Gilbert Keith Chesterton (
1874-1936 ), prolífico escritor católico
inglés, autor de obras tan conocidas como Ortodoxia,
El Hombre Eterno, El Hombre que fue
Jueves, la serie del Padre Brown,
entre muchas otras, aquel "hombre que
reía pensando" (1), ejerció gran
influencia sobre pensadores y escritores de la
talla de Clive Staple Lewis, Graham Greene,
Evelyn Waugh, Jorge Luis Borges y Etienne Gilson,
por nombrar a algunos.
Es, sin duda, un auténtico pilar de la
literatura del siglo XX (2).
Chesterton no es primeramente un pensador
político, razón que en parte explica que este
aspecto de su pensamiento haya sido bastante
descuidado.
Además, no está expresado sistemáticamente,
sino más bien desperdigado en su voluminosa
obra.
Sin embargo, es posible discernir en el inglés
un ideario político estable.
A su vez, conoció a numerosos líderes
políticos como el matrimonio Fabiano Beatriz y
Sidney Webb, Winston Churchill, Lloyd George,
Mussolini, Pilsudski, entre muchos otros.
Fue un agudo observador de la Europa de su
tiempo, muchas veces enunciando juicios que a la
distancia parecen proféticos.
En este artículo, me concentraré en los
principios nucleares del pensamiento político de
Chesterton, contrastándolos con la percepción
que tuvo de algunos aspectos de la Europa de su
tiempo: el Imperio Británico, la corrupción del
sistema político inglés, los males sociales de
la Inglaterra en la cual le tocó vivir, su
concepción de la democracia y de la tradición,
la primera Guerra Mundial y sus secuelas y,
finalmente, el fascismo italiano y el
nacionalsocialismo alemán, varios de los cuales
percibía como peligros que amenazaban al
continente, en este "mundo moderno (...)
poblado por las viejas virtudes cristianas que se
han vuelto locas" (3).
El Imperio Británico y el verdadero
Patriotismo
Para entender el rechazo de Chesterton a la
doctrina del Imperialismo y particularmente al
Imperio Británico, es preciso esbozar qué
entendía él por Patriotismo.
Chesterton se sentía muy orgulloso de ser
inglés.
Exhibía gratitud a su tradición e historia, a
ser compatriota de William Shakespeare , Charles
Dickens y de William Cobbett, entre muchos otros.
La identificación con su tierra, sus verdaderos
valores, costumbres y religiosidad, representaban
para Chesterton un elemento social vinculante de
gran trascendencia.
Para el autor inglés, el patriotismo era una
forma excelsa de mantener viva la tradición y,
por ende, su espíritu democrático.
Sin embargo, es necesario aportar algunas
precisiones para no confundir el pensamiento de
Chesterton.
En primer término, su patriotismo no es
sinónimo de nacionalismo beligerante,
exacerbado, tan común en la Europa de su tiempo.
En este sentido no se puede equiparar a
movimientos nacionalistas como Action
Francaise de Charles Maurras, al
nacionalismo fascista de Benito Mussolini y,
mucho menos, con el nacionalismo racial de Adolfo
Hitler.
Tampoco su patriotismo se puede asociar a la
corriente del Imperialismo, doctrina que
el inglés repudió toda su vida, precisamente
por ser una amenaza para el verdadero
patriotismo, especialmente el de las naciones
más pequeñas.
En su opinión, el Imperialismo no
brotaba sólo de la codicia, de la ambición por
extender territorios y riquezas, sino sobre todo
de una profunda carencia espiritual,
transformándose en una especie de sucedáneo
religioso.
Al respecto, era particularmente crítico del
Imperialismo inglés : "La gente cree en
el Imperio Británico precisamente porque no
tienen nada más en que creer"(4).
Consecuente con su pensamiento, Chesterton
manifestó públicamente su rechazo a esta
corriente en varias ocasiones.
