Rohan Gunaratna, profesor en la
University of St. Andrew´s, en Escocia,
considerado como uno de los mayores estudiosos
del terrorismo internacional, ha producido con
Inside Al Qaeda. Global Network of Terror
(1) ("Dentro al-Qa´ida. Una red global del
terror"), una obra presentada en la
contraportada como "definitiva". La
pretensión -si nos referimos a la descripción
del fenómeno- no es excesiva, y Gunaratna, que
es asesor de varios gobiernos y de la
Organización de las Naciones Unidas, ha tenido
acceso a un gran número de expedientes
reservados relacionados con al-Qa´ida,
también participando personalmente al
interrogatorio de miembros de la organización
detenidos en varios países, antes y después del
11 de septiembre de 2001.
Utiliza además publicaciones clandestinas de al-Qa´ida
a las que no muchos estudiosos tuvieron acceso,
como la Enciclopedia de la Jihad Afgana,
un texto de alrededor de siete mil páginas, y el
volumen de reflexiones, en árabe, publicado
clandestinamente en Londres por el editor
Al-Sharq al-Awsat en diciembre de 2001 con el
título Caballeros bajo la bandera del
Profeta. Meditaciones sobre el movimiento
jihadista, que comprende las reflexiones del
médico egipcio Ayman al-Zawahiri, número dos de
al-Qa´ida, sobre el futuro del
movimiento tras el 11-S.
El retrato que se desvela no es confortador. Al-Qa´ida,
según Gunaratna, constituye un movimiento
cualitativamente y cuantitativamente distinto de
todos los grupos terroristas que la historia
reciente ha conocido. Bien lejos de ser esa
realidad marginal que algunos estudiosos del
fundamentalismo islámico -deseosos sobre todo de
contestar la posición sobre el punto de la CIA y
de la administración estadounidense- habían
creído poder describir en la década de los
noventa, al-Qa´ida aparece como la
mayor organización terrorista que la historia
haya conocido, con un número de agentes -varias
decenas de miles, aunque las estimaciones sean
objeto de controversias-, armas y
disponibilidades financieras paragonables no
tanto a las cifras de movimientos terroristas del
pasado cuanto a las posibilidades de un pequeño
-pero bien armado- Estado contemporáneo.
Mientras el pasado ha conocido grupos terroristas
controlados por Estados, al-Qa´ida
aspira -y lo había conseguido, en el caso de
Afganistán- a ser un grupo terrorista que
controla Estados. En lo referente a su líder, "entre
los jefes terroristas contemporáneos, Osama ben
Laden no tiene iguales [...]. Primeramente, es el
único líder en haber construido un grupo
terrorista verdaderamente multinacional, que
puede golpear en cualquier parte del mundo [...].
En segundo lugar, se ha construido un seguimiento
popular en el mundo islámico, y es objeto de
casi veneración en ambientes musulmanes de Asia,
África y Oriente Medio, y entre los emigrantes
de la primera y segunda generación en América,
Europa y Australia" (2): Gunaratna
explica, por ejemplo, que el setenta por cien de
los niños nacidos en poblada ciudad nigeriana de
Kano entre el 11-S y el fin del mismo año han
sido llamados "Osama", y que
investigaciones demoscópicas revelan en todo el
mundo islámico una popularidad de ben Laden
superior a la de los líderes políticos locales
(3).
Esta popularidad se traduce en un contínuo flujo
de financiaciones, las cuales se añaden a las
importantes contribuciones de organizaciones
caritativas internacionales islámicas cuyas
cúpulas simpatizan por al-Qa´ida o
están -muy a menudo- infiltradas, así que la
fortuna personal de ben Laden contribuye sólo en
parte minoritaria a la solidez financiera de la
organización, que además descansa asimismo
sobre un sistema internacional de fraudes a las
sociedades de tarjetas de crédito, mientras
parece que ben Laden, a diferencia de los
talibanes afganos, haya siempre rechazado su
participación en el tráfico de drogas.
