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Arbil, apostando por los valores de la civilización cristiana

Por la Vida, la Familia, la Educación, la dignificación del Trabajo, la Unidad histórica, territorial y social de la Nación, y por la Regeneración Moral y Material de nuestra Patria y el mundo

 


Indice de contenidos

- Texto completo de la revista en documento comprimido
- Elogio de la curva
- El tratado De Civitate Dei y la interpretación agustiniana de la Historia
- Acedia, Caridad e Historia
- Editorial: Secularización, consumismo y Navidad
- ¿Existe la Inspección de Trabajo?
- ¿Hacia una remodelación decisiva de los espacios políticos de la izquierda y el nacionalismo vasco en Navarra?
- Iglesia y Política. Cristo Rey
- Algunas de las principales armas de destrucción masiva
- Política y familia: necesidad de invertir los términos
- Una entrevista a José Miguel Aguado Palanco: la Asociación para el Diálogo y la Renovación Democrática y el catolicismo social
- Filipinas (1898-1946): el drama de la re-colonización
- Multiculturalismo e inspiración cristiana de la sociedad
- La buena prevención del SIDA es la educación
- "Librémonos de Hitler"
- Breves notas para un análisis del nacionalismo gallego
- Concentraciones provida en el día de los inocentes
- Garry Owen, himno del 7º de caballería. (Un irlandés, su canción y su caballo)
- La devoción hacia el Santo Padre no debe ser jamás a título personal
- Grafite, una experiencia católica en la nueva evangelización
- Algunos apuntes sobre el espíritu crítico español en su historia
- ¿Casarse por la Iglesia o por lo civil?
- Mundialismo y globalización
- Consideraciones en torno al verdadero Iraq
- La Editorial Católica en el primer Franquismo
- «Magnificat»,una ayuda para la oración del laicado y la familia
- Cuando no hay justicia "la culpa es de la víctima"
- ¿Tolerante o intolerante?
- Una nueva ley de reproducción artificial en Italia
- El agravio de los puercos
- México, un ejemplo para el catolicismo europeo
- Una heterodoxia que crece
- Las campañas de restaurar y vivir
- De cifras y dramas
- Camino a Auschwitz. Edith Stein
- XLII Encuentro de Universitarios Católicos
- Arbil-Bilbao con Nicolás Redondo Terreros en la presentaciòn del libro "Los Otros Vascos"
- Crónica de la cena que Arbil ofreció a la Dra. Mónica López Barahona
- Texto clásico: Historia de los Heterodoxos


CARTAS

Arbil cede expresamente el permiso de reproducción, siempre bajo las premisas de buena fe, buen fin, gratuidad y citando su origen
Revista Arbil nº 76

Una heterodoxia que crece

por Félix Della Costa

¿Racismo en los falangistas? Los "nacionales" de España, frente al problema de la inmigración


"Predica la verdad oportuna e inoportunamente".
San Pablo, 2 Timoteo, 4,2

Una introducción necesaria

Hace muchos años que algunos de los diversos grupos falangistas vienen ventilando públicamente las numerosas -y generalmente antagónicas- formas de interpretar el legado político de José Antonio Primo de Rivera.

Estas discrepancias que derivaron en la creación de un sinnúmero de "Falanges" que reclaman para sí la auténtica portación de este legado, poniéndose de acuerdo en pocas cosas, hasta la actualidad, en que algunos de sus miembros parecen haber cerrado filas en torno a un peligroso talismán capaz de unir tan antiguas y arraigadas disidencias: el racismo.

Estos grupos no podían elegir peor momento. En este año 2003, y en plena conmemoración del Centenario del nacimiento del fundador de Falange, va tomando forma esta verdadera tergiversación de sus postulados, que comenzó con una nunca definida condena a la "inmigración", y termina mostrando su verdadero y temerario rostro racista, inédito por otra parte en la historia espiritual de España.

Este grave desvío doctrinario no solamente traiciona los principios joseantonianos, sino, y lo que es más grave, la pretensión de ser portadores con su ideario, de las constantes políticas y morales de la tradición española. Para esto, comienzan por ignorar el punto fundacional que define como objetivo la búsqueda de la "unidad de Poder" (1) (que José Antonio pone con mayúscula), con el mundo hispánico, para llegar a desconocer, a partir de esta negación, los esfuerzos realizados en pos del reencuentro de las naciones hispanas. Porque desde la finalización de la guerra civil y hasta la muerte de Franco, si hay un punto en el que F.E. de las J.O.N.S. se afanó con verdadera constancia, fue el de la recreación de todo tipo de lazos con Hispanoamérica, incluyendo objetivos políticos que siempre fueron explícitos; además de ser cierto que por muchos años, Falange tuvo en numerosos países americanos delegaciones integradas por nativos de cada nación. Entonces es difícil justificar -desde su historia y desde su propia doctrina- la presencia en grupos que se proclaman falangistas de toda esta serie de personajes a los que parecería que la Providencia tuvo la frustrante idea de no regalarles un apellido alemán.

Lo que no se puede desconocer es que hoy la inmigración constituye para España, y para muchos países (incluido la Argentina, a pesar de que en una mirada superficial sobre su actualidad podría definirse como un país de emigrantes) un grave problema, y de más graves consecuencias aún, para el futuro. Sería muy poco feliz que algunos individuos de los grupos que se reclaman falangistas no vieran, ni se plantearan esta situación, y que no buscaran en el marco de su doctrina, una respuesta ortodoxa para un mal que es innegable. Lo que no se puede admitir para un planteo que pretende ser falangista, y por tal hispanista, es que esta solución no sea claramente hispanocatólica.

Y este irrenunciable deber de encontrar en la fidelidad a su catolicidad, y a sus tradiciones políticas la respuesta a un problema que se desprende necesariamente de la lamentable vigencia del Nuevo Orden Internacional, implica que, como siempre, el patriotismo es una virtud de valientes, y el liderazgo político, supone un ejercicio de la inteligencia y la prudencia. Y una vez más y como siempre, quien auspicie para España un modelo restaurador de su orden político, de su grandeza y de su gloria, se va a ver conminado a buscar en la ruptura con la modernidad y sus principios disociadores, y en el reencuentro con sus auténticas tradiciones políticas milenarias, la forma capaz de estructurar razonablemente una nación que es desde su origen, una comunidad de pueblos diversos.

Por eso, esta descabellada pretensión de que todo el problema de los inmigrantes se soluciona con un patético "los españoles primero", no solamente va a chocar contra la realidad de estar voluntariamente inmersos en un mundo que promueve como objetivo expreso la pluralidad racial, religiosa y ética, sino que se enfrentará además con el hecho de que, tampoco dentro de España, constituye una respuesta. No será de extrañarnos si pronto aparecen carteles que digan "Stop españoles: los catalanes primero" en Cataluña, y así sucesivamente en el resto de las regiones que esta política no es capaz de articular.

Y hay en este punto, dos cuestiones que deben destacarse, porque vienen a cuento: primero, que la relación de España con Europa, es otra muy diversa en la doctrina joseantoniana, que la que pretenden hoy sostener alguos desde las diversas Falanges, y segundo, que el problema de la inmigración es mundial y no sólo un dato de la actualidad política española.

Falange, Hispanoamérica y Europa.