Un primer ejemplo lo constituyó la guerra de los
Boers, en la cual las tropas británicas
incurrieron en innumerables atrocidades.
El origen de este conflicto hay que hallarlo en
el descubrimiento de minas de oro y diamantes en
el Rand y en el proyecto de Cecil Rhodes de unir
El Cabo y El Cairo por ferrocarril.
El impedimento para estos planes eran los colonos
holandeses, los Boers, establecidos en la
República de Transvaal y en el Estado Libre de
Orange, los que, bajo la presidencia de Kruger,
darían en octubre de 1899 un ultimátum a Gran
Bretaña para que retirase sus contingentes
militares de la frontera del Transvaal.
Comenzaba de esta manera la guerra de los Boers
que conluiría en 1902.
La inmensa mayoría de los líderes políticos y
la opinión pública inglesa apoyaron
decididamente el esfuerzo bélico.
Sin embargo, una minoría, en la cual se
encontraban Chesterton y su gran amigo Hilaire
Belloc, entre otros, se declarararon pro-Boers.
Desde las páginas del periódico The Speaker
denunciaron continuamente la agresiva
política inglesa, calificándola de hipócrita,
por pretender ser una cruzada nacional cuando en
realidad no era más que una mezquina defensa de
intereses económicos, una nefasta expresión
plutocrática, una maquinación de financieros
cosmopolitas (5).
Otro frente en el cual desplegó su
antiimperialismo fue el caso irlandés.
Durante toda su vida defendió la legitimidad del
movimiento nacionalista irlandés y condenó las
atrocidades cometidas por los ingleses en
aquellos territorios, cuyos métodos comparaba a
los utilizados por los alemanes en la invasión a
Bélgica durante la primera Guerra Mundial (6).
Chesterton alabó las tradiciones irlandesas, su
sentido de comunidad, su mentalidad rural y
profunda religiosidad en diversos escritos,
siendo, quizás, el más conocido, Irish
Impressions, publicado en 1919 y motivado
por las reflexiones surgidas a partir de uno de
sus numerosos viajes a Irlanda, libro alabado por
su gran amigo irlandés, el dramaturgo George
Bernard Shaw. (7)
El patriotismo de Chesterton estaba anclado en la
verdad. Es por este motivo, que sintiéndose muy
inglés y orgullosos de las grandezas de su
país, era capaz de reconocer sus crímenes, sin
que esto minara su espíritu patriótico.
En palabras del propio Chesterton, refiriéndose
a Irlanda: "decir la verdad sobre
Irlanda no es muy agradable para un patriota
inglés, pero es muy patriótico"(8).
Corrupción político-social de
Inglaterra y la genuina Democracia y Tradición
Como ya se ha señalado, Chesterton no fue
primeramente un pensador político y, menos aún,
un activista.
En estas lides se vio muy influído por las
actividades y escritos de su hermano Cecil y por
Hilaire Belloc, quienes en 1911 fundaron el
periódico Eye Witness y que al año
siguiente cambiaría de nombre a New Witness,
publicación radical y muy polémica, empeñada
en desvelar las irregularidades y corrupciones de
las instituciones de gobierno.
Belloc y Cecil ya habían publicado una obra en
conjunto, The Party System, en la cual
denunciaban la existencia de un sistema de
gobierno en el cual no existían verdaderos
partidos políticos, sino grupos de interés que
estaban coludidos en la rotación del poder,
unidos tan sólo por la fuerza de las grandes
finanzas, la plutocracia, que para estos ingleses
era uno de los mayores síntomas de la decadencia
de la sociedad británica.
En este aspecto, un acontecimiento que alcanzó
gran revuelo público fue el denominado
Escándalo Marconi, empresa cuya rama inglesa
estaba a cargo de Godfrey Isaacs.