La historia de al-Qa´ida es en gran
parte conocida (4) y la reconstrucción de
Gunaratna es tan detallada y atenta al particular
-nos ofrece, por ejemplo, el número de teléfono
satelitar usado por años por ben Laden y los
nombres de los hoteles donde pernoctaron los
principales agentes de al-Qa´ida en sus
viajes- que por momentos resulta difícil su
lectura, también porque algunos de los
protagonistas utilizan un exorbitante número de
nombres falsos -más de cuarenta en el caso de
Ramzi Ahmed Yousef-, consiguiendo confundir -si
no los servicios secretos que les siguen la
pista- al menos al lector medio del tomo. Algunos
particulares son dignos de reseñarse. Por
ejemplo, Gunaratna considera probable que el
cuarto objetivo -fallido- de la operación del
11-S fuera la Casa Blanca, y estima cierto que el
mismo día solamente la clausura del aeropuerto
londinense de Heathrow con alguna hora de
antelación respecto a las previsiones de
al-Qa´ida, tras los atentados de Nueva York
y Washington, haya impedido a un grupo de
terroristas, ya preparados para el embarque en el
vuelo Londres-Manchester, secuestrar el avión y
estrellarlo contra el Parlamento británico.
De la obra se desprende que los hechos del 11-S
han sido reconstruidos hasta en los particulares,
y que al-Qa´ida ha aprendido de sus
errores pasados. En efecto, la organización de
ben Laden no es infalible y sus enemigos no son
desprevenidos: si al-Qa´ida ha
conseguido en la década de los noventa a llevar
a cabo algunos atentados espectaculares, otros
que habrían sido mucho más letales han sido
impedidos. En particular, Gunaratna llama la
atención sobre el denominado Oplan Bojinka,
un plan que debería haberse realizado en 1995 y
que preveía la explosión en el aire, el mismo
día, de once aviones de líneas estadounidenses
y el contemporáneo asesinato del presidente de
los Estados Unidos William Jefferson
"Bill" Clinton y del Papa Juan Pablo
II; y sobre el atentado que debería haber
golpeado el aeropuerto internacional de Los
Ángeles en ocasión de las celebraciones del 31
de diciembre de 1999.
Ambos fueron impedidos con las detenciones de
algunos entre los candidatos ejecutores suicidas
antes que pusieran en práctica sus propósitos,
provocadas -según Gunaratna- por el hecho que se
trataba de activistas más bien visibles -por lo
tanto, vigilables- del fundamentalismo islámico
radical, muchos de ellos con antecedentes penales
específicos. En el caso del 11-S, en cambio, la
mayoría de los terroristas no tenía
antecedentes penales y les había sido ordenado
no frecuentar grupos fundamentalistas, ni
mezquitas, ni leer el Corán o rezar en público.
El jefe de la operación del 11-S, Mohammed Atta
(1968-2001), hijo de un afamado abogado egipcio,
era más bien conocido como un estudiante que se
había licenciado en 1999 con mención de honor
en urbanística en Hamburgo con una tesis sobre
la recuperación del centro histórico de Aleppo
y tenía una brillante carrera ante sí (5).
Por otro lado, parece que al-Qa´ida
tiene constantemente preparados un centenar de
distintos proyectos terroristas, realizando
solamente tres o cuatro al año con decisiones
tomadas rápidamente por una pequeña
"cúpula" de jefes: ben Laden, el
ideólogo del movimiento al-Zawahiri además de
responsable de la organización, el palestino Abu
Zubaydah, y el comandante militar, ex-policía
egipcio Muhammad Atef (1944-2001); No obstante
Zubaydah ha sido capturado por los servicios
estadounidenses en Paquistán el 28 de marzo de
2002, y Atef ha muerto en Afganistán, en ambos
casos perjudicando seriamente a al-Qa´ida.
En lo referente a la ideología, Guanaratna
propone algunas interesantes reflexiones sobre el
carácter a la vez utópico y concreto de las
tesis elaboradas por ben Laden y al-Zawahiri. Por
otra parte, el objetivo declarado es la
restauración de un único califato para la
entera umma musulmana; este fin supone el
derrocamiento de los regímenes corruptos que no
aplican o aplican parcialmente la shari´a
en los países con mayoría islámica, lo cual es
posible sólo haciéndoles faltar la protección
que les garantizan los EE.UU., los cuales
deberían ser inducidos a retirarse de éstos
países por la amenaza de un terrorismo que los
persigue hasta el corazón de América.