En cuanto a lo primero, es de capital importancia recordar cuál era el modelo de inserción de España en el mundo que sostuviera José Antonio, porque echa mucha luz sobre cuestiones conexas. Y lo cierto es que este modelo estaba fundamentado sobre tres cuestiones articuladas entre sí: primero la restauración de España, según los principios del nacionalsindicalismo que el fundador pergeñara como aptos para devolver a esta nación su grandeza perdida. Sin una España restaurada, difícilmente pudiera aspirarse a ninguna proyección en el plano internacional. Segundo, avanzar hacia alguna forma de Comunidad política con los países hispanoamericanos, en la que imaginaba a España como cabeza. Y tercero, con esta España restaurada en su interior, e integradora de las naciones hispánicas, reclamar (o imponer), la presencia de España en la Europa que por aquellos años decidía hacia dónde iba el mundo. Se podrá discutir el desarrollo -o la falta de desarrollo- de este ambicioso proyecto político; se podrá decir con justicia que José Antonio lo pensó en otro momento histórico de Europa, donde los nacionalismos gobernantes (alemán e italiano, especialmente) brindaban otro marco para este tipo de propuestas; se podrá alegar si desde una definición tan centralista, tan unitaria del poder como el que planteaba la Falange fundacional era posible articular un poder con los otros pueblos hispanos, ya constituidos todos en naciones soberanas, sin avanzar hacia una concepción más foralista, que es el tradicional modelo hispano de integración de pueblos diversos, e incluso cabe preguntarse cómo se podría encontrar el factor de unidad de esta comunidad de pueblos, que es la principal dificultad de las formas federativas, sin la presencia de un monarca, que es a quien tradicionalmente le cupo este rol. Pero lo que jamás podrá negarse es que ésta fue la España que José Antonio planteó y lo que Falange buscó en toda su historia, con mayor o menor ambición de acuerdo a las circunstancias internacionales; y por el contrario, de ninguna manera puede afirmarse que Primo de Rivera podría haber aceptado o promovido ninguna forma de integración política con una Europa atea y masónica. "Europa es la Fe y la Fe es Europa", definía para siempre nuestro celebrado H. Belloc, y José Antonio, en consonancia con esto, nos entrega su visión de que Europa sin la Fe no tenía nada que ofrecerle al mundo, cuando elogiando los tiempos de la Cristiandad decía: "así fue Europa cuando Europa fue". Es decir entonces que ninguna Falange podrá aceptar la integración de España a una comunidad de naciones con "esta" Europa, sin traicionar la historia de este movimiento, y sus principios políticos fundacionales.

No son pocos los que pretenden que éstos eran planteos de "señoritos", y que la verdadera pureza falangista está en el pensamiento que Ramiro Ledesma Ramos plasmó en las J.O.N.S. A este purismo ramirista le contestamos que de él pueden alegar haber heredado la pasión incendiaria (2), pero ninguna vocación antihispanoamericana, ni la idea de la inserción de España en Europa tal como hoy se la sostiene, pues en ambos asuntos Ramiro es absolutamente coincidente con los postulados de la Falange joseantoniana, y este ideal hispano lo iba a plasmar en numerosos escritos de los que tomamos algunos ejemplos de distintas épocas y publicaciones, que así lo testimonian:

"...Por de pronto, el imperio sería la idea común que adscribiese a los pueblos hispánicos un compromiso de unidad. (...) El Imperio nace con las diversidades nacionales que obedecen y siguen los fines superiores de un Poder más alto. De aquí que la idea imperial sea la más eficaz garantía de respeto a la peculiaridad de las comarcas (...) Ahí está la América hispana. Pueblos firmes, vitalísimos, que son para España la manifestación perpetua de su capacidad imperial. Nuestro papel en América no es, ni equivale, al de un pueblo amigo, sino que estaremos siempre obligados a más. Nosotros somos ellos, y ellos serán siempre nosotros..."(3)

"Nos cabe a nosotros el honor, -y no tenemos por qué ocultarlo- de ser los primeros que de un modo sistemático situamos ante España la ruta del imperio. Todo está ahí a disposición nuestra. Los pueblos hispánicos de aquí y de allí se debaten en dificultades de tipo mediocre, y es deber nuestro facilitar e incrementar su desarrollo. (...) Frente a esa Europa degradada, mustia y vieja, el imperio hispánico ha de significar la gran ofensiva: nueva cultura, nuevo orden económico, nueva jerarquía vital. (...) Están aún sin adecuada respuesta los mitos europeos fracasados, y corresponde a España derrocarlos de modo definitivo. Hay que poner al desnudo el grado de mentecatez que supone una democracia parlamentaria. Hay que enseñar a Europa que vive en absoluta ceguera política con sus artilugios desvencijados por los suelos, mereciendo de nosotros el desdén supremo". (4)

Como puede verse estas citas son elocuentes, pero no las únicas oportunidades en que Ramiro Ledesma Ramos se ocupó de fijar su posición respecto de los temas que tratamos (5), e independientemente de quién lo haya dicho primero, o si uno copió la doctrina del otro, hecho que también se discute pero no viene al caso, lo que sí queda categóricamente expresado es que, individualmente, tanto antes de la unión de ambas fuerzas políticas, como luego de la ruptura entre la Falange de José Antonio y las J.O.N.S de Ramiro, las dos corrientes sostuvieron definiciones equivalentes sobre los dos importantísimos temas que nos ocupan.

Algunos apuntes históricos sobre la inmigración.

En cuanto a lo segundo, es decir a la universalidad del problema de la emigración-inmigración, debemos decir para empezar que estos masivos movimientos poblacionales son tan antiguos como el mundo, y que no siempre tuvieron el sesgo descalificador con el que hoy generalizadamente se lo analiza. Muy por el contrario, la inmigración tuvo también en muchos casos un carácter altamente civilizador desde tiempos remotos hasta hace no muchos años, en que termina de perfilarse este sistema político que se conoce como "Nuevo Orden Mundial", pues es en este ítem donde debemos buscar las respuestas al carácter disolutivo y dañoso que puedan tener para las naciones, estos contingentes de inmigrantes.

Al respecto, y por no traer a colación el obvio ejemplo de la Conquista y Evangelización de América, que también supuso una forma de "inmigración" entre otras cosas, claro, Don Rubén Calderón Bouchet nos relata un caso muy interesante de los tiempos de la República Romana, en que la inmigración fue utilizada como instrumento civilizador:

"Las guerras extendieron el poder y la influencia romana, pero crearon un par de problemas que los romanos solucionaron de acuerdo con sus usos tradicionales. El primero fue el de la anexión de los pueblos conquistados y el segundo la colonización de las tierras nuevas. (...) Los patricios eran propietarios de predios rurales. La libertad de testar les permitía conservar la tierra en manos de sus descendientes más indicados. El assiduus era el heredero, los otros, aunque pertenecientes por la ascendencia al mismo estamento, fueron llamados proletarii.

Los padres romanos tenían interés en asegurar el porvenir de estos hijos y las tierras conquistadas como botín de guerra ofrecieron la oportunidad de una instalación especialmente buena para los proletarii. De esta suerte Roma se adjudicaba dos triunfos: instalaba su exceso demográfico fuera de la Urbe, y mantenía un vínculo social estable con los colonos que procedían de sus mejores familias". (6)

Estas formas, por cierto marcadamente disociadoras de los fundamentos establecidos en las respectivas sociedades nativas, tienen la particular característica de ser el inmigrante el portador de los valores de la civilización: en el caso Romano, de los principios políticos que iban a constituir el Occidente, y en el caso del Imperio Español, nada menos que de la revelación Cristiana, además de otros, tan trascendentes como largos de enumerar; pero en definitiva, no dejan de ser formas inmigratorias, y por cierto masivas.

