| Revista Arbil nº 63 | Vida y economía de los españoles de principios del siglo xx por José Luis Orella Breve introducción a las característica y principales acontecimientos de los comienzos del siglo XX en nuestra patria
| El principio de siglo significó para España un cambio hacia el crecimiento en su estructura demográfica. En primer lugar la pérdida de las colonias caribeñas propició la vuelta de un contingente civil de españolistas que se replegaron junto a los miles de soldados repatriados a España. Esta llegada de gente, más el fin de una guerra que exigía un tributo permanente de envío de jóvenes varones a Cuba, favoreció el crecimiento de la población. En 1900, de 18.594.400 habitantes que tenía España, pasó en 1910 a tener 19.927.100 y en 1920 los 21.303.100. De estos 4.074.335 vivían en capitales de provincias, lo cual fue un gran crecimiento de la población urbana porque en 1900 sólo 3.132.171 habían vivido en las capitales de provincia. Desde este momento, el crecimiento será sostenido, aunque tendrá altibajos como el de 1918. En este año la mortalidad aumentó por una consecuencia de la Primera Guerra Mundial que fue la gripe del 18. Por esta epidemia originada por la escasez de alimentos y la debilidad de las personas producidas por los bloqueos de la guerra, favorecieron la extensión de la gripe y la muerte de 147 mil personas en España. De todas formas, la mejora de las condiciones higiénicas favorece la caída de la mortalidad. Del mismo modo, la mortalidad también desciende, según Martínez Cuadrado desde 1905, según Nadal desde 1914. En todo caso, el ascenso de población urbana, la mayor industrialización y la adopción de costumbres europeas que elevan la calidad de vida favorecieron la reducción de la natalidad y la elevación de la edad nupcial. Aunque España todavía es un país principalmente rural, en las zonas más desarrolladas como la catalana, las cifras de natalicios están por debajo de la media. En cambio, el interior peninsular y el archipiélago canario son los que marcan por el contrario, las tasas más altas de crecimiento vegetativo. La estabilidad política favorece el crecimiento por ausencia de guerras civiles y coloniales. La aventura marroquí excepto por la mortandad de Annual nunca exigirá unos contingentes humanos tan abultados como el cuerpo expedicionario del Caribe. Con el crecimiento, el flujo migratorio aumentó del interior hacia las zonas de industrialización reciente como País Vasco y Cataluña, que recibieron población rural circundante y del resto de España. En Asturias la llegada de emigrantes empezó en el periodo de la Gran Guerra con la apertura de pozos marginales. El aumento de la demanda de carbón fomentó la necesidad de mayor mano de obra. En cuanto al exterior, Canarias y la cornisa cantábrica mantuvieron la salida tradicional a Iberoamérica. Mientras tanto, los levantinos lo hicieron hacia Francia y el norte de África. La emigración se fue activando desde principios de siglo y desde 1905 las salidas fueron abundantes en los primeros decenios. En total unos dos millones de españoles se contabilizaron como pertenecientes a la emigración. La mayoría de ellos eran varones, procedentes del mundo rural y de poca cultura. En el periodo de la guerra, bajaron las salidas por la imposibilidad de ir hacia América, pero Francia se convirtió en el primer destino de los españoles por la demanda de mano de obra que el país galo solicitaba por cuestión de la primera conflagración mundial. De todas formas, en los años de la guerra hasta 1918, el saldo de salidas fue negativo por el mayor número de entradas de repatriados. Los países del Río de la Plata fueron los que centraron la mayor parte de los contingentes españoles ultramarinos. En concreto Argentina con las facilidades para la instalación de europeos se llevó la parte de león de la emigración española. Brasil, Uruguay y Cuba quedaron como destinos secundarios. En cuanto a la emigración interior de nuestras fronteras, en el principio de siglo se inició el vaciamiento del interior de la meseta en favor de la periferia. Castilla la Vieja perdió peso global en el total nacional por la afluencia de sus jóvenes a la industria siderúrgica vasca. En Castilla la