A quien observe que el objetivo es utópico,
al-Qa´ida contesta que "[...] todo
ocurre según la voluntad de Dios" (6);
asimismo la operación 11-S, afirma al-Zawahiri, "[...]
se consiguió gracias a la ayuda de Dios, no a
nuestra eficacia o poder" (7). Por otro
lado, el macro-proyecto del califato es
contínuamente micro-traducido en una serie de
objetivos intermedios que, por muy difícil que
sea su realización, no son políticamente
imposibles y en parte ya han sido alcanzados:
derrocamiento de regímenes específicos,
creación de enclaves controlados por al-Qa´ida
y por sus aliados en zonas remotas de Paquistán
-donde, según Gunaratna, todavía se
encontraría ben Laden-, de Indonésia y
Filipinas, etc. El éxito de al-Qa´ida
también está asegurado por el universalismo
pan-islámico de ben Laden, que contra enemigos
comunes ha conseguido hacer colaborar musulmanes
fundamentalistas y tradicionalistas, y también
sunníes y chiítas; además, no sin que ello
fuera un elemento de fricción con los talibanes,
radicalmente anti-chiítas: se trata de una
dialéctica que -según Gunaratna- habría podido
ser mejor explotada por los enemigos del
terrorista de origen saudí.
Antes bien, afirma Gunaratna, el principal apoyo
militar y de inteligencia al sunní ben Laden
viene hoy del Irán chiíta, no de Irak, por lo
tanto una política estadounidense que
privilegiara el ataque a Irak sería, según el
estudioso, totalmente desacertada.
Queda confirmado que, contrariamente a una
difundida opinión popular, los objetivos de al-Qa´ida
así como son percebidos por sus dirigentes y por
sus miembros son de naturaleza religiosa: "Osama
jamás ha interpretado el islam como si estuviera
al servicio de un objetivo político específico.
Es el Islam su objetivo político" (8);
por lo cual, vistos desde fuera, "Osama
y Zawahiri no son hombres de Dios sino políticos
sedientos de poder" (9); la distinción
entre el elemento religioso y el político no
tiene sentido dentro de al-Qa´ida pero
Gunaratna propone utilizarla en una propaganda
exterior que cuestione su mito: operación cuyo
éxito en los países islámicos es todo lo
contrario que descontado.
El estudioso también desmiente la existencia,
para la gran mayoría de los militantes de al-Qa´ida,
de móviles económicos (10); En su mayoría los
terroristas proceden de familias acomodadas y han
recibido una buena instrucción, y en al-Qa´ida
reciben "sueldos" modestísimos: es
ejemplar el caso de Omar Sheikh, el terrorista
responsable del asesinato del periodista del Wall
Street Journal Daniel Pearl (1963-2002), hijo de
empresarios emigrados a Inglaterra y estudiante
en la London School of Economics.
Según Gunaratna, los movimientos
fundamentalistas islámicos -que prefiere llamar
"islamistas" (11)- se dividen
en cuatro tipos: revolucionarios, ideológicos,
utópicos y apocalípticos. Los primeros, los
"revolucionarios" (12), cuyo
tipo lo constituye Hamas, practican la violencia
al servicio de objetivos precisos políticamente
alcanzables; los segundos, los "ideológicos"
(13), justifican la violencia sistemática con un
discurso ideológico coherente que exalta su
valor pedagógico y religioso, según una
ideología que sería típica del teórico
fundamentalista sudanés Hassan Turabi y sería
practicada por los Hizbolá en Líbano; los
terceros, los "utópicos"
(14), entienden derrocar el orden mundial
existente para reemplazarlo con un nuevo orden
mundial islámico: de ellos son ejemplos los
talibanes y al-Qa´ida misma en una de
sus primeras fases de desarrollo; finalmente los
"apocalípticos" (15) creen en
el valor de la violencia global que debería
conducir a un apocalípsis islámico, única
condición para la restauración del califato
(16).