Sin entrar en sus pormenores, se debe señalar
que fue un negocio millonario del cual salieron
beneficiados, entre otros, el Fiscal de la Corona
Rufus Isaacs, hermano de Godfrey, el Canciller
del Tesoro, Lloyd George, y el portavoz del
Partido Liberal en el Parlamento, Elibank.
Tanto Cecil como Belloc denunciaron airadamente
la operación, exigiendo una exhaustiva
investigación para aclarar las responsabilidades
personales, algo que nunca se logró del todo.
Cecil incluso fue demandado por difamación y
condenado a pagar una multa por sus encendidos
artículos.
Estos sucesos dejarían una sólida impronta en
Chesterton, quien perdería definitivamente la
confianza en la política partidista.
Para él, la política inglesa de su tiempo era
una amenaza para la verdadera democracia, un
sistema plutocrático, capitalista, en el cual el
poder del dinero predominaba por sobre cualquier
consideración moral y espiritual.
Para el autor inglés, "el Capitalismo
es una cosa muy desagradable" (9),
juicio compartido por muchos autores y
movimientos católicos de la primera mitad del
siglo XX (10) .
A pesar de su renuencia a la política de
partidos, no por ello dejó de elaborar un
conjunto coherente de ideas en esta materia,
particularmente en torno a la democracia y sus
elementos connaturales: patriotismo,
tradición , domesticidad y Hombre Común.
Por democracia, Chesterton no entiende un
régimen político más, sino más bien la
natural expresión del hombre como ser social.
La democracia así concebida es la proyección de
la personalidad humana en al ámbito de la
política, en el recorrido del camino que lleva a
la plena realización de las potencialidades
materiales, morales y espirituales del hombre; es
decir, el bien común, la buena vida humana en
sociedad.
Él distingue dos elementos centrales en la
concepción democrática: que lo esencial para
los hombres es lo que poseen en común y no lo
que cada uno separadamente posee, y que el
instinto o anhelo político es un patrimonio
compartido por toda la humanidad (11).
La democracia es la fuente de interdependencia,
el centro vinculante y, en definitiva, la mayor
expresión de comunidad en el ámbito de lo
temporal.
Además, la democracia posee un sustrato
religioso: siendo de inspiración cristiana,
viene a ser el punto de encuentro entre la
eternidad y el tiempo.
En este sentido, se debe diferenciar su
concepción de la moderna, popularizada tras la
Revolución Francesa, la vulgarmente llamada
democracia de masas.
Chesterton la rechaza explícitamente: "La
genuina democracia se opone a la regla de la
masa. La genuina democracia es aquella basada
fundamentalmente en la existencia del ciudadano,
y la mejor definición de una masa es la de un
cuerpo de mil hombres donde no hay ningún
ciudadano" (12).
La Tradición es otro concepto cardinal en la
visión democrática de Chesterton.
Dice: "Me es de todo punto imposible
separar estas dos ideas: democracia, tradición.
Me parece evidente que son una sola y misma
idea" (13).
Por Tradición, Chesterton entiende un principio
activo, dinámico, capaz de vincular el pasado
con el presente y prevenir, en lo que se puede,
el futuro.
Son las doctrinas, costumbres, creencias, valores
de las generaciones anteriores que merecen ser
recogidas para otorgar un sentido de identidad
cultural a las diversas naciones.
Además, la Tradición juega un rol fundamental
para potenciar la virtud de la prudencia tanto en
las autoridades como en los gobernados, virtud
eminentemente realizadora y central para la
obtención del bien común.
En la misma línea argumentativa, Chesterton
defiende el concepto de Reacción, vulgarmente
asociado a estancamiento, incapacidad de innovar,
de enfrentar nuevas circunstancias.
Muy por el contrario, lo visualiza como un
núcleo importante de la vida histórica, que
permite a los hombres, debidamente identificados
con la Tradición, anticipar y saber reaccionar,
actuar con armonía en los diversos escenarios
(14).
