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CARTAS

Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Revista Arbil nº 69

El animalismo trascendental

por Alberto Sánchez León

La persona es el modo de ser específico del ser humano, y, por ello, todo individuo humano es persona. La persona es fin en sí, existe en sí y por sí. Una crítica al funcionalismo de P. Singer


En este breve texto no pretendo realizar un estudio exhaustivo del funcionalismo y todo lo que esta doctrina lleva consigo. Mi objetivo primordial es ver algunas cuestiones centrales de esta postura ética frente a una ética personalista, cuya visión ética arranca desde la comprensión misma de la persona y todo lo que este concepto implica. Huelga por tanto decir, que el presente trabajo obviará detalles innecesarios (si en ética cabe hablar de "detalles innecesarios", pues todo lo que se afirma o se niegue es digno de una reflexión rigurosa y precisa).

La crítica que pretendo realizar al funcionalismo de P. Singer va enraizada a una pregunta central, a saber, ¿son todos los seres humanos personas? O ¿son todos los hombres personas?

Según Singer hay seres humanos que no son personas y hay personas que no pertenecen a la especie humana. Para Singer el ser humano se define sólo cuando realiza funciones humanas, es decir, que para este "pensador" sólo existe el individuo humano en el momento en el que tiene bases estructurales fisiológicas que lo hacen específicamente humano o capaz de humanidad, capaz de querer y de pensar.

Según la teoría singeriana (si es que cabe hablar así), sólo el que posea autoconciencia y racionalidad puede tener derecho a la vida. Con esta teoría tanto los embriones humanos como los niños en el primer año de vida o como los enfermos mentales (y se podría poner una largo etcétera) no son personas, pues todavía no tienen la facultad o capacidad de querer ni de pensar.

Estas tesis, tan plausible en algunos entornos "intelectuales", es la que pretendo criticar con una base filosófica y sobre todo con algo de sentido común.

Siguiendo el "pensamiento" de P. Singer el derecho a la vida de un perro (chimpancé, delfín, y otra larga serie de animales) está por encima de un embrión humano, de un niño de un año de vida, de un enfermo mental (y aquí se podría poner otra larga lista de personas con algunas deficiencias volitivas o mentales). Singer manifiesta que " (...) en relación a las cualidades moralmente relevantes como son la racionalidad, la autoconciencia (...) la autonomía, la capacidad de sentir placer y dolor, cualquier generosa comparación entre la ternera, el cerdo y la tan denostada gallina con el feto humano da como resultado, para aquellos, una considerable ventaja en cada estadio de la gestación" (1).

Lo más triste es que hoy en día, en el siglo XXI, se discuta este aparente problema donde un perro supere en tanto a un ser humano, donde la dignidad humana se ha rebajado tanto que hasta un animal "es" más que un ser humano que padezca alguna deficiencia de las ya nombradas anteriormente.

Lo primero que se me viene a la cabeza cuando oigo estas atrocidades es que si este señor no considera personas al embrión humano, al niño o al enfermo mental, ¿qué son entonces? Si sólo son personas cuando piensan o quieren me pregunto qué es lo que sería el mismo Singer cuando está tranquilamente durmiendo en su lecho o cuando se ha dado un golpe y haya perdido temporalmente el conocimiento, o cuando...

Según Robert Spaemann "De acuerdo con una concepción bien fundada filosóficamente desde el punto de vista de la tradición, es persona todo ser de una especie cuyos miembros poseen la capacidad de alcanzar la autoconciencia y la racionalidad. Por tanto, si sólo fueran personas aquellos seres que, en efecto, poseen dichas cualidades en acto, en ese caso a cualquier hombre dormido podría serle impedido despertar vivo, pues mientras duerme claramente no es persona" (2).

De esta manera Singer reduce el concepto de persona a "situaciones personales" de uno organismos. La persona, parafraseando a Spaemann, queda reducida a una cualidad adquirida gradualmente. "La personalidad es el elemento constitutivo del ser humano, no una cualidad suya, y, desde luego, en ningún caso, una cualidad adquirida gradualmente" (3).

Frente a esta postura en sí misma incongruente, personalmente mantengo la tesis de que hemos de considerar personas a todos los individuos de la especie homo sapiens sapiens, incluso a aquellos que todavía no están en condiciones de manifestarlas.

Siguiendo la línea de V. Possenti este funcionalismo es un utilitarismo ético que reduce la persona a lo útil, pero la persona es fin en sí misma (4), y nunca se la puede considerar o tratarla como medio. "Algunas corrientes bioéticas contemporáneas, sumamente reduccionistas, rechazan el concepto mismo de persona, y reducen todo al utilitarismo ético centrado en el placer sensible, en el cual, la única diferencia relevante que se admite entre los seres es si son capaces de sentir o no: solo tienen derechos los seres que tienen la capacidad de experimentar el placer o el dolor. En consecuencia, serían titulares de derechos los animales adultos que son capaces de gozar y sufrir, pero no los embriones humanos porque carecen de sistema nervioso" (5).