Mancha, el crecimiento urbano de Madrid impidió una desertización total de la meseta sur. En la vecina Aragón, con la excepción de Zaragoza que concentró parte de la población emigrante del campo circundante, el resto de las provincias perdieron población al ser junto a los valencianos los más cercanos a la continua demanda de mano de obra de la industria catalana. En el sur, la Andalucía Oriental sufrió una continua sangría hacia el norte de África francesa donde solicitaban gente laboriosa para actividades agrícolas. La Andalucía Occidental y Extremadura quedaron fuera de momento de las corrientes migratorias interiores y se sostuvieron por su crecimiento vegetativo. Murcia vio como de momento creció su población a cuenta del boom minero que tuvo esta región. Canarias aumentó su peso poblacional por su mayor crecimiento vegetativo con respecto al de la península. Por el contrario, en Baleares su descenso no proviene por pérdidas migratorias, sino por su bajo crecimiento vegetativo. En este periodo histórico, los núcleos más afectados por la pérdida de sus jóvenes serán las poblaciones menores de cinco mil habitantes. Por el contrario, las capitales de provincia verán aumentar sus poblaciones con el aporte de una juventud rural que busca en ellas su solución laboral. La frontera de los cien mil habitantes únicamente serán sobrepasadas por ciudades periféricas como Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Murcia y la excepción de Madrid, pero habrá que esperar tiempo para que se unan a estas Bilbao y Zaragoza. La población teniendo en cuenta sus actividades económicas vieron como el sector agrario iba paulatinamente perdiendo efectivos por la mayor mecanización del campo. Esta sobra de efectivos humanos fue atraída por los focos industriales vasco y catalán que los destino a estas nuevas actividades. Una nueva clase social, la trabajadora nacía de esta forma vinculada a una nueva forma de vida. Los servicios se mantuvieron pero habría que esperar hasta la proclamación de la dictadura primorriverista para ver crecer de forma espectacular este otro sector económico. En este periodo de transición de una sociedad rural a otra mixta, el descenso de la mortalidad, el menor de la natalidad y la mejora de las condiciones de vida propició el envejecimiento de la población y un estrechamiento de la base de la pirámide poblacional. Por otro lado, la emigración, las pérdidas militares y una mayor debilidad biológica fueron factores que intervinieron casi exclusivamente en el elemento masculino de la población. La mortalidad fue mayor en el interior peninsular, mientras la periferia y los archipiélagos la tienen menor por unas mejores condiciones económicas. En el interior, el plato tradicional fueron los garbanzos y el repollo, pero sobre todo el rey de la alimentación fue el pan. Por tanto, un régimen rico en hidratos de carbono, pero pobre en proteínas fue lo que ocasionó una malnutrición y un debilitamiento humano que favoreció en 1918 la extensión de la epidemia de gripe. En el interior, el precio del trigo determinaba una época de hambre o no, al ser un alimento básico de la alimentación. En las ciudades, la situación era diferente pero la falta de higiene y el hacinamiento eran favorables a las epidemias, especialmente tuberculosis y cólera que se cebaban en las clases más populares. El nacimiento de los primeros servicios de salud, la propagación de los médicos en los medios rurales y el desarrollo de nuevos descubrimientos médicos y farmacéuticos ayudaron a la mejora de las condiciones higiénicas de la sociedad y a la reducción de la mortalidad, especialmente en los niños recién nacidos, donde las diarreas e infecciones se cobraban un alto tributo en vidas. En la economía, el sector de las comunicaciones fue el más importante para el desarrollo económico español. El desarrollo del transporte ferroviario mantuvo la preeminencia del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Su importancia fue trascendental en muchos países como elemento dinamizador de la industrialización. Pero a partir de la Primera Guerra Mundial se multiplicaron las mejoras de las comunicaciones viarias como carreteras provinciales y caminos vecinales, estimulando