El autor inglés siempre despreció a aquellos
ideólogos obsesionados con el futuro, para
quienes el pasado y la tradición eran muros a
derribar, por ser una especie de camisa de fuerza
para la libertad del hombre, visión que está
muy lejos de haber desaparecido en nuestros
tiempos.
Refutó esta utopía futurista, en la cual la
última generación de la humanidad supuestamente
lograría esa felicidad terrenal para la cual se
esforzaron todas las generaciones anteriores.
Como católico, necesariamente debía rechazar
esta noción, pues desde tal perspectiva todas
las generaciones previas a la última son etapas,
medios para esta y para el catolicismo toda
persona humana es un fin, no un medio; además,
le reprocha que lejos de expandir los horizontes
del hombre se los estrecha, los hace esclavos de
algo que no existe sino en potencia. Incluso,
escribe que esta fascinación por el futuro es en
el fondo cobardía, miedo al pasado,
especialmente a las grandezas de este (15).
Por el contrario, la Tradición y la democracia
ensanchan el campo de inteligibilidad para el
hombre, le permiten entrar en diálogo con sus
antepasados, incorporar sus experiencias en su
propia trama existencial y transmitir su legado a
las generaciones futuras.
Para Chesterton, como ya se ha señalado,
democracia y Tradición están indisolublemente
ligados, como lo expresa en términos muy bellos:
"la tradición no es más que la
democracia proyectada en el tiempo(...) no es
más que la democracia de los muertos" (16).
Otra noción esencial del pensamiento político
de Chesterton es la de Domesticidad,
asociada a intimidad, comunión, y a la familia
como institución donde ella encuentra su
realización más cabal.
Para él, "cuando entramos en la familia
entramos en un cuento de hadas" (17).
La familia es el núcleo básico de la sociedad,
donde el niño adquiere las primeras virtudes a
través de la educación proporcionada por sus
padres, virtudes que le permitirán desempeñarse
como verdadero ciudadano en el futuro.
Pero ante todo, domesticidad significa un
universo de libertad, creatividad y fruición del
bien.
En este sentido, Chesterton asigna una tremenda
importancia a la propiedad privada familiar, la
cual es concebida no sólo como objeto material,
fuente de riqueza, sino ante todo como ámbito
concreto de libertad.
En la propiedad, el hombre se hace más libre,
está más en posesión de sí mismo: "la
propiedad es el arte de la democracia"(18).
Chesterton apoyó un movimiento social activo,
que tenía como uno de sus objetivos la
restauración de la pequeña propiedad que se
veía amenazada tanto por el capitalismo
exacerbado como por el socialismo.
Este movimiento era el Distribucionismo,
que se materializó con la creación de la Liga
Distribucionista en 1926, asumiendo
Chesterton como presidente y contando con la
colaboración de Hilaire Belloc y el Padre
Dominico Vincent Mc Nabb, entre otros.
La Liga tuvo sucursales en numerosas ciudades de
Inglaterra y, si bien empezó como un movimiento
muy pujante, pronto decayó, en parte por las
discrepancias internas y también por las escasas
dotes organizativas de Chesterton, quien una vez
más demostró que lo suyo era el mundo de las
letras.
Correlativo a la domesticidad es su concepción
del Hombre Común u Ordinario.
Por tal no se debe entender vulgaridad o
mediocridad.
El pensador inglés aclara esta confusión
conceptual: "soy Ordinario en el
correcto sentido del término; que significa la
aceptación de un Orden; un Creador y su
Creación, el sentido común de gratitud hacia la
Creación, la vida y el amor como
donación..." (19).
En tal perspectiva, el Hombre Común es
aquel que por excelencia puede fundar y vivir en
comunidad.
Para Chesterton es el ciudadano ideal de una
genuina sociedad democrática.
Sin embargo, el Hombre Común u Ordinario,
que vive plenamente la domesticidad, se ve
amenazado desde varios flancos que él
personalmente combatió.
