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Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

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Indice de contenidos

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- Eugenesia; nostalgia de la vida imperfecta
- Categorías de la política: Política, Criptopolítica y Metapolítica (3ª parte). Metapolítica: recuperación del concepto metafísico de la política. Restauración de los valores sagrados de la Politeia
- La soberanía popular
- Editorial
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- Lógica financiera
- La Izquierda de Blair
- Penélope o la apuesta radical por el otro
- Una entrevista a José María Baamonde: la Iglesia católica frente a la irracionalidad de las sectas y la new age
- Cara y cruz del nuevo movimiento cívico vasco
- "Fuego del Cielo". Harvey G. Cox, el pentecostalismo y el "final" de la secularización
- Reflexiones sobre la educación de los hijos
- Ciencia y Fe
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- El poder político acosa a las cajas
- Los riesgos que nos acechan
- Revista MegaTop: consumo, consumo y más consumo. El preadolescente, objeto del poder
- El Debate: Un diario católico en la II República
- Aquellos héroes del celuloide
- Relativismo moral y catolicismo
- Tolerancia y religión
- Disgregar se ha puesto de moda
- Responsabilidades
- Las columnas de la Iglesia
- A donde van los donativos a Zenit
- Un archivo para la memoria colectiva de Navarra
- El Papa y España
- Arbil en Polonia
- Texto Clásico: Síntesis de espiritualidad católica :


CARTAS

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Revista Arbil nº 71-72

Tolerancia y religión

por Angel Gutiérrez Sanz

Sin la Verdad, la libertad degenera en subjetivismo y anarquía. La tolerancia no va unida al relativismo religioso. lo que en ocasiones se llama tolerancia es sinónimo de cobardía cuando nada se hace por remover los obstáculos que impiden a millones de hombres su realización humana


No es un hecho muy habitual que una iglesia en este caso la de Sto. Tomás de los dominicos de Avila se transforme en un teatro improvisado para representar una obra como la de NATÁN EL SABIO de W. E. Lessing . Habrá siempre quien entienda que este tipo de eventos es una forma de sacralizar la cultura, el arte y habrá también quien piense que con ello lo que se está haciendo es la profanación de un lugar sagrado. La obra en cuestión responde a la idea de que las tres grandes religiones monoteistas son igualmente respetables y dado que lo que hoy por hoy está de moda no es el fanatismo cristiano, sino otro tipo de fanatismos religiosos que en el siglo XXI siguen matando en nombre de Dios, a mi se me ocurre pensar, que tal vez el lugar más idóneo para este tipo de representaciones no debieran ser las iglesias católicas precisamente, sino las mezquitas musulmanas; pero no es esto lo que a mi en realidad me importa ahora, sino el mensaje que se desprende de esta obra polémica, que en algún tiempo estuvo proscrita. Por ello me gustaría reflexionar sobre la tolerancia y la religión tomando como punto de referencia la mencionada obra teatral NATÁN EL SABIO. A cuya representación asistí.

He de comenzar diciendo que esta obra de Lessing representa un testimonio fehaciente a favor de la "tolerancia" religiosa y no deja de ser curioso que el lugar elegido para su reposición fuera nada menos, oh ironía, que la casa del mismísimo Torquemada, desde donde se hicieron otro tipo de alegaciones de signo bien distinto por cierto. Mucho tiempo ha pasado desde entonces; pero por lo que se ve el tema de la tolerancia bien entendida es algo de lo que todos andamos bastante necesitados.. También en España convertida en lugar de destino de miles de emigrantes procedentes de otras culturas, conviene que comencemos a hablar de estos temas. Los españoles tenemos planteado un cúmulo de problemas, con la venida a nuestro suelo de los inmigrantes, cuya clave de solución pasa necesariamente por la tolerancia. Una tolerancia que en todo caso hay que saber justificar, interpretar e incluso enmarcar dentro de los límites debidos. La obra de Lessing nos brinda una excelente ocasión para hacer algunas breves consideraciones al respecto.

Me interesa dejar claro que para mí, ni NATÁN EL SABIO es la Biblia, ni W.E.Lessing es Dios. Para analizar cuidadosamente los mensajes subliminales que se desprenden de esta obra, nada mejor que comenzar distinguiendo entre el mundo de la ficción y el mundo de la realidad metafísica. Hábilmente el autor se sirve de la parábola de los tres anillos, que conduce a un callejón sin salida, en orden al discernimiento religioso. Tanto es así que sólo quedan tres alternativas: o bien las tres grandes religiones monoteístas son todas ellas falsas, o son las tres verdaderas, o como última alternativa queda el que sólo una de ellas sea la verdadera y las otras dos sean falsas, pero este último supuesto es algo que el hombre nunca podrá saber.

En cada uno de estos supuestos la tolerancia religiosa aparece siempre como la solución obligada. Al final Lessing consigue su propósito, con el que se puede estar más o menos de acuerdo, lo que sucede es que lo consigue de forma capciosa. Habría que preguntarse ¿las alternativas posibles hubieran sido éstas mismas cambiando el planteamiento y arrancando de una parábola ficticia diferente?... De entrada habría que decir que parece poco riguroso tratar de dar respuesta taxativa a una pregunta tan trascendental como es el discernimiento religioso partiendo de una ficción o de una fantasía. A la hora de dar respuesta a la pregunta ¿Cual es la religión verdadera? Lassing anda sobrado de efectismo teatral, pero le falta rigor. Por ello las dos preguntas que ahora me hago son las siguientes: ¿Para un cristiano es compatible la certeza con la tolerancia religiosa?, dicho de otro modo. ¿El creyente cristiano ha de ser tolerante porque la verdad está fuera de su alcance? Y la otra pregunta que me hago ¿la tolerancia ha de tener unos límites?.