el aumento del escaso parque motorizado español. Con respecto a las comunicaciones marítimas, el transporte naval fue un negocio en alza por los numerosos fletes necesarios para embarcar la numerosa masa emigrante a Ultramar y para exportar carbón y hierro del norte Cantábrico. Del mismo modo, en el periodo bélico los astilleros navales fueron estimulados en su producción por el aumento del comercio marítimo con los países beligerantes que demandaban toda clase de productos y materias primas. Pero aunque los beneficios fueron cuantiosos tuvieron que pagar un alto precio en pérdidas de mercantes por el bloqueo submarino. Como el negocio naval vivía del comercio exterior, el lobby naval fue el principal baluarte de la posición librecambista, que fue contestada por los conservadores y los industriales siderúrgicos vascos y manufactureros catalanes que desarrollaron sus ramas económicas gracias al proteccionismo. Este hecho fue uno de los que empujaron a algunos navieros vascos a sacar a flote económicamente al nacionalismo vasco. Entre tanto, el caso económico catalán era diferente porque había causado un mayor desnivel con respecto al resto de las regiones circundantes, en vez de favorecer su integración e igualdad. En el caso de la concentración de la industria textil en Cataluña vinieron a converger dos aspectos fundamentales del proceso económico español. Por un lado la industria textil no actuó como motor de desarrollo económico general sino que polarizó en aquella región el fenómeno del desequilibrio sectorial y territorial. Por otra parte la ley de concentración capitalista benefició a la cabecera de la industria textil y perjudicó o aniquiló a las restantes industrias no localizadas en Cataluña, pero que contaban con importantes focos de tradición y mercado (industria lanera castellana e industria sedera levantina) . A pesar de todo, después de la guerra mundial la industria textil perdió la mitad del volumen exportador. Sin embargo, la producción textil catalana como había concentrado la producción nacional en su región, también concentró en ella toda una red de industrias auxiliares que sirvieron de base para el desarrollo posterior de la segunda mitad del siglo XX. Este hecho ayudó a desequilibrar aún más a su favor la diferencia con el resto de las regiones españolas. De esta forma, se impulsaron la industria papelera, química y mecánica utilizando como energía los recursos hidroeléctricos del Pirineo, ya que Cataluña carecía de cuencas carboníferas. La industria química se desarrolló como complemento necesario para la rama textil catalana, en función de colorantes y detergentes, y la siderúrgica vasca por la necesidad de sulfuros para explosivos de minería. Además, el desarrollo de las papeleras en Guipúzcoa y Cataluña y la posterior modernización de la agricultura aumentó las necesidades de productos químicos como el cloro y los abonos nitrogenados respectivamente. En este caso fueron centros de esta industria País Vasco, Cataluña y Zaragoza, en este caso por ser centro de una rica zona agrícola. En el sector del papel, País Vasco y Cataluña volvieron a ser los núcleos de este ramo por la necesidad de abundante agua para su elaboración y la cercanía de sus zonas portuarias. Pero será la industria papelera vasca, en concreto guipuzcoana, la que aporte el 80 % de la producción nacional. En 1901, las pequeñas empresas familiares se unieron formando Papelera Española con un mayor tamaño e implantación. Estos empresarios llevaron a cabo repoblaciones forestales y participaron en las navieras para asegurarse la llegada regular de pasta escandinava. En Vizcaya, la principal actividad industrial será la siderúrgica debida a la capitalización obtenida por la exportación del hierro a Inglaterra, se crearon numerosas fundiciones familiares. Pero en 1902 se fusionaron creando Altos Hornos de Vizcaya, que fue la principal siderurgia de España hasta la segunda mitad de este siglo. Del mismo modo, en 1901 surgieron astilleros como "Euskalduna" para abastecer a las compañías navieras. El proteccionismo implantado por los gobiernos conservadores favoreció a la siderurgia vasca del mismo modo que a los catalanes. Las altas tarifas aduaneras eliminaron