En primer término, Chesterton denunció, una y
otra vez, las diversas doctrinas que apoyaban la
existencia de un Estado omnipresente que en la
práctica supondría la eliminación de la
sociedad civil y, por ende, de cualquier vestigio
democrático.
Frente al socialismo, se mostró feroz en cuanto
conducía a la supresión del Hombre Común,
ejerciendo "la rutina tan conocida de
oprimirlo en la práctica y adorarlo en la
teoría" (20).
Otros peligros que percibía para la persona
humana eran los diversos proyectos de su época
que apoyaban programas de eugenesia, control de
la natalidad y una desmedida intervención por
parte del Estado en la educación.
En Inglaterra las ideas eugenésicas habían
cobrado gran popularidad en diversos círculos,
sobre todo debido a las actividades promovidas
por la Eugenics Society, presidida por
Leonard Darwin, hijo de Charles.
El paroxismo de la situación llegó con la Mental
Deficiency Act de 1913, que estipulaba gran
amplitud para su aplicación, que fue
enérgicamente rechazada por Chesterton (21).
No hubo que esperar el ingreso de Hitler en la
historia para conocer planes masivos de
eugenesia...
Chesterton también se opuso a los distintos
programas que abogaban por el control de la
natalidad, rechazándolos como atentados al
derecho a la vida y por inmiscuirse en la
intimidad familiar.
Con su habitual ironía mostraba la falsedad del
mismo término, ya que no era control, pues el
único control es el autocontrol y tampoco era
natalidad, pues se trataba precisamente de evitar
los nacimientos (22).
Estos programas no han dejado de aumentar desde
la época de Chesterton y no deja de llamar la
atención que siempre se considere un bien el
tener una vaca en una granja y, en cambio, una
carga un niño.
En materias educacionales, el debate que recibió
mayor publicidad fue el que sostuvo con Bertrand
Russell en 1935 a través de la BBC.
Este último abogaba por un completo control
estatal de la educación, mientras Chesterton
insistía que tal actividad correspondía
primariamente a la familia y a la Iglesia.
Estaba siendo fiel a las directrices planteadas
por Pío XI en la encíclica de 1931 Quadragesimo
Anno donde se postula el rol subsidiario del
Estado.
Primera Guerra Mundial, Fascismo y
Nacional Socialismo
Ya se ha esbozado la relevancia que tiene en el
pensamiento de Chesterton el concepto de
patriotismo.
Hay que añadir que él rechaza la noción de
pacifismo.
Para él, la paz no es mera ausencia de guerra
sino un estado de plenitud espiritual que
imperfectamente puede lograrse en la tierra.
En este sentido, la verdadera paz acepta la
posibilidad de guerra, precisamente cuando esa
paz se ve amenazada.
La guerra legítima, para el inglés, es una "guerra
de civilizaciones y religiones, para determinar
el destino moral de la humanidad" (23).
Para él, la primera Guerra Mundial constituyó
uno de estos casos, aplaudiendo junto a su
hermano Cecil y su gran amigo Hilaire Belloc, la
intervención británica en el conflicto.
Cecil iría al frente de batalla, donde perdería
la vida, mientras su hermano se hacía cargo de
la dirección del New Witness.
Chesterton participó en actividades
propagandísticas, siendo miembro del War
Propaganda Bureau, y contribuyendo con
libros como El martirio de Bélgica y El
Barbarismo de Berlín (24).
La primera Guerra Mundial fue ocasión de varias
polémicas, en las cuales Chesterton a menudo
intervino, siendo las más notorias las que
mantuvo con su amigo el dramaturgo irlandés
George Bernard Shaw, pero también se mostró
irónico con otras reconocidas figuras
partidarias del pacifismo como Romain Rolland
(25).
Si bien es posible considerar que el apoyo de
Chesterton a la causa británica fue un tanto
sesgado, su evaluación de los acuerdos que
pusieron fin al conflicto, aparece clarividente a
la luz de la historia europea de los próximos
decenios.