Sólo dos grupos -al-Qa´ida y el GIA,
el Grupo Islámico Armado, argelino
-serían en este sentido "apocalípticos",
aunque Gunaratna precise que el adjetivo no es
usado en el sentido corriente en la sociología
de las religiones para indicar una verdadera y
propia espera del fin del mundo, un elemento cuyo
presencia en al-Qa´ida sigue siendo
objeto de debates y preguntas a los cuales el
estudioso tiende a dar una respuesta negativa. En
lo referente al GIA, el mismo ben Laden
ha denunciado su violencia gratuita contra
enteras aldeas musulmanas -exprimiéndose en
términos particularmente severos contra los
repetidos episodios de violencia carnal- y ha
favorecido en 1998 la escisión del GSPC,
el Grupo Salafita para la Predicación y el
Combate, que hoy es el representante del
network de al-Qa´ida en Argelia y está
también presente clandestinamente en Francia y
en Italia.
¿Qué hacer contra al-Qa´ida? A corto
plazo la respuesta, según Gunaratna, puede ser
solamente militar y de inteligencia. No se deben
subestimar los éxitos conseguidos por los
servicios occidentales en impedir operaciones de al-Qa´ida
-que por lo tanto no es invencible- y favorecer
asimismo una mejor cooperación entre los
servicios de los distintos países. Por ejemplo,
el secuetro de aviones de línea para que se
estrellen contra edifícios-simbolo habrían
podido ser previstos, según el estudioso,
mediante una mejor colaboración entre servicios
franceses y estadounidenses, ya que los primeros
conocían como el objetivo de los terroristas del
GIA -que en la noche de Navidad de 1994
habían secuestrado un avión de la Air France
despegado de Argel- era el de estrellarlo contra
la Torre Eiffel: durante una escala para repostar
en Marsella, el plan fue evitado por repartos
especiales de la Gendarmería francesa, que
asaltaron el avión matando a todos los
terroristas.
A medio plazo, según Gunaratna, derrotar a al-Qa´ida
significa romper la red de simpatía y de
complicidad de las que disfruta en el mundo
islámico en general y fundamentalista en
particular. A diferencia de muchos sociólogos,
Gunaratna no distingue particularmente entre
fundamentalismo "neo-tradicionalista"
-que en general no utiliza medios violentos- y
"radical", no sólo porque el
fin de su estudio no es el análisis del
fundamentalismo (17), sino porque de su
documentación se desprenden continuamente
contactos entre al-Qa´ida y exponentes
de grupos que otros denominarían "neo-tradicionalistas",
como, ejemplo paradigmático, los Hermanos
Musulmanes. "La pregunta -escribe
Gunaratna- tiene que ser planteada:
al-Qa´ida es coránica o herética?"
(18); El estudioso opina evidentemente que la
respuesta vaya en el sentido de la herejía,
aunque la argumentación sea sumaria. El problema
que Gunaratna tiene presente no es teológico,
sino estratégico: como ganar la guerra contra
al-Qa´ida -y contra el fundamentalismo en
general- utilizando a la vez instrumentos
militares e "ideológicos"
(19), como según su opinión se consiguió con
éxito con el comunismo durante la Guerra Fría.
El estudioso hace votos para que se manifiesten,
a medio plazo, "autorizados
religiosos" (20) del islam en grado de
pronunciarse autorizadamente al menos contra el
terrorismo. Gunaratna admite que hasta el momento
no se han encontrado "[...] antecedentes
tradicionales, garantías de seguridad o
incentivos" (21) para favorecer
semejantes pronunciamientos (22), pero no
desespera que se puedan encontrar en el futuro,
mientras considera inútiles las declaraciones de
verdaderos o supuestos expertos occidentales del
islam, puntualmente ridiculizadas en los países
a mayoría islámica.
Esto lo empuja a mirar, por encima del medio, al
largo plazo en el cual, para favorecer el
afloramiento de un simposio de autoridades
internacionales islámicas que esté autorizado
ante las masas musulmanas y condene el
terrorismo, Occidente debería hacer su parte
para solucionar los nudos no resueltos como los
de Palestina, Chechenia y Kashmir.