Fuera de estos ejemplos, y ya en los casos de la inmigración tal como hoy la conocemos, es justamente el peligro de convertirse en un elemento disolvente de los países en que se producen, la principal objeción de sus mentes más esclarecidas. Pero acá debemos decir, que estas fuertes corrientes inmigratorias no son un fenómeno de la actualidad, sino que siempre existieron, y que lo que caracteriza a las de hoy, no es tanto que sean más disociadoras que las de antes, sino que se presentan estos contingentes ante sociedades que ya han perdido (o renunciado) a su propia identidad, y sus valores constitutivos, empezando por los religiosos, y siguiendo por los políticos, morales, y de toda índole.

Entonces no es que no sea condenable una inmigración "de aluvión" e indiscriminada que no tenga en cuenta la preservación de los principios que conforman la identidad del país que la recibe, sino que esto termina siendo finalmente sólo una consecuencia de otros factores, que originan estos fenómenos, y que no son condenados a su vez, sino muchas veces, celebrados, y en este caso, también por algunos miembros de las autodenominadas Falanges. Y viene a cuento acá una memorable frase de una de las más altas expresiones del pensamiento argentino, el Padre Leonardo Castellani, en su caso referida concretamente al "procerato" de muchos supuestos prohombres de este país inmortalizados en el bronce, pero que bien puede aplicarse a estos asuntos: "levantamos monumentos a las causas, y cadalsos a las consecuencias". Y precisamente en la Argentina, nación tan proclive a las inmigraciones indiscriminadas desde siempre, que ha incluido este anhelo en su Constitución liberal de 1853, manteniéndolo en todas sus posteriores reformas hasta la actualidad, mucho se ha discutido sobre el carácter disociador o no que han tenido para este país las sucesivas corrientes que lo han poblado. Y refiriéndose particularmente a la italiana, es interesante la conclusión que saca al respecto D. Luis María Bandieri en una carta de lectores a la revista "Cabildo": "Ése fue el fracaso de la intentona liberal de dar vuelta como un guante, espiritualmente, al país. De allí, de ese fracaso resultó que la antigua enemiga unitaria y liberal al gaucho, se trasladó al inmigrante. Lo culparon de todo aquello que era consecuencia de la apostasía de Caseros (7), culminada en la mentalidad del 80. Llegaron, sarcásticamente, a culparlo del sentido materialista de la vida entonces -y hasta ahora- imperante. En el lenguaje de la época, lo acusaban al gringo de ir exclusivamente tras el vellocino de oro. ¿Pero quiénes sino nuestros sedicentes organizadores entregaron el país al dominio del oro?, ¿quiénes sino ellos crucificaron a la Nación en una pizarra de Bolsa, como dijera Lugones en una página inolvidable?".(8) Con las transpolaciones necesarias, y sobre todo reemplazando la palabra "Caseros" por "transición", cualquier parecido con el presente español, no es fruto de la casualidad.

La inmigración en la actualidad.

Debemos decir, para ya entrar de lleno en la problemática actual, que las inmigraciones contemporáneas han seguido un derrotero equivalente al que impulsó a los provincianos a abandonar su terruño para instalarse en las grandes ciudades, y por la misma causa. Esta causa fue y es el desarrollo concentrado en determinados polos urbanos, en detrimento del resto de cada país. Y cuanto más concentrado ha sido este desarrollo, cuanto más unitaria y centralista ha sido la política llevada adelante desde las capitales, más despoblación han generado en extensas regiones del respectivo país. Y la Argentina es en este tema, con sus provincias enteras desiertas, quizás el ejemplo más desgraciado de hasta dónde puede llevarnos la concentración de los núcleos poblacionales. Y si a esto le sumamos la captura y utilización en beneficio exclusivo de estos polos de desarrollo de todas las respectivas riquezas regionales, ya tenemos el cuadro completo que nos lleva sin ninguna violencia a explicarnos la causa de los actuales desplazamientos masivos de inmigrantes. ¿Se puede pretender que la población vuelva a su terruño de origen si se les quita el usufructo de sus riquezas naturales, si se les niega la posibilidad de industrializar sus materias primas en su propio beneficio generando trabajo para sus pobladores, y participando sí, a la nación de parte de ese usufructo, para que pueda cumplir con las funciones de administración general que le corresponden? La respuesta parece obvia, pero sin embargo, este modelo cuya reparación todavía está pendiente en la mayoría de los países que aplicaron políticas centralistas, va a ser propiamente el utilizado por el Nuevo Orden Internacional, a escala mundial.

Y este Nuevo Orden, que hoy se nos presenta con el nombre de "Globalización", no es más que una versión "corregida y aumentada" del viejo y conocido "imperialismo", principalmente anglo-norteamericano, y siempre condenado por todas las naciones soberanas del mundo, aunque generalmente no tuvieran la misma lucidez para quitárselo de encima que para repudiarlo. Hay que reconocer que en este "lavado de cara" con que hoy aparece el antiguo y recurrente enemigo de la Cristiandad, se han incluido dos definitorios aciertos conceptuales, uno consecuencia del otro: el primero, es que ha tenido la capacidad para hacerse aceptar como inevitable, de lo que se sigue su segundo éxito, que naciones históricas, que en su momento fueron cabeza de civilización para el mundo, han preferido aceptar también el lema de que "si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él", y a partir de estos dos reconocimientos, han orientado sus energías en la búsqueda de pueblos indefensos para saquear, generalmente como "vagón de cola" (por no decir "dama de compañía") de los experimentados saqueadores de siempre. Y debemos afirmar que lamentablemente España no ha sido ajena, sino más bien activa protagonista de este proceso de concentración de capitales en manos de los poderosos y en desmedro de las naciones débiles e indefensas, a partir de su integración a Europa, tan reivindicada por los falangistas actuales. Y esto y no otra cosa explica las creación y espectacular desarrollo de las llamadas "multinacionales españolas", tan celebradas también por numerosos falangistas, como si no supiéramos quiénes están detrás de ellas, y fueran en cambio una creación del genio del Cid Campeador entre batalla y batalla. Por algo José Antonio no quería integrarse a una Europa caduca, mercantil y envilecida. Porque esta "integración" no es gratuita y España está pagando un fenomenal precio por esta decisión que seguirá "in crescendo", aunque también haya tenido suculentos beneficios. Y uno de estos precios -quizás el menos importante- es la famosa "inmigración", como ya vamos viendo, que tantos disgustos genera.

Porque lo cierto es que la globalización es tan inevitable como aquél viejo socialismo científico que también gustaba de definirse con esta pretensión, y que terminó mostrando su patético derrumbe en las 24 horas siguientes a que una generación por ellos mismos adoctrinada, decidiera dejar de creer en su "inevitabilidad". Y así deberá terminar también cada creación "inevitable", que no esté cimentada en la Verdad. Porque por Revelación sabemos que lo único "inevitable", es lo que Dios disponga, y no tiene aspecto este mamarracho de haber sido dibujado por la mano divina. Pero lo que no se puede obviar, es que si se participa voluntariamente de un mundo que concentra las riquezas en pequeños y selectos polos de desarrollo y bienestar, deberá aceptarse como consecuencia, ahora sí "inevitable", que se desplacen hacia esos polos, todos los desposeídos del mundo que tengan la lucidez y los medios para comprar un billete de avión. Y ya está probado por los países con las más refinadas y aterradoras "Leyes de Inmigración", que no es éste un problema solucionable por la aplicación de regímenes legales más duros e intimidatorios. Y si de salvajismo se trata, para cualquier tema y éste no es la excepción, siempre tendremos a mano el ejemplo norteamericano. Seguir el desarrollo de la legislación en ese país respecto de los "ilegales", y la llegada incesante de contingentes en esa condición, es una buena demostración de hasta dónde evita o deja de evitar, la más dura de las leyes represivas contra la inmigración ilegal.