No tuvo reparos en expresar públicamente su
rechazo a las negociaciones de paz que sucedieron
a la guerra, basadas en la venganza más que en
la justicia (26), sembrando así las semillas
para una futura conflagración, y con la
posterior creación de estados artificiales, como
Yugoslavia, que minaban las entrañas de su
concepción patriótica.
Tampoco escapó a su fina ironía la recien
creada Liga de las Naciones, que en su parecer
debió haberse llamado "Liga para la
Abolición de las Naciones" (27),
juicio histórico bastante acertado si
consideramos la escasa, por no decir inexistente
relevancia, que tuvo dicha institución en el
período de entre guerras.
Posteriormente, con la firma de los Pactos de
Locarno en 1925, que en esencia consagraban los
límites territoriales acordados en Versalles y
permitían el ingreso de Alemania a la Liga de
Naciones, se mostró escéptico.
Para muchos estadistas de la época, estos pactos
simbolizaban un gran avance en el proceso de paz
del continente europeo.
Sin embargo, Chesterton intuía que los rencores
estaban arraigados profundamente, especialmente
en Alemania, y en este sentido un tratado no los
iba a borrar de un plumazo, intuición en la que
nuevamente acertó.
Gracias a Dios Chesterton no estaba entre
nosotros cuando se realizó la humillante
Conferencia de Munich en septiembre de 1938 por
la cual se entregó Checoslovaquia a Hitler.
No tuvo igual suerte Pío XI, para quien los
acuerdos de Munich significaron "la
bancarrota de las democracias" (28).
Respecto al fascismo italiano, Chesterton tuvo la
oportunidad de entrevistarse con Benito Mussolini
en 1929, el mismo año en que se firmaron los
Pactos de Letrán.
Tiempo después, reflexionando sobre este
encuentro, afirmó que si bien prefería el
antiguo Partito Popolare (29) no por eso dejaba
de hallar ciertos rasgos positivos en el
fascismo, particularmente su independencia frente
a los grandes grupos económicos, algo que no
sucedía en las democracias plutocráticas.
Sin embargo, también intuía algunos de los
peligros que el fascismo podía representar,
especialmente su tendencia al autoritarismo y a
la militarización de la política (30).
Si bien el análisis que hace Chesterton parece
algo ambiguo, debemos contextualizarlo.
En 1929, Mussolini no representaba lo que
representa hoy para la mayoría de la opinión
pública.
Tampoco estaba aliado con Hitler, proceso que
recién se iniciaría en 1935 tras la invasión
italiana de Abisinia.
No olvidemos que en 1934 los nazis austríacos
asesinaron al canciller social cristiano E.
Dollfus y, que frente a la amenaza alemana,
Mussolini hizo avanzar cuatro divisiones de su
ejército hasta el paso de El Brenero.
Por lo demás, en los tiempos que Chesterton
escribía sobre Mussolini, otros personajes de
renombre como F.D. Roosevelt, M. Gandhi, S.
Freud, lo hacían en términos mucho más
laudatorios (31).
En cambio, Chesterton tuvo una visión muy
penetrante y certera de lo que significaba el
nacional socialismo alemán.
Percibiendo la ruina en que quedó la Alemania de
post-guerra, el descrédito de la República de
Weimar, la humillación experimentada por
millones de alemanes ante las severísimas
claúsulas del Tratado de Versalles, en
síntesis, la crisis económica , social y
espiritual de los germanos que dejaba un vacío
listo para ser ocupado por alguién que estuviera
dispuesto a echarse sobre sus hombros la
redención de Alemania vió que el terreno estaba
abonado para una dictadura sin parangón.
Ya en 1930 escribía: "Hindenburg nunca
fue el dictador y nunca lo será(...) Sin
embargo, es aquél que mantiene el sillón tibio
para el Dictador" (32).
