Se inicia el nuevo
curso: académico, judicial, político
Y se
estrena nueva programación televisiva.
Se constata que, año tras año, el espacio
dedicado en los medios de comunicación al
tratamiento novedades televisivas aumenta de
forma constante. Esto es evidente, especialmente,
en los medios escritos; fenómeno al que se suman
los "confidenciales" que circulan por
internet.
Y no podía ser de otra manera, pues ocupa un
espacio privilegiado en el medio familiar y en
otros ámbitos de la vida cotidiana.
La televisión ha desplazado, desde hace dos
décadas, casi tres, a la conversación familiar
en torno a la mesa del hogar. Ha sustituido la
experiencia de los mayores por las recetas
"políticamente correctas". Ocupa
también, progresivamente, un mayor espacio en la
vida de las personas a costa de otras fórmulas
de ocio.
En definitiva: la comodidad del medio acarrea un
empobrecimiento moral y cultural de la sociedad
en su conjunto.
La televisión, en teoría, es un instrumento
moralmente neutro. Puede emplearse con una
finalidad informativa, recreativa, formativa y
cultural. Pero ello se practica de forma
excepcional. Es más, los programas enfocados al
ocio y la mera evasión ocupan la mayor parte de
los espacios televisivos, especialmente en las
horas de mayor audiencia. Y no lo hacen de forma
neutra. En su inmensa mayoría incorporan unos
modelos de vida, unas recetas de comportamiento
cotidiano que responden al estilo de vida
consumista, utilitarista y relativista
predominante en el Occidente desarrollado actual;
un modelo exportado a todos los rincones del
mundo dada la universalidad del medio.
Por ello, que los espacios dedicados a la
información de las nuevas programaciones
televisivas ocupen mayor espacio en otros medios,
no deja de ser un termómetro de las modas y
corrientes culturalmente predominantes. Se podrá
alegar que tales modas son impuestas desde los
centros culturales dominantes. Y esto es cierto,
con el agravante de que esos "centros
creativos culturales" responden a unos
intereses muy concretos que, ante todo, afirman
un estilo de vida contrario al derecho natural.
No es casualidad que muchas de esas novedades
televisivas respondan a modelos de comportamiento
social en los que la intimidad, la privacidad,
entre otros, son valores ignorados
olímpicamente. Un fenómeno paralelo al que
vivimos en la sociedad de hoy y que es
privilegiado y potenciado desde la omnipresente
televisión.
Este predominio educativo de la televisión, de
auténticas características revolucionarias y
subversivas, encubre otra realidad acallada: la
soledad del hombre frente al poder. Un individuo
solo, una familia aislada, poco o nada pueden
hacer frente a ese poder cultural dominante, ya,
en todo el mundo y al que es muy difícil
sustraerse. Por el contrario, hombres libres y
familias libres, pueden sustentarse y apoyarse
entre sí creando unas redes sociales distintas,
producto de unas relaciones humanas de especial
intensidad, con unos lazos afectivos y materiales
novedosos y atractivos para el hombre atomizado
de hoy. Pero para sustentar esa novedad social,
esa nueva humanidad, no basta la propia voluntad
de lucha y de afirmación: hay que apoyarse en
una realidad superior a la mera suma de las
voluntades de esas "islas de
resistencia".
Por todo ello la Iglesia católica, "maestra
de humanidad", sigue siendo la posibilidad
de una nueva vida, la auténtica y real esperanza
de las gentes, la nueva humanidad de hoy y de
siempre.
|