Los católicos frente al reto de la Modernidad La expresión "movimiento católico" hace referencia a aquella parte de las poblaciónes europeas que, en nombre de la fidelidad a la Iglesia católica y a la civilización cristiana surgida como consecuencia a la inculturación del mensaje evangélico, se organizan para oponerse, tras el 1789, a los principios inspiradores de la Revolución, que desde Francia son exportados a toda Europa y al mundo entero, y a sus realizaciones. La constitución de movimientos católicos en varios países europeos -como ha dicho Papa Pío XII (1939-1958)- atestigua la concienciación con la cual los católicos llamados contra-revolucionarios aceptan el reto de la Modernidad, caracterizado precisamente por el alumbramiento de un mundo ideológico en el que desaparece el vínculo privilegiado entre "el trono y el altar" (la Iglesia y el Estado n.t.) -pero sobre todo entre la política y el derecho divino y natural-, que había caracterizado el Antiguo Régimen y sobre todo la Cristiandad medieval. Convertidos formalmente en una parte de la población, en conflicto con otras partes -que pronto se recogerían en partidos-, frente a la manifiesta hostilidad de los Estados dirigidos por las nuevas clases políticas liberales que conquistan el poder en Europa durante el siglo XIX, los católicos sufren también importantes laceraciones en su interior, dividiéndose entre los que aceptaban al menos en parte los principios revolucionarios -católicos liberales y demócrata cristianos- y los que en cambio, remitiéndose a la enseñanza del Magisterio pontifício, se aplicaban a la larga batalla contra la Revolución -católicos contra-revolucionarios-. El venerable Pio Bruno Lanteri (1759-1830) Los síntomas del cambio epocal provocado por la Revolución del Ochenta y nueve se notan también bien pronto en Italia, como consecuencia de la invasión del Piamonte por parte de las tropas francesas en 1794 y, sobre todo, del Trienio Jacobino (1796-1799), que inaugura la dominación napoleónica de la península, durada hasta la Restauración de 1814. La primera persona que más profundamente comprende el alcance y las características del enfrentamiento cultural es el venerable Pio Bruno Lanteri -nacido en Cuneo en 1759, sacerdote en 1782 y fallecido en Pinerolo, en la provincia de Turín, en 1830-, que, entre otras cosas, tiene una parte relevante en la organización de la resistencia clandestina al dominio napoleónico en Piamonte y de la asistencia al Papa Pío VI (1775-1799) cautivo de Napoleón Bonaparte (1769-1821). Animador de los primeros movimientos laicales -la Amistad Cristiana fundada por su maestro, el jesuita Nicolaus Joseph Albert von Diessbach (1732-1798), que, tras la Restauración, se llamará Amistad Católica-, Lanteri intuye dos elementos fundamentales del proceso revolucionario, sacando las consecuencias. Primeramente comprende que la Revolución francesa es la consecuencia de una larga acción cultural, que se prolongó por todo el Setecientos, por obra del movimiento ilustrado, que cambia tendencias e ideas de una parte importante de la población, preparándola a aceptar el hecho revolucionario. En segundo lugar, entiende que la Revolución es posible donde encuentra una Iglesia herida y debilitada por las divisiones y por las dudas, como había ocurrido sobre todo en Francia tras la difusión de la herejía jansenista, con su rigorismo moral y sacramental, que se apoya ora en el galicanismo, ora al jurisdicionalismo. Por ello Lanteri actua en particular en dos direcciones. La primera es la que involucra a los laicos en la acción de reconquista cultural de la sociedad, alentando precisamente la difusión de la Amistad Cristiana y utilizando un instrumento privilegiado de apostolado la difusión del libro en todos los ambientes, mediante la lectura, el estudio y el examen de cada obra, realizado dentro de las Amistades, y por lo tanto, su difusión en las distintas clases sociales, sirviéndose también de la fórmula del préstamo para quienes no podían permitirse la