Este dictador aparecería el 30 de enero de 1933,
cuando Adolfo Hitler fue nombrado canciller,
iniciándose así la historia del Tercer Reich.
Ante todo, Chesterton condenaba la idolatría de
la raza pregonada por los nazis, de base
panteísta, donde la persona humana no tenía
cabida.
Hitler representaba el retorno a la barbarie con
su política racial, la que, en su opinión, no
era más que "antropología vuelta
loca" (33).
En 1937 el Papa Pío XI condenaría la doctrina
nazi en su encíclica Mit Brennender Sorge.
Chesterton captó el potencial genocidíco del
nacional socialismo, mucho antes de los campos de
concentración y de la denominada Solución
Final.
Atisbaba la destrucción que implicaba. Respecto
de los judíos decía que "serán
cazados como ratas" (34), percepción
macabramente realizada pocos años después.
En definitiva, Chesterton vivió y entendió la
política a la luz del Evangelio en la Europa
convulsionada del período de entreguerras,
defendiendo las libertades del hombre y su
singularidad en la Creación, sin perder la
independencia de pensamiento obtenida por no
matricularse con ningún partido y creyendo
siempre que el Estado está al servicio del
hombre y no a la inversa, verdad frecuentemente
olvidada en el sangriento siglo XX.
Jorge Dagnino Jiménez
Notas
1) López, José E. Chesterton: un escritor
alegre. Revista Nuntium en Español. Febrero
2001. N.2. Pág 169.
2) C.S Lewis se sintió particularmente atraído
por El Hombre Eterno. Ver Wilson, A.N. C.S.
Lewis. Biografía. Editorial Andrés Bello.
Santiago de Chile. 1993. Pág 137. Por su parte,
J.L Borges se refería a Chesterton como a uno
"de los autores que continuamente
releo". Ver Borges, J.L. Ficciones. Edit.
Planeta. Barcelona. 1971. Pág 116. A su vez,
E.Gilson alabó la biografía que el inglés
dedicó a Santo Tomás de Aquino en los
siguientes términos : "Chesterton desespera
a cualquiera. Llevo estudiando a Santo Tomás
toda mi vida y nunca hubiera sido capaz de
escribir un libro como éste (...) Considero, sin
parangón alguno que es el mejor libro que se ha
escrito sobre Santo Tomás". Citado en Seco,
Luis Ignacio. Chesterton. Un escritor para todos
los tiempos. Ediciones Palabra. Madrid. 1997.
Pág 405.
3) Chesterton, G.K. Ortodoxia. Edit. F.C.E.
México D.F. 1997. Pág. 54.
4) Chesterton, G.K. Autobiography. House of
Stratus. London. 2001. Pág. 91.
5) Ibíd. Pp. 70-71.
6) Pearce, Joseph. Wisdom and Innocence. A Life
of G.K. Chesterton. Ignatius Press. San
Francisco. 1996. Pp. 246-247.
7) Shaw se expresó en los siguientes términos:
"Ningún irlandés, vivo o muerto, ha
servido tan noble y fielmente a Irlanda con su
pluma". Ibíd. Pág 246.
8) Seco, Luis Ignacio. Op. Cit. Pág 274.
9) Pearce, Joseph. Op. Cit. Pág 323.
10) Las palabras de Chesterton parecen suaves
comparadas a las de Hilaire Belloc, quien,
resaltando las contradicciones existentes entre
Catolicismo y Capitalismo, escribía : "El
Capitalismo es un mal manifiesto(...) basado en
el ridículo, bastardo e ilegítimo poder de la
mera riqueza(...) Nuestra Fe jamás habría
producido Huddersfield o Pittsburg". Belloc,
Hilaire, The Faith and Industrial Capitalism en
Essays of a Catholic. Tan Books and Publishers.
Illinois. 1992. Pp 217-223.
11) Chesterton, G.K. Ortodoxia. Op. Cit. Pág 87.
12) Ver Wills, Garry. Chesterton. Doubleday. New
York. 2001. Pág 312.