Por tanto -y no deja de ser una suerte teniendo en cuenta la escasa inteligencia de los políticos actuales- la solución está a mano de todos, y no se necesita un cerebro privilegiado para llegar a una conclusión tan accesible: con dejar de saquear pueblos indefensos, con dejar de celebrar las conquistas de "mercados" previamente corrompidos, como si fueran éxitos de la capacidad empresaria de los mercaderes usureros, con propiciar que los "marines" vuelvan a su función específica de defensa del suelo norteamericano, en lugar de ser el brazo armado de banqueros insaciables y productores de petróleo ajeno, ya se solucionaría en 24 horas el trillado tema de los "inmigrantes", y el remanente que quedara, no sería más que los habituales desplazamientos poblacionales, constantes en toda la historia de la humanidad. Pues no pensarán nuestros amigos "falangistas" que, conociendo las condiciones en que viven en España el 80 % de los inmigrantes, elegirían quedarse allí, pudiendo vivir dignamente en la tierra que los vio nacer.

Todas estas cuestiones, inseparables del problema de la "inmigración", son las que algunas falanges no denuncia. Ya quisiéramos los agraviados que al lado de cada mural de "Stop inmigración" pegados en las paredes de España, hubiera también un cartel con el facsímil de cualquiera de los contratos firmados por las celebradas "multinacionales españolas" con los gobiernos corruptos de Hispanoamérica, pues una de las deformaciones de la educación burguesa que padecemos, es la idea de que un señor que arrebata un reloj es un delincuente, y un ladrón de guante blanco que desvalija una nación completa, es un hábil "inversor".

La verdad es que la llegada de capitales españoles a América en la década del 90, en el caso de los que efectivamente fueron españoles, constituyó una cierta esperanza para muchos hispanistas, porque entendían que era una posibilidad de empezar a establecer lazos concretos económicos que tendieran al desarrollo común, y acostumbrados como estamos a la depredación anglo-norteamericana, sin dudas que pudo haber sido una histórica decisión de los empresarios españoles, que además de hacer negocios, estos negocios tendieran hacia el mutuo beneficio. Pero está visto que España está demasiado involucrada en estos momentos de su historia con países europeos y capitales de siniestro origen, y el hecho de que consiguieran el "plácet" norteamericano para hacer negocios en estas tierras del Sur, evidentemente implicaba de suyo una posición inescrupulosa respecto de lo nativo, al servicio de la plutocracia mundial. Y no es grato ver cómo hoy se queman banderas españolas en América ante el primer descontento, con el mismo fervor que hace treinta años se quemaban las norteamericanas.

Cabe acotar como curiosidad, que también ha habido por aquellos cercanos tiempos, emigraciones masivas de españoles, por ejemplo a la Argentina, y pudiera ser emblemático el caso de los aviones completos de "técnicos en telefonía" españoles que desembarcaron en este extremo rioplatense a partir de la privatización de la Telefónica de este país -para decirlo en términos pseudo-neofalangistas- a "quitarles el trabajo a los técnicos argentinos". Lo más llamativo es que muchos de éstos, cesados para dejar su lugar a los técnicos "inmigrantes", partieron con su indemnización a buscar mejores aires en la península, es decir a ver de "quitarle el trabajo" a algún español, en curioso (además de oneroso) canje de "Recursos Humanos", seguramente muy celebrado por los accionistas de Iberia.

"Que se vayan todos...".

Y llegados a estas alturas, y antes de derivar hacia el espinoso tema de la relación entre los inmigrantes y la delincuencia, que es sin duda uno de los puntos en que estos rechazos se vuelven más serios, nos parece de alto valor testimonial reproducir algunos párrafos tomados de foros autodenominados "falangistas", simplemente seleccionados al azar, pues se pueden tomar éstos u otros, y en la cantidad de muestras que se quiera, y todos van a estar caracterizados por las mismas definiciones doctrinarias, y sobre todo, por este particular lenguaje, que es lo que fundamentalmente queremos plantear, pero aclarando además, que lo que más sorprende, es que no se escuchen ni disidencias, ni voces en contrario, ni nada que invite a pensar que es éste sólo el ejemplo de los más exaltados, y que hay dentro de estas corrientes alguna tendencia capaz de devolverles el equilibrio:

"...porque esto es una plaga. España para los españoles, no quiero ni legales ni ilegales, simplemente no los quiero. A ninguno. Y yo digo ahora por una España más limpia, saquemos la basura". (pseud.: María).

"...Aquí tenemos una lacra peor que si hubiera millones de judíos ultraortodoxos en España: los gitanos. El 99% de los gitanos es escoria pura, tíos que han nacido para putear a los payos. (...) Cuándo los Reyes Católicos echaron a los judíos ya de puestos podían haber echado a esa escoria gitana, los judíos por lo menos trabajaban y tenían dinero. Yo en mi barrio los veo todo el día en el bar, ¿a qué se dedica esa gente? (...) Tú quieres que echen a los inmigrantes, yo también, pero me da igual que las leyes digan que no se puede quitar la nacionalidad a nadie. Los gitanos no se merecen ser españoles, se merecen morir. No traen más que problemas. Quiero que expulsen a los gitanos de España. Yo los metería en Ceuta y Melilla, sacaría de ahí a los españoles. Y que los marroquíes se encarguen de esa escoria. No me importa perder Ceuta y Melilla si nos libramos de esa lacra. (...) Pese a quien pese en este país solo pueden ganar dos partidos PP o PSOE. Esto ya parece una invasión de inmigrantes, pero con el PSOE además de parecerlo lo sería". (pseud.: Javier Bécares).

"Y encima, ¡atención!, que ya los extranjeros se presentan a las elecciones, ayer lo oí en radio nacional en los programas especiales para las elecciones, cuñas publicitarias gratuitas, donde salían desde PADE, hasta Falange Auténtica, hasta, eso, un partido de inmigrantes, con la voz de un sudaca diciendo que exigimos..., o sea, exigen, porque trabajan en el campo, y se esfuerzan como todos, y que (...) en fin, esas cosas. Yo entiendo que han entrado aquí, porque han podido entrar aquí, pero vamos, nada más, nosotros no les hemos dicho que vengan, y sobre todo en las condiciones en las que entran. Y eso, hay que soportar su inoperancia, sus engaños, sus crímenes y sus tropelías exportados de sus tercermundizados 'países' y tragar... y miro ahora, después de tres siglos que ya no tenemos que ver en muchos sitios de América del Sur, México, partes de los actuales EE.UU., y me digo, ¿y ahora qué, so muertos de hambre? y bueno, me pongo malo (...) Necesitamos a un sólo Hombre, alguien que tenga la garra de los que ha habido varios en la Historia del Mundo, que ponga empeño y decisión de poner esto, España, y Europa, en orden, limpiarnos de la escoria humana, ya sean de donde sean, y seguir trabajando por la Dignidad, la Honestidad y ese tipo de cosas; no digo por la Patria, porque va en el conjunto de Valores. Arriba España, Una, Grande y Libre..." (sin firma).