la competencia extranjera y los industriales vizcaínos se vieron con el control casi total del acero demandado por las demás industrias españolas. En consecuencia con ello, los siderúrgicos vascos fueron el sostén del conservadurismo españolista frente al nacionalismo jeltzale. Fuera de los dos focos tradicionales de desarrollo industrial, los componentes de las industrias alimenticias se establecieron en el interior peninsular, cerca de las zonas agrícolas productoras. Estas industrias fueron de las que más sufrieron el impacto de la desaparición de los mercados coloniales, pero consiguieron rehacerse gracias al proteccionismo gubernamental, principalmente con el estímulo exportador del periodo de la Primera Guerra Mundial. De este modo, la industria harinera situada en la costa que vivía de la exportación a Cuba, fue sustituida por las harineras del interior, más favorables a la seguridad del mercado nacional que el proteccionismo podía asegurarles. Sin embargo, el excedente de producción pronto fue un problema para el cual se organizó un trust de los harineros para poder regular la producción a la demanda. La industria azucarera fue otra de las más afectadas por el drama ultramarino por la desaparición del suministro de la caña de azúcar. La necesidad de no depender del extranjero llevó al crecimiento de la industria azucarera nacional gracias al cultivo de la remolacha azucarera que se desarrolló en los valles del Ebro y del Duero. El proteccionismo arancelario culminado en 1906, ayudó sobre manera al aumento de esta industria que contaba con la seguridad del mercado nacional. En cuanto a nuevas industrias como la cementera, centrada en Oviedo, y ligada a la construcción. Se inició cuando las ciudades empezaron su crecimiento y empezaron a demandar toda clase de materiales de construcción. Pero habrá que esperar sobre todo hasta la época de la dictadura cuando la intervención decisiva del Estado en obras públicas aumente de forma espectacular las expectativas de las ramas económicas vinculadas a la construcción. En cuanto a la agricultura, el trigo fue gran beneficiario del alza del arancel de 1906. La llegada masiva a Europa de las producciones cerealeras de Rusia, Estados Unidos, Argentina y África del sur debido al abaratamiento de los costes marítimos hundieron el precio del trigo. En España, el proteccionismo aseguró el mercado nacional a los productores cerealeros. Por tanto, en tiempo de carestía el agricultor tenía un precio mínimo seguro y aumentaba la producción cerealera, pero en un caso favorable para la exportación como fue la Primera Guerra Mundial, el cultivo del trigo bajaba en beneficio de otros productos más rentables. El lobby cerealero castellano formó con los industriales vascos y catalanes el trípode económico que sostuvo un proteccionismo favorecido por el sistema canovista. Aunque el siguiente régimen autoritario sirvió para fortalecerlo en contra de la opinión de los librecambistas. Santiago Alba fue el portavoz más conocido de los intereses trigueros. Su regeneracionismo se vinculó al de Joaquín Costa que propugnaba una modernización y una mejor racionalización de la explotación agraria. Sin embargo, su política económica fue favorable a imponer un impuesto especial a las ganancias extraordinarias que los industriales vascos y catalanes habían reunido. Pero fracasó cuando Cambó, defensor de los intereses empresariales de su región, se vio auxiliado por la animadversión personal de Romanones. En cuanto al vino, fue el segundo producto después del hierro en la exportación. Desde la región vitivinícola de Andalucía Occidental, donde se exportaban los mejores caldos hacia la Gran Bretaña principalmente. Pero la llegada a fines del siglo XIX de la terrible filoxera francesa a los viñedos españoles. El principio de siglo fue muy obscuro para el viñedo español, la filoxera produjo una gran emigración del campo a la ciudad, que supo asimilar la industria catalana por que los terrenos de cultivo se redujeron, había altos costos por el cambio de cepas y la investigación de nuevos injertos. Únicamente el periodo dorado de la Primera Guerra Mundial sirvió para compensar el alto coste de la producción por los altos precios que