La pregunta sobre si es compatible la certeza cristiana con la tolerancia nos introduce ya en el tema de la legitimación de la propia tolerancia. Habrá quien después de haber visto NATÁN EL SABIO piense que la verdad absoluta, al ser patrimonio de Dios y no monopolio de ningún hombre, nos coloca en situación de ser extremadamente cautos en todo lo que se afirma y en todo lo que se niega, hasta el punto de tener que profesar un relativismo más o menos encubierto. Habría quien saliera pensando que no es oro todo lo que reluce y que en definitiva es preciso quedar vacío de certezas para poder hacer acopio de toneladas de tolerancia. Puede que esto tenga que ser así en algunos casos, pero desde luego no en todos, lo cual no resultará difícil, pienso yo, demostrar.

Afortunadamente está todavía en nuestra memoria esa extraordinaria mujer que fue Teresa de Calcuta, que con toda justicia bien pudiera ser tomada como modelo universal de tolerancia. Detrás de cada desgraciado y miserable con que tropezaba en su camino, sólo veía al hombre necesitado, no al cristiano, ni al judío, ni al musulmán. A su casa llegaban los enfermos y moribundos de todas las religiones y lo que a ella le importaba era aliviar sus dolores, ayudándoles a sufrir y a morir en paz con su Dios. Pues bien, este modelo de tolerancia que fue la Madre Teresa de Calcuta, lo fue también de lealtad a la Iglesia Católica. Ella siempre proclamó la certeza de su fe y se mantuvo firme en las verdades en las que siempre creyó; todo un paradigma para el creyente católico

Otro ejemplo en nuestros días pudiera ser el ecumenista Juan Pablo II, el Papa a quien todo el mundo quiere, el mismo que en su Encíclica "Veritatis splendor" declara sin ambages que sin la Verdad, la libertad degenera en subjetivismo y anarquía.

Ambos ejemplos son lo suficientemente elocuentes por si mismos que nos obligan a pensar que la tolerancia no tiene por qué ir indisolublemente unida al relativismo religioso, ni tampoco que la firmeza en defender las verdades intemporales y universales de nuestro catolicismo haya de ser tomada como signo de intransigencia o intolerancia. ¿Dónde podemos pues encontrar la legitimación de la tolerancia? No es difícil dar respuesta a esta pregunta, si aceptamos que la libertad es un derecho básico de la persona, que nadie puede discutir y que el mismo Dios quiere y respeta. Si pues la libertad del hombre es algo querido y respetado por Dios, también habrá de serlo por el hombre. Ahora bien, el respeto a la libertad de los demás nos conduce inevitablemente la respeto de sus ideas y decisiones y eso es precisamente la tolerancia, que no es indiferencia, sino un respeto que lleva implícito el compromiso. De lo que se trata no es de imponer nada a nadie sino en todo caso de proponer algo de lo que los católicos estamos convencidos, para que pueda ser aceptado libremente por los demás, si lo consideran conveniente

Nos falta por fin afrontar la enojosa cuestión de los límites de la tolerancia. Toda virtud moral y la tolerancia lo es, ha de mantenerse en un termino medio, equidistante entre el exceso y el defecto y lo mismo que existe un abuso de la libertad puede haberlo también de la tolerancia. Afortunadamente cada vez van siendo menos los nostálgicos de Mayo Francés, en el que como norma universal se proponía el "todo vale" y el "prohibido prohibir". De hecho, en las sociedades más permisivas la palabra "intolerable" ha dejado de ser un tabú y se ha pasado a condenar y prohibir abiertamente determinadas ideologías, asociaciones y sectas que se consideraban deshumanizantes. Seguramente que la actitud tolerante desde el judaismo del Natán de Lessing frente al cristianismo y al islamismo, no hubiera sido la misma ante movimientos religiosos imbuidos de antisemitismo o inspirados en el racismo nacionalsocialista.

Me parece bien la libertad de conciencia en el campo religioso, pero también he de decir que la tolerancia se vuelve intolerable y peligrosa cuando permite toda clase de atropellos a la dignidad de la persona o a los grupos. Quiero decir también que lo que en ocasiones se llama tolerancia es sinónimo de cobardía cuando nada se hace por remover los obstáculos que impiden a millones de hombres su realización humana. Por ello me parece legítimo que se hable de justa intolerancia frente a la deshumanización, la discriminación, el racismo y la xenofobia. En cualquier caso lo difícil seguirá siendo siempre establecer las barreras precisas entre lo tolerable y lo que no lo es. La propia dignidad del hombre bien pudiera ser ese criterio universal que nos permitiera tal discernimiento.

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Angel Gutiérrez Sanz

 


Revista Arbil nº 71-72

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(Angel Ganivet citando a Seneca en Idearium Español)