Se trata pues de un utilitarismo a la vez que de un empirismo y funcionalismo. Esta doctrina funcionalista, o como se la quiera llamar, confunde a la persona con su obrar, al hombre con la función que realiza, al hombre con sus operaciones. Para Singer la persona es su operar, pues no distingue entre el acto segundo y el acto primero del hombre.

Ahora bien, este "animalismo trascendental", como lo llama V. Possenti, que quiere identificar a la persona con su obrar, carece de un error de índole metafísica, pues esa identificación sólo cabe en el Ser puro, en el Actus essendi. Sólo un Ser puro, simple, perfecto es idéntico a su esencia. Sólo Dios es también su actuar, su operar, sólo en Él su esencia se confunde con su ser, pues Él es su mismo obrar.

Otra crítica a semejante identificación entre el ser y el operar en la persona humana viene en boca de V. Possenti, "El equívoco de fundar la persona en el obrar, se refleja en la cuestión de la unidad e identidad del yo/ sujeto, que sin un acto primero, fundante y radical, queda desparramado y disuelto en los múltiples actos que tienen lugar en un proceso temporal. No es sin motivo que estas corrientes (funcionalistas) encuentran infaliblemente graves dificultades a la hora de poner los cimientos a una identidad durable del yo (6)".

Aún así, hay que saber, perdonad que insista, que el obrar sigue al ser ("Operari sequitur esse"), es decir, para actuar hay que ser, hay que estar vivo; los muertos no actúan. Cada cual actúa conforme a su modo de ser o a su capacidad de llevar a cabo las cosas. Para Singer, siguiendo su modo de razonar, el feto no es persona porque no actúa como tal, pues no tiene capacidad de intimidad, tiene un conocimiento muy limitado, no toma aún decisiones libres, etc., pero mostrar esta tesis resulta una falacia metafísica, pues como dice Blanca Castilla y Cortázar, "Si antes es el ser, y de ahí se deriva el actuar, habrá que tener en cuenta cuál es el ser, la ontología de una realidad, para calificar su realidad. Puede ser que un ser no esté actuando por determinadas causas, por ejemplo el sueño, y no por eso deja de tener unas características ontológicas" (7).

Existe otra postura filosófica-bioética sostenida por Parfit que mantiene una concepción gradualista de la persona y de su derecho a la vida. Parfit señala que "el óvulo fecundado no es un ser humano y una persona ya desde el comienzo, pero lo va siendo lentamente" (8).

Este evolucionismo ético, el que manifiesta la frase del párrafo de arriba señalada por Parfit, determina el ser de la persona a través de un proceso, y esto no es precisamente que el obrar siga al ser, sino, que aquí más bien se interpreta del modo contrario, es decir, que el ser llega después que el actuar, esto es, que es el hacer quien deviene en ser, y no el ser que tiene la facultad de operar. Pero el evolucionismo, que piensa que siempre se llega a algo mejor, no tiene un fundamento sólido para respaldar sus tesis, pues la misma tesis de llegar siempre a lo mejor, ¿de dónde se sabe? De la experiencia no, pues la experiencia siempre se tiene del pasado, y del futuro tampoco porque él mismo no se ha dado.

De este modo, tanto para Singer como para Parfit, las diferencias esenciales se reducen a diferencias de grados, dispuestas según un continuum, para el que no sería posible poner en un sentido unívoco qué es persona y qué no lo es, basándose en un esencialismo. Ambos eliminan los grados de ser. Para ellos el ser de una vaca es el mismo ser que el de una persona humana.

Es claro que para seguir hablando es preciso precisar (valga la redundancia) el concepto de persona (9). Según Possenti, los conceptos fundamentales para elaborar una definición de persona se encuentra ya en la tradición filosófica (naturaleza, individuo, sustancia, existencia, racionalidad, espiritualidad) (10).

No basta una definición nominal de persona, como la de animal social, pues también los lobos y algunos animales viven en sociedad. Esta definición es vaga e imprecisa. Hay que buscar no una definición nominal sino real, es decir, que nos lleve a la misma naturaleza de la cosa que se quiera definir. Pero esto no es tan fácil, la persona es tan grande que no la podemos determinar en una simple definición. De este modo San Agustín afirmaba de la persona "magna questio, profundo mistero".

X. Zubiri, acerca del concepto de persona, piensa: "Ser persona, evidentemente, no es ser simplemente una realidad inteligente y libre. Tampoco consiste en ser sujeto de sus actos. La persona puede ser sujeto pero es porque es persona, y no al revés. También suele decirse que la razón formal de la persona es la subsistencia. Pero yo no lo creo: la persona es subsistente ciertamente, pero lo es porque es suya. La suidad es la raíz y el carácter formal de la personeidad. La personeidad es inexorablemente el carácter de una realidad subsistente en la medida en que esta realidad es suya. Y si su estructura como realidad es subjetual, entonces la persona será sujeto y podrá tener caracteres de voluntad y libertad. Es el caso del hombre"(11).

