"El directivo de empresa debe de focalizar sus esfuerzos en maximizar el valor para el accionista". Este es el dogma único enseñado en las Facultades de Empresariales, incluidas las de inspiración católica. Se les olvida a estos dogmáticos intolerantes la responsabilidad de la empresa con trabajadores, proveedores, clientes y entorno social que le acoge. Unos olvidos que no sólo violentan los principios éticos sobre los que se debe de sustentar una compañía, sino que además, debilitan la estabilidad de la cuenta de resultados y de la misma permanencia de la empresa. La realidad virtual engaña con el movimiento alocado e irracional de las pantallas de cotización. Una compañía como Parques Reunidos puede tener una valoración de dos dólares en el mes de abril para ser valorada en el mercado por el doble en apenas tres meses. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna. No hay nuevos proyectos de inversión, ni incremento sustancial de las ventas, ni fichajes estrella de superhombres del management. Simplemente la amenaza de un tercero que quiere "comerse" a la compañía y está dispuesto a pagar por ello... El escándalo de la valoración y el tráfico de "información del interno" de Parques no es el único gesto de la "lógica" financiera. Los mercados son movidos principalmente por los voluminosos fondos de pensiones norteamericanos cuyos centro de decisión se encuentran en el alejado Nueva York. Los gestores toman sus decisiones en función de determinados ratios que permiten comparar compañías bajo los mismos parámetros. Una decisión racional, que sin embargo ofrece algunas grietas. Uno de los ratios utilizados es el de ingresos por empleado. De ahí la obsesión de los gestores de compañías cotizadas de reducir plantilla... De esta forma, en los últimos años muchos directivos han dedicado sus esfuerzos a la destrucción de empleo, bajo el paraguas de la "nueva coyuntura internacional" tras el 11S y la tecnificación del trabajo. La realidad, sin embargo, es que ni el 11S ha tambaleado la economía internacional como desearía Bin Laden, ni la tecnificación justifica los descomunales despidos. Se trata más bien de un proceso de precarización del empleo en el que se sustituye empleo dignamente pagado por contratos basura cercanos al mínimo interprofesional. Es la práctica realizada por los dos grandes bancos españoles con sus prejubilaciones masivas con cargo a reservas. Una fórmula que minora el patrimonio de la propiedad (atención a la ruptura del dogma de maximización del valor para el accionista...) pero que garantiza el adelgazamiento "tranquilo" de los plantillas. Todo ello con la bendición de unos sindicatos castrados y de un Banco de España que bendice una operación "extraordinaria", mercantilmente dudosa. Cuerpos de supervisión tengas... También Telefónica se ha sumado a está práctica de recorte salvaje. Recientemente ha anunciado el adelgazamiento de su plantilla en 15.000 trabajadores, lo que supone el 37 por ciento de su fuerza laboral. Alierta "manos-tijeras" se suma así a la política de mejora de beneficio por la vía menos creativa: recortar costes sociales. El problema es que junto con el recorte de costes sociales, se produce un espectacular crecimiento de los costes de servicios. Se trata de las subcontratas que la teleoperadora debe de firmar para poder seguir manteniendo la "calidad" de un servicio que -por cierto- se encuentra saturado y desinvertido. Unas subcontratas que por supuesto maltratan a sus trabajadores con inseguridad, escasa retribución, impago de horas extras, etc. Pero Alierta está contento. Además de arañar los costes de producción, ha conseguido mejorar sustancialmente el ratio de ingresos por empleado. Los sindicatos, por supuesto, callan. Suponen un 2 por ciento de la plantilla de Telefónica, pero se venden rápidamente por un plato de lentejas... Y como Telefónica va bien, anuncia un dividendo de 0,4 euros por título para el año que viene y los siguientes. ¿De dónde los sacará? Eso no importa. El concepto de "pay out" se ha vuelto muy relativo. Ya no se trata del porcentaje de beneficios que se reparte entre los señores accionistas. Se trata de una cuantía por título, que saldrá de los beneficios obtenidos... o no. De hecho, la teleoperadora -que había dejado de retribuir al accionista en los "felices" años de Villalonga- vuelve a repartir dividendos justo el año en que sus resultados son negativos. ¿Cómo se pueden repartir beneficios si la compañía está en pérdidas? Pregunten al contable. Eso sí, el de Enron era mucho más "creativo"... . ·- ·-· -··· ·· ·-·· Luis Losada Pescador |