compra. La segunda consiste en la oposición a la larga difusión, en aquella época, de las ideas jansenistas en el mudo católico, utilizando asimismo el libro, para dar a conocer, por ejemplo, la teología moral de san Alfonso María de Ligorio (1696-1787), que contrasta cone el rigorismo jansenista, y alienta la predicación de los ejercicios espirituales según el método de san Ignacio de Loyola (1491-1556); y precisamente ésta predicación es una de las principales características de la congregación religiosa fundada por Lanteri en los últimos años de su vida y que todavía existe, los Oblados de María Virgen. La laceración en el movimiento católico En Italia, la laceración dentro del mundo católico se manifiesta sobre todo frente al problema de la aceptación o menos de la conquista militar de Roma por parte del Reino de Italia en 1870 que, con la Brecha de Porta Pia, remataba el proceso de unificación nacional suprimiendo el poder temporal pontifício. Los católicos italianos se dividen entre transigentes, los que aceptan el hecho consumado y actuan, aunque con distintos matices ideológicos, a favor de una conciliación entre la Monarquía y la Iglesia, e intransigentes, los que en cambio, partiendo de la parroquia como unidad de base territorial, organizando al país real contra el país legal dominado por la clase dirigente liberal, que ocupa el ejército, la magistratura, la burocracia y la clase política. Los católicos intransigentes, al menos hasta finales del siglo XIX, representan el movimiento católico oficial, esto es, reconocido por la jerarquía eclesiástica. La Obra de los Congresos y de los Comités Católicos En 1874 los católicos intransigentes dan vida a la Obra de los Congresos y de los Comités Católicos, el primer organismo unitario nacional que agrupa a los católicos italianos solidarios con el Papa "cautivo en el Vaticano". La Obra de los Congresos caracteriza la estación política que Giovanni Spadolini (1925-1994) definió como la "oposición católica" al Estado liberal, marcada por el "non expedit", esto es, por la prohibición dirigida por la jerarquía eclesiástica a los fieles italianos de participar a las elecciones políticas para no avalar los hechos consumados". Guiada por los "venecianos", el periodista Giuseppe Sacchetti (1845-1906), el conde abogado Giovanni Battista Paganuzzi (1841-1923), por los sacerdotes y hermanos Scotton, Jacopo (1834-1909), Andrea (1838-1915), Gottardo (1845-1916), la Obra de los Congresos mantendrá su caracter intransigente hasta el último decenio del siglo XIX, cuando, con la presidencia del conde Giovanni Grosoli (1859-1937), el organismo parecerá proclive a favorecer la línea democrática defendida por algunos jóvenes dirigidos por don Romolo Murri (1870-1944), entre otras cosas sospechoso de modernismo. El enfrentamiento dentro del organismo más representativo del movimiento católico italiano culmina con la supresión de la Obra de los Congresos, deseada por Papa san Pío X (1903-1914) en 1904, y con el relanzamiento del movimiento católico mediante la publicación de la encíclica Il fermo proposito del año sucesivo. El Sumo Pontífice otea el peligro modernista en la Iglesia y es partidario de una intervención social de los católicos, también de forma electoral, para parar el avance del movimiento socialista, constituido partido en 1892. El Pacto Gentiloni Durante el pontificado de Papa san Pío X se realizan los denominados acuerdos clerico-moderados entre los católicos intransigentes y conservadores y liberales moderados, acuerdos favorecidos asimismo por las divisiones que tienen lugar en el movimiento católico y en el movimiento liberal a raíz de las huelgas y los enfrentamientos de 1898 debidas al aumento del precio del pan, hechos que demostraron a la clase dirigente liberal la falta del consenso necesario para seguir con la política represiva contemporáneamente hacia los católicos y hacia los socialistas. El principal de éstos acuerdos es sin lugar a dudas el llamado Pacto Gentiloni, por el apellido