El nacionalismo catalanista de CiU lleva una política lingüística de ir creando una originalidad nacional a través de la oficialidad del catalán en las instituciones supranacionales. El reconocimiento europeo del catalán, serviría de este modo para un reconocimiento de la nacionalidad catalana, camino paralelo seguido en el mundo del deporte con la reivindicación de las selecciones. El hacer país se haría con pequeñas victorias, donde estas reivindicaciones son capitales para el reconocimiento de la nacionalidad catalana por las instituciones europeas e internacionales. En ese sentido, el español debe ser considerado un idioma impuesto, aunque históricamente no sea cierto y lo utilizasen las élites dirigentes catalanas en el reino de Aragón, antes del matrimonio de los Reyes Católicos. Esto es lo de menos, la cuestión es la forja de una nación en contra de la voluntad y derechos de parte de la población catalana con imposiciones que obligan a realizar discriminaciones laborales que están creando un desierto cultural en el campo universitario y la posible desaparición de Barcelona como principal centro editor en lengua española. En el caso del gobierno de CiU, se llega a la reivindicación de pedir la oficialidad del catalán en los asuntos comunitarios, por encima de otras reivindicaciones como es la defensa de la almendra ante las importaciones a bajo precio de Turquía. Sin embargo, para el nacionalismo catalán su principal baza europeísta es conseguir la oficialidad del catalán, cuando países como Irlanda, que es miembro como Estado-nación, aún no ha obtenido la oficialidad del gaélico. Sencillamente, porque los idiomas oficiales responden a la función del lenguaje que es la comunicación. Cuando una lengua cumple esta función el Consejo de la Comunidad le da la oficialidad. En la actualidad, el catalán tiene el reconocimiento de lengua comunitaria, que significa que puede utilizarse para la divulgación de propaganda de las instituciones europeas, la inclusión en el programa de perfeccionamiento lingüístico "Lingua" y su utilización en las oficinas europeas de las comunidades autonómicas que lo soliciten. Esta victoria pírrica fue conseguida por los eurodiputados catalanes de CDC, PSC e IC con apoyo de los parlamentos catalán y balear, aunque prosiguen con la reivindicación imposible de conseguir su oficialidad. Las lenguas oficiales comunitarias son el español, danés, alemán, griego, inglés, francés, italiano, neerlandés, portugués, sueco y finés. Cada una de estas lenguas constituye un medio de comunicación entre un colectivo más o menos grande de personas, teniendo los mismos derechos. No obstante, hay diferencias en sus status político, por el número de hablantes, desarrollo como lengua internacional y prestigio del que goza. Armonizarlas en un proyecto común que respete su uso, su libre desenvolvimiento y que se haga posible al mismo tiempo una comunicación fluida entre todos los europeos, es tarea que resulta poco menos que imposible. Más si tenemos en cuenta, que los nacionalistas pretenden la inclusión de las lenguas minoritarias por puras razones políticas, sin estimar que se pierde un tercio del presupuesto de Bruselas en pagar a los traductores. Incluso, el gaélico que por razones históricas es idioma oficial en Irlanda, no lo es en la Unión Europea. Sin embargo, el catalanismo ha encontrado en el aprendizaje del catalán de gran utilidad, como instrumento de asimilación a la identidad catalana de los emigrantes. Ante la falta de una argumentación de raza, los nacionalistas catalanistas han utilizado el discurso lingüístico como medida de nacionalismo étnico para homogeneizar la sociedad con una identidad nacionalista propia, que a la vez sirviese de elemento diferenciador con el resto de la comunidad nacional. La principal formación nacionalista CiU no descarta la independencia como aspiración legítima, pero reitera continuamente que no está en su programa político. Para CiU, el catalanismo es una voluntad de construir, de hacer país, de formar la sociedad. Por ello, la actual inmersión lingüística responde a la idea de hacer país. La Cataluña nacionalista no existe, hay que crearla con unas características diferenciadoras que legitimen sus ansias separatistas, como es el desarraigo del español frente al catalán. El actual programa de Artur Mas plantea un nuevo estatuto, en el cual Cataluña es vista como una nación integrante del Estado español, algo que contradice el sentido histórico español. El hecho diferenciador catalán no es equiparable para los nacionalistas a otras regiones, por lo que no aceptan el federalismo como un marco político posible. La izquierda catalana del Partido Socialista de Cataluña y de Iniciativa per Cataluña admiten el federalismo como solución, asumiendo la particularidad nacional de Cataluña, hecho de importancia, al sustentarse su electorado en la amplia base trabajadora de origen inmigrante y castellanoparlante, a la cual