Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

Por la Vida, la Familia, la Educación, la dignificación del Trabajo, la Unidad histórica, territorial y social de la Nación, y por la Regeneración Moral y Material de nuestra Patria y el mundo

 


Indice de contenidos

Texto completo de la revista en documento word comprimido
Población y soberanía nacional
Nacionalismo, patriotismo y subsidiariedad.
Nuevos Herodes, nuevos Pilatos y... ¡nuevos Quijotes!
Editorial. Hablemos claro: la mayor campaña anticatólica de los últimos sesenta años en España.
Sindicalismo y ultraizquierda; especial atención a la enseñanza
¿Crisis en el nacionalismo vasco?
Las dos Navidades de los cristianos
¿Alguien cree en un gobierno societario verdaderamente democrático?
La Navidad que viene...
Por una educación al servicio de la persona
En la estela de Le Pen: ¿un partido populista en España?
El primer ataque del separatismo peneuvista contra la unidad española
El Peronismo
Por una estética católica
Un catecismo de cine
Los que están detrás en la guerra contra la vida y contra Hispanoamérica
Pastorales
Avaricia, dinero, poder
Los obispos condenan el nacionalismo idolátrico y totalitario: Documento de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo
Desobediencia civil
Fray Bartolomé de las Casas, un agitador con hábito
La Ley frente a la legalidad
Papá Nöel
El origen de la izquierda obrera y la cuestión social en España
Tener paz
Valores que nos unen: educar para la convivencia
La "purificación de la memoria" y la devoción al Corazón Inmaculado de María para la nueva evangelización
Actividades de Arbil-Bilbao
Textos clásicos: Sentido y ubicación de Mexico


CARTAS

Revista Arbil nº 64

Avaricia, dinero, poder

por Alejo Fernández Pérez

Esa ansia, ese apego feroz y egoísta a los bienes materiales es lo que llamamos avaricia. Esa ansia provoca, a su vez, un trastrueque violento de valores.

Para el avaro el dinero y lo que este conlleva es el fin de su vida, no un medio para vivir. Están a nuestro lado entre nuestros compañeros, socios, amigos. Son fáciles de notar: No se consideran compañeros, socios ni amigos de nadie, y se caracterizan por hacerles a todos la vida desagradable.

La avaricia no se limita al deseo enfermizo de dinero, tiene una extensión espiritual y social que reviste al avaro de una repugnante sordidez de sentimientos que le incapacita para el simple gesto de agradecer un favor, para alabar de forma sincera y alegre una buena acción, para participar en los gozos o dolores del prójimo.

En definitiva, el avaro es un ser negado , incapacitado para compartir, para comunicarse y para solidarizarse con los demás. Vive ajeno a la gente que le rodea. Sólo tiene una pasión: atesorar. Este vicio nunca viaja sólo; genera otros muchos que se potencian entre sí: soberbia, robos, mentiras, maledicencia...

Aristóteles decía que: El avaro es el que no gasta en lo que debe, ni lo que debe, ni cuando debe.

Avaros son también esas personas que no piensan más que en enriquecerse ocupando los primeros puestos de gobierno, los que procuran ganar al precio que sea unas elecciones, los que controlan unas ventas poniendo zancadillas, los que obtienen negocios de la administración mediante sobornos o malas artes; los que valiéndose de su autoridad, fuerza o posición obtienen monopolios con beneficios brutales extorsionando el mercado, y todos esos trepadores que pululan a nuestro alrededor enriqueciéndose a fuerza de empobrecer a los ciudadanos. Ya no son los que guardan las monedas en un cajón de sus casa para regodearse contándolas y acariciándolas por las noches. Estos son más peligrosos, pues no lo parecen

En la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, hablando en términos actuales, podría ser que Epulón fuese a misa todos los días, que comulgase con frecuencia, que diese limosnas al culto, que ayunase y perteneciese a alguna cofradía; sin embargo, consta que fue al infierno, no por todo eso, sino porque ignoró a un pobre, a Lázaro, que se sentaba a su puerta cada día. Todo lo quería para él, todo lo perdió.

Lo esencial no es que tengamos más o menos bienes materiales, sino la forma en que los usemos. Ese, precisamente ese, es uno de los más importantes criterios para entrar en el reino de los cielos.

Martín Lutero King en su libro, "La fuerza de amar" describe de manera magistral la psicología de un rico avaro, comenta: "Jesús no llama necio al hombre rico por serlo ni por haberlo hecho de forma deshonesta, sino porque los objetivos por los que vivía se le confundieron con los medios por los que vivía. Tantas veces había dicho yo y mío que estaba incapacitado para decir nosotros y lo nuestro Tenía la inconsciente sensación de ser el Creador, no una criatura" Y King se pregunta "¿No podría ser que el rico fuera la civilización occidental ?" ¿Cuántas familias se han destrozado porque el marido o la mujer viven sólo para trabajar, olvidándose de la mujer, del marido o de los hijos? ¿Cuántos amistades perdidas por análogo motivo? ¿Merecía la pena?

Nuestro poder científico ha sobrepasado nuestro poder espiritual. Hemos consumido la vida en el sostenimiento de la vida. Hemos olvidado que la "vida" del hombre no le viene de sus bienes sino de aquellos tesoros del espíritu, las buenas obras, a los que no se pueden robar, ni los roe la polilla.

Nuestra sociedad está marcada por una monstruosa tentación a la avaricia en todos los ámbitos de la vida. La avaricia es la mejor aliada de la sociedad de consumo; fomenta la preocupación por triunfar , por el lujo, de aparentar más, de ser los primeros, de tener los mejores coches o vestidos,…

Hay una raíz más poderosa en la que radica el auténtico mal: En la organización económica de nuestra sociedad, toda ella basada en el consumismo, en el interés de tener más, en producir más y mejor a base de ignorar y abusar de los hombres y mujeres en el trabajo y en el sueldo..

En realidad, el avaro es un pobre enfermo que da pena y risa. La sabiduría popular lo retrata como "un loco que vive pobremente para poder morir rico. Publio Siro afirma que al pobre le faltan muchas cosas; al avaro, todas.

Lamentablemente, hablamos tan poco de la avaricia que parece como si no existiese. Ahítos de noticias que aparecen y desaparecen cada pocas horas, cualquier periódico con casi 100 páginas habla de mil simplezas y nada o casi nada de las cosas realmente importantes para el espíritu del hombre.

Se olvida con frecuencia que la alegría, la paz de espíritu, el amor, el buen humor, los buenos amigos; el reconocimiento social de una buena persona que echa una mano a los demás, los ratos de amena conversación, la entrega al servicio de los demás , y el cariño de familiares y amigos son algunas de las cosas importantes, realmente importantes, en el mundo que no se compran con dinero

Mientras tanto, siguen en pié las radicales palabras de Dios: "El que va tras el dinero, pecará por conseguirlo…..no se puede servir a Dios y al dinero…la seducción de las riquezas ahogan las palabras de Dios…Quienquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo…Más difícil es que un rico entre en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja… Nada tan odiosos como el avaro, él es capaz de vender hasta a su alma. Una ligera enfermedad, el médico sonríe, pero hoy Rey y mañana muerto"

Además, los Evangelios nos recuerdan : "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" Mientras estemos en la tierra, mejor será no olvidarlo.

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Alejo Fernández Pérez
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Revista Arbil nº 64

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Aldea de San Francisco

Un proyecto de los franciscanos (de la Custodia) para construir 70 viviendas para familias cristianas en Tierra Santa (zona de Betfagé)

Un remedio para evitar el éxodo de los cristianos de los Santos Lugares

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