del Presidente de la Unión Electoral Católica Italiana, el conde Vincenzo Ottorino Gentiloni (1865-1916), que trata en nombre del mundo católico con el entonces presidente del Consejo Giovanni Giolitti (1842-1928), en ocasión de las primeras políticas con sufragio universal masculino, celebradas en 1913. Las consecuencias de la primera guerra mundial Las consecuencias de la primera guerra mundial, la Gran Guerra, sobre la sociedad italiana y también sobre el mundo católico son enormes. La implicación de las masas populares en el conflicto mediante el reclutamiento obligatorio y la larga permanencia en las trincheas, además de la mobilitación propagandística antes y durante el conflicto, cambian profundamente a la nación italiana. En lo referente al problema constituido por la presencia de los católicos en el Estado italiano, en la postguerra el enfrentamiento religioso en general y la Cuestión Romana en particular pierden importancia frente a otros problemas impuestos por las circunstancias, como la Revolución rusa y sus consecuencias sobre los movimientos sociales como la dramática situación económica y social de la Italia de 1918. El advenimiento del fascismo se verifica en una sociedad todavía cristiana en cuanto a la práctica religiosa, pero con un movimiento católico incapaz, o imposibilitado, para poner las propias cuestiones a la atención del país y, por lo tanto, marginalizado. La fundación del Ppi, el Partido Popular Italiano En 1919 es fundado el Partido Popular Italiano, cuyo primer secretario es un sacerdote de Caltagirone, don Luigi Sturzo (1871-1959). El nacimiento de este partido aconfesional, que por lo tanto no empeña al movimiento católico en el frente político, marca una mutación estructural en la historia de la presencia de los católicos en la sociedad italiana. Hasta entonces el movimiento católico había representado al mundo católico militante empeñado en varios frentes -cultural, político y socio-económico-, pero unido en el deseo y en la promoción del advenimiento de la Regalidad de Cristo en la vida pública de la nación. Con el nacimiento del PPI, el ámbito político es formalmente sustraído a las decisiones del mundo católico y comienza la relación ambigua caracterizada por la equivocación que caracterizará sobre todo la estación de la Democracia Cristiana. De hecho empezaba otra historia en la que ya no parece posible utilizar el término "movimiento católico" con el mismo significado y con la misma extensión propia del uso anterior. Además, se trata de una historia caracterizada por el progresivo prevalecer de la corriente democrático-cristiana en el seno del mundo "católico" organizado. ·- ·-· -··· ·· ·-·· Marco Invernizzi y T. Ángel Expósito Correa Notas Para mayor información (con más documentos en español): http://www.alleanzacattolica.org/idis_dpf/voci/m_movimento_cattolico_it.htm Para profundizar: vid. Dizionario storico del movimento cattolico in Italia, Francesco Traniello y Giorgio Campanini, Marietti, Casale Monferrato (Alessandria) 1981, 3 vols. en 5 tomos, obra de varios autores, con un planteamiento preponderantemente católico-democrático, importante desde el punto de vista informativo; los estudios de carácter general, y de planteamiento liberal, de Giovanni Spadolini, L'opposizione cattolica da Porta Pia al '98, Mondadori, Milán 1994; y Giolitti e i cattolici (1901-1914), Mondadori, Milán 1974; de planteamiento marxista, de Giorgio Candeloro (1909-1988), Il movimento cattolico in Italia, Editori Riuniti, Roma 1974; y, de planteamiento católico-democrático, de Gabriele De Rosa, Il movimento cattolico in Italia. Dalla Restaurazione all'età giolittiana, Laterza, Bari 1974; ver también mis L'Unione Elettorale Cattolica Italiana. 1906-1919. Un modello di impegno politico unitario dei cattolici, Cristianità, Piacenza 1993; e Il movimento cattolico in Italia dalla fondazione dell'Opera dei Congressi all'inizio della seconda guerra mondiale (1874-1939), 2a ed. revisada, Mimep-Docete, Pessano (Milán) 1995. . |