"...Pues no sé si has visitado Madrid últimamente, tanto Madrid Capital como sus alrededores, es algo bestial, y no sólo de lo típico de moros y demás, sino sudacas..." (pseud.: Quiron Alvar)

"...También expulsar a los legales. Por muchos papeles que tengan no dejan de ser elementos extraños en nuestra tierra. España solo para los españoles" (pseud.: Capitán Hispania).

Si bien para quienes sabemos de otros tiempos y la verdadera Falange, la primera reacción frente a tanto extravío debe ser necesariamente de indignación, este sentimiento también merece ser matizado, pues no debe dejar de reconocerse que estos jóvenes que así piensan y así se expresan, siguen siendo a pesar de todo, lo mejor de la juventud de esta España, pues por lo menos conservan una idea religiosa de la vida, una idea de que la Patria tiene enemigos y debe ser defendida, y una concepción tradicional de la familia. En otros tiempos no se hubiera ido muy lejos sólo con esto, pero en los que corren no deja de tener relevancia lo que aún late en ellos. Por eso, más apropiado nos resulta poner las responsabilidades sobre quien corresponde, y aplicando la sabia y tantas veces citada frase del Cid Campeador: "¡Dios, qué buen vasallo, -si tuviese buen Señor!", preguntarnos dónde están los Jefes, los que tienen que formarlos, los que tienen que prepararlos para el relevo en esta lucha por Dios y por España, mientras estos jóvenes desvarían así; y la respuesta no puede ser más desoladora: andan por toda España diciendo desde las tribunas, lo mismo o parecido que ellos escriben en los foros. Y ésta es, efectivamente, una respuesta acorde con la gravedad de lo que estamos planteando.

Y ahora sí, nos parece conveniente analizar la cuestión que probablemente más haya influido en este espectacular cambio moral y cultural, y que ha producido algunos miembros en las Falanges el desplazamiento desde las más arraigadas posiciones hispanoamericanistas, a este rechazo que en la actualidad la proyecta a una próxima inserción natural en el neopaganismo europeo, de doctrina inaceptable para la tradición hispana: la relación entre la inmigración y el crecimiento de los delitos.

Inmigración y delincuencia.

Es llegados a este punto donde debemos reconocer que la realidad de la vida cotidiana española ha sido alterada en los últimos años de manera tan notable por crímenes y todo género de violencias callejeras que las estadísticas fácilmente logran relacionar con la presencia de inmigrantes, que una primera mirada nos lleva con naturalidad, si no a compartir, por lo menos, a comprender estas argumentaciones. Efectivamente los delitos han crecido en cifras alarmantes, y la participación de extranjeros en ellos, difícilmente pueda ser obviada.

Ahora bien, como en todas las cuestiones, no siempre la verdad es exactamente lo que parece -y mucho menos cuando esta verdad surge exclusivamente de las estadísticas- y a poco que se profundice en estas cuestiones, nos vamos a encontrar con otros elementos que juegan un rol mucho más decisivo que la mera presencia de extranjeros. En la Argentina por ejemplo, país en el que también han crecido los delitos de manera notable, y donde también las estadísticas lo vinculan a extranjeros provenientes de un país concreto en un alto número de casos, sabemos que para que en una sociedad se produzca este nivel de crecimiento de los hechos delictivos que torna imposible la vida del hombre común, se necesita contar con las más altas complicidades. Y España en este punto, tampoco escapa a esta regla incuestionable. Por lo pronto, empecemos por decir que ni este mundo es el de hace 20 años en muchos rubros que definen la conducta social, ni España es la misma en la que transcurrían sus recordados días de paz. Es evidente que aquella frase de Tierno Galván "A España no la va a conocer ni la madre que la parió" seguida por los interminables actos de vandalismo legislativo con que han reformado aquella España tranquila, tienen mucho que decirnos sobre el actual clima de violencia que se vive en sus calles.

Porque esta violencia que es un fenómeno mundial, y que no sólo afecta a la península por más que hasta hace pocos años no tuviera noticias de cómo, país tras país, iba siendo ganado por la inseguridad y el delito, tiene muchas aristas y muy complejas, que no siendo especialistas, simplemente, trataremos de bosquejar. Como primera medida empecemos por decir que hay en todas las sociedades de la modernidad una falta absoluta de acatamiento a cualquier forma de autoridad, empezando por la paterna, y siguiendo por las encargadas justamente de velar por la seguridad ciudadana, dejando librado en cada uno el cumplimiento o no de cualquier legislación a lo que cada persona "sienta", o le parezca razonable, pues "nadie tiene derecho a decirnos lo que debemos hacer", ni hay para estas sociedades verdades objetivas que nos pongan en el camino del bien y del mal, y que por tanto sea necesario obedecer. En este clima, la difusión en las sociedades modernas de la doctrina jurídica llamada "garantismo", tan vigente en España, por cierto, y que consiste en la exagerada garantía de los derechos de los delincuentes aún a costa de desconocer los de sus víctimas, no podría ser más explosiva. Y seguir esta evolución, no sólo la de las leyes aprobadas por los políticos en los últimos años para la represión de los delitos, sino también el "garantismo" con que son aplicadas por los jueces encargados de impartir justicia, puede ponernos en el camino de definir aquellas altas responsabilidades, y las complicidades necesarias para que una sociedad caiga en el clima de violencia que no sólo España, sino todo el mundo moderno padece. Y sería larguísimo extenderse en todos los otros elementos que juegan un rol significativo en estas cuestiones, porque cada uno de ellos merecería un artículo, y de hecho forman parte de la reflexión cotidiana de todos los grandes pensadores: la droga, el alcoholismo, el materialismo, la publicidad que nos convierte en imprescindible para la vida elementos a los que sólo una mínima parte de la población podrá acceder, y una interminable lista de etcéteras, que cualquier persona con sentido común pude completar, pero que son las "causas" a las que la Falange ya casi no presta atención, y que si las atendiera con seriedad sabría que a partir de una sociedad ordenada y justa, no sería necesaria ninguna apelación obsesiva respecto de los trillados "inmigrantes".

El hecho de que en una sociedad de estas características la mayoría de los delitos sean cometidos por extranjeros, tampoco es un fenómeno tan difícil de ser explicado. Gente sin valores, ni morales ni de ningún tipo, como el mundo moderno le enseña, desde los padres, hasta el catecismo y la escuela; en un país que no reprime prácticamente el delito, o por lo menos que ha diseñado los más creativos atajos hacia la impunidad; una persona que ya está en la ilegalidad desde el mismo momento que llega, puesto que no necesita cometer un delito para caer en ella desde que el hecho mismo de instalarse en ese país ya es un acto ilegal, en la mayoría de los casos sin posibilidad de modificar esta situación; viviendo en la precariedad absoluta en una sociedad que gusta de mostrarse como opulenta; sin ninguna alternativa para vivir de un trabajo digno, sin nadie a quien recurrir, y sin ningún lazo amoroso o afectivo que lo una a la sociedad en que se instala, ni a su historia, ni a su presente, ni a la construcción de su futuro, nos parece que nos da un cuadro en el que no hay que ser demasiado inteligente para ver que es el candidato perfecto para delinquir. Debemos confesar que jamás hemos oído a un falangista denunciar ninguna de estas cosas.