Se trata, en gran parte, de consideraciones
llenas de sentido común, pero al mismo tiempo de
una problemática enorme, que quizás no toca a
los expertos de anti-terrorismo solucionar: por
ejemplo, ¿quién podría tener la autoridad para
declarar al-Qa´ida
"herética" en una religión como el
islam? ¿Quién podría convocar un concilio de
"autorizados religiosos", y como
elegirlos? Si esta, como cree Gunaratna, es la
única verdadera solución final del problema al-Qa´ida,
no nos queda por el momento otra cosa que
concentrarnos en las soluciones intermedias y
reforzar las medidas de prevención militares y
de inteligencia, seguros que al-Qa´ida
en este momento ya se prepara para atacar otra
vez.
Massimo Introvigne (Massimo Introvigne, director
del CESNUR (Centro Studi Sulle Nuove Religioni) y
dirigente nacional de Alleanza Cattolica) y T.
Ángel Expósito Correa
Notas:
(1) Cfr. Rohan Gunaratna, Inside Al Qaeda. Global
Network of Terror, Columbia University Press, New
York 2002.
(2) Ibid., p. 53.
(3) Cfr. ibid., p. 52.
(4) Cfr. Mi Osama bin Laden. Apocalisse
sull'Occidente, Elledici, Leumann (Torino) 2001;
y Peter L. Bergen, Holy War, Inc. Osama bin Laden
e la multinazionale del terrore, trad. it.,
Mondadori, Milano 2001.
(5) Cfr. R. Gunaratna, op. cit., p. 105.
(6) Ibid., p. 229.
(6) Ibidem.
(8) Ibid., p. 87.
(9) Ibid., p. 238.
(10) Que la miseria y la discriminación sean las
raíces del terrorismo islámico es un mito duro
a morir, quizás porque "políticamente
correcto": también se hacen voceros del
mismo autores por lo general bien informados,
pero animados por hirenismo en temas de
relaciones entre cristianismo e islam, como - por
último - uno de los más escuchados asesores de
instituciones católicas en tema de islam,
ordinario de Religiones y Relaciones
Internacionales además de director del Centro
Islamo-Cristiano en la Georgetown University de
Washington, John L. Esposito, Unholy War. Terror
in the Name of Islam, Oxford University Press,
New York 2002.
(11) R. Gunaratna, op. cit., p. 92.
(12) Ibidem.
(13) Ibid., pp. 92 e 93.
(14) Ibidem.
(15) Ibidem.
(16) Cfr. R. Gunaratna, op. cit., págs. 92-94.
(17) Cfr. la propuesta de estas categorías, en
Renzo Guolo, Il partito di Dio. L'Islam radicale
contro l'Occidente, Guerini e Associati, Milán
1994; la distinción ha sido recogida por
numerosos autores, no solamente en Italia.
(18) R. Gunaratna, op. cit., p. 234.
(19) Ibidem.
(20) Ibid., p. 238.
(21) Ibidem.
(22) En realidad, ya hubo pronunciamientos de
este tipo. El 5 de noviembre de 2001 el Consejo
de investigación islámico de la Universidad
al-Azhar de El Cairo ha declarado solemnemente
que "El Islam brinda reglas y normas éticas
claras que prohíben la matanza de no
combatientes, como la de mujeres, niños y
ancianos [...] y destrucción de propiedades que
no son utilizadas para objetivos bélicos"
(cit. en J. L. Esposito, op. cit., p. 158).
Esposito presenta este texto como una
declaración "fuerte y autorizada" que
viene de una universidad "[...] considerada
por muchos como la más alta autoridad moral del
islam" (ibidem). También, en la misma obra,
Esposito había anteriormente explicado que,
desde la época de Anwar as-Sadat (1918-1981), el
gobierno egipcio se aseguró "[...] un
control suficiente del shaykh (rector) y de los
principales profesores de materias religiosas en
la Universidad al-Azhar" (ibid., p. 87), tan
es así que la opinión pública considera tal
universidad "un fantoche del gobierno"
(ibid., p. 89). La contradicción muestra bien a
las claras como los que son considerados
interlocutores autorizadísimos por los
estudiosos y expertos de diálogo inter-religioso
occidentales no sean necesariamente considerados
como tales - por admisión, precisamente, de los
mismos estudiosos y expertos - por la opinión
pública de los países islámicos, lo cual
replantea el doble problema de quién tenga los
títulos para hablar en nombre del
"auténtico" islam y de como
declaraciones de realidades islámicas en tesis
"autorizadas" sean de hecho acogidas
por las masas musulmanas. |