han traicionado. De esta forma, la izquierda catalana no nacionalista admite una España federal en una Europa federal, solución no aceptada por el nacionalismo centroderechista de Convergencia i Unio. Para los hombres de Pujol la relación de España y Cataluña debe materializarse en un pacto que ambas partes han hecho libremente, pero que requiere asentimiento continuo para seguir siendo válido. Semejante fórmula únicamente se ha dado en el dualismo del Imperio Austríaco, cuando aceptó compartir éste con Hungría. Del mismo modo, Cataluña aceptaría su hecho diferencial con España, pero no en plano de igualdad con otras regiones españolas. Como lo demuestra la propuesta de estatuto promocionada por Artur Mas, sucesor de Jordi Pujol. La argumentación de nuestros nacionalismos no es la base histórica, sino el mimetismo de fenómenos foráneos a nuestra vivencia diaria. Ejemplos como el de Eslovaquia, Lituania o incluso Tibet, han sido tomados como ejemplos a seguir, los dos primeros por el catalán Jordi Pujol y en el último caso, por el expresidente del parlamento vasco, Leizaola, al sufrir el Tibet una represión similar a la del País Vasco, según él. Esquizofrenias como estas son incompatibles con cualquier espíritu europeísta y nos acercan a fenómenos como el del histriónico Bossi de la Liga Norte italiana. El que Pujol compare España, un país con una convivencia histórica de más de quinientos años con países surgidos de entes artificiales, hijos de tratados internacionales, demuestra el oportunismo político y el mimetismo de los movimientos independentistas de la Europa oriental. En el caso del nacionalista Leizaola, la comparación de un país miembro de la UE, que ha firmado su conformidad con todos los derechos y libertades democráticas, con una nación que no respeta el más elemental derecho de la persona, como es la China Popular, es sencillamente cómico. Pero el nacionalismo catalán de CiU ante el mundo occidental debe vertebrarse de algún modo, a parte de su programa de construcción de una sociedad nacionalista. CiU defiende el librecambio y la construcción de Europa según los principios democráticos y liberales, aunque luego los soslayen en su política lingüística. Se evoca de forma vaga su europeísmo como salida para sus aspiraciones nacionalistas, un escenario en el que los nacionalistas catalanes puedan actuar ante un público internacional y un recurso para desarrollar su autonomía. Esto se vincula a la modernización y a la necesidad de competir en el mundo. El lema Catalunya, un pas d´Europa se apropia del símbolo europeo de generaciones de modernizadores españoles a la vez que proporciona el contexto para una Cataluña más autónoma. El catalanismo como los nacionalismos periféricos de las sociedades occidentales desarrolladas representan intentos de adaptarse a la cambiante constelación de poder y de reconstituir la política sobre una base territorial que esté legitimada históricamente. Algo difícil en el caso español, porque las reivindicaciones catalanistas responden a la de la Corona de Aragón, no a ningún imperio catalán. El actual nacionalismo catalán responde al concepto de nacionalismo librecambista, a parte del étnico, por su hecho lingüístico. Este nacionalismo tiene un concepto de la soberanía que esta muy atenuado por el reconocimiento de la interdependencia y las limitaciones del Estado-nación. Su fin es la introducción de Cataluña en las mejores condiciones económicas en el nuevo orden continental europeo. Para ello, tiene una fuerte dimensión cívica, se concentra en el autogobierno territorial con una ampliación de sus bases sociales, al no ser su independentismo tan evidente como los reivindicativos del siglo pasado. El nuevo modo de actuar de este nacionalismo librecambista abandona el concepto de identidad exclusiva y permite simultanear varias identidades, como la española y la europea, según marquen los intereses. De este modo, el discurso nacionalista es modernista y se ocupa del desarrollo y la adaptación en vez de interesarse por lo antiguo y mirar hacia el pasado. Acepta los límites de la soberanía y busca maneras que permitan hacer que el autogobierno sea eficaz y organizar un proyecto de autoafirmación nacional, a falta de la reivindicación del Estado-nación clásico. Así, el proyecto del nacionalismo sigue vinculado a una idea de progreso y modernidad, pero mantiene en la vaguedad sus fines independentistas, o al menos los trasmite de forma indirecta a través de las organizaciones juveniles, como en el caso de CiU es la JNC (Juventud Nacional de Cataluña), protagonista en su momento de la campaña independentista "Freedom for a Catalunya" en las Olimpiadas de Barcelona. Incluso Angel Colom, líder entonces de la Esquerra Republicana de Cataluña, una formación independentista de izquierda, integrado en otra formación, el Partido de la Independencia, y después disuelto e integrado en el mundo cultural convergente, defendió la posibilidad