¿Pero es esto todo? No, esto, que ya nos explica muchas cosas, sigue siendo una parte. Por lo pronto, una paradoja nos descubre el enorme extravío en el que estamos viviendo, desde el punto de vista de los valores. Ya hemos mostrado en los ejemplos, cómo es creciente en la Falange el deseo de que no sólo la expulsión alcance a los "ilegales", sino también a los "legales", a los extranjeros que cumplimentando la ley han alcanzado la ciudadanía española, e incluso, a determinados grupos étnicos con incontables generaciones de españoles. Este objetivo, que por supuesto jamás alcanzarán, implicaría de suyo, no sólo una injusticia, sino una arbitrariedad, es decir un acto ilegal de parte del Estado que lo concretara. Habiendo visto cuánto tiene que ver la falta de una legislación acorde con esta delincuencia creciente, la Falange exige solucionar la ilegalidad con más y perfeccionados actos de ilegalidad, y la falta de justicia, con nuevas injusticias. ¿Será que así como un tonto nos decía que "los males de la democracia se curan con más democracia", los males de la injusticia se curan con más injusticia, y los males de la ilegalidad se curan con más ilegalidad? Por lo pronto esto es lo que parece, y ya estamos llegando a unos extremos en que empieza a ser complicada la posibilidad de seguir un razonamiento mínimamente regido por las leyes de la lógica clásica.

Los crímenes de Europa.

Pero también aparece una cuestión complementaria que no se puede dejar de recorrer: para que ya el salto doctrinario sea completo, y no quede ningún vestigio de sus valores fundacionales, todas estas apelaciones culminan con un escalofriante "Viva Europa", o el más clásico "Arriba Europa". Con pasión de conversos se han lanzado a este europeísmo tardío con la aparente ilusión de que pronto ganarán las elecciones Le Pen en Francia y alguna Falange en España, y a partir de ese momento echarán a todos los extranjeros, y todos los europeos, librados ya de la escoria, bailarán el vals por las calles y serán felices para siempre defendiendo "la Dignidad y la Honestidad".

Parece un poco inconsistente la idea, y desde ya, nada católica, y poco falangista, y seguramente por esto de que nuestro mundo es "un valle de lágrimas", lo cierto es que tampoco da para esbozar ni siquiera una sonrisa de compromiso. Se podrían desde este lugar recordar algunas constantes de la historia española, pero cuando ya lo que se ha olvidado es la historia completa, más atinado nos parece, recomendarles que vuelvan a los manuales escolares, si es posible, y a riesgo de ser acusados de "derechistas", de la época de Franco, que en los temas históricos, eran por lo menos, un poco más serios.

Lo cierto es que España ha pagado un precio demasiado alto por su inclusión en Europa, y si de amnesia se trata, no estará demás recorrer aquellos todavía cercanos días en que los falangistas se agolpaban en los consulados argentinos para anotarse como voluntarios en la guerra contra la "pérfida" Inglaterra de siempre, mientras sus gobernantes, requeridos por Europa como uno de los primeros servicios para su conversión a la modernidad, no recordaban de quién eran las Islas Malvinas, en una "abstención" que todavía avergüenza a los hispanos. Podríamos aceptar que habiendo imperado en tantos territorios e islotes, efectivamente les fallara la memoria respecto de alguna pequeña isla perdida en algún mar recóndito, pero las Malvinas, es casi como no acordarse de a quién perteneció Cuba. Sin embargo vemos que hace sólo 20 años, todavía Falange conservaba sus principios. Llama la atención por ejemplo que en la actualidad grupos Falangistas no haya denunciado que en los manuales escolares de España, se las enseñe a los estudiantes con el nombre de "Falklands". Es que pertenecer a Europa no es gratis, como decimos, y menos si nos toca mendigar el ingreso con inocultable cara de advenedizos.

Pero llegados a este punto, y aún asumiendo la acusación de los crímenes cometidos por los extranjeros, no estará demás traer a colación otros crímenes, incalculablemente más numerosos, e insuperablemente más aberrantes, y que como todo delito que se precie, también tiene sus estadísticas: y nos referimos al aborto. Es difícil calcular la cantidad de transeúntes que deberían asesinar los extranjeros en las calles de España, para equiparar los inocentes que mueren día a día, y en este caso, a manos de españoles, y con la explícita bendición de una Europa que nos los exige, como gesto de elegida y gustosa pertenencia. Porque sin poner en duda la clarísima posición antiabortista que todavía tienen todos los grupos falangistas, la objeción nace de cómo piensan que podrían librarse de estos crímenes, sin romper antes con la causa que los promueve, que es la imposición europea. Y no son éstos los únicos obsequios que la modernidad "comunitaria" nos tiene preparados, además de los utópicos valses: la eutanasia, los casamientos de homosexuales y otras lindezas morales, ya figuran en las agendas que se discuten en las cumbres europeas para ser impuestas democráticamente a los Estados miembros, además de alguna que otra guerra ajena, en la que no siempre nos tocará este rol de acompañantes, con su previsible secuela de atentados.

Por lo que parece, no son todos los españoles los que bailarán por las calles una vez que Europa se libre de la "escoria" inmigrante; serán en todo caso, sólo aquéllos que Europa haya permitido no asesinar antes de nacer; que además no haya decidido que ya vivió demasiado, y que para estar cobrando pensiones sin nada útil para aportar, mejor se la pasarán en el "Oriente Eterno", en compañía del "Gran Arquitecto", y que finalmente no muera en alguna guerra absurda de mercaderes, en cualquier inhóspito rincón del planeta que ni siquiera sepa localizar en el mapa. Sin duda, parecen demasiados azares y exagerados los requisitos, para concurrir a un simple baile callejero.

Y ya vamos viendo cómo se nos complica este asunto de "seguir trabajando por la Dignidad, la Honestidad y ese tipo de cosas" en tan mala compañía, y quizás a estas alturas de la reflexión, deberíamos empezar a preguntarnos si no estaremos mejor puliendo un poquito la legislación penal, quitándonos de encima algunos dirigentes corrompidos, y manteniéndonos dentro de nuestro ámbito natural, que por algo Dios, algo más generoso que nuestros vecinos europeos, nos lo fijó como destino histórico, y para que no nos quede ninguna duda, puso en el medio los Pirineos, que durante tantos siglos nos protegieron de esta tentación de cambiar de amigos en medio del pantano.

Por otro lado, hay otra cuestión que también se relaciona con esta España devenida europea, y que mucho tiene que ver con el problema de la inmigración, y a la que la Falange parece no vincular con la numerosa presencia de extranjeros, y es la decisión de los españoles, que ya lleva algunos años, de no tener hijos, y todas las gravísimas consecuencias que esta situación acarrea, incluso desde una perspectiva estrictamente económica. Hace no mucho tiempo podíamos ver en la televisión española un urgente llamado de un empresario alicantino, productor de fresas, a las autoridades españolas para que allanen el ingreso de inmigrantes ecuatorianos, porque la cosecha de este año estaba a punto de perderse por no haber brazos españoles que la levanten. Y no es éste un ejemplo aislado, ni la única cosecha que "se perdería" sin la presencia de inmigrantes, sino que forma parte indisoluble de este complejísimo tema que de ninguna manera puede ser abordado desde un raquítico "Stop Inmigración" y que también merecería un larguísimo desarrollo para estudiarlo, en el que no podemos detenernos.