había alcanzado el vino. La exportación de cítricos valencianos empezó a generalizarse en este periodo, por que hasta entonces era únicamente un producto de consumo local. Pero con la Primera Guerra Mundial se desarrolló la exportación de agrios a Europa, que extendió su cultivo por todo el levante. Pero tuvieron que contar con la competencia de los cítricos procedentes de las colonias y de países americanos que empezaron a llegar por los baratos costos del transporte naval. Sin embargo, al contrario de la industria textil que no aprovechó los beneficios de la guerra en modernizar la maquinaria, los agricultores levantinos salvaron sus exportaciones mejorando la calidad de su producto. No podíamos dejar de citar a otro de los miembros de la tríada mediterránea, como es el olivo. En el primer cuarto de este siglo su producción fue en alza debido a la creciente demanda proveniente de Hispanoamérica. En estos países el asentamiento de numerosos emigrantes españoles e italianos influyeron en las costumbres culinarias. Por tanto, la exportación de aceite de oliva fue en crecimiento, aunque su refinamiento fue obra de la más avanzada industria alimenticia italiana. Con el interés regeneracionista por una mejor explotación de los recursos del país. El sector ganadero fue uno de los más beneficiosos. La selección de razas prefiguró mejores ejemplares, buscando unas cualidades determinadas que ayudaron a la modernización del ramo. El ganado vacuno se enriqueció con el cruce con ejemplares extranjeros que favoreció la especialización en cárnicos y lecheros. Su número aumentó, como el del ovino, pero éste compensó el descenso del lanero por el aumento del cárnico. Así animales menos productivos como la cabra y el burro descendieron en beneficio del cerdo y el mulo. Estos otros fueron más apreciados por ser el primero de ellos de un aprovechamiento alimenticio total, mientras, el segundo fue por sus cualidades como animal de trabajo muy solicitado. Pero uno de los aspectos más importantes de la economía española fue el desarrollo de la banca. En esta época se pusieron las bases financieras del actual sistema bancario. A nivel público, la política estabilizadora y antiinflacionista del ministro Fernández Villaverde llevó al Estado a un estrecho control del Banco de España que se convirtió en su instrumento en la economía española. En cuanto a la banca privada este periodo significó el de su fortalecimiento y el inicio de nuevas fundaciones en virtud de las necesidades económicas de la nación. Con el desarrollo de la economía española, la capitalización conseguida por la exportación de mineral de hierro y la repatriación de capitales ultramarinos propiciaron la creación en 1899 del Banco Guipuzcoano, el Banco de Gijón y el Banco Asturiano de la Industria y el Comercio. En 1900, el Banco Castellano, el Banco de Valencia y el Banco Hispano-Americano. En 1901, el Banco de Comercio (ligado al más antiguo Banco de Bilbao), el Banco de Vizcaya, el Crédito de la Unión Minera, y en 1902, el Banco Español de Crédito. Su papel fue muy importante, más si tenemos en cuenta el progresivo eclipse de las entidades crediticias catalanas en favor de las vascas y madrileñas. En esta época se prefiguró lo que iba a ser el eje moderno de la banca privada española, Madrid-Bilbao. Los bancos Bilbao, Vizcaya, Español de Crédito e Hispano-Americano fueron los gigantes del panorama financiero de este periodo de la Restauración hasta casi la actualidad. Únicamente un factor exterior y extraordinario como el de la Primera Guerra Mundial permitió en un momento de coyuntura favorable aumentar el número de las entidades crediticias debido a la necesidad de canalizar los cuantiosos beneficios comerciales obtenidos con la neutralidad. De este modo, en 1918 se creó el Banco de Urquijo y en 1919 el Banco Central. ·- ·-· -··· ·· ·-·· José Luis Orella. | | Revista Arbil nº 63 La página arbil.tk quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina "ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del públicosiempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen. | Foro Arbil Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. 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