de una Cataluña independiente miembro del pacto defensivo de la OTAN. Pero un proyecto nacional integrado en la Unión Europea no tiene futuro sin una viabilidad económica. En este asunto, el nacionalismo catalán ha dado un gran salto al pasar de su histórico proteccionismo, con el que monopolizaban el mercado español para sus productos manufactureros, al área del librecambio. El proceso industrial catalán se forjó en el proteccionismo canovista que le permitió el monopolio del mercado español y el desarrollo progresivo de ésta región como una de las más avanzadas de la nación. Su actual librecambismo es utilizado como medio para vincular Cataluña a los focos de desarrollo de tecnología punta de Europa. En el momento actual, el nacionalismo catalán pretende que su región pueda convertirse en uno de los motores principales de Europa, consiguiendo ser de nuevo la parte más moderna de España. El nacionalismo librecambista se explica por el intento de reducir la dependencia del Estado central, aunque ello entrañe la de depender del mercado internacional. Precisamente, el camino contrario al que ha llevado tradicionalmente el catalanismo aliado al proteccionismo nacional. La medida utilizada por el gobierno autonómico es aumentar los incentivos para que su región resulte favorecida ante los inversionistas móviles. Sin embargo, la llegada de capitales extranjeros incrementan la vulnerabilidad económica al estar ligados los capitales a la perdurabilidad de las condiciones favorables existentes. Cuando éstas cambian, la alogeneidad del capital hace que pueda emigrar a una zona donde las condiciones de ganar beneficios sean mejores. Además, la creación de trabajo se reduce a puestos de poca responsabilidad y especialidad, quedando la alta tecnología en sus países de origen. Por otro lado, si la empresa multinacional centraliza sus actividades comerciales, la región pierde parte de los beneficios. El nacionalismo consigue a efectos de propaganda la baza de establecimiento de empresas, pero subordinando sus intereses culturales y sociales a los de los grandes poderes económicos. Como la burguesía propia catalana en cuanto crece se vincula por sus intereses a círculos más amplios, perdiendo la estrechez de miras que caracteriza a los nacionalistas. El catalanismo ha formado su lobby de interés en Europa, a través, del Patronat Catalá pro Europa, una organización pública-privada que ejerce presiones en beneficio de los intereses catalanes en Bruselas con su propia oficina, además de promover la información sobre la política y los programas de la Unión Europea en Cataluña El gobierno catalán ha efectuado acuerdos interregionales con regiones del Pirineo francés y regiones de alto desarrollo industrial italianas o alemanas. No obstante, la captación de los capitales móviles hace que estos acuerdos sean más políticos que prácticos, pero suple a su manera, una especie de política exterior del poder autonómico, teñido de vago europeísmo. En definitiva, la posible pérdida de la hegemonía nacionalista de CiU puede abrir las posibilidades a un gobierno autonómico que se abra a otras expectativas. Cataluña siempre ha sido una de las ventanas de España al mundo mediterráneo, un nacionalismo exclusivista le cercenaría su creatividad, Gaudí supo demostrar, dentro de su intensa catalanidad, ser español y trascender un arte hacia Dios, de una manera universal. Cataluña, tiene mucho que decir, siempre que frente a la cerrazón de exclusivismos de Maragall o Mas, que potencian la rivalidad con las comunidades vecinas, se desarrolle con intensidad el sentir catalán dentro de la comunidad nacional española. El desarrollo de una respuesta cultural formativa, como Arbil desarrolla desde su fundación en Barcelona, son imprescindibles para divulgar la esencia positiva y creativa catalana al resto del mundo hispánico. Se necesita una respuesta contra el concepto estrecho de nacionalidad vinculada a una raza o a una lengua, la intelectualidad católica de hoy defiende la pertenencia y fidelidad a una nación, cuando esta tiene sus raíces en conceptos de unidad de convivencia y desarrollo cultural, como fue el caso de España durante siglos. La oficialidad de una mentira histórica como defender la inexistencia de España o la Hispanidad, y la divulgación de una Cataluña nacionalista cerrada al mundo, sería el fin del desarrollo cultural catalán. Cataluña tiene mucho que decir y sus intelectuales católicos defenderán el sentir católico y catalán, por su misión histórica hispánica, como fue el caso de Valls, D´Ors, Maragall, Espriu, Pla, Gaudí, Dalí y tantos otros. Una Cataluña hispánica, será una Cataluña abierta al mundo que fecundará con su creatividad y riqueza cultural la Hispanidad. Una Cataluña nacionalista vivirá cerrada en sí y difundirá la división entre sus gentes por la ausencia de valores convivencia, al sustituir el nacionalismo los valores del catolicismo. ·- ·-· -··· ·· ·-·· J.L. Allero Notas |