Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Indice de contenidos

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Antonio Gaudí (1852-1926) Homenaje en su 150 aniversario
La cara oculta de la ONU
A globalização, o crime organizado e a corrupção
Editorial: ¿Un diario católico para España? ¡Naturalmente que sí!
"El saqueo de Euskadi".
Comentario a la biografia papal escrita por George Weigel
El conflicto iraquí. Un acercamiento ficticio a la posible futura guerra.
Religión, fe y costumbres en España: anotaciones a la última encuesta del CIS.
¿Vacío de poder en el Partido Popular?
La droga más cerca de jóvenes más débiles
Los embriones +5 son viables
La libertad religiosa
La Magia y el Maleficio
Intentos de demolición de la familia
Petróleo, piratas y herencias
Gabriel García Moreno, vencedor del liberalismo en el Ecuador
Malentendidos básicos
Atacar a la Iglesia ¡qué estupidez!
Del Amén de Costa-Gavras a la leyenda negra
La educación el siglo XXI (I Parte)
La equivocidad de los rótulos políticos
Italia, la formación de una Derecha Nacional del MSI a la Alianza Nacional
Historia del fin de semana
Entrevista a San Pablo
Fe y Cultura, dos temas trascendentales de la Investigación en la Universidad
450 años de la muerte de San Francisco Javier
Los hermanos Pemartín; "Católico" versus "Azul" en tiempos de Franco
Irak entre manipulación y realidad: Ocho mitos sobre Irak y situación de los cristianos
El Levantamiento y la Guerra de la Independencia en la provincia de Burgos
Textos clásicos: Los Reyes Católicos, reyes de España
Textos clásicos: CATECISMO MAYOR prescrito por San Pío X el 15 de julio de 1905 (Edición de 1973)


CARTAS

Revista Arbil nº 65

La educación el siglo XXI (I Parte)

por Ángel Gutiérrez Sanz

No podemos olvidar que en nuestro mundo de "libertades" en el que nos movemos la labor educativa como tantas otras cosas, va a depender del hombre en gran medida, de modo que en el futuro de la educación el hombre será quien tenga mucho que decir y que decidir. No estamos pues inmersos en el discurrir de un fatalismo ciego y desconocido, ni tampoco el futuro del hombre está encadenado a unas causas necesarias, sino que es algo que el propio hombre ha de ir diseñando libre y voluntariamente

 

El nuevo signo de los tiempos

La educación en cuanto actividad humana está inmersa en el fluir vital de un mundo en cambio, al que la pedagogía ha de irse ajustando, si quiere estar a la altura de los tiempos, incluso ha de anticiparse a los mismos, siempre que fuera posible

Educar con los ojos puestos en el mañana, ha comenzado a ser ya una necesidad en nuestro mundo, donde todo sucede con mucha rapidez. Al niño de hoy es preciso irle preparando, para que pueda hacer frente a las necesidades de los nuevos tiempos, en forma de capacitación, adaptación y de resolución de las nuevas situaciones, a las que presumiblemente tendrá que hacer frente.

Sabemos que los cambios van a producirse con celeridad y de lo que se trata es de saber mirar al futuro, para poder adivinar la dirección que éstos van a ir tomando. "En el pasado, nos dice Whiteheat, todo cambio importante abrazaba un lapso de tiempo superior al de la vida humana ... Hoy este intervalo de tiempo ha pasado a ser bastante más corto ... de ahí que debamos preparar al hombre para hacer frente a multitud de nuevas situaciones." Nuestra era, según se dice, es la era del desarrollo, pero también de la fugacidad y el cambio, lo que ayer pasaba por ser novedoso, hoy ya se ha quedado obsoleto, y si no nos anticipamos al futuro el tiempo acabará por engullirnos.

No es suficiente ya con estar equipados para vivir el presente, es preciso estar preparados para hacer frente al futuro, ya no se puede seguir pensando que lo que así fue, así ha de seguir siendo en el trascurso de nuestra vida; de aquí que en el mundo de la educación comience a sentirse la necesidad, de ir superando los aprendizajes tradicionales, dando entrada a un tipo de aprendizaje innovador y anticipativo que reduzca el riesgo de inadaptación. El mismo carácter teleológico que la educación ha comportado, desde siempre, implica un cierto grado de prospección, puesto que el fin, por ella propuesto, aparecía como una meta de futuro, en vistas a la cual se orientaba el proceso educativo.

El niño de hoy, llamado a ser el hombre del mañana, precisa de una educación que tenga en cuenta las exigencias del mundo en el que le va a tocar vivir. La eficacia educativa dependerá de los contenidos; pero también de los modos y las formas en referencia a los nuevos tiempos y dado que la tarea de prospección educativa, ni va a ser fácil, ni segura, habremos de recurrir a la prudencia y la cautela, que nos pongan a salvo de una imaginación desbocada, ajena al mundo de la realidad.