Y no por vocación de "aguafiestas", sino porque nos tocó ser testigos presenciales de aquellos hechos, no estará demás recordar también, ya que nos vuelve a poner en la consideración de lo estrechamente ligado que está el número de delitos con la calidad de la legislación que los reprime, que la primera ola de violencia que vino a conmover la tranquila vida española que los falangistas reivindican, fue europea. En aquellos años en que desde la dirigencia política nos invitaban a "fumarnos un porrito", y en que la mejor manera de desandar las culpas acumuladas por tantos años de "dictadura fascista" fue repudiar todas las formas de represión, España se convirtió en un verdadero paraíso para toda la escoria europea, que concurría en bandadas a instalarse en esta "zona liberada". Y si bien justo es reconocer que no alcanzó los alarmantes registros de la delincuencia actual, y probablemente estuviera circunscripta a Madrid y las grandes capitales, tampoco fue insignificante. La irrupción de drogadictos de todos los orígenes europeos, con su inevitable secuela de delitos, no pasó desapercibida en una España que recién empezaba a dar por concluidas varias décadas de tranquila vida provinciana. Ya vemos como acá también se cumple aquéllo que decía otro gran escritor argentino, Ramón Doll: "hay negros de todos los colores".

Y no estaría fuera de contexto tampoco, recordar aquellas cercanas épocas de la que todavía quedan tantos testigos presenciales en que estos nuevos amigos sometían a España a un salvaje bloqueo económico que tantas vidas de inocentes costó, mientras el presidente argentino lanzaba su histórica frase, corroborada en los hechos, de que "mientras quede una bolsa de trigo en la Argentina, la mitad será para la madre y la mitad para la hija", y la mayoría de los países hispanoamericanos se desvivían en todo tipo de solidaridades con aquella España carente de lo más elemental. Y es por todo esto, y tantas otras razones que sería imposible recorrer en un artículo, pero que forman parte del entrañable tejido que ha unido indisolublemente a los pueblos hispanos a lo largo de la historia, que tanto nos recuerda esta amistad europea, descubierta ahora también por la Falange, a "los amigos del campeón" que acompañan a los boxeadores en sus transitorios momentos de gloria, y de los que tanto se lamentan una vez pasado el breve intervalo de opulencia, también como en el caso de España, más aparente que real.

Falanges y Racismo.

Y hay además otros temas que también forman parte de esta insólita actualización doctrinaria, y quizás más directamente ligados aún a posturas racistas, como el tratamiento que se le está dando a la cuestión judía, y también al problema de los gitanos; por ejemplo a estos últimos, con varias generaciones de españoles encima, los tienen contados y les da el número de 900.000, lo que parece ser una cifra demasiado elevada para asesinarlos, según proponen los más audaces; pero en todos los casos nos hallaríamos ante un recorrido similar al que realizamos al tratar este tema de la inmigración. Empezaríamos por reconocer que efectivamente son "problemas" reales y concretos -y no precisamente pequeños- en la actualidad española; descubriríamos la gravedad de las desviaciones doctrinarias con que algunos "falangistas" pretende resolverlos, y concluiríamos reclamando una solución hispanocatólica acorde con las mejores tradiciones que supo contener este movimiento en su ideario, en épocas de mayor lucidez.

Aquellos versos de Rosalía...

Sin dudas que para que este trabajo fuera completo, deberíamos haber dedicado un capítulo a las reiteradas etapas históricas en que la situación fue inversa, provocando las masivas emigraciones de españoles que todos conocemos, y que hacen que la mayoría de ellos tengan hoy parientes y amigos entrañables en América. Esto ha dado mucho que decir a grandes poetas, entre otros, los inolvidables cantos de Rosalía de Castro, que tan bien definieran estas angustias y temores por la partida propia o de los seres queridos, y la nostalgia por su tierra que abandonaban, como aquéllos en que decía la gran poetisa gallega: "Galicia, sin homes quedas / que te poidan traballar. / Tés en cambio, orfos e orfas / e campos de soledad,...". (9)

Recordar esas últimas décadas del siglo XIX en que en Galicia, Asturias, Andalucía, y en tantas otras regiones españolas quedaban sus campos vacíos, mientras los hombres que podrían trabajarlos se trasladaban a América, a buscar un mejor porvenir; la forma en que fueron recibidos, cómo prosperaron, cómo construyeron sus familias y cómo muchos de ellos hicieron fortuna, para luego regresar, o no en la mayoría de los casos, hubiera puesto mucha justicia en esta absurda polémica de España frente a la inmigración. Pero nos negamos a ello; nos negamos a entrar en este inverosímil juego dialéctico de las neofalanges, y por tanto a considerar a los españoles extranjeros en América. Sabemos que volverán otros momentos de la historia en que nuevamente muchos querrán trasladarse a estas tierras, tal como en la posguerra, y en tantas etapas no tan felices de la realidad española, y llegados a ese punto estará muy bien, y vendrán a su casa, como siempre ha ocurrido, y lo mismo debe decirse de los americanos que en la actualidad piensan que pueden prosperar radicándose en la Península, que también es su casa, como siempre, digan lo que digan las absurdas y masónicas leyes de inmigración de acá o de allá, y los extravíos doctrinarios de algunos de los miembros de las actuales Falanges, en proceso de reconversión hacia un "neonacionalismo" tardío, de amargo sabor afrancesado.

La invasión musulmana.

Queremos dejar expresamente fuera de los alcances que este escrito pretende analizar sobre los problemas de la inmigración, a los protagonistas de esta nueva invasión mora que otra vez padece el Occidente. El desplazamiento de numerosos contingentes que este histórico enemigo de la Cristiandad, tanto en lo religioso, como en lo político y lo militar está realizando, tiene menos relación de la que aparenta, con el tema que veníamos tratando.

Las cuestiones religiosas involucradas, los elocuentes deseos de venganza que expresan por antiguas derrotas a las que fueron sometidos, y la absurda pretensión de que regresan a unas tierras que, según suponen, nunca dejaron de pertenecerles, nos hacen pensar que muy probablemente este Occidente tan caduco, y tan carente de las convicciones religiosas que lo llevaron una y otra vez a sus victorias definitivas, pronto tendrá que decidir de todas formas si ha llegado el momento de defender nuevamente con las armas, este insaciable y recurrente deseo de conquista, por parte del infiel. Pero éste, aún con la gravedad que supone, tampoco es un problema que pueda resolverse desde el racismo, como algunos "falangistas" vuelven erróneamente a proponer. Obliga a articular una respuesta que, anclada en lo religioso, despliegue su ideario en la defensa de la Fe.

Por ahora la ocupación es pacífica, en la medida en que no encuentran resistencias de ningún tipo en una Europa que ha abjurado de todos sus principios; pero si esta amenaza sigue creciendo, sabemos cuál es la única solución hispanocatólica que ha probado su eficacia a lo largo de los tiempos, en este milenario antagonismo. Es de desear que, llegados a esa instancia, a este Occidente le queden en sus reservas espirituales, algo más que un norteamericano con cara de vivo, y un español con cara de tonto. Porque no debemos soslayar que cualquier respuesta para la resolución de los conflictos con los pueblos árabes que parta de los Estados Unidos, va estar siempre vinculada a la defensa del Estado de Israel y los intereses del sionismo, y no de la Cristiandad, a la que por otra parte, no ha dejado nunca de combatir, en su ya larga y turbulenta historia.

Un poco de humor.

