho -declaran, sin estar equivocados- que se abusa mucho más de niños que de niñas. De ello deducen que la falta de vigilancia respecto a los sacerdotes homosexuales es la principal responsable de la pedofilia.

2. La "criminalidad clerical"

La segunda posición está representada por Anson Shupe, sociólogo de la Indiana-Purdue University, y por sus colaboradores. Shupe, un afamado experto de nuevos movimientos religiosos, afirma desde hace años que la "criminalidad de los ejecutivos" está hoy sostenida, por una compleja serie de razones, por una "criminalidad clerical", difundida entre los ministros de todas las confesiones que también incluyen -si no sobretodo- crímenes económicos y financieros (3). En tema de abusos sexuales Shupe afirma -en un estudio todavía inédito presentado en el convenio de San Francisco- que éstos están más difundidos entre el clero católico que en cualquier otro lugar, aunque las cifras manejadas sean exageradas. El sociólogo de Indiana por otra parte no está convencido que el celibato o la tolerancia de la homosexualidad expliquen el fenómeno: de hecho algunas denominaciones en las que al clero no se le exige el celibato -episcopalianos, adventistas- o que atacan de forma militante las campañas para los derechos de los homosexuales -mormones- tendrían porcentajes de riesgo semejantes a la Iglesia católica. El problema, estima Shupe, es que la Iglesia católica -al igual que la Iglesia mormona o la episcopaliana- es una estructura piramidal, jerárquica, con un sistema que naturalmente tiende, salvando las buenas intenciones individuales, a proteger una figura religiosa cuando es atacada desde el exterior. Esta dinámica, si acarreó ventajas en otros sectores a las Iglesias organizadas de forma jerárquica, habría también permitido a los pedófilos sentirse de alguna forma más protegidos y tutelados. Shupe opina que los casos de pedofilia clerical católica en los últimos treinta años en los Estados Unidos de América y en Canadá son un par de millares, y comprometen cerca del uno por cien de los sacerdotes y religiosos. Pero admite que las estadísticas son difíciles porque, a partir de pocos cientos de condenas, es necesario extrapolar y especular conforme a los sondeos sobre los casos que no son denunciados -hoy, cierto, menos que ayer- por malentendida lealtad hacia la Iglesia, por vergüenza o por miedo a las consecuencias negativas.

3. El pánico moral

Los datos de Anson Shupe no han sido contestados cuanto más bien invertidos en la interpretación por otros sociólogos como Philip Jenkins, profesor en la Pennsylvania State University y autor en 1996 de un texto importante sobre el tema, Pedophiles and Priests (4). Philip Jenkins admite que hay varios cientos -a lo mejor más de un millar- de casos en que sacerdotes o religiosos católicos norteamericanos se han visto involucrados en casos de pedofilia en los últimos treinta años. Un porcentaje realístico podría ser del 0,2% con respecto a la totalidad del clero y de los religiosos varones. Si se quiere alcanzar un porcentaje más elvado es necesario dar una definición de "pedofilia" que no sea técnica y que incluya de una parte todos los casos de relaciones sexuales con menores de dieciocho años, y de otra todos los casos de molestias de menor gravedad. Una relación entre un sacerdote de veinticinco años y una chica de diecisiete puede ser, según la ley americana, un abuso de menor, pero es desviante clasificarla como pedofilia. En años recientes los tribunales de Estados Unidos han castigado como molestias ocurrencias alusivas e insultos de inspiración sexual, ciertamente reprensibles en boca de un sacerdote pero que no hay que confundir con la violencia carnal. La Iglesia católica -no sóla, sino junto a otras Iglesias cuya organización es piramidal y jerárquica, lo que elimina la relevancia determinante del celibato- tiene seguramente un porcentaje mayor de casos de pedofilia llevados ante los tribunales con éxito. No se puede empero evaluar este dato prescindiendo ingenuamente de los aspectos económicos. Los bufetes legales especializados en este campo -hoy a veces de grandes dimensiones- y las grandes compañías de seguros que a menudo determinan el desenlace de las causas civiles -a veces prefiriendo pagar y aumentar la prima de la poliza, aun cuando el imputado es supuestamente inocente (5)- atacan de buena gana a la Iglesia católica. Aquí se puede echar mano de las ricas cajas de las diócesis para indennizar los daños y perjuicios, por encima de las parroquias, mientras en las denominaciones con una estructura congregacionalista, donde cada comunidad es independiente, no se puede esperar conseguir más de lo que sea suficiente para vaciar las cajas de una congregación local. Jenkins propone un modelo basado sobre las teorías sociológicas de la construcción social. Las teorías "construccionistas" no pretenden que determinados problemas sociales -los cuales generan los llamados "pánicos morales"- sean inventados: en el fondo hay un malestar real. Pero este malestar es amplificado por estadísticas sin valor y por exageraciones de los medios de comunicación, también por obra de "emprendedores morales" que tienen razones e intereses que defender. Jenkins cita un anticatolicismo latente en sectores importantes de la sociedad norteamericana, ambientes de psicólogos y de terapistas convencidos que todo lo que cuentan sus pacientes, a lo mejor bajo hipnosis, sea siempre y necesariamente verdadero -episodios pasados en tema de satanismo y de incesto demuestran que no siempre es así- y una mentalidad liberal para la cual el celibato y los votos no son políticamente correctos. Los análisis de Jenkins -a mi entender dignos de gran interés- no niegan cierto la presencia de casos dolorosos, sobre cuyas causas la Iglesia acertadamente investiga y se examina. Pero ayudan a prevenirse de las generalizaciones y de los análisis "a voz en grito" de problemas que en cambio tienen que ser encarados, juntamente, con valentía y con discreción.

Massimo Introvigne y T. Ángel Expósito Correa

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1) Ver la tesis principalmente en Jason Berry, Lead Us Not into Temptation, Doubleday, Nueva York 1992; y en Elinor Burket y Frank Bruni, A Gospel of Shame, Viking, Nueva York 1993.

2) Ver Andrew Greeley, Fall from Grace, G.P. Putnams, Nueva York 1993.

3) Ver la tesis, con referencia particular a la pedofilia, resumida en Anson Shupe, In the Name of All That´s Holy. A Theory of Clergy Malfeasance, Praeger, Westport (Connecticut) 1995.

4) Ver Philip Jenkins, Pedophiles and Priests. Anatomy of a Contemporary Crisis, Oxford University Press, Nueva York-Oxford 1996.

5) Sobre el papel de una gran compañía de seguros en casos relacionados con la Iglesia cristiana adventista del Séptimo Día, ver Bonnie Dwyer, The Six-Million Dollar Man, en Spectrum: The Journal of the Association of Adventist Forums, tomo 24, n. 5, junio de 1995, págs. 30-37.



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