No podemos olvidar por otra parte, que en nuestro mundo de "libertades", en el que nos movemos, la labor educativa como tantas otras cosas, va a depender del hombre en gran medida, de modo que en el futuro de la educación el hombre será quien tenga mucho que decir y que decidir. No estamos pues inmersos en el discurrir de un fatalismo ciego y desconocido, ni tampoco el futuro del hombre está encadenado a unas causas necesarias, sino que es algo que el propio hombre ha de ir diseñando libre y voluntariamente. En nuestras manos está la posibilidad de orientar el rumbo de la sociedad, de elegir las formas de gobierno, de hacer buen uso de los recursos económicos, de dotar de sentido humano al desarrollo científico y técnico, en nuestras manos van a estar muchos factores de los que la educación del futuro va a depender .

Si la sociedad, la cultura o la educación no llegan a ser lo que debieran ser, hemos de pedirnos responsabilidad a nosotros mismos . Este es nuestro gran reto y también por que no decirlo, nuestra gran esperanza, lo que hace que la educación sea una aventura humana apasionante. El futuro es el horizonte donde el hombre acaba proyectando sus miedos y angustias pero también sus sueños ilusionados, poniéndole a él mismo a prueba de lo que es capaz de hacer

¿Como va a ser la educación del mañana? Es una pregunta que debemos hacernos y a la que habrá que ir dando algún tipo de respuesta, teniendo en cuenta los previsibles cambios. Es el momento de plantearnos que tipo de cultura hemos de trasmitir y que tipo de valores deberemos inculcar, de acuerdo no sólo con la necesidades de los tiempos, sino también con otros tipos de exigencias intemporales

En esta tarea de ir conformando la educación presente a las necesidades del mañana, son ya muchos los países que han comenzado a dar los primeros pasos, porque son conscientes de que se trata de una cuestión importante. La UNESCO por su parte ha realizado estudios prospectivos, entre los que habría que destacar el informe de 1996 por la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI presidida por Jacques Delors. Pensando en esta educación del futuro próximo que ya está ahí, nadie debiera conformarse simplemente, con la formación científica y técnica, sino pensar en una educación que fuera capaz de mejorar al hombre en su dimensión integral. Para conseguir la plenitud del hombre de mañana, bueno es saber que es lo que le sobra y que es lo que le falta al hombre actual. En las últimas décadas la historia nos muestra como el hombre ha sido capaz de conseguir un elevado nivel desarrollo científico, técnico e industrial, que desgraciadamente no ha ido acompañado del correspondiente desarrollo ético y humano, ello representa el gran escándalo de nuestro tiempo . El hombre es ya capaz de viajar a las estrellas; pero sigue siendo tan violento, injusto e insolidario como lo fue en tiempos pasados. No quisiéramos que el hombre del mañana fuera un sujeto robotizado con gran poder sobre la naturaleza pero completamente deshumanizado.

El futuro educativo visto desde el presente sin olvidar el pasado

Todo proyecto educativo corre el riesgo de ser una fantasía, cuando la convertimos en una cuestión puramente sentimental. Para que esto no suceda bueno será partir ya de una base real, tomada del pasado o del presente. Todo lo ya sucedido o que esté sucediendo, puede representar una clave de interpretación de futuro, bien sea para saber lo que puede acontecer, bien sea para tratar de evitar que acontezca.

Hay que mirar al futuro no perdiendo de vista el pasado y el presente, dentro de una concepción lineal de la historia, que por algo se la viene considerando la gran maestra de la vida. Un proyecto educativo que surgiera ex nihilo, sin ningún tipo de referencia al pasado no es ya sólo, que quedaría empobrecido, sino que seguramente carecería de realismo y nos acercaría a la ilusión infantil de los que creen que todo está por inventar. Al analizar la historia, algo parece claro, y es que los distintos periodos de la misma, aún siendo distintos, están interrelacionados; de manera que las etapas posteriores, difícilmente podrían entenderse, si no tenemos en cuenta las anteriores. Es por esto por lo que, para vislumbrar la educación del mañana, nos debemos dejar aleccionar por la historia, con su lado bueno a imitar y su lado malo, que nos indica los errores que hemos de corregir. Experiencias del pasado, conciencia del presente y previsión de futuro son tres factores integradores del tiempo, que se nos manifiesta sin saltos en el vacío y pueden ayudar a que el proceso educativo se mantenga dentro de una cierta continuidad sin rupturas traumáticas. No nos dispongamos a recoger en el futuro frutos que no hayamos sembrado en el pasado. La educación en cuanto actividad inserta en el ritmo de la temporalidad permite enlazar lo que será con lo que ya ha sido o está siendo .

Estamos viviendo tiempos donde la renovación es necesaria. Posiblemente, nunca como ahora, tiene tanto sentido, aquello de renovarse o morir . En educación, como en todos los órdenes de la vida, hay que irse actualizando, sin que ello signifique tener que cambiarlo todo o cambiar simplemente por el mero hecho de cambiar, sin asegurarnos antes, si tal cambio va a resultar beneficioso o perjudicial. No debiéramos olvidar que, lo que hoy es nuevo un día dejará de serlo y no por ello nada cambia en su esencia .