Siguiendo aquella definición joseantoniana que decía que "para el agua los acueductos, y para la poesía los sonetos", hemos escrito uno para un tal "Capitán Hispania", con el que nos hemos cruzado en algún foro. Él se ha sentido personalmente agredido por el contenido del soneto, protestando no ser el único que explicita estas ideas y preguntando por qué entonces las rimas iban exclusivamente dirigidas contra él; lo segundo es cierto: no es el único, lamentablemente, que profesa estos postulados. En cuanto a lo primero, nada más lejos de nuestra intención, pues no lo conocemos personalmente, y más allá de sus desvaríos doctrinarios, bien puede ser un excelente padre de familia.

Soneto del "Gran Capitán"

Al heroico "Capitán Hispania".
A su valor en combate.

Capitán, ¡qué valor cuando arremetes
contra el indio, vencido y en el suelo!
Ya devuelves a Hispania en agrio duelo,
tres puestos de limpieza en los retretes.
Capitán, ¿para cuándo nos prometes
más hazañas, más frutos de tu celo?
Que se escuchen tu voz y tu desvelo,
cuando sufre lo criollo y lo sometes.
Aunque dicen no estás y que te escondes,
cuando son del inglés los entreveros;
que llama Gibraltar y no respondes...
¡Que canten tu valor en los luceros!
Que nunca alcanzarás, aunque la rondes,
la hispánica razón: ¡Dios, Rey, y Fueros!

Copla final.

Suponemos con esperanza que esto no será más que una de las tantas modas que caracterizan a nuestra cultura contemporánea, pues insistir en estas ideas desde algunas Falanges, los llevará a recorrer todas las heterodoxias conocidas en materia racial, desde el ya viejo darwinismo, hasta las más variadas formas del materialismo europeo. Por eso, no estará demás finalizar recordando una copla del cancionero tradicional español, siempre pleno de sabiduría en estas cuestiones ligadas a la raza:

Moreno pintan a Cristo,
morena a la Magdalena.
Moreno es el bien que adoro,
¡viva la gente morena! (10)
.

·- ·-· -··· ·· ·-··
- Félix Della Costa

Notas

1) .- En lo que se refiere concretamente a la América Hispana, la definición no puede ser más categórica: "...Respecto de los países de Hispanoamérica, tendemos a la unificación de cultura, de intereses económicos, y de Poder. España alega su eje espiritual del mundo hispánico como título de preeminencia en las empresas universales". Cfr. PRIMO DE RIVERA, José Antonio, Obras Completas, "Norma Programática de la Falange, punto 3", noviembre de 1934. Reproducido de la publicación de Ediciones de la Vicesecretaría de Educación Popular de F.E.T. y de las J.O.N.S., Madrid, 1945. Recopilación y ordenación de los textos por Agustín del Río Cisneros y Enrique Conde Gargollo.

2) .- "La tea incendiaria denuncia unos objetivos un poco anacrónicos, enderezándose a inquietudes de tipo burgués, como ésa de herir el corazón mismo de la frailería. De todas formas, no seremos nosotros los que neguemos cierta eficacia rotunda a las llamas purificadoras. Pero no se trata de esto. Se trata de hacer una Revolución que desde arriba abajo acentúe la grandeza de nuestro país". Cfr. LEDESMA RAMOS, Ramiro Hay que hacer la Revolución Hispánica (Carta al Comandante Franco), "La quema de conventos", Imprenta de la Editorial Albero, Madrid, 1931, p. 38. Al respecto hay un texto aún más desconcertante en: LEDESMA RAMOS, Ramiro, ¿Fascismo en España?, en "Escritos Políticos 1935-1936", capítulo "La quema de conventos, testigos presenciales", editado por Trinidad Ledesma Ramos, Madrid, 1988, p. 62.

3) .- Cfr. LEDESMA RAMOS, Ramiro, España, sangre de imperio, en "La Conquista del Estado", número 12, 30 de mayo de 1931, p. 1. Publicación facsimilar completa, editada por el Círculo Doctrinario "José Antonio" de Barcelona. Barcelona, 1974).

4) .- Cfr. LEDESMA RAMOS, Ramiro, Hay que hacer la Revolución Hispánica (Carta al Comandante Franco), Imprenta de la Editorial Albero, Madrid, 1931, pp. 13 y 14.

5) .- Entre los numerosos escritos en que Ramiro Ledesma Ramos se ocupa de estos asuntos, no quisiéramos dejar de destacar también los siguientes: "Pero si aconteciese la victoria interior, si España venciese su actual crisis interna del lado favorable a su recobración nacional, entonces las perspectivas internacionales resultarían infinitas. Se atrevería a todo, y podría atreverse a todo. A recuperar Gibraltar. A unir en un sólo destino a la Península entera, unificados (ahí sí que cabe que se ingenien los partidarios de estatutos, federaciones y autonomías) con el gran pueblo portugués. A trazar una línea amplísima de expansión africana (todo el norte de este continente, desde el Atlántico a Túnez, tiene enterradas muchas ilusiones y mucha sangre española). A realizar una aproximación política, económica y cultural con todo el gran bloque hispano de nuestra América. A suponer para Europa misma la posibilidad de un orden continental firme y justo. (...) España tendrá que esperar, repetimos, a poseer una política internacional todavía algún tiempo. Mientras tanto, puede tener una sola, la de no encallar gravemente en el piélago de Europa y la de no acompañar a la catástrofe a potencias de destino muy dudoso". Cfr. LEDESMA RAMOS, Ramiro, Discurso a las Juventudes de España, Ediciones FE, 4ª edición, Madrid, 1942, pp. 106 y 107).
"Es bien notorio que España permanece ausente, desde muchas décadas atrás, de los hechos europeos decisivos. España, en realidad, ha sido una víctima de Europa, mientras Europa estaba representada por los imperialismos galo e inglés, enemigos esenciales de España y de su resurrección como gran potencia. Pero esa Europa del inglés y del galo, vencedora en la gran guerra, es una Europa camino de la descomposición y de la ruina. (...) Sólo el triunfo en nuestra España de un movimiento nacional firmísimo pondrá a la Patria en condiciones de no pestañear ante las responsabilidades históricas, de carácter internacional, que se le echan encima. (...) El secreto de un nuevo orden europeo, que disponga de amplias posibilidades históricas, se resume en esta consigna que nos atañe: 'Resucitación española'". Cfr. LEDESMA RAMOS, Ramiro ¿Fascismo en España?, en "Escritos Políticos 1935-1936", editado por Trinidad Ledesma Ramos, Madrid, 1988, pp. 49 y 50).

6) .- Además de los párrafos citados, el profesor argentino se extiende largamente sobre este tema. Cfr. CALDERÓN BOUCHET, Rubén, Pax Romana. Ensayo para una interpretación del poder político en Roma. Editorial Huemul, Buenos Aires, 1984, cap. II, pp. 61-63.

7) .- Derrota militar del tradicionalismo argentino liderado por Juan Manuel de Rosas, en 1853, seguida del advenimiento al gobierno del liberalismo, en este país.

8) .- Cfr. BANDIERI, Luis María, La Tradición y el gringuito, en revista "Cabildo". Año II, Nº 21, Buenos Aires, 10 de enero de 1975, p. 31. Cabe acotar para una mejor comprensión del texto, que la palabra "gringo" se aplica en la Argentina a los extranjeros en general, pero muy particularmente a los de origen italiano, y no a los norteamericanos como en otros países de América.

9) .- "Galicia, quedas sin hombres / que te puedan trabajar. / Tienes en cambio huérfanos y huérfanas / y campos de soledad,...".

10) .- F. RODRÍGUEZ MARÍN, Cantos populares españoles, Buenos Aires, Bajel, 1948, p.60.

 


Revista Arbil nº 76

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