13) Chesterton, G.K. Ortodoxia. Op. Cit. Pág 90.
14) Chesterton, G.K. La superstición de la
Escuela. En: El Hombre Común y otros ensayos
sobre la modernidad. Ediciones Lohlé-Lumen.
Buenos Aires. 1996. Pp 37-38.
15) Chesterton, G.K. What´s Wrong With The
World. Ignatius Press. San Francisco. 1994. Pp
28-34.
16) Chesterton, G.K. Ortodoxia. Op. Cit. Pp
88-90. Nótese la semejanza del concepto de
tradición y reacción de Chesterton con el
pensamiento de Edmund Burke (1729-1797), padre
del pensamiento Conservador.
17) Chesterton, G.K. El amor o la fuerza del
sino. Ediciones Rialp. Madrid. 1995. Pág 45.
18) Chesterton, G.K. What´s Wrong With The
World. Op. Cit. Pág 42.
19) Citado en Fagerberg, David W. The Size of
Chesterton´s Catholicism. University of Notre
Dame Press. Indiana. 1998. Pág 45. Cabe añadir
que el Diccionario de la Real Academia Española
coincide en otorgar a la primera acepción de
ordinario el mismo sentido expresado por
Chesterton.
20) Chesterton, G.K. El Hombre Común en El
Hombre Común y otros ensayos sobre la
modernidad. Op. Cit. Pág 10.
21) Este texto legal era sumamente vago,
permitiendo la reclusión de diversas categorías
de "degenerados" en instituciones
públicas, tales como los hombres
"moralmente defectuosos" o los niños
"incapaces de obtener el adecuado beneficio
de la instrucción en los colegios", entre
otros. Ver Pearce, Joseph. Op. Cit. Pág 282.
22) Citado en Schall, James V. Schall on
Chesterton. Timely Essays on Timeless Paradoxes.
The Catholic University of America Press.
Washington D.C. 2000. Pág. 153.
23) Chesterton, G.K. Autobiography. Op. Cit. Pág
147
24) Pearce, Joseph. Op. Cit. Pág 209.
25) Chesterton se refería con sarcasmo al
pacifismo sostenido por Rolland : "se tomaba
unas vacaciones en los Alpes y decía que estaba
por encima de la lucha". Citado en Seco,
Luis Ignacio. Op. Cit. Pág 276.
26) S.S. Pío XI compartía la misma opinión de
Chesterton. Refiriéndose a las diversas
tratativas diplomáticas que siguieron a la
primera Guerra Mundial, dijo: "las diversas
propuestas y las repetidas tentativas de los
hombres de Estado para remediar tan tristes
condiciones de cosas han sido inútiles, si ya no
es que las han empeorado". Encíclica Ubi
Arcano Dei Consilio. 23 diciembre 1922. N. 6.
Chesterton sentía gran admiración hacia este
Pontífice, a quien conoció personalmente, y por
quien fue condecorado en 1934, junto a su gran
amigo Hilaire Belloc, por sus aportes a la
difusión de la cultura católica.
27) Citado en Wills, Garry. Op. Cit. Pág 193.
28) Blet, Pierre S.J. Pius XII and the Second
World War. According to the Archives of the
Vatican. Paulist Press. New York. Pág 8.
29) Partido fundado en 1919 por el sacerdote
Luigi Sturzo y disuelto en 1926
30) Pearce, Joseph. Op. Cit. Pp 376-378.
31) Ghandi, por ejemplo, se refería a Mussolini
como a un "superhombre". A su vez, S.
Freud lo calificaba de "héroe
cultural". Ver Rychlak, Ronald J. Hitler,
the War and the Pope. Our Sunday Visitor Books.
Indiana. 2000. Pág 38.
32) Citado en Pearce, Joseph. Op. Cit. Pág 385.
33) Ibíd. Pág 442.
34) Ibíd.. |