Tratar de cambiar las esencias culturales de nuestra tradición, por las innovaciones culturales de nuevo cuño, es privar a las generaciones venideras de la mejor herencia cultural que se les podía legar y de la que sin duda hay razones más que suficientes para sentirnos orgullosos. Las aventuras reformista apresuradas, nacidas de una Pedagogía errante e iconoclasta pueden tener consecuencias nefastas para la educación. Las reformas educativas tienen sentido, cuando representan una alternativa válida a planes de enseñanza que han quedado ya caducos e inservibles. Su eficacia dependerá entre otras cosas de su oportunismo y sobre todo de que se hayan sabido elegir los fines y los medios que a ellos conducen. A un sistema educativo se le juzga por sus resultados y no por lo novedoso que pueda resultar. Llegado el momento, tan aconsejable puede resultar, cambiar lo malo de un plan educativo, como conservar lo que de bueno podamos encontrar en él

Tiempos de renovación educativa

Se avecinan unos tiempos cargados de sorpresas que despiertan todo tipo de expectativas. Nos dirigimos hacia metas de progreso difíciles de imaginar. Los avances de la técnica van a condicionar nuestra vida personal y social; hasta es posible que las realidades del futuro superen nuestras propias expectativas. Las previsiones educativas han de hacerse con la pretensión de convertir al hombre en dueño de la nueva situación. En tal sentido no deja de ser preocupante que los teóricos del futurismo se vean obligados a confesar que, más que una promesa, el futuro puede representar una amenaza.

Poniendo la mirada en las nuevas generaciones el informe OCDE nos advierte que, en los próximos años los jóvenes se van a enfrentar a graves dificultades laborales, que de alguna forma tendrán que ser resueltas, sin duda, mediante una buena formación profesional. La educación ha de estar atenta para asumir el reto del desempleo juvenil, para afrontar las innovaciones tecnológicas. A este respecto la UNESCO ha dado unas orientaciones educativas, que pueden resultar útiles para encarar el futuro próximo. Se nos dice que los jóvenes han de estar dispuestos a un aprendizaje que tenga en cuenta las exigencias de continuos cambios a los que han de adaptarse. Se nos advierte que la enseñanza ha de dejar de ser intelectualista para convertirse en una enseñanza tecnológica y funcional, donde la teoría y la práctica se combinen y la escuela deje de estar separada de la vida y de la sociedad. En consonancia con los cambios que se presumen, los planes de estudio han de ser abiertos y el alumno ha de ejercitarse en un autodidactismo, que le permita ir encontrando las soluciones adecuadas a los problemas que se le vayan presentando. Dado que la educación se prolongará durante toda la vida hay que ir pensando en alternativas de enseñanza distintas de las actualmente existentes.

Otro de los problemas de los próximos años habrá de ser la introducción de la informática en la escuela y la familiarización de los educandos con el lenguaje de las máquinas. Las previsiones apuntan a que la informática va a ser, cada vez más, la que irá configurando el futuro. En los próximos años, según la Comisión Europea, el mundo del trabajo en Europa va a depender de la tecnología informática, lo que constituye un reto para el que la educación ha tener algún tipo de respuesta.

Ahora bien, esta renovación tecnológica no ha de serlo todo. En los próximos años nos va a hacer falta una educación que se comprometa con otras aspiraciones humanas, que doten de sentido al desarrollismo definidor de la sociedad opulenta, a la que el hombre occidental parece dirigirse y que amenaza con un insufrible aburrimiento por agotamiento de la capacidad de estimulación. Sería lamentable que se postergara la legitimidad moral, en beneficio de un mal llamado progreso, puesto al servicio del placer y del consumismo. Debiera plantearse con urgencia la cuestión de cómo y en qué medida la escuela ha de armonizar los saberes técnicos con los saberes humanos. Ambos van a hacer falta. Necesitamos los saberes técnicos para dominar al mundo y los saberes humanos para dominarnos a nosotros mismos. Son muchas las cuestiones que hay pendientes: ¿Qué tipo de cultura?. ¿Qué tipo de preparación humana?. ¿Con qué tipo de criterios se va a hacer tal selección?. Para responder a estas y otras cuestiones, hay que saber encontrar la legitimidad ética de todo tipo de conocimiento o de cultura.

Dado que el marco, previsiblemente impersonal, en el que se ha de ir desarrollando la sociedad futura, no es aventurado suponer que las tendencias utilitaristas y pragmáticas van a salir favorecidas. Una vez que la cultura de la imagen y la informática nos vayan situando en un sistema de comunicaciones mediatizados por el ordenador; el problema va a estar en saber poner todos estos medios al servicio del hombre, que de ninguna forma puede quedar esclavo de la técnica. El futuro inmediato que nos aguarda, tiene todas las apariencias de que, los resultados prácticos van a contar más que los sentimientos humanos y que los avances técnicos van ha ser el exponente de las aspiraciones del hombre. Ello, lógicamente, no deja de ser motivo de preocupante

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Ángel Gutiérrez Sanz.

 


Revista Arbil nº 65

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