Possenti sugiere lo siguiente: "La singularidad de la persona se condensa en una cualidad que solo aquella posee: la cuasi-paradojal presencia, al mismo tiempo, de la incomunicabilidad ontológica y la comunicabilidad intencional. Incomunicabilidad en el orden de existir, porque aquella "posee" y ejercita el propio acto de ser, que es sólo suyo y no compartible con otros; comunicabilidad intencional en el orden del obrar, en el conocer, el amar, el dialogar, el "vivir con", por lo que la persona es, y sólo ella, apertura al todo"(12).

En Singer no cabe de hablar de apertura al todo, sino más bien de todo lo contrario, es decir, de "cerradura" al todo o apertura "a la nada", pues el hombre, el ser humano, en el caso del embrión, es su función, esto es, sería una especie de pegote en el seno materno, y no sólo eso, sino que además es un pegote que puede dificultar el bienestar de la madre, un pegote que comparte el alimento de la madre, en definitiva un ser que lejos de ser útil para la sociedad resulta un estorbo, una función sinsentido, sin función, un ser que sólo deviene en problemas. Un útil para sí, pero en ningún caso un útil para la madre. Su función es pues la de algo que ocupa un lugar ajeno y además es dañino. ¿por qué entonces darle algún tipo de posibilidad? Al igual sucede con el enfermo mental, y con el niño, y con el abuelo que ha perdido memoria, y con... Con todo no es de extrañar que Possenti designe a esta postura ética como "animalismo trascendental".

La persona es el modo de ser específico del ser humano, y, por ello, todo individuo humano es persona. La persona es fin en sí, existe en sí y por sí. Por eso el aquinate decía que "(...) la persona es lo más perfecto de todo lo que hay en el universo entero, porque en ningún otro individuo se puede encontrar una naturaleza tan rica en perfecciones ontológicas y operativas, una más profunda unidad que brota desde la forma sustancial" (13).

Ahora bien, si la persona es fin en sí, existe en sí y por sí, nunca se la puede tratar como medio. Günter Rager, al contrario que Engelhardt, lo manifiesta desde una premisa: "Si el embrión humano constituye un ser humano desde el principio, entonces debe atribuírsele la dignidad humana, y, por tanto, no puede jamás ser un medio para un fin"(14).

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Alberto Sánchez León

Notas

1) Singer, P. Schwangerschaftsabbruch und ethische Güterabwägung, pág. 155.

2) Cuadernos de Bioética. Revista trimestral de cuestiones de actualidad. Vol. III, Nº 31 3ª 1997, p. 1030.

3) Ibídem.

4) Obra de tal modo que no trates a la humanidad, ni en tu persona, ni en la de otros, meramente como medio, sino siempre y al mismo tiempo también como fin. I. Kant. Pero la ciencia ha convertido al embrión en un objeto útil para la cosmética, útil para la experimentación, etc. Y lo ha hecho con un grito por el progreso. A veces me cuestiono si este progreso es en el fondo un retroceso, donde no existe el fin de la persona, ni sentido, sino un cierto bienestar pasajero y efímero.

5) El derecho a la vida, C.I. Massini y P. Serna (Eds.), J. Finnis, G. Kalinowski, A. Ollero, V. Possenti, y R. Spaemann. Pág. 120-121.

6) Ibídem, p. 130.

7) Cuadernos de Bioética. Revista trimestral de cuestiones de actualidad. Vol. III. Nº 31, 3ª, 1997, pág. 1114.

8) D. Parfit, Ragione e persona, 410.

9) Concepto que aunque ya se utilizó con los griegos (prósopon), es introducido por el cristianismo para explicar la trinidad, las relaciones de oposición, el viejo problema de la ousía y la hipóstasis.

10) Estos conceptos vienen en la definiciones de persona de Boecio (rationalis naturae, individua substantia), de Ricardo de San Víctor (rationalis naturae, individua existentia) y de Santo Tomás de Aquino (individium subsistem in rationali natura, o quod es perfectissimum in tota natura S.Th. I, 29, 3.Cfr .también en De potentia, 9, 4.).

11) Xavier Zubiri, El hombre y Dios, pág. 50-51.

12) El derecho a la vida, C.I. Massini y P. Serna (Eds.), J. Finnis, G. Kalinowski, A. Ollero, V. Possenti, y R. Spaemann. Pág.134.

13) Ibídem.

14) Cuadernos de Bioética. Revista trimestral de cuestiones de actualidad. Vol. III. Nº 31 3ª, 1997. Pág. 1053.